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Actualización en la clasificación y manejo de los tumores renales primarios

Actualización en la clasificación y manejo de los tumores renales primarios

Autor principal: Enrique Ramos Laguna

Vol. XX; nº 04; 144

Update on the classification and management of primary renal tumors

Fecha de recepción: 06/02/2025

Fecha de aceptación: 25/02/2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XX. Número 04 Segunda quincena de Febrero de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 04; 144

Autores:

Enrique Ramos Laguna, María Guiral Guerrero, Elena Garciandia Sola, Clara Camprubí Polo, Ana Aldaz Acín, Pablo Gómez Castro, Pablo Oteo Manjavacas.

RESUMEN:

El cáncer renal constituye un 2.5% de las neoplasias en adultos, siendo la 14ª más frecuente en el mundo. Su incidencia ha aumentado en la última década, especialmente en Norteamérica y Europa, debido al diagnóstico incidental mediante técnicas de imagen. En 2020, se diagnosticaron 430,000 casos y se registraron 180,000 muertes por esta causa. Afecta más a hombres (relación 2:1 respecto a mujeres) y es común en edades avanzadas, con una media de 75 años al diagnóstico.

Entre los principales factores de riesgo destacan el tabaco, la obesidad y la hipertensión arterial, que aumentan significativamente la probabilidad de desarrollar estos tumores. Además, un pequeño porcentaje de casos está relacionado con síndromes genéticos hereditarios, como la enfermedad de Von Hippel-Lindau o el síndrome de Birt-Hogg-Dubé.

El diagnóstico se basa en pruebas de imagen como tomografía computarizada y resonancia magnética, siendo la ecografía el primer paso ante la detección de una masa renal. La mayoría de los casos son asintomáticos y se descubren incidentalmente, aunque pueden presentarse síntomas como hematuria, dolor lumbar y síndrome constitucional en etapas avanzadas.

La clasificación histológica de la OMS (2022) incorpora avances en biología molecular, identificando subtipos tumorales definidos genéticamente. Entre los tumores más frecuentes se encuentran el carcinoma renal de células claras, el carcinoma papilar y el carcinoma cromófobo. Esta nueva categorización facilita un enfoque más preciso para el manejo clínico, destacando la importancia de los biomarcadores moleculares. Estos avances, junto con nuevas terapias dirigidas, han contribuido a una disminución progresiva de la mortalidad asociada a los tumores renales.

Palabras clave: Cáncer renal, diagnóstico, tratamiento, biomarcadores.

ABSTRACT:

Renal cancer accounts for 2.5% of adult neoplasms, making it the 14th most common worldwide. Its incidence has increased over the last decade, particularly in North America and Europe, due to incidental diagnoses through imaging techniques. In 2020, 430,000 cases were diagnosed, and 180,000 deaths were reported from this cause. It affects men more frequently (2:1 ratio compared to women) and is common in older adults, with an average age at diagnosis of 75 years.

The main risk factors include smoking, obesity, and hypertension, which significantly increase the likelihood of developing these tumors. Additionally, a small percentage of cases are associated with hereditary genetic syndromes, such as Von Hippel-Lindau disease or Birt-Hogg-Dubé syndrome.

Diagnosis is based on imaging studies like computed tomography and magnetic resonance imaging, with ultrasound serving as the initial step when detecting a renal mass. Most cases are asymptomatic and are discovered incidentally, although symptoms such as hematuria, lumbar pain, and constitutional syndrome can appear in advanced stages.

The WHO histological classification (2022) incorporates advances in molecular biology, identifying genetically defined tumor subtypes. The most common tumors include clear cell renal carcinoma, papillary carcinoma, and chromophobe carcinoma. This new categorization enables a more precise approach to clinical management, emphasizing the importance of molecular biomarkers. These advancements, along with new targeted therapies, have contributed to a progressive decrease in mortality associated with renal tumors.

Keywords: Renal cancer, diagnosis, treatment, biomarkers.

INTRODUCCIÓN:

los tumores renales representan el 2.5% de las neoplasias en adultos, con una incidencia en aumento debido a la mejora en las técnicas de diagnóstico. Factores de riesgo como el tabaquismo, obesidad e hipertensión arterial desempeñan un papel importante en su etiología. La clasificación histológica, recientemente actualizada, incluye nuevas categorías basadas en características moleculares, reflejando avances significativos en el entendimiento y tratamiento de estas patologías.

Este artículo realiza una revisión exhaustiva de la literatura científica más actual sobre los tumores renales, con especial énfasis en su epidemiología, factores de riesgo, diagnóstico, clasificación histológica y tratamiento. Para ello, se llevó a cabo una búsqueda sistemática en bases de datos multidisciplinares y biomédicas, utilizando términos clave relacionados con el cáncer renal. La revisión se centra en publicaciones de alta calidad, como metaanálisis, revisiones sistemáticas y guías clínicas europeas, publicadas mayoritariamente en los últimos cinco años. También se incluye la edición 2022 del manual de clasificación tumoral de la OMS, junto con imágenes y recursos obtenidos de fuentes especializadas en patología. En conjunto, esta revisión proporciona una visión integral de los tumores renales, abordando su impacto clínico y las perspectivas terapéuticas emergentes.

MATERIAL Y MÉTODOS:

Se ha realizado una búsqueda sistemática de publicaciones en bases de datos multidisciplinares (Web of Science, ScienceDirect, Google Académico) y biomédicas (Cochrane, PubMed), con la ayuda de la herramienta Alcorze de la Universidad de Zaragoza, utilizando los siguientes términos de búsqueda:

“Kidney Neoplasm”, “Renal Neoplasm”, “Renal Cancer”, “Renal Cancer epidemiology”, “Renal Cancer diagnosis”, “Renal Cancer treatment”, “Guidelines renal cancer”, “Manegement renal cell cancer”, “Histological Classification of Renal Cancer”, “WHO Classification of kidney tumors”, etc.

A partir de dichas búsquedas, se han seleccionado publicaciones en revistas científicas de tipo metaanálisis, revisiones sistemáticas, guías europeas o estudios de cohortes, disponibles en texto completo, en inglés y priorizando su publicación a los últimos cinco años, incluyendo algunos de años previos.

Además, para el apartado de Diagnóstico histológico se ha utilizado la edición de 2022 del libro de la OMS: “WHO Classification of Tumours: Urinary and Male Genital Tumours”(13). Las imágenes macroscópicas y microscópicas de que se presentan en este punto se han obtenido de la página web Pathology Outlines(24–29), están referenciadas en el texto y su cita se encuentra en la bibliografía.

Se ha utilizado el gestor de referencias bibliográficas Mendeley para la recopilación, almacenamiento y presentación de la bibliografía utilizada en este trabajo.

EPIDEMIOLOGÍA:

Los tumores renales constituyen en torno al 2.5% de las neoplasias del adulto, con alrededor de 430.000 nuevos casos diagnosticados en 2020(1). Estos datos los clasifican como la 14ª neoplasia en orden de frecuencia. Sin embargo, presenta una distribución desigual por sexos siendo más comunes en varones que en mujeres con una relación 2:1, por lo que, ajustando a cada sexo, representan el 9º tumor en varones y la 14ª entidad neoplásica más frecuente en mujeres(1–3).

Tanto la incidencia como la prevalencia de los tumores renales ha ido aumentando progresivamente en la última década, sobre todo en las regiones de Norteamérica y Europa (destacando Lituania y República Checa); mientras que África es el continente que presenta menores incidencias(2–4). Ambos hechos, tanto el aumento como su distribución geográfica, podrían deberse al incremento en los últimos años de su diagnóstico incidental a través de pruebas de imagen y la posibilidad de acceso a las mismas, respectivamente(3).

La mayoría de los tumores renales se diagnostican en pacientes con edades situadas entre la 6ª y 8ª década de la vida, siendo la edad media al diagnóstico los 75 años(2,3,5).

Con respecto a su mortalidad, en el año 2020 murieron alrededor de 180.000 personas por un tumor de riñón, lo que representa el 1.8% de todas las muertes por cáncer en el mundo(1). Por tanto, a pesar del aumento de su incidencia, la mortalidad parece estar disminuyendo en los últimos años gracias a la mejora no solo de las técnicas diagnósticas, especialmente en imagen, sino también de las terapéuticas, destacando el uso de nuevas terapias dirigidas “targeted” para la enfermedad sistémica(2,3).

FACTORES DE RIESGO:

Además de los previamente comentados (sexo, edad y geografía), existen diversos factores que incrementan el riesgo de aparición de los tumores renales.

Tabaco

El humo del tabaco contiene sustancias cancerígenas que se relacionan con la etiología de los tumores renales(2,3,6). Un metaanálisis de 56 estudios publicado en 2019 concluyó que el riesgo de padecer un tumor renal es un 20% más alto para exfumadores y un 26% para fumadores(6). Además, establece una relación dosis-dependiente en el riesgo de aparición y otra inversamente proporcional según la edad de inicio del hábito tabáquico(6).

Sobrepeso – Obesidad

Elevados índices de masa corporal (IMC) se asocian con un mayor riesgo de desarrollar una gran variedad de tumores, incluido entre ellos los tumores renales(2,3). De hecho, un estudio en 2016 estableció una asociación lineal entre el IMC y el riesgo de desarrollar un tumor renal: afirmó que cada incremento de 1 punto en el IMC de un paciente supone un aumento del 4% del riesgo de aparición de un tumor renal(7).

Las dos vías principales de asociación entre la obesidad y los tumores renales parecen ser la hiperinsulinemia y/o resistencia a la insulina y la mayor síntesis de hormonas sexuales que favorecen la aparición de estos(8).

Hipertensión arterial

La hipertensión arterial se asocia de manera independiente con un mayor riesgo de tumor renal(2). Un metaanálisis publicado en el 2019 estableció que los pacientes hipertensos presentan un mayor riesgo, de padecer un tumor renal con respecto a personas no hipertensas, aproximadamente entre un 20-50% más(8).

Al parecer, la hipertensión arterial provoca un aumento de la peroxidación lipídica, los radicales libres de oxígeno y favorece la hipoxia renal crónica, condiciones relacionadas y presentes en la fisiopatología de estos tumores(3).

Genéticos – no modificables

La gran mayoría de los tumores renales tienen un origen esporádico y no se asocian a una causa genética subyacente. Sin embargo, un 6-9% de los tumores renales se encuentran relacionados con síndromes genéticos hereditarios(2,3,8); los más representativos y conocidos reflejados en la Tabla 1.

Otros

A parte de los previamente comentados, se han descrito otros factores relacionados con un aumento de la incidencia de estos tumores, tales como: enfermedad renal quística adquirida en la insuficiencia renal crónica; exposiciónes a cadmio, tricoroetileno, percloroetileno y ácidos aristolóquicos(2,3); consumo elevado de carne roja(2,9); uso exacerbado de antiinflamatorios no esteroideos y paracetamol(3).

CLÍNICA:

En la actualidad, un considerable porcentaje de estos tumores son asintomáticos y son diagnosticados de manera incidental a través de pruebas de imagen realizadas por causas diversas(5,10). En un estudio de cohortes publicado en 2020 en el Reino Unido, aproximadamente el 60% de los tumores renales detectados fueron diagnosticados accidentalmente(11).

La manifestación clínica más frecuente es la hematuria macroscópica o microscópica (60%), seguida de dolor (40%), síndrome constitucional con anemia y pérdida de peso (30-40%), masa en flanco (24%), hipertensión arterial (20%), hipercalcemia (6%) y eritrocitosis (3%)(5). La triada clásica compuesta por hematuria, dolor y masa en flanco es en la actualidad una presentación inusual y equivalente a enfermedad avanzada(5,10). Los varones también pueden presentar un varicocele de aparición repentina en el lado izquierdo, que no disminuye en decúbito. Su explicación radica en la obstrucción al flujo de la vena gonadal izquierda por parte del tumor, la cual desemboca directamente en la vena renal(4).

Ocasionalmente, los pacientes con un tumor renal pueden presentar síndromes paraneoplásicos, siendo el Síndrome de Stauffer el más frecuente, que consiste en una elevación de las enzimas hepáticas por toxicidad tumoral sin la presencia de metástasis. También pueden manifestar cuadros clínicos como consecuencia de la producción de hormonas (PTH-like, prostaglandinas, prolactina, renina, gonadotropinas o corticoides)(4,10).

DIAGNÓSTICO:

Ante una masa renal, bien descubierta por accidente o sospechada como indicio (anamnesis, exploración física, análisis de orina) de un tumor renal, se recomienda realizar en primer lugar una ecografía abdominal que permita detectar quistes renales simples, los cuales solo precisarán de seguimiento ecográfico anual(12).

La tomografía computarizada (TC) con contraste es considerada la prueba gold standard para la evaluación de una masa o quiste renal complicado, metástasis ganglionares y afectación de órganos adyacentes(5,12). La resonancia magnética nuclear (RMN) se emplea preferentemente en casos de posible afectación tumoral de la vena renal o cava(12). Pruebas como la urografía intravenosa o la arteriografía renal han quedado relegadas a un segundo plano.

El estudio de extensión, ante la sospecha de metástasis, se completará con una radiografía de tórax, analítica hepática completa y ante la sospecha de afectación ósea, una gammagrafía ósea (5,10,12).

CLASIFICACIÓN HISTOLÓGICA:

A pesar del aumento en la realización de biopsias percutáneas (preferiblemente con aguja gruesa) con el objetivo de evitar cirugías y perfilar el tratamiento sistémico, aún hoy en día el diagnóstico histológico de los tumores renales se realiza, en la mayor parte de los casos, a partir de la pieza resecada en la intervención quirúrgica(5,12).

Los tumores renales comprenden un gran número de entidades o tipos histológicos definidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuya última actualización es reciente, datando de 2022(13) y representada en la Tabla 2.

Esta última actualización introduce, como principal novedad, una nueva familia de tumores renales definidos molecularmente con independencia de sus características de localización, morfológicas o histológicas, aunque estas sean comunes a otras entidades(13,14).

De hecho, dada la importancia que esta última clasificación otorga a la biología molecular por sus posibles repercusiones en futuros tratamientos, se introduce un apartado de criterios diagnósticos para cada entidad tumoral, donde se incluyen por primera vez biomarcadores moleculares característicos de cada uno de los tumores(14).

Respecto al carcinoma papilar de células renales, esta clasificación considera que la clásica subdivisión en tipo 1 y 2 no debe seguir usándose. La morfología clásica actual del carcinoma papilar de células renales (antiguo tipo 1) es la predominante mientras que en algunos casos aparecen patrones menos diferenciados (antiguo tipo 2)(13,14).

Además, añade el denominado carcinoma de células renales eosinofílico sólido y quístico, el cual presenta rasgos histológicos, inmunohistoquímicos y genéticos bien definidos.

También ha sufrido modificaciones el apartado de los tumores renales mixtos epiteliales y estromales, el cual agrupa bajo el mismo nombre al tumor mixto epitelial y estromal del riñón y al nefroma quístico del adulto, descritos como dos formas de presentación de un mismo tumor renal, debido a que comparten la misma distribución por sexo y edad, un perfil inmunohistoquímico y genético similar además de características histológicas superpuestas(13). La diferencia entre estas dos formas radica en que el MEST presenta un mayor componente sólido mientras que el nefroma quístico del adulto es mayoritariamente quístico con pequeños septos fibrosos entre ellos(13,14,32).Si que presentan diferencias respecto del nefroma quístico pediátrico y del sarcoma sinovial por su perfil molecular(13,14). Concretamente, se ha observado que el MEST no presenta la mutación DICER1 ni reordenamiento del gen SS18, características genéticas de estos tumores, respectivamente(13,14).

Carcinoma renal de células claras (CCRc)

Es el tumor renal más frecuente, ya que supone entre el 60-75% de todas las neoplasias renales en el adulto(13,14). La mayoría son esporádicos, pero existen algunas formas asociadas a mutaciones/síndromes genéticos, como se ha comentado anteriormente.

Aspecto macroscópico (Fig. 1): normalmente son unilaterales pues tan sólo un 5% se presentan bilaterales y/o multifocales(13). De tamaño variable, presentan una morfología redondeada sobresaliendo de la corteza renal con un color amarillo dorado(13,15). Pueden presentar zonas de hemorragia, quistes (bajo grado) y/o necrosis (alto grado).

Histopatología (Fig. 1): presentan un patrón vascular característico compuesto por capilares que delimitan nidos de células con citoplasmas ópticamente claros por la presencia de abundantes lípidos y glucógeno(13,15). Pueden mostrar cambios quísticos, hemorrágicos y fibróticos. Por otro lado, las células claras pueden presentar diferenciación eosinófila, especialmente en tumores de alto grado(13).

Inmunohistoquímica (IHQ) y biología molecular: las células de estos tumores expresan anhidrasa carbónica IX (CAIX), CD10, PAX8, Vimentina y las citoqueratinas (CK) AE1/AE3 y CAM5.2 (CK8/18)(13,15). Mutaciones VHL o traslocaciones del cromosoma 3 pueden estar presentes(3,13).

Carcinoma papilar de células renales (CCRp)

Es el segundo tumor renal en orden de frecuencia, representando en torno al 13-20%(13). La mayoría son esporádicos, apareciendo con frecuencia en riñones afectados por enfermedad quística adquirida y/o insuficiencia renal crónica(14).

Aspecto macroscópico (Fig. 2): se desarrollan en la corteza renal y, con cierta frecuencia, pueden ser multifocales y/o bilaterales. Suelen estar bien delimitados, en ocasiones con cápsula fibrosa y su coloración varía en función de presencia de hemorragia, necrosis, macrófagos, colesterol o hemosiderina(13,16).

Histopatología (Fig. 2): arquitectura papilar o tubulopapilar con papilas tapizadas por células cuboidales o cilíndricas, ocasionalmente pseudoestratificadas, con citoplasma variable, de claro a marcadamente eosinófilo(13,16). Pueden observarse también macrófagos espumosos, cuerpos de psammoma y hemosiderina.

IHQ y biología molecular: las células son positivas para Racemasa (AMACR), CK7, Vimentina y CD10(13,17). Mutaciones del gen MET se asocian a carcinoma papilar hereditario(3,13).

Carcinoma cromófobo de células renales (CCRcr)

Equivale al 5-7% de los tumores renales, teniendo en la mayoría de los casos un origen esporádico(13,18).

Aspecto macroscópico (Fig. 3): normalmente son tumores grandes (media de 8 cm), bien delimitados y no encapsulados. Suelen presentar un color marrón claro. En un 25% de los casos se visualizan áreas de hemorragia o necrosis y en un 15% una cicatriz central(13,18).

Histopatología (Fig. 3): los CCRcr clásicos muestra un patrón sólido en mosaico o “vegetaloide” con placas de células pálidas de citoplasmas translúcidos, membranas prominentes, halo perinuclear y núcleos hipercromáticos, separadas por septos vasculares hialinizados(13,18).

IHQ y biología molecular: las células son positivas para CK7, Parvalbúmina, antígeno CD117 (cKIT) y cadherina específica del riñón (ksp-cadherina)(13,15). Las células normalmente muestras positividad citoplasmática difusa para Hierro Coloidal de Hale(13). Mutaciones del gen FCLN se encuentran en el Síndrome Birt-Hogg-Dubé(3,13).

Oncocitoma

Es un tumor renal, generalmente benigno, que constituye entre el 6-9% de todas las neoplasias renales. Su origen es desconocido, postulándose que surge de las células intercaladas de los túbulos distales(13,19).

Aspecto macroscópico (Fig. 4): suelen ser tumoraciones bien circunscritas y no encapsuladas de un color variable entre marrón y amarillo. Presentan una cicatriz central estrellada o periférica característica y en ocasiones zonas de hemorragia(13,19). En los casos más raros y de mayor tamaño, a pesar de ser considerados benignos, pueden invadir la grasa pararrenal o las venas del seno renal(13).

Histopatología (Fig. 4): las células tumorales crecen formando nidos sólidos, túbulos o trabéculas, separados por un estroma hipocelular hialinizado o mixoide. Las células presentan citoplasmas eosinófilos con núcleos redondeados y uniformes(13,19).

IHQ y biología molecular: las células tumorales poseen un perfil variable, típicamente positivo para cKIT, S100, E-cadherina y CKAE1/AE3. A diferencia del CCRcr, es negativo para CK7 y hierro coloidal(13,17). Mutaciones del gen FCLN se encuentran en el Síndrome Birt-Hogg-Dubé(3,13,19).

Carcinoma de los conductos colectores (CCC).

Se trata de un adenocarcinoma derivado de la médula renal, de alto grado, que representa <1% de todos los tumores renales. Se origina presumiblemente de las células que revisten los conductos colectores de Bellini(13,18).

Aspecto macroscópico: presentan contornos irregulares y mal definidos, pudiendo ser multinodulares y extenderse de este modo tanto hacia la corteza como al seno renal. Su coloración normalmente es amarillo-blanquecina y es frecuente la presencia de hemorragia y necrosis(13,18).

Histopatología: las células se disponen formando glándulas, túbulos o estructuras tubulopapilares, en el seno de un estroma desmoplásico. Las células presentan características nucleares de alto grado: núcleos grandes y pleomórficos, nucleolos prominentes y numerosas mitosis. Es frecuente la presencia de células apoptóticas y necrosis(13,18).

IHQ y biología molecular: las células tumorales son positivas para queratinas de alto peso molecular (CK34BetaE12 y CK5/6), CK19, CK7, GATA3, PAX8, proteína p63 y proteína OCT3/4. Conservan la expresión de SMARCB1 y fumarato hidratasