Seguridad radiológica en pediatría: Estrategias para reducir la dosis de radiación
Autor principal: Roberto Amador Ortega
Vol. XX; nº 13; 789
Radiation safety in pediatrics: Strategies to reduce radiation dose
Fecha de recepción: 28 de mayo de 2025
Fecha de aceptación: 1 de julio de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 13 – Primera quincena de Julio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 13; 789
Autores:
Roberto Amador Ortega, Médico General, Hospital Max Terán Valls. Puntarenas, Costa Rica. ORCID: 0009-0005-5651-382X. Código Médico: 16486
Connie Sofía Mora Villalobos, Médico General, Hospital de Guápiles. Limón, Costa Rica. ORCID: 0009-0002-2557-3078. Código Médico: 17061
Sofía Fonseca Ramírez, Médico General, Área de Salud Heredia Cubujuqui. Heredia, Costa Rica. ORCID: 0009-0009-8500-4361. Código Médico: 19007
Marco Vinicio Sánchez Montero, Médico General, Clínica Médica Sánchez. Alajuela, Costa Rica. ORCID: 0009-0005-9140-248X. Código Médico: 14705
Gloriana Sánchez Montero, Médico General, Investigadora Independiente. Alajuela, Costa Rica. Código Médico: 19516. Odontóloga General, Clínica Médica Sánchez. Alajuela, Costa Rica. Código Odontóloga: 472212. ORCID: 0009-0004-4868-9297
Resumen:
La protección radiológica en pediatría se fundamenta en tres principios esenciales: justificación, optimización y limitación. La justificación implica realizar estudios solo cuando los beneficios superan los riesgos, especialmente importantes en niños debido a su mayor sensibilidad biológica a la radiación. La optimización busca minimizar las dosis manteniendo una calidad diagnóstica adecuada, aplicando tecnologías como la tomografía computarizada de dosis baja, colimación precisa y modalidades no ionizantes como la ecografía. El principio de limitación establece niveles de referencia para evitar exposiciones innecesarias, lo que es vital en enfermedades crónicas que requieren estudios repetidos. Las radiografías convencionales, tomografías computarizadas, fluoroscopias, medicina nuclear y radiología intervencionista son fuentes comunes de exposición pediátrica, cada una con implicaciones clínicas y riesgos específicos. Se han desarrollado estrategias técnicas como el ajuste personalizado de protocolos, la incorporación de tecnologías emergentes y el uso de inteligencia artificial para reducir la dosis sin perder precisión diagnóstica. Asimismo, las estrategias operativas incluyen la formación continua del personal, la implementación de protocolos estandarizados por edad y peso, la comunicación clara con familiares y el monitoreo de dosis acumuladas. Tecnologías como los sistemas de modulación automática de la exposición y las plataformas integradas de monitoreo han mejorado la seguridad en la práctica clínica. En el plano ético y legal, el consentimiento informado, el derecho a la protección contra exposiciones innecesarias y la responsabilidad institucional son pilares fundamentales. Finalmente, estudios clínicos han demostrado que es posible reducir la exposición manteniendo la calidad diagnóstica, reforzando la importancia de una cultura institucional orientada a la seguridad radiológica en la atención pediátrica.
Palabras clave:
Radiología pediátrica, protección radiológica, dosis baja, tomografía computarizada, fluoroscopia, medicina nuclear.
Abstract:
Radiation protection in pediatrics is based on three essential principles: justification, optimization, and limitation. Justification involves conducting studies only when the benefits outweigh the risks, which is especially important in children due to their greater biological sensitivity to radiation. Optimization seeks to minimize doses while maintaining adequate diagnostic quality, applying technologies such as low-dose computed tomography, precise collimation, and non-ionizing modalities such as ultrasound. The limitation principle establishes reference levels to avoid unnecessary exposures, which is vital in chronic diseases that require repeated studies. Conventional radiographs, computed tomography, fluoroscopy, nuclear medicine, and interventional radiology are common sources of pediatric exposure, each with specific clinical implications and risks. Technical strategies such as personalized adjustment of protocols, the incorporation of emerging technologies, and the use of artificial intelligence have been developed to reduce doses without losing diagnostic accuracy. Likewise, operational strategies include ongoing staff training, the implementation of standardized protocols by age and weight, clear communication with family members, and cumulative dose monitoring. Technologies such as automatic exposure modulation systems and integrated monitoring platforms have improved safety in clinical practice. From an ethical and legal perspective, informed consent, the right to protection from unnecessary exposure, and institutional accountability are fundamental pillars. Finally, clinical studies have shown that it is possible to reduce exposure while maintaining diagnostic quality, reinforcing the importance of an institutional culture focused on radiation safety in pediatric care.
