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Trastorno de ansiedad generalizada en adultos jóvenes: Opciones terapéuticas emergentes

Trastorno de ansiedad generalizada en adultos jóvenes: Opciones terapéuticas emergentes

Autora principal: Johynny Solís Solís

Vol. XX; nº 13; 800

Generalized anxiety disorder in young adults: Emerging therapeutic options

Fecha de recepción: 23 de mayo de 2025
Fecha de aceptación: 2 de julio de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 13 – Primera quincena de Julio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 13; 800

Autores:

Johynny Solís Solís, Médico General, en Hospital San Carlos. Alajuela, Costa Rica. ORCID: 0000-0002-6253-0707 Código Medico: 13428
Marco Vinicio Sánchez Montero, Médico General, en Clínica Médica Sánchez. Alajuela, Costa Rica. ORCID:0009-0005-9140-248X Código Médico: 14705
Sofía Fonseca Ramírez, Médico General, en Área de Salud Heredia Cubujuqui. Heredia, Costa Rica. ORCID: 0009-0009-8500-4361 Código Médico: 19007
Katharine Espinoza Juárez, Médico General, en Hospital la Anexión. Guanacaste, Costa Rica. ORCID:0009-0002-2806-2943 Código Médico: 19007
Jean Carlo Sibaja Reyes, Médico General, en COOPESAIN R.L. San José, Costa Rica. ORCID: 0009-0000-6828-8467 Código Médico: 18123

Resumen:

El trastorno de ansiedad generalizada en adultos jóvenes es una condición multifactorial cuya fisiopatología involucra la desregulación del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, alteraciones neuroquímicas en serotonina y norepinefrina, y disfunciones en la conectividad cerebral. Estas alteraciones afectan áreas clave en la regulación emocional, como la amígdala, la corteza prefrontal y el hipocampo. Además, factores genéticos, ambientales y psicosociales, como antecedentes familiares, eventos estresantes o sesgos cognitivos, contribuyen a su aparición. Clínicamente, se manifiesta como preocupación excesiva, insomnio, síntomas físicos persistentes y deterioro funcional, lo que requiere un diagnóstico diferencial preciso frente a otros trastornos afectivos y de ansiedad.

El abordaje terapéutico convencional incluye la terapia cognitivo-conductual, eficaz tanto de manera presencial como en plataformas digitales. Esta intervención puede combinarse con inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, aunque factores genéticos pueden modificar su efectividad y tolerancia. Sin embargo, la adherencia suele ser baja debido a efectos adversos y al estigma. Esto ha motivado la exploración de nuevas terapias, como fármacos de acción gabaérgica o multimodal, cannabinoides y psicodélicos, así como terapias de tercera generación, realidad virtual, estimulación cerebral no invasiva y estrategias nutricionales. Aunque prometedoras, estas opciones requieren mayor validación clínica.

En adultos jóvenes, el acceso al tratamiento se ve limitado por barreras económicas, sociales y tecnológicas. El estigma y la brecha digital dificultan el acceso oportuno, aunque las intervenciones digitales personalizadas, diseñadas con enfoques centrados en el paciente, han mostrado buena aceptación. En conjunto, estas estrategias abren nuevas posibilidades terapéuticas que deben adaptarse a las necesidades particulares de esta población vulnerable.

Palabras clave:

Neurotransmisores, conectividad cerebral, terapia digital, psicoterapia, cannabinoides, estimulación cerebral

Abstract:

Generalized anxiety disorder in young adults is a multifactorial condition whose pathophysiology involves dysregulation of the hypothalamic-pituitary-adrenal axis, neurochemical alterations in serotonin and norepinephrine, and dysfunctions in brain connectivity. These alterations affect key areas of emotional regulation, such as the amygdala, prefrontal cortex, and hippocampus. Furthermore, genetic, environmental, and psychosocial factors, such as family history, stressful events, or cognitive biases, contribute to its onset. Clinically, it manifests as excessive worry, insomnia, persistent physical symptoms, and functional impairment, requiring a precise differential diagnosis from other affective and anxiety disorders.

The conventional therapeutic approach includes cognitive-behavioral therapy, which is effective both in person and through digital platforms. This intervention can be combined with selective serotonin reuptake inhibitors, although genetic factors may modify its effectiveness and tolerance. However, adherence is often low due to adverse effects and stigma. This has prompted the exploration of new therapies, such as GABAergic or multimodal action drugs, cannabinoids, and psychedelics, as well as third-generation therapies, virtual reality, noninvasive brain stimulation, and nutritional strategies. Although promising, these options require further clinical validation.

In young adults, access to treatment is limited by economic, social, and technological barriers. Stigma and the digital divide hinder timely access, although personalized digital interventions designed with patient-centered approaches have shown good acceptance. Together, these strategies open up new therapeutic possibilities that must be tailored to the particular needs of this vulnerable population.

Keywords:

Neurotransmitters, brain connectivity, digital therapy, psychotherapy, cannabinoids, brain stimulation

Introducción

El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) se define por la presencia de una preocupación persistente, desproporcionada y difícil de controlar en relación con aspectos cotidianos de la vida, tales como la salud personal, el rendimiento académico o profesional, y las interacciones sociales. Esta afección suele coexistir con otros trastornos del espectro ansioso y, si no se aborda adecuadamente, puede evolucionar hacia entidades clínicas más severas como el trastorno de pánico o el trastorno depresivo mayor1. La preocupación particular por este trastorno en los adultos jóvenes radica en su elevada prevalencia en este grupo etario y en el impacto negativo que ejerce sobre su funcionamiento diario, especialmente en el ámbito académico y social. En este contexto, las terapias emergentes cobran especial relevancia como estrategias necesarias para mitigar dichos efectos adversos y mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen2.

La prevalencia del trastorno de ansiedad generalizada entre adultos jóvenes ha mostrado un aumento constante, siendo especialmente evidente durante periodos de elevada carga psicosocial, como la pandemia por COVID-19. Por ejemplo, en Europa se observó que la prevalencia del trastorno prácticamente se duplicó durante la emergencia sanitaria, reflejando la susceptibilidad de esta población a factores estresantes colectivos2. Esta tendencia se acentúa en contextos de vulnerabilidad económica, donde los adultos entre 18 y 39 años presentan mayor probabilidad de obtener resultados positivos en pruebas de detección de ansiedad, lo que evidencia un vínculo estrecho entre desigualdad social y salud mental3.

Estudios desarrollados en poblaciones universitarias también han documentado una alta carga de ansiedad en adultos jóvenes. En particular, investigaciones realizadas entre estudiantes de medicina en Sudán encontraron que una proporción significativa presentaba sintomatología compatible con el trastorno de ansiedad generalizada, frecuentemente asociada a elevados niveles de estrés y estilos de vida poco saludables, como inactividad física o mal descanso. Estas condiciones afectan directamente al desempeño académico, reduciendo la satisfacción con los logros personales y comprometiendo la capacidad de concentración y planificación, lo que repercute negativamente en el rendimiento global4.

El impacto funcional del trastorno también se manifiesta en la vida cotidiana de los adultos jóvenes. Además de las dificultades académicas, estos pacientes suelen experimentar un incremento en la percepción subjetiva de estrés, lo que perpetúa hábitos poco saludables como una dieta deficiente o el uso excesivo de dispositivos tecnológicos. Esta combinación de factores agrava el cuadro ansioso, configurando un ciclo difícil de romper sin una intervención estructurada y eficaz4.

A pesar de la carga significativa del trastorno, muchas personas jóvenes no buscan ayuda profesional. Entre los principales obstáculos se encuentran el estigma asociado a los trastornos mentales y la falta de comprensión sobre la necesidad de atención temprana. En diversas culturas, los problemas de salud mental aún se consideran un tema tabú, lo que desalienta la búsqueda de tratamiento oportuno. Además, ciertos criterios diagnósticos restrictivos, como la exigencia de presentar una preocupación excesiva de manera sostenida, pueden excluir del diagnóstico a individuos que, si bien no cumplen con todos los criterios, experimentan un grado de discapacidad considerable. Esta situación sugiere la necesidad de revisar y flexibilizar los parámetros diagnósticos actuales, a fin de capturar con mayor sensibilidad los casos clínicos que requieren intervención4.

Frente a este panorama, la implementación de terapias emergentes se plantea como una alternativa prometedora. Estas nuevas opciones buscan superar las limitaciones de los tratamientos tradicionales, proporcionando herramientas más específicas y personalizadas, capaces de responder mejor a las necesidades clínicas, funcionales y psicosociales de los adultos jóvenes. Su desarrollo y aplicación podrían no solo mejorar los desenlaces terapéuticos inmediatos, sino también reducir el riesgo de complicaciones futuras, como la cronificación del trastorno o el desarrollo de comorbilidades psiquiátricas1.

El objetivo de este artículo de revisión es explorar las opciones terapéuticas emergentes para el manejo del trastorno de ansiedad generalizada en adultos jóvenes, analizando su eficacia clínica, aplicabilidad en contextos diversos y potencial para superar las limitaciones de los tratamientos convencionales, con el fin de mejorar los resultados funcionales, académicos y psicosociales en esta población vulnerable.

Metodología

Para el desarrollo de esta investigación sobre las opciones terapéuticas emergentes en el tratamiento del trastorno de ansiedad generalizada en adultos jóvenes, se realizó una revisión bibliográfica exhaustiva con el objetivo de analizar las nuevas estrategias terapéuticas que han surgido en los últimos años, su efectividad clínica y su aplicabilidad en distintos contextos poblacionales. Esta revisión abarcó aspectos clave como la epidemiología del trastorno en adultos jóvenes, el impacto funcional y académico asociado, las limitaciones de los tratamientos convencionales y las propuestas terapéuticas innovadoras en fase de estudio o implementación clínica.

Con el fin de garantizar la calidad y relevancia de la información recopilada, se consultaron bases de datos científicas ampliamente reconocidas, tales como PubMed, Scopus y Web ofScience, debido a su prestigio y cobertura en temas de psiquiatría, neurociencias y salud pública. Se definieron criterios rigurosos de inclusión y exclusión. Se incluyeron estudios publicados entre 2020 y 2025, en inglés o español, que abordaran específicamente el trastorno de ansiedad generalizada en adultos jóvenes, con énfasis en intervenciones novedosas como terapias digitales, neuromodulación, tratamientos farmacológicos alternativos y enfoques psicoterapéuticos no convencionales. Se excluyeron estudios con datos incompletos, publicaciones duplicadas o aquellas sin revisión por pares y para la búsqueda, se utilizaron palabras clave como: Neurotransmisores, conectividad cerebral, terapia digital, psicoterapia, cannabinoides, estimulación cerebral.

A partir de la búsqueda, se identificaron 23 fuentes relevantes, que incluyeron revisiones sistemáticas, ensayos clínicos, estudios observacionales y documentos de organismos internacionales especializados en salud mental. La información fue analizada mediante un enfoque cualitativo y comparativo. Los hallazgos fueron organizados en categorías temáticas, lo que permitió identificar tendencias terapéuticas emergentes, su fundamentación teórica y evidencia de eficacia preliminar. Este abordaje estructurado ofrece una visión crítica del estado actual de las terapias emergentes para el trastorno de ansiedad generalizada en adultos jóvenes, aportando elementos para orientar tanto la práctica clínica como futuras líneas de investigación.

Fisiopatología y características clínicas del TAG

Los mecanismos neurobiológicos subyacentes al trastorno de ansiedad generalizada en adultos jóvenes han sido objeto de numerosos estudios que buscan explicar su origen multifactorial y su expresión clínica. Uno de los sistemas más implicados es el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HPA), cuya desregulación se ha asociado con alteraciones en la respuesta fisiológica al estrés. En este contexto, se ha identificado una hipersensibilidad o hiperactividad del eje HPA, que favorece la liberación prolongada de cortisol y altera la homeostasis neuroendocrina, contribuyendo así a la perpetuación de la ansiedad. Además, los desequilibrios en neurotransmisores como la serotonina y la norepinefrina desempeñan un papel relevante en la fisiopatología del trastorno, dada su función en la modulación del estado de ánimo y la ansiedad5.

Desde el punto de vista neuroanatómico, la resonancia magnética funcional ha permitido observar alteraciones significativas en la conectividad cerebral de personas con trastorno de ansiedad generalizada. Regiones como la corteza prefrontal, los ganglios basales y la amígdala muestran patrones de activación atípicos que reflejan una disfunción en la regulación emocional y el procesamiento de estímulos amenazantes6. En particular, se ha descrito una mayor conectividad funcional entre el hipocampo y la ínsula, lo que se ha vinculado con una vulnerabilidad aumentada hacia la ansiedad persistente y los pensamientos anticipatorios negativos7.

Además de los factores biológicos, existen elementos genéticos, ambientales y psicosociales que inciden en el desarrollo del trastorno. La predisposición genética se ha documentado a través de estudios familiares y gemelares que muestran una mayor prevalencia del trastorno en individuos con antecedentes familiares, así como un inicio más temprano en la adolescencia. Por otra parte, los eventos vitales estresantes, como pérdidas, abuso o entornos familiares disfuncionales, pueden actuar como desencadenantes o exacerbadores de los síntomas, especialmente durante etapas críticas del desarrollo emocional1. En paralelo, se ha observado que los factores psicosociales, particularmente los sesgos cognitivos, como la tendencia a enfocar la atención o la memoria hacia aspectos negativos o amenazas percibidas, juegan un papel clave en el mantenimiento de la sintomatología ansiosa8.

En cuanto a su presentación clínica en adultos jóvenes, el trastorno de ansiedad generalizada se manifiesta principalmente como una preocupación excesiva, persistente y difícil de controlar acerca de múltiples aspectos de la vida cotidiana. Esta preocupación se acompaña con frecuencia de insomnio, irritabilidad y dificultades para concentrarse, afectando el rendimiento académico, laboral y social. A nivel somático, los pacientes pueden experimentar fatiga constante, tensión muscular, dolores de cabeza y malestar gastrointestinal, lo que refleja la interrelación entre ansiedad crónica y activación fisiológica prolongada1.

Dado que muchas de estas manifestaciones son compartidas con otros trastornos psiquiátricos, el diagnóstico diferencial adquiere especial relevancia. Es fundamental distinguir el trastorno de ansiedad generalizada de otros cuadros como el trastorno de pánico, la fobia social o el trastorno depresivo mayor, ya que las estrategias terapéuticas pueden diferir sustancialmente entre ellos6. La delimitación diagnóstica debe basarse en la duración, intensidad y contenido de la ansiedad, así como en el grado de disfunción que ocasiona en la vida del paciente1.

Abordaje terapéutico convencional

En el abordaje terapéutico del TAG en adultos jóvenes, la terapia cognitivo-conductual (TCC) ha demostrado ser una de las estrategias más eficaces. Esta modalidad terapéutica se enfoca en identificar y modificar los patrones de pensamiento disfuncionales, así como en enseñar habilidades conductuales para enfrentar los factores que generan ansiedad. Numerosos estudios respaldan su utilidad, particularmente cuando se emplea en combinación con tratamientos farmacológicos, ya que esta integración tiende a potenciar los resultados clínicos y a mejorar la adherencia al tratamiento9.

Dentro de las innovaciones en este ámbito, la terapia cognitivo-conductual basada en Internet (ccBT, por sus siglas en inglés) ha emergido como una opción terapéutica prometedora, especialmente en poblaciones jóvenes que presentan barreras para acceder a consultas presenciales. La ccBT ha demostrado una eficacia comparable a la TCC tradicional en la reducción de los síntomas de ansiedad, brindando flexibilidad y accesibilidad al tratamiento. Sin embargo, aunque sus beneficios inmediatos son alentadores, se requieren más estudios que evalúen su efectividad a largo plazo y su impacto sostenido en la salud mental10,11.

En cuanto a las opciones farmacológicas, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) constituyen el tratamiento de primera línea para el TAG en adolescentes y adultos jóvenes. Medicamentos como el escitalopram han mostrado una reducción significativa de los síntomas ansiosos. No obstante, la respuesta a los ISRS puede estar condicionada por factores genéticos, como las variaciones en el metabolismo del CYP2C19, que influyen tanto en la eficacia del tratamiento como en la aparición de efectos adversos12. Además de los ISRS, otros fármacos como la quetiapina, un antipsicótico atípico, han sido utilizados en casos refractarios con resultados positivos. A pesar de ello, la tolerabilidad de estos tratamientos puede verse limitada por efectos secundarios como somnolencia, aumento de peso o síntomas extrapiramidales, lo que plantea desafíos en su uso generalizado13.

Una de las principales limitaciones de los tratamientos convencionales para el trastorno de ansiedad generalizada radica en la baja adherencia terapéutica. Esta situación se ve influenciada por diversos factores, entre ellos los efectos secundarios de los medicamentos, la percepción negativa sobre el uso de psicofármacos, y el estigma social que aún persiste en torno a los trastornos de salud mental, especialmente entre los jóvenes13. Además, la heterogeneidad en la presentación clínica del TAG y las diferencias individuales en la respuesta al tratamiento subrayan la necesidad de implementar enfoques terapéuticos personalizados. Estos enfoques deben tener en cuenta variables genéticas, ambientales y psicosociales para adaptar las estrategias terapéuticas a las características y necesidades específicas de cada paciente, optimizando así los resultados clínicos y reduciendo el riesgo de recaídas9,12.

Opciones terapéuticas emergentes

En el tratamiento del trastorno de ansiedad generalizada, particularmente en adultos jóvenes, han surgido diversas terapias innovadoras que complementan o incluso plantean alternativas a los enfoques convencionales. Entre estas, las terapias farmacológicas de última generación se destacan por su acción sobre diferentes mecanismos neurobiológicos implicados en la ansiedad. La pregabalina, un agente neuromodulador con acción gabaérgica, ha mostrado efectos ansiolíticos importantes; sin embargo, su uso requiere precaución debido a los posibles efectos adversos y la necesidad de un control clínico adecuado14. Otro fármaco emergente es la agomelatina, que actúa sobre los receptores melatonérgicos y serotoninérgicos, posicionándose como una opción terapéutica para quienes no toleran bien los ISRS o los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN) tradicionales15. Asimismo, la vortioxetina, con un mecanismo multimodal, ha sido estudiada por sus beneficios potenciales en los trastornos de ansiedad, aunque se requiere mayor evidencia clínica para confirmar su eficacia específica en el trastorno de ansiedad generalizada14.

En paralelo, se están desarrollando nuevos ansiolíticos no benzodiacepínicos, cuyo objetivo es brindar alivio de los síntomas sin los efectos adversos de sedación y dependencia que suelen acompañar a las benzodiacepinas. No obstante, la investigación sobre su eficacia y perfil de seguridad continúa en progreso14. Entre las opciones más controvertidas pero prometedoras, los cannabinoides han captado la atención por sus propiedades ansiolíticas. El cannabidiol (CBD), en particular, ha demostrado efectos beneficiosos sin los riesgos psicoactivos del tetrahidrocannabinol (THC), aunque este último requiere un manejo preciso de la dosis debido a sus efectos psicoactivos potenciales16,17. Por su parte, los psicodélicos como la psilocibina han comenzado a explorarse por su capacidad de inducir mejoras sostenidas en la ansiedad; sin embargo, su uso clínico aún está en fase experimental y requiere rigurosas validaciones científicas18.

Desde una perspectiva psicoterapéutica, las llamadas terapias de tercera generación han ganado terreno como alternativas eficaces a la terapia cognitivo-conductual tradicional. La terapia de aceptación y compromiso, junto con las prácticas de atención plena o mindfulness, promueve la flexibilidad psicológica y el enfoque en el presente, y ha mostrado resultados comparables a los obtenidos con la TCC. Asimismo, la terapia dialéctica conductual, originalmente diseñada para trastornos de la personalidad, ha sido adaptada con éxito para el manejo del trastorno de ansiedad generalizada, centrándose en la regulación emocional y en estrategias de afrontamiento estructuradas. Complementando estas opciones, la realidad virtual y otras terapias digitales representan una alternativa innovadora, sobre todo para jóvenes familiarizados con entornos digitales. Estas intervenciones, frecuentemente basadas en los principios de la TCC, han demostrado ser accesibles y eficaces, con la ventaja adicional de superar barreras geográficas y de estigma14.

Las intervenciones complementarias también forman parte del abanico terapéutico emergente para el trastorno de ansiedad generalizada. Las técnicas de estimulación cerebral no invasiva, como la estimulación magnética transcraneal (EMT) y la estimulación transcraneal con corriente continua (tDCS), están siendo investigadas como posibles herramientas terapéuticas, mostrando resultados preliminares prometedores aunque todavía insuficientes para su implementación generalizada15. De forma paralela, se reconoce cada vez más la relevancia de las intervenciones nutricionales y del ejercicio físico estructurado en el control de los síntomas ansiosos, aunque aún se necesita mayor especificidad en la evidencia clínica relacionada con el TAG. Finalmente, métodos como la biorretroalimentación y el neurofeedback han sido utilizados para entrenar la autorregulación fisiológica en personas con ansiedad, ofreciendo beneficios potenciales que deben ser corroborados con estudios clínicos más amplios, especialmente en comparación con su efectividad en otros trastornos como el estrés postraumático13.

El uso de cannabinoides y psicodélicos en el tratamiento del trastorno de ansiedad generalizada continúa siendo un tema controvertido, principalmente debido a las restricciones regulatorias vigentes y al riesgo de efectos adversos. A pesar de los resultados preliminares prometedores, se requiere una mayor cantidad de estudios clínicos que validen su seguridad y eficacia antes de que puedan considerarse alternativas terapéuticas ampliamente aceptadas19,20. Por otro lado, las terapias psicoterapéuticas alternativas y las intervenciones complementarias, como la atención plena, la terapia de aceptación y compromiso, la estimulación cerebral no invasiva o el neurofeedback, han mostrado beneficios potenciales en poblaciones jóvenes con trastorno de ansiedad generalizada. Sin embargo, estas estrategias aún demandan validación científica rigurosa mediante ensayos clínicos controlados y de gran escala, que permitan comparar su efectividad con tratamientos convencionales bien establecidos, como la terapia cognitivo-conductual15.

Consideraciones específicas en adultos jóvenes

Las barreras de acceso al tratamiento del trastorno de ansiedad generalizada en adultos jóvenes son múltiples y complejas, y abarcan factores económicos, sociales y tecnológicos que limitan la eficacia de las intervenciones disponibles. Desde el punto de vista económico, las restricciones financieras constituyen una limitación crítica para muchos jóvenes, especialmente aquellos provenientes de contextos socioeconómicos desfavorecidos, quienes enfrentan dificultades tanto para acceder a servicios de salud mental convencionales como a intervenciones digitales21.

En el ámbito social, el estigma asociado a los trastornos mentales sigue siendo una barrera significativa, al igual que el aislamiento social que muchos jóvenes experimentan. En este contexto, las intervenciones que se desarrollan a través de redes sociales han mostrado un potencial prometedor para reducir el aislamiento y fomentar la inclusión, siempre que se personalicen y se ofrezcan fuera del ámbito formal de los servicios de salud mental, lo cual puede generar un entorno más accesible y menos intimidante para los usuarios22.

No obstante, también existen barreras tecnológicas que deben considerarse. La brecha digital afecta particularmente a los jóvenes en situación de vulnerabilidad, limitando su acceso a los sistemas digitales de información sobre salud mental. Pese a ello, cuando estas herramientas son accesibles, han demostrado ser útiles para mejorar los resultados en salud mental, especialmente si se adaptan a las características y necesidades del usuario21.

El rol de las plataformas digitales, como las redes sociales, resulta ambivalente. Por un lado, bien utilizadas, pueden facilitar intervenciones dirigidas a fortalecer los vínculos sociales y reducir el aislamiento, favoreciendo el bienestar emocional22. Por otro lado, el uso excesivo de estas plataformas puede generar sobreestimulación digital, un fenómeno que contribuye al incremento de los niveles de ansiedad, lo que resalta la necesidad de promover una participación digital más consciente y equilibrada23.

En cuanto a las preferencias terapéuticas, los adultos jóvenes tienden a valorar aquellas intervenciones que ofrecen un alto grado de personalización, interactividad y flexibilidad. Los enfoques basados en aplicaciones móviles con diseños modernos, combinados con apoyo asincrónico es decir, no dependiente de la interacción en tiempo real, son especialmente bien recibidos y se asocian con mejores tasas de participación. Asimismo, los enfoques centrados en el paciente que incorporan contenido adaptado a las experiencias personales y fomentan la participación de los pares como parte activa del proceso terapéutico tienen mayores probabilidades de ser efectivos y aceptados por esta población23.

Conclusiones

El trastorno de ansiedad generalizada en adultos jóvenes presenta una fisiopatología compleja que involucra tanto alteraciones neurobiológicas como influencias genéticas, ambientales y psicosociales. La desregulación del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, los desequilibrios en neurotransmisores y las disfunciones en la conectividad cerebral contribuyen al mantenimiento de la ansiedad crónica y explican su expresión clínica heterogénea.

El tratamiento convencional, basado en la terapia cognitivo-conductual y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, ha demostrado ser eficaz, especialmente cuando se personaliza según las características del paciente. No obstante, la baja adherencia terapéutica y la variabilidad individual en la respuesta han impulsado la investigación de alternativas emergentes, como agentes farmacológicos innovadores, terapias digitales, estimulación cerebral no invasiva y enfoques psicoterapéuticos de tercera generación.

Las barreras económicas, sociales y tecnológicas afectan el acceso de los adultos jóvenes a los tratamientos efectivos, particularmente en poblaciones vulnerables. Frente a este desafío, las intervenciones digitales personalizadas y centradas en el paciente, incluyendo el uso responsable de redes sociales y aplicaciones móviles, representan una oportunidad prometedora para ampliar el alcance terapéutico, mejorar la adherencia y reducir el estigma asociado a los trastornos de salud mental.

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Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
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Han preservado las identidades de los pacientes.