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Actualización en el Abordaje del Paciente con Delirium

Actualización en el Abordaje del Paciente con Delirium

Autor principal: David José Chavarría Mata

Vol. XX; nº 04; 143

Update on the Approach to the Patient with Delirium

Fecha de recepción: 02/02/2025

Fecha de aceptación: 25/02/2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XX. Número 04 Segunda quincena de Febrero de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 04; 143

Autores

  1. David José Chavarría Mata

Médico y cirujano general, COOPESAIN R.L

Investigador independiente, San José, Costa Rica

https://orcid.org/0009-0000-0319-9877

  1. Jean Carlo Sibaja Reyes

Médico y cirujano general, COOPESAIN R.L

Investigador independiente, San José, Costa Rica

https://orcid.org/0009-0000-6828-8467

  1. Rodrigo Madrigal Valverde

Médico y cirujano general, COOPESAIN R.L.

Investigador independiente, San José, Costa Rica

      https://orcid.org/0009-0005-6322-2414

  1. Aracelis María Castro Soto

Médico y cirujano general, Clínica Médica Sánchez

Investigador independiente, San José, Costa Rica

      https://orcid.org/0009-0004-2415-5784

  1. Esteban Josué Solano Mata

Médico y cirujano general, COOPESAIN R.L.

Investigador independiente, San José, Costa Rica

      https://orcid.org/0009-0000-9025-7704

Declaración de Buenas Prácticas

Los autores de este manuscrito declaran que:

Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses. La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El manuscrito es original y no contiene plagio. El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista. Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados. Han preservado las identidades de los pacientes.

Resumen

El delirio, también conocido como síndrome confusional agudo, es una patología con una alta prevalencia en el contexto hospitalario; generalmente adultos mayores. A pesar de ser tan frecuente, su diagnóstico se ve limitado por una gran amplitud de limitantes en la práctica clínica. Su origen es, en su mayoría, multifactorial, aunque en ocasiones puede deberse a una sola causa. El diagnóstico es mayormente clínico, sin embargo, existen a la mano de los clínicos múltiples herramientas y test que pueden orientar hacia un mejor diagnóstico ante la sospecha de delirio. Existe una gran gama de prácticas que logran prevenir la aparición del delirio con mayor susceptibilidad. El tratamiento es etiológico, pero puede apoyarse con distintos fármacos según sea necesario.

Palabras clave

Delirio, adulto mayor, biomarcadores, demencia, neurocognitivo.

Summary

Delirium, also known as acute confusional syndrome, is a condition with a high prevalence in the hospital setting, particularly among older adults. Despite being so common, its diagnosis is often challenging due to numerous limitations in clinical practice. Its origin is mostly multifactorial, although in some cases, it may be due to a single cause. The diagnosis is primarily clinical; however, multiple tools and tests are available to help guide a more accurate diagnosis when delirium is suspected. There is a wide range of practices that can effectively prevent the onset of delirium in susceptible individuals. Treatment is etiological but may be supported by various medications as needed.

Keywords

Delirium, older adult, biomarkers, dementia, neurocognitive.

Introducción

El término delirio se deriva del latín “de liraire = salirse de control” y fue acuñado por Aulus Cornelio Celso alrededor del año 100 d. C. Ya 500 años antes, el Corpus Hippocraticum contenía una descripción de dos trastornos mentales que cursan con fiebre alta y enfermedad física grave: “frenitis” (agitación) y “letargo” (letargo). El término delirio a veces se reemplaza en la práctica clínica por términos sinónimos: síndrome cerebral orgánico o estado confusional agudo. El delirio, definido como el deterioro agudo de la función cognitiva y la atención, es un trastorno mental común en pacientes geriátricos, que afecta hasta al 42% de los hospitalizados. El delirio determina consecuencias dramáticas para los pacientes geriátricos: mayor duración de la estancia hospitalaria, aumento de la mortalidad, deterioro funcional y cognitivo y mayor necesidad de atención institucional (1, 2).

Es una enfermedad neuropsiquiátrica grave que afecta a >15% de los pacientes hospitalizados, A pesar de su importancia, el diagnóstico sigue siendo un desafío, ya que se estima que más del 50% de los casos de delirio no están diagnosticados, lo que conduce a una menor calidad de la atención y a malos resultados para los pacientes (3. Por lo tanto, la detección del delirio es una parte importante de la evaluación de los pacientes geriátricos y se necesitan evaluaciones factibles (4).

Varios factores contribuyen a esta dificultad en el diagnóstico, entre ellos: falta de claridad sobre cómo deben evaluarse los criterios de diagnóstico; variación en la presentación de los subtipos de delirio; y enmascaramiento por comorbilidades (3).

Los delirios se consideran un fenómeno multidimensional caracterizado por una serie de temas/creencias delirantes que pueden variar en los diferentes trastornos psiquiátricos y neurológicos, además son experimentados con frecuencia por pacientes con trastornos neurodegenerativos durante el curso de su enfermedad y, junto con las alucinaciones, son síntomas que pueden imitar una condición psiquiátrica y conducir a un diagnóstico erróneo entre trastornos neurocognitivos y psiquiátricos. Además, los delirios forman parte de la constelación de síntomas que definen el delirio, un síndrome caracterizado por la aparición aguda de déficits en la atención, la conciencia y la cognición que fluctúan en gravedad en un lapso relativamente corto (normalmente días o semanas). (5).

Método:

El presente artículo corresponde a una revisión bibliográfica, cuyo objetivo  es recolectar diversas fuentes bibliográficas con datos actualizados sobre el delirio. Se realizó una búsqueda de artículos médicos actualizado (fuentes bibliográficas utilizadas corresponde a artículos publicados entre 2020-2025) mediante bases de datos, entre ellas Pubmed, Science Direct y Google Scholar, además mediante la plataforma sumiestrada por la Biblioteca Nacional de Salud y Seguridad social (BINASSS), utilizando artículos en inglés correspondientes a revisiones sistemáticas. Los artículos fueron seleccionados de acuerdo a su relevancia clínica y calidad metodológica para realizar una revisión que integre datos actualizados sobre la fisiopatología, diagnóstico y manejo integral del delirio. Para la búsqueda en las bases de datos mencionadas se utilizaron palabras clave como: delirio, adulto mayor, demencia, antipsicóticos, benzodiazepinas, paliativo.

Definición

El delirium, también conocido como síndrome confusional agudo, es una manifestación común de la disfunción orgánica (1,6). En términos generales, se define como un deterioro agudo de la cognición y atención (1,7), pero de manera más específica; el DSM-5 define el delirio como un síndrome neuropsiquiátrico caracterizado por deterioro rápido de la vigilia y la atención que no puede ser ligado a un déficit cognitivo pre-existente (1, 3, 6, 8-12). Puede originarse de manera multifactorial en la mayoría de los casos, pero también puede deberse a un solo agente causal (10). Es una condición que puede representar de manera rápida un riesgo para la vida de los paciente, además de que representa un serio costo para los sistemas de salud que en gran cantidad de ocasiones es pasado por alto (1).

El hallazgo del delirium se puede ver limitado por sus similitudes con la demencia, la cual se define como una pérdida progresiva e irreversible de la cognición (8,13). En ocasiones, se le atribuye de manera errónea el diagnóstico de demencia a pacientes con un claro delirio (9). Cuando el delirio ocurre en pacientes con una demencia previamente establecida, se le denomina al conjunto de características como Delirio Superpuesto a Demencia (8). El mismo se puede sospechar en pacientes con un estado de confusión agravado por agitación por contacto con algún agente estresor de manera aguda (9).

El hallazgo de delirium también se puede ver limitado por la existencia de las delusiones, dado que las últimas también pueden estar relacionadas a diversos desórdenes psiquiátricos y neurológicos (5). El término delusión se ve ampliamente utilizado en la literatura, pero su conceptualización es difícil y sigue siendo uno de los diagnósticos más difíciles de psiquiatría (5). Las delusiones se definen como creencias irreales rígidas que no están sujetas, inclusive cuando hay evidencia que entra en directo conflicto con las mismas (5).

Epidemiología

El delirio es el problema neurológico más frecuente en pacientes con enfermedad avanzada (14). En cuanto a sus datos epidemiológicos reportados en la literatura, existe una prevalencia de delirium de alrededor del 20% entre los pacientes hospitalizados; >20% en pacientes sometidos a cirugía o condiciones de emergencia; 25% después de un accidente cerebrovascular agudo; 35% entre los pacientes sometidos a cuidados paliativos; 50-70% en pacientes con ventilación mecánica; y <2% fuera de las instituciones médicas. En pacientes con demencia, puede acelerar la gravedad de esta condición. La prevalencia de delirium en poblaciones de lactantes, niños y adolescentes no es bien conocida (puede variar de 4% a 50% en niños críticamente enfermos) (7). El delirio se presenta en el 6% al 36% de los pacientes de edad avanzada que acuden al servicio de urgencias. (11).

No existen revisiones sistemáticas sobre incidencia en pacientes quirúrgicos, pero los estudios demuestran que el delirio es una complicación quirúrgica común entre los adultos mayores, con una incidencia del 15 al 25 % después de una cirugía electiva mayor y del 50 % después de procedimientos de alto riesgo como la reparación de una fractura de cadera y la cirugía cardíaca. La incidencia de delirio podría ser incluso mayor en la UCI. Se cree que el delirio es menos frecuente en la comunidad (1-3%), pero los estudios están limitados por los métodos para detectarlo y los criterios de selección (10).

Fisiopatología

Etiológicamente, el delirium puede llegar a ser un síndrome complejo por su causalidad multifactorial. Entre sus múltiples desencadenantes se encuentran una respuesta inflamatoria sistémica, shock, trastornos hidroelectrolíticos, hipoxemia, entre otros. Se ha planteado la participación de algunos neurotransmisores, marcadores proinflamatorios, trastornos en el equilibrio ácido base y electrolitos como posibles desencadenantes. Además del estudio de ciertos factores genéticos asociados, como el gen de la apolipoproteína E, el receptor de glucocorticoides, el transportador de dopamina y el recetor tipo Toll 4 (TLR4) (7).

Los dos principales neurotransmisores que se han implicado de acuerdo con estudios como agentes causales del delirio son la acetilcolina y la dopamina. Se ha visto que enfermedades neurodegenerativas, como la Enfermedad de Alzheimer o la Demencia de Cuerpos de Lewis se asocian con pérdida extensa de las neuronas de proyección del prosencéfalo basal, considerado la principal zona del sistema nervioso central encargada de la salida colinérgica. El deterioro cognitivo observado en ambas enfermedades se ha implicado a la atrófica de las neuronas colinérgicas del prosencéfalo basal, que se produce de forma temprana en ambas enfermedades (5).

La dopamina también está relacionada como posible neurotransmisor contribuyente en la fisiopatología del delirio. Se ha documentado que en pacientes delirantes con síntomas psicóticos se han encontrado altos niveles de ácido homovanílico, un metabolito de la dopamina, en líquido cefalorraquídeo (5).

Existe una propuesta fisiopatológica llamada “teoría del fracaso de la integración de sistemas”, en la que los cambios en la producción de neurotransmisores y su disponibilidad, combinado con el fallo de los sistemas cerebrales interconectados, lo que lleva a un fallo de la integración funcional y del procesamiento de la información del sistema nervioso central. Múltiples factores han sido implicados en esta teoría, incluida la inflamación neuronal, la disfunción cerebrovascular, alteración del metabolismo cerebral, el desequilibrio de los neurotransmisores y los cambios en la conectividad de la red neuronal. Por ende, en pacientes con delirio se ha documentado niveles bajos de acetilcolina y niveles altos de dopamina (14).

La edad avanzada, el deterioro de la agudeza visual y/o auditiva, el deterioro cognitivo, la demencia y otros trastornos del sistema nervioso central, además de la incontinencia urinaria, la desnutrición, las úlceras por presión, los trastornos del humor, las úlceras por presión y una enfermedad grave y múltiples comorbilidades, etilismo, son considerados los factores predisponentes más comúnmente encontrados en pacientes con delirium. Otros factores, menos frecuentes, sin embargo, también identificables como la presencia de enfermedades cardiovasculares, el poseer un grado académico bajo, la anemia, el tabaquismo, la polifarmacia, diabetes, trastorno de ansiedad, apnea obstructiva del sueño, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y enfermedad renal crónica (5, 15).

El desequilibro hidroelectrolítico y del estado ácido base, una infección o una cirugía son considerados noxas agudas relacionadas a desencadenantes de delirium a nivel intrahospitalario. Desde un punto de vista farmacológico, diferentes clases de medicamentos están involucrados fisiopatológicamente con el delirium, entre ellos los sedantes-hipnóticos que tienen efecto psicotrópico, los narcóticos y los anticolinérgicos. Visto de esta forma, el delirio no puede ser explicado mediante una única teoría causal (5).

Se puede clasificar al delirio en dos subtipos: el delirio hiperactivo, caracterizado por agitación psicomotriz, agresividad e inquietud. Por el contrario, el delirio hipoactivo está caracterizado por una actividad psicomotriz disminuida, por lo que en múltiples ocasiones son diagnosticados de manera equívoca con depresión o demencia. Hasta en el 45% de los casos de paciente con delirio pueden mostrar un traslape tanto de síntomas hiperactivos como hipoactivos, lo que demuestra que la enfermedad puede tener un curso oscilante (4).

El delirio es descrito como un síndrome que es reversible entre el 25% y el 68% de los casos, por lo que la identificación y corrección de los factores desencadenantes es de suma importancia. Sin embargo, en menos de la mitad de los casos se logra documentar un componente causal. Por esta razón, debido al pronóstico reservado del delirio en los cuidados paliativos, se debe realizar una investigación causal individualizada y cuidadosa en función de los objetivos de la atención (14).

Diagnóstico

Actualmente, el DSM-5 y el CIE-10 representan el gold estándar para el diagnóstico del delirio (10). En DSM-5, se utiliza los siguientes criterios para diagnosticar el delirio (1):

  1. Disrupción de la atención.
  2. La disrupción se genera un corto tiempo (horas o días, con un máximo de 6 meses) y fluctúa en severidad en a lo largo del día.
  3. Puede haber otros síntomas cognitivos (alteración de la memoria, desorientación, alteración en el habla, alteraciones en las habilidades visuoespaciales, entre otros).
  4. Los criterios 1 y 3 no pueden ser explicados por otra condición pre-existente.
  5. Hay evidencia en la historia clínica, examen físico o pruebas de gabinete de que los hallazgos son resultado de una enfermedad, intoxicación o abstinencia de una sustancia; o el resultado de múltiples etiologías.

Hay 3 presentaciones clínicas detectadas en el delirium: hiperactivo (estados agitados), hipoactivos (paciente letárgicos, apáticos, con respuesta a estímulos disminuida) y mixto (6). El delirio hipoactivo es el que tiende a presentar un mayor riesgo para los pacientes (6).

Aunque el diagnóstico se basa en su mayoría en los criterios anotados anteriormente, existen múltiples herramientas que pueden orientar a los clínicos hacia el diagnóstico correcto (1,4). Los más utilizados son el Método de Evaluación de la Confusión (CAM por sus siglas en inglés, Confusion Assessment Method) y 4AT (1,9). El segundo tiene una alta sensibilidad y especificidad (89,7% y 84,1%) (9), mientras que el CAM tiene una sensibilidad que ronda entre 94-100% y una especificidad de 90-95% (13). Existen 13 variantes del CAM, diferenciadas por su rapidez o el lugar donde se pueden utilizar (4). De las 13, las más utilizadas son el 3D-CAM y el CAM-ICU (13). Estas últimas pueden ser todavía más útiles en estadios más avanzados de demencia, con pacientes que incluso han perdido las capacidades para comunicarse verbalmente (13).

Se ha estudiado la posibilidad de utilizar biomarcadores para apoyar el diagnóstico de delirium en el contexto hospitalario, pero hasta el momento se necesitan más investigación para confirmar la utilidad de estos métodos (3). Algunos de los más estudiados son la interleucina 1, 6 y 8, melatonina, aminoácidos (ácido homovanílico, triptófano), Proteína C Reactiva, S-100B, factor de crecimiento similar a la insulina-1, cortisol, estradiol, Factor de Necrosis Tumoral Alfa y Apolipoproteína-E; pero los resultados han sido conflictivos entre los diversos estudios (3).

Manejo y Tratamiento

Prevención del delirio en adultos mayores

Identificar y tratar las múltiples vulnerabilidades que aumentan el riesgo de delirio es el método más eficaz para su prevención. En la etiología del delirium, existen factores predisponentes (los cuales predisponen a una persona a ser más vulnerable) y factores precipitantes (aquellos que serían posibles detonantes). Cuantos más factores predisponentes cuente una persona, mayor será la posibilidad de presentar un cuadro de delirium aun presentando pocos factores precipitantes. De la misma manera, si se cuenta con pocos factores predisponentes, así será menor la posibilidad de presentar delirium ante más factores precipitantes (12).

Desarrollar protocolos y lineamientos para regular los factores de riesgo (entre ellos la privación del sueño, síndrome de inmovilidad, la deshidratación, la farmacoterapia y los déficits sensoriales) es la base del tratamiento no farmacológico, llegando a reducir el riesgo de delirio hasta en un 30% (1).

En el Departamento de emergencias, el objetivo principal en el manejo del delirio dependerá de su clasificación. En el caso del delirio hipoactivo es disminuir el riesgo de agitación, contrario al delirio hiperactivo en el que se busca atenuar el empeoramiento de la agitación. Las alteraciones de la percepción en el paciente delirante (como las alucinaciones) son muy frecuentes, contribuyendo de esta manera a la agitación, principalmente en el contexto departamento de emergencias, que se caracteriza por ser un ambiente ruidoso y sobrestimulado (11)

Una adecuada oxigenación, corrección de trastornos hidroelectrolíticos, el manejo del dolor, suspensión de medicamentos innecesarios, retiro de sondas vesicales de manera temprana, una adecuada alimentación, la rehabilitación temprana y fomentar la movilización del paciente, así como la detección y el manejo temprano de complicaciones posquirúrgicas y el manejo farmacológico del delirio hiperactivo son recomendaciones a tener en cuenta (1).

Es recomendable que las personas con riesgo de delirio (adultos mayores, con múltiples comorbilidades y con deterioro cognitivo y o demencia) deben tener constante contacto con familiares, acompañante o cuidadores cercanos desde el ingreso hospitalario hasta el momento de su egreso (1).

En la actualidad, no existe un consenso que determine si el manejo hospitalario o el egreso con tratamiento supervisado en consulta externa es el mejor manejo para un paciente con delirio. De acuerdo con el evento desencadenante del delirio se decidirá si la gravedad y/o complejidad de la enfermedad subyacente es lo suficientemente significativa como para ameritar manejo hospitalario. Otros factores influyentes en la decisión de ingresar a un paciente para su manejo hospitalario por delirium asociado a afecciones clínicas simples son los paciente con síntomas neurocognitivos graves, malas redes de apoyo o dificultades para el acceso al manejo ambulatorio ya que en algunas ocasiones requieren un control continuo y adherencia al tratamiento (11).

En caso de hospitalización, existe el riesgo de empeoramiento de los síntomas del delirio, debido a que el paciente se encuentra en un entorno desconocido, sin mencionar su exposición a la iatrogenia. Por lo tanto, en caso de que los síntomas de delirio sean leves o se hayan resuelto, la causa sea identificada y esta sea tratable de manera ambulatoria, se debe considerar el egreso del servicio de emergencias, siempre que el paciente tenga una red de apoyo apropiada que sea garante de la adherencia al tratamiento y se asegure el seguimiento ambulatorio (11).

Existe evidencia que respalda que los regímenes no farmacológicos para la prevención del delirio y evitar sus consecuencias son eficaces. Algunos elementos de estos protocolos pueden considerarse en situaciones de emergencia, especialmente porque la hospitalización es un problema constante. Incluye reorientación, actividades de estimulación cognitiva, restauración de ciclos sueño-vigilia, limitar el uso de medicamentos psicotrópicos, fomentar el movimiento del paciente, asegurar una correcta hidratación y nutrición por parte del paciente, además de facilitar las ayudas y herramientas necesarias para mayor comodidad en el caso de paciente con algún tipo de discapacidad sensorial (visual o auditiva) (11).

Tratamiento farmacológico

En caso de pacientes con delirio hiperactivo, con ansiedad y agitación se recomienda el manejo farmacológico, siempre guiándose por el conjunto de síntomas que presente un paciente con sus respectivas comorbilidades (1).

No existe en la actualidad un lineamiento farmacológico único para el manejo del delirio a pesar de su amplia incidencia en pacientes hospitalizados. Comparando antipsicóticos típicos y atípicos no se ha encontrado una diferencia significativa en cuanto a eficacia y seguridad. Los diversos estudios comparativos entre los antipsicóticos atípicos y el haloperidol no encuentran diferencias significativas que demuestren una mejor efectividad inclinada hacia uno. El haloperidol a dosis bajas (<4,5 mg/d) ha demostrado tener un menor índice de efectos adversos, mientras que dosis mayores se relacionan con la aparición de efectos adversos extrapiramidales con mayor frecuencia que los antipsicóticos atípicos. En el caso de la enfermedad de Alzheimer, se prefiere el uso de risperidona como antipsicótico de primera línea para el manejo del delirio. Dado a su bajo índice de efectos adversos extrapiramidales la quetiapina (25–300 mg/d) es de preferencia en el manejo del delirio en el contexto de enfermedad de Parkinson.  A pesar de esto, la evidencia actual es concluyente en señalar que el uso de antipsicóticos, comparado con el placebo o la atención habitual, no presentan un beneficio significativo desde el punto de vista clínico, sin embargo, en caso de requerir utilizarse para el manejo de la angustia, la agitación y los síntomas de alteración de la percepción, se recomienda utilizarlos a dosis bajas durante un a corto periodo de tiempo (1,12,14).

El uso de Lorazepam, además de otros medicamentos clasificados por bendiazepinas de acción corta, se utilizan para el manejo del delirio, en particular cuando está asociado al abuso de drogas y su respectivo síndrome de abstinencia, pacientes con insuficiencia cardíaca grave o enfermedad de Parkinson. Las benzodiazepinas, especialmente aquellas que generen una sedación por más tiempo, pueden empeorar los síntomas en una persona con delirio, además de fomentar un mayor riesgo de caídas. Además, siempre se debe tener en consideración la posibilidad de que un delirio hiperactivo, debido al uso de benzodiazepinas, se convierta en un delirio hipoactivo (1,14).

En el contexto de cuidados paliativos, el delirio es un síndrome bastante común. Las benzodiazepinas o la Pregabalina pueden utilizarse para tratar la ansiedad concomitante. La Pregabalina, de acuerdo con estudios, muestra un beneficio significativo para tratar el dolor neuropático y la ansiedad, así como permite reducir el uso de opioides que el posoperatorio, además de disminuir la incidencia de confusión en pacientes adultos mayores sometidos a cirugías cardiovasculares. Se recomienda una vez que se documente el agente causal del cuadro de delirio, así como su abordaje efectivo, se suspenda el tratamiento antipsicótico o sedante (1).

En cuidados paliativos, el delirio es muy prevalente. En paciente hospitalizados en el ámbito de cuidados paliativos, más del 50% de los pacientes desarrollarán delirio. El delirio terminal se presenta en el 75% de los pacientes al final de la vida. Movimientos sin propósito, alteración en el estado de conciencia, muecas faciales, gemidos, mioclonías, ansiedad y agitación son síntomas característicos del delirio terminal. Además, el delirio terminal también se puede hacer acompañar con cambios en el patrón respiratorio, la termperatura y moteado de la piel (síntomas comunes al final de la vida). Al final de la vida, la presencia de delirio puede ser considerado un marcador pronóstico confiable, recomendándose conversar con la familia y cuidadores del paciente acerca del plan de manejo (12).

Para el tratamiento del delirio al final de la vida existe una escasa información y evidencia sobre las prácticas clínicas a tomar en cuenta. El uso de antipsicóticos para el manejo de la agitación y benzodiazepinas de acción corta a dosis bajas para el manejo de la ansiedad, de este manera fomentando que el paciente tenga una muerte más tranquila, son las bases establecidas para su manejo. También se ha visto un buen resultado en el uso de la dexmedetomidina como una alternativa (12).

En estudios de casos y controles, se ha visto ciertos beneficios en la prevención del delirio posoperatorio al administrar gabapentina, disminuyendo la incidencia, aunque en otros ensayos no se encontró mayor beneficio en cuanto a disminución de la incidencia, la gravedad ni la duración del cuadro clínico. En paciente con enfermedades graves se ha documentado beneficio con el tratamiento complementario de valproato, disminuyendo la agitación, el delirio y el uso complementario de fármacos psicotrópicos (12).

En caso de delirio refractario en pacientes paliativos se recomienda la sedación como método para el control de los síntomas, siendo esta la complicación más común que va a requerir sedación paliativa para su manejo. Para lograr dicho objetivo, las benzodiazepinas, el propofol o incluso la dexmedetomidina pueden ser utilizados como farmacoterapia para lograr la sedación en estos pacientes (14).

Conclusión

El delirio es una patología desafiante y muy común, afecta principalmente a adultos mayores o individuos con enfermedades avanzadas o comorbilidades de importancia que se encuentran en hospitalización.

Conlleva un impacto mayor socioeconómico en el sistema de salud debido a que las instancias hospitalarias se tornan más largas de lo normal.

Es una patología muy desafiante debido que para los profesionales de la salud es de los diagnósticos más difíciles de realizar, inclusive siendo prevalente significativamente a nivel mundial.

La causa es muy heterogénea y en cierta manera incierta, no obstante, hay teorías que aún están en estudio, sin embargo, estudios recientes han implicación diferentes Neurotransmisores como acetilcolina y dopamina, además las enfermedades neurodegenerativas y ciertas comorbilidades tiene un rol muy importante, quizás siendo las de mayor importancia.

El tratamiento varía dependiendo de la presentación del delirio, la evidencia actual es concluyente en señalar que el uso de antipsicóticos, comparado con el placebo o la atención habitual, no presentan un beneficio significativo desde el punto de vista clínico, sin embargo, en caso de requerir utilizarse para el manejo de la angustia, la agitación y los síntomas de alteración de la percepción, se recomienda utilizarlos a dosis bajas durante un a corto periodo de tiempo, se recalca en los antipsicóticos debido a que son los más utilizados en el delirio hiperactivo, a diferencia del hipoactivo que conlleva estudios más a fondo y dependiendo de la causa varía el tratamiento.

Esta patología se debe de tener como principal diagnóstico diferencial en todo paciente hospitalizado con trastorno cognitivo agudo por su alta prevalencia a nivel mundial.

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