Keywords:
Pediatric radiology, radiation protection, low dose, computed tomography, fluoroscopy, nuclear medicine.
Introducción:
La seguridad radiológica en la población pediátrica representa una prioridad crítica dentro del ámbito médico, dado que los niños presentan una sensibilidad biológica mayor frente a los efectos de la radiación ionizante. Esta susceptibilidad aumentada se explica por dos factores fundamentales: la rápida tasa de división celular durante el crecimiento y la expectativa de vida prolongada, lo que brinda una ventana temporal más amplia para que se manifiesten efectos tardíos como el cáncer. En consecuencia, el uso prudente y justificado de los estudios radiológicos en la infancia es esencial para mitigar los riesgos asociados sin renunciar a los beneficios diagnósticos que ofrece la tecnología por imágenes1, 2.
Diversos estudios han establecido una relación directa entre la exposición a radiación ionizante, como la proveniente de tomografías computarizadas o cateterismos cardíacos, y un incremento del riesgo de cáncer en pacientes pediátricos, particularmente en aquellos con afecciones crónicas que requieren imágenes frecuentes, como las cardiopatías congénitas1, 2. La evidencia disponible sugiere que la acumulación de dosis provenientes de múltiples procedimientos puede representar un peligro significativo, razón por la cual se han propuesto estrategias para reducir la exposición, incluyendo la preferencia por modalidades de imagen que no impliquen radiación, como la resonancia magnética o el ultrasonido2.
Este riesgo se ve agravado por la especial vulnerabilidad biológica de los niños, quienes poseen tejidos en desarrollo más sensibles a los efectos mutagénicos de la radiación. Además, al vivir más tiempo tras la exposición, su riesgo acumulativo de efectos secundarios, como neoplasias inducidas, aumenta significativamente3. En particular, los menores de tres años parecen ser aún más susceptibles, como lo indican estudios que han vinculado la exposición a materiales de contraste yodados con posibles alteraciones endocrinas como el hipotiroidismo, aunque los datos aún no son concluyentes4.
Ante este panorama, se vuelve imprescindible justificar cuidadosamente cada estudio radiológico solicitado en pediatría, priorizando el principio de optimización de la dosis. La implementación de niveles de referencia diagnósticos y el diseño de protocolos adaptados a la edad, el tamaño y la condición clínica del paciente pueden reducir sustancialmente la exposición innecesaria a la radiación5. Así, la decisión de utilizar estudios que involucren radiación debe basarse en un análisis riguroso de los riesgos y beneficios, contemplando siempre la posibilidad de emplear técnicas de diagnóstico alternativas que no utilicen radiación ionizante2.
Este artículo tiene como objetivo analizar de forma integral los fundamentos, estrategias técnicas y operativas, implicaciones éticas y avances tecnológicos relacionados con la seguridad radiológica en la población pediátrica. Se busca identificar los principales riesgos asociados a la exposición a radiación ionizante en niños, examinar las particularidades anatómicas y fisiológicas que incrementan su vulnerabilidad, y evaluar medidas concretas para optimizar los procedimientos diagnósticos por imágenes.
Metodología:
Para el desarrollo de esta investigación centrada en la seguridad radiológica en pacientes pediátricos, se llevó a cabo una revisión bibliográfica exhaustiva con el propósito de analizar los riesgos asociados a la exposición a radiación ionizante en la infancia, los fundamentos de la protección radiológica y las estrategias actuales para la optimización de dosis en los estudios por imágenes. Esta revisión incluyó aspectos clave como los principios de justificación y optimización, las diferencias anatómicas y fisiológicas entre niños y adultos, las fuentes comunes de exposición en radiología pediátrica, las estrategias técnicas de reducción de dosis, las implicaciones éticas y legales, y el papel de la tecnología en la mejora de la práctica clínica.
Para asegurar la calidad y relevancia del contenido, se consultaron bases de datos científicas reconocidas como PubMed, Scopus y ScienceDirect, por su amplio alcance en temas relacionados con la radiología, pediatría y salud pública. Se establecieron criterios de inclusión específicos: se consideraron únicamente artículos publicados entre 2020 y 2025, disponibles en inglés o español, con revisión por pares, y que abordaran de manera directa la seguridad radiológica pediátrica, los protocolos de optimización, o las recomendaciones institucionales e internacionales en la materia. Se excluyeron estudios duplicados, documentos sin respaldo científico o que no contemplaran la variable pediátrica de forma específica.
Para la búsqueda, se utilizaron palabras clave como: Radiología pediátrica, protección radiológica, dosis baja, tomografía computarizada, fluoroscopia, medicina nuclear.
La búsqueda sistemática permitió identificar 30 fuentes relevantes, entre las cuales se incluyen revisiones sistemáticas, guías clínicas, estudios observacionales, informes de agencias internacionales y experiencias institucionales. La información recopilada fue organizada temáticamente para facilitar un análisis comparativo y transversal que permitiera establecer conexiones entre los hallazgos técnicos, normativos y clínicos. Este enfoque permitió no solo comprender los riesgos y necesidades particulares de la radiología en población infantil, sino también destacar prácticas efectivas que favorecen la reducción de dosis sin comprometer la calidad diagnóstica.
Fundamentos de la protección radiológica en pediatría:
La protección radiológica en el ámbito pediátrico se fundamenta en tres principios esenciales: justificación, optimización y limitación. La justificación asegura que cada procedimiento que implique exposición a radiación ionizante se realice únicamente si los beneficios esperados superan los riesgos potenciales. Esta valoración es especialmente crítica en pacientes pediátricos, ya que los niños presentan una mayor sensibilidad biológica a la radiación debido al constante crecimiento celular y su prolongada esperanza de vida, durante la cual pueden manifestarse efectos adversos acumulativos2.
El segundo principio, la optimización, busca reducir las dosis de radiación a los niveles más bajos que sean razonablemente alcanzables, sin comprometer la calidad diagnóstica. Para ello, se aplican estrategias como el ajuste de los parámetros técnicos según la edad y el tamaño del paciente, la elección adecuada de protocolos, y la utilización de tecnologías avanzadas como la terapia con rayos de protones, que permite una mayor precisión en la entrega de dosis y minimiza la exposición a los tejidos sanos adyacentes. Esta técnica resulta especialmente útil en oncología pediátrica, donde es prioritario preservar la funcionalidad y el desarrollo de órganos sensibles6.
En cuanto a la limitación, se refiere al establecimiento de niveles de referencia y límites de dosis para evitar exposiciones innecesarias, lo cual cobra particular relevancia en pediatría, donde es frecuente la repetición de estudios radiológicos, por ejemplo, en el seguimiento de cardiopatías congénitas o enfermedades crónicas. La existencia de estos umbrales permite una vigilancia efectiva de la dosis acumulada y ayuda a identificar prácticas que requieren optimización2.
Las diferencias anatómicas y fisiológicas entre niños y adultos hacen que la población pediátrica sea más vulnerable a los efectos nocivos de la radiación. Los órganos en desarrollo son más susceptibles a sufrir alteraciones funcionales y estructurales, como ocurre con el sistema nervioso central, donde la exposición a radiación a edades tempranas se ha vinculado con un mayor riesgo de déficits neurocognitivos y alteraciones del desarrollo7. El consorcio PENTEC ha propuesto modelos de predicción de riesgo basados en la relación entre dosis y volumen irradiado, ajustados por edad, lo que permite una mejor estimación de los efectos esperados y una planificación terapéutica más segura8.
En este marco, es fundamental comprender los distintos tipos de efectos que puede generar la exposición a la radiación. Los efectos deterministas, como las quemaduras en la piel, las cataratas o la esterilidad, dependen directamente de la dosis recibida y solo se manifiestan una vez superados ciertos umbrales. Por su parte, los efectos estocásticos, como el cáncer, no presentan umbrales definidos y pueden aparecer incluso con exposiciones muy bajas, especialmente preocupantes en niños debido a su mayor esperanza de vida y la alta tasa de división celular en sus tejidos en crecimiento2, 7.
La implementación de una protección efectiva también requiere el cumplimiento de normas y directrices internacionales. Organizaciones como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y la Comisión Internacional de Protección Radiológica (CIPR) han desarrollado marcos regulatorios específicos que orientan las prácticas seguras en imagenología médica, enfatizando la necesidad de protocolos diferenciados para la atención pediátrica. En la misma línea, iniciativas como ImageGently han promovido una cultura de concientización sobre la radiación en niños, abogando por el uso preferente de modalidades no ionizantes, como la ecografía o la resonancia magnética, así como por la creación y aplicación de guías específicas que reduzcan la exposición sin comprometer la precisión diagnóstica2.
Fuentes comunes de exposición en pediatría:
Las radiografías convencionales constituyen una de las modalidades más utilizadas en la práctica pediátrica debido a su accesibilidad, rapidez y bajo costo. Según datos de los Estados Unidos, en el año 2016 se llevaron a cabo aproximadamente 275 millones de procedimientos radiológicos convencionales, representando el 11% del total mundial. Aunque esta técnica se asocia con dosis relativamente bajas de radiación en comparación con otras modalidades más complejas, su uso frecuente en pediatría obliga a considerar estrategias de optimización que mantengan la exposición en niveles mínimos. La radiografía es comúnmente empleada como herramienta diagnóstica inicial, especialmente en patologías torácicas, óseas y abdominales, debido a su utilidad clínica inmediata y la limitada carga radiológica que implica en la mayoría de los casos9.
En contraste, la tomografía computarizada representa una fuente significativa de exposición a la radiación ionizante, particularmente preocupante en la población pediátrica. En ese mismo año, se reportaron 74 millones de tomografías computarizadas realizadas en los Estados Unidos9. Este tipo de estudio se caracteriza por emplear dosis de radiación más elevadas que la radiografía convencional, y diversos estudios han vinculado su uso en la infancia con un aumento en el riesgo de desarrollar neoplasias intracraneales10. Esta preocupación se intensifica en poblaciones vulnerables como los niños con síndrome de Down, quienes reciben tomografías computarizadas a una tasa 3,1 veces mayor que otros infantes menores de un año. La frecuencia de estos procedimientos en dicha población se explica por la prevalencia de comorbilidades congénitas que requieren evaluación estructural frecuente, pero refuerza la urgencia de aplicar protocolos ajustados que reduzcan la carga acumulativa de radiación11.
La fluoroscopia es otra técnica común en pediatría, especialmente en contextos intervencionistas donde se requiere obtención de imágenes en tiempo real. Este método expone a los pacientes a una fuente continua de radiación durante el procedimiento, lo que puede derivar en dosis acumulativas elevadas si no se controla adecuadamente. La fluoroscopia también es usada con mayor frecuencia en pacientes pediátricos con condiciones específicas, como el síndrome de Down, donde la tasa de realización es 11,9 veces superior a la de sus pares sin la condición11. Este dato revela una carga desproporcionada de exposición en ciertos grupos, lo que obliga a establecer sistemas de monitoreo y control estricto durante estos procedimientos. La duración del estudio, el tamaño del campo irradiado y el uso de colimación adecuada son variables clave para mitigar los riesgos asociados3.
Por otro lado, los procedimientos de medicina nuclear, aunque menos frecuentes, representan una fuente relevante de exposición debido a la administración de radiofármacos que emiten radiación desde el interior del cuerpo. En 2016 se reportaron 13,5 millones de procedimientos de medicina nuclear en los Estados Unidos, lo que representa el 34% del total mundial9. Esta técnica, que incluye estudios como gammagrafías óseas y renales, se caracteriza por su alta sensibilidad diagnóstica, pero también por implicar dosis considerables dirigidas a órganos específicos. En particular, la médula ósea roja puede recibir exposiciones significativas, lo que plantea un riesgo potencial a largo plazo, especialmente en pacientes pediátricos con requerimientos diagnósticos múltiples o condiciones crónicas11.
Finalmente, los procedimientos de radiología intervencionista han experimentado un incremento progresivo en su utilización pediátrica. Estas intervenciones mínimamente invasivas, que frecuentemente emplean fluoroscopia como guía, alcanzaron 8,1 millones de procedimientos en Estados Unidos durante 20169. Aunque son esenciales para el manejo terapéutico de múltiples patologías, desde malformaciones vasculares hasta drenajes percutáneos, su potencial de generar dosis elevadas de radiación exige un enfoque riguroso de control. La duración del procedimiento, la repetición de imágenes y la complejidad técnica son factores que aumentan el riesgo de exposición, por lo cual se requiere una capacitación continua del personal, el uso de tecnología de modulación automática de dosis y la implementación de protocolos clínicos pediátricos estandarizados3.
Estrategias técnicas para reducción de dosis:
Una estrategia central en la protección radiológica pediátrica es el ajuste individualizado de los protocolos de diagnóstico por imágenes. Cada protocolo debe ser cuidadosamente adaptado según la edad, el peso y la región anatómica del niño que se va a examinar. Esta personalización permite minimizar la exposición innecesaria a la radiación, sin comprometer la calidad diagnóstica de las imágenes obtenidas. Para lograrlo, es fundamental contar con catálogos de dosis y directrices específicas por grupo etario, los cuales permiten estandarizar la práctica clínica y asegurar la consistencia entre distintas instituciones médicas. Estos documentos orientadores ayudan al personal técnico y médico a seleccionar los parámetros más seguros y eficaces según el perfil del paciente pediátrico3, 12.
Dentro de las tecnologías emergentes, la tomografía computarizada de dosis baja representa un avance significativo. En particular, el uso de tomografía computarizada con detector de conteo de fotones permite una reducción sustancial de la dosis de radiación, al tiempo que mejora la resolución espacial y de contraste, lo cual es especialmente útil en pacientes pediátricos con anatomía pequeña y estructuras en desarrollo13. Asimismo, la tomografía computarizada de doble energía ha demostrado ser eficaz en la reducción tanto de la dosis de radiación como del volumen de contraste administrado, sin que esto implique una pérdida en la calidad de la imagen. Esta tecnología ofrece una opción segura y eficiente para estudios que tradicionalmente implicaban una alta carga radiológica14.
Otro componente esencial en la reducción de la exposición radiológica es la correcta colimación del haz de rayos X. Este procedimiento permite delimitar el campo de irradiación exclusivamente al área de interés clínico, protegiendo así los tejidos adyacentes que no requieren visualización. El uso de blindajes, cuando está indicado, añade una capa adicional de protección al cubrir órganos sensibles, como las gónadas o la tiroides, con materiales que atenúan la radiación12.
La reducción del número de fases en los estudios de tomografía computarizada constituye otra medida eficaz para disminuir la dosis acumulada. Al limitar el estudio a una sola fase o a las estrictamente necesarias según el criterio clínico, se reduce de manera considerable la cantidad de radiación recibida por el paciente. Esta estrategia resulta especialmente valiosa en casos pediátricos que requieren imágenes frecuentes o seguimiento longitudinal de enfermedades crónicas, donde la acumulación de dosis puede representar un riesgo importante3.
Finalmente, una medida clave en la optimización del diagnóstico por imágenes en pediatría es la priorización del uso de modalidades sin radiación. La ecografía y la resonancia magnética, al no utilizar radiación ionizante, ofrecen alternativas seguras para una amplia gama de estudios diagnósticos. Estas técnicas deben considerarse como primera línea siempre que sea clínicamente posible, particularmente en evaluaciones del sistema nervioso central, el abdomen, el sistema musculoesquelético y estructuras blandas. La integración de estas modalidades en la práctica pediátrica no solo mejora la seguridad del paciente, sino que también fomenta una cultura de protección radiológica activa y responsable3.
Estrategias operativas y organizacionales:
La implementación de estrategias operativas y organizacionales resulta esencial para garantizar la seguridad radiológica en la atención pediátrica. En este contexto, la formación continua del personal médico y técnico ocupa un lugar prioritario. La actualización permanente de médicos radiólogos, técnicos en imágenes y demás profesionales del equipo de salud es indispensable para asegurar el uso apropiado de tecnologías avanzadas y la correcta aplicación de los principios de protección radiológica. Programas de educación enfocados en el uso de sistemas de gestión de dosis y en la interpretación de parámetros de seguridad permiten optimizar la atención clínica y proteger de forma eficaz a los pacientes más jóvenes16.
A su vez, el desarrollo e implementación de protocolos clínicos estandarizados según edad y peso representa una medida concreta para ajustar la exposición a las características individuales del paciente pediátrico. Estos protocolos garantizan que las imágenes se obtengan con la mínima dosis necesaria para alcanzar una calidad diagnóstica adecuada. La elaboración de catálogos de dosis y el establecimiento de niveles de referencia diagnóstica permiten guiar la práctica clínica mediante valores estándar que promueven la seguridad sin comprometer la efectividad del diagnóstico3.
La comunicación efectiva con los pediatras y los familiares de los pacientes es otro componente indispensable del abordaje integral. Brindar información clara sobre los beneficios y los riesgos de los estudios radiológicos no solo favorece la obtención de un consentimiento informado adecuado, sino que también contribuye a disminuir la ansiedad de los cuidadores, fomenta la confianza en el equipo médico y fortalece la relación terapéutica. Esta transparencia es especialmente valiosa en el contexto pediátrico, donde las decisiones clínicas involucran no solo al paciente, sino también a sus representantes legales17.
Por otro lado, el registro y seguimiento de las dosis acumuladas de radiación constituye una herramienta clave en la vigilancia de la exposición pediátrica a lo largo del tiempo. Los sistemas de gestión de dosis permiten almacenar, analizar y comparar datos de exposición, facilitando la identificación de patrones, la toma de decisiones clínicas más seguras y el cumplimiento de normativas internacionales en protección radiológica. Esta trazabilidad ayuda a evitar exposiciones excesivas, especialmente en pacientes con enfermedades crónicas que requieren imágenes frecuentes16.
Finalmente, las auditorías internas y las prácticas sistemáticas de control de calidad contribuyen al fortalecimiento de una cultura institucional de seguridad. Estas revisiones periódicas permiten verificar el cumplimiento de protocolos, detectar desviaciones en la práctica clínica y promover mejoras continuas. Fomentar una cultura de seguridad radiológica en las instituciones sanitarias requiere del compromiso de todo el equipo de salud, así como del diseño de estrategias organizacionales que prioricen la evaluación constante, la transparencia y la capacitación permanente18.
Rol de la tecnología en la optimización de dosis:
El desarrollo y la incorporación de tecnologías inteligentes en la radiología pediátrica han marcado un avance significativo en la reducción de la exposición innecesaria a la radiación, sin comprometer la calidad diagnóstica. Entre estas innovaciones, destaca el uso del software de modulación automática de la exposición, una herramienta que ajusta de manera dinámica la dosis de radiación en función del tamaño y la densidad del paciente. Esta capacidad resulta especialmente valiosa en pediatría, donde la variabilidad anatómica es considerable y exige una personalización precisa del protocolo de imagen. Gracias a esta tecnología, se logra preservar la calidad de la imagen mientras se disminuye significativamente la carga radiológica19.
Un ejemplo concreto de esta aplicación es CareKV, un sistema que selecciona automáticamente el potencial óptimo del tubo de rayos X. Su implementación ha permitido reducir de manera efectiva las dosis empleadas en tomografías computarizadas pediátricas, manteniendo una calidad de imagen equiparable a los métodos convencionales. Esta herramienta se ha integrado exitosamente en entornos clínicos reales, consolidando su eficacia y viabilidad en la práctica diaria19.
En paralelo, el empleo de sistemas de inteligencia artificial ha cobrado un papel central en la planificación de estudios de imagen. Particularmente, los algoritmos de reconstrucción basados en aprendizaje profundo han demostrado su capacidad para mejorar la resolución espacial y reducir el ruido en las imágenes, lo que es especialmente relevante en la población pediátrica, más vulnerable a los efectos adversos de la radiación. La inteligencia artificial permite alcanzar una optimización de dosis sin sacrificar precisión diagnóstica, como lo evidencian los algoritmos AI-DLR, que han logrado reducir hasta un 72% la dosis en tomografías de la columna lumbar sin afectar la calidad de la imagen20, 21.
Adicionalmente, la integración de plataformas de monitorización de dosis con sistemas como PACS (Picture Archiving and Communication System) y RIS (Radiology Information System) ha fortalecido el control sistemático de la exposición radiológica. Estas plataformas permiten un seguimiento continuo y detallado de las dosis acumuladas por cada paciente, facilitando tanto la auditoría interna como la mejora continua de las prácticas. En línea con estas estrategias, la iniciativa EuroSafe Imaging ha subrayado el valor de los sistemas de gestión de dosis, los cuales promueven el cumplimiento de los niveles de referencia diagnóstica y fomentan la implementación de protocolos seguros y adaptados a la población pediátrica16.
Implicaciones éticas y legales:
En el contexto de la radiología pediátrica, el consentimiento informado representa una piedra angular en la protección de los derechos del paciente infantil y en la promoción de una atención ética y transparente. Este proceso tiene como objetivo asegurar que los padres o tutores comprendan adecuadamente los beneficios esperados y los posibles riesgos asociados a los procedimientos de diagnóstico por imágenes. No obstante, su implementación puede verse dificultada por la heterogeneidad de los marcos legales y éticos entre distintas regiones. Esta variabilidad se ha evidenciado en estudios realizados en el contexto europeo, donde los ensayos clínicos han puesto de manifiesto la necesidad de una armonización de criterios que facilite una toma de decisiones informada y consistente. Ante esta situación, se ha propuesto la elaboración de guías exhaustivas que permitan estandarizar las prácticas de consentimiento informado en el ámbito pediátrico, elevando así los estándares éticos de la radiología en esta población vulnerable22.
Una de las preocupaciones centrales en la protección del niño frente a riesgos iatrogénicos es el derecho a no ser expuesto innecesariamente a radiación ionizante. La utilización de pautas clínicas validadas ha demostrado ser eficaz para reducir la realización de tomografías computarizadas no indicadas, permitiendo una disminución significativa en la exposición acumulativa sin comprometer la calidad del diagnóstico ni la seguridad clínica del paciente23. En este sentido, el consorcio PENTEC ha resaltado el valor de estrategias complementarias, como el desarrollo de biomarcadores de imagen y la mejora continua de las tecnologías diagnósticas, con el fin de asegurar resultados clínicos favorables a largo plazo, particularmente en poblaciones pediátricas oncológicas o crónicamente expuestas24.
La responsabilidad de salvaguardar estos principios no recae únicamente en los profesionales clínicos, sino también en las instituciones de salud y los organismos reguladores. Las instituciones tienen la obligación de implementar directrices que promuevan el uso racional y seguro de tecnologías de imagen avanzadas, especialmente en situaciones de urgencia o emergencia, donde la presión por un diagnóstico rápido puede incrementar el riesgo de prácticas innecesarias25. Estas directrices deben estar fundamentadas en principios de alto valor, es decir, que prioricen la eficacia diagnóstica con el menor riesgo posible. Por su parte, los entes reguladores deben no solo establecer normas claras, sino también velar por su cumplimiento efectivo, especialmente en lo relativo a la justificación de estudios por imagen. La evidencia ha demostrado que estas medidas contribuyen a reducir de forma significativa el número de tomografías innecesarias, promoviendo una cultura de seguridad y prudencia en el uso de la radiación médica en la infancia23.
Casos clínicos o experiencias institucionales:
La implementación de estrategias eficaces para la reducción de dosis en la radiología pediátrica ha demostrado ser posible sin comprometer la calidad diagnóstica. En un estudio centrado en pacientes pediátricos con sospecha de fracturas, se aplicó un protocolo radiográfico simplificado que permitió reducir significativamente el número de imágenes tomadas, pasando de un promedio de 5,1 a 3,4 radiografías por paciente, sin omitir ninguna lesión ósea. Esta experiencia evidenció que, mediante una optimización del protocolo, se puede disminuir la exposición innecesaria a la radiación sin afectar la seguridad clínica26. De manera similar, el uso de tecnologías avanzadas como la tomografía computarizada con detector de fotones ha sido beneficioso en la población pediátrica. Esta modalidad mejora tanto la resolución espacial como de contraste, a la vez que reduce el ruido en la imagen y la dosis de radiación administrada, lo que la posiciona como una alternativa más segura frente a la tomografía computarizada convencional27.
En el ámbito de la oncología pediátrica, otro estudio demostró que es posible reducir la dosis administrada en las exploraciones PET/TC corporales totales con fluorodesoxiglucosa sin comprometer la calidad de imagen ni la capacidad para detectar lesiones. Este hallazgo fue válido siempre que la actividad inyectada no descendiera por debajo del umbral de 0,5 MBq/kg, lo cual reafirma la importancia de ajustar las dosis sin afectar el valor diagnóstico del estudio28. La implementación de protocolos ajustados también ha mostrado resultados positivos cuando se comparan con las prácticas previas. Por ejemplo, en pacientes pediátricos con sospecha de apendicitis, la utilización de un protocolo de tomografía computarizada basado en la estatura del niño logró reducir la exposición a la radiación entre un 13 y un 14% sin afectar la precisión diagnóstica, consolidando su valor clínico como estrategia de optimización29.
En cuanto al tratamiento de afecciones respiratorias comunes como la bronquiolitis, el rediseño del flujo de trabajo hospitalario superó en eficacia a las intervenciones educativas tradicionales. Específicamente, se logró una reducción del uso de radiografía de tórax del 42,1% al 18,9%, lo que evidencia que la reestructuración operativa puede tener un impacto más duradero y efectivo en la práctica clínica30. Esta reducción del uso innecesario de estudios de imagen no solo minimiza la exposición a la radiación en pacientes pediátricos, sino que también agiliza los procesos clínicos, reduce la incomodidad del paciente y optimiza los costos asociados al cuidado médico26, 30.
En todos los casos mencionados, los resultados demuestran que los ajustes en los protocolos no comprometen la precisión diagnóstica. Tanto en la detección de apendicitis como en el diagnóstico de lesiones malignas, los estudios adaptados mantuvieron un rendimiento diagnóstico confiable, lo que refuerza el principio de que es posible alinear la seguridad radiológica con una atención de calidad28, 29.
Conclusiones:
La protección radiológica pediátrica debe ser un proceso altamente personalizado y riguroso, basado en los principios de justificación, optimización y limitación, debido a la mayor vulnerabilidad biológica de los niños a los efectos de la radiación ionizante. La implementación de protocolos ajustados por edad, peso y región anatómica es esencial para minimizar riesgos sin comprometer la calidad diagnóstica.
El desarrollo tecnológico ha permitido reducir significativamente las dosis de radiación en estudios pediátricos, gracias a herramientas como la tomografía computarizada de dosis baja, la inteligencia artificial para reconstrucción de imágenes y los sistemas de modulación automática de exposición. Estas innovaciones, junto con modalidades no ionizantes, ofrecen alternativas seguras y eficaces que deben ser priorizadas.
La protección radiológica infantil requiere un enfoque institucional integral que combine aspectos técnicos, éticos y organizacionales, incluyendo la formación continua del personal, la comunicación efectiva con los cuidadores, el monitoreo de dosis acumuladas y el cumplimiento de marcos regulatorios. Solo mediante una cultura de seguridad sostenida se puede garantizar una atención pediátrica ética, segura y de alta calidad.
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Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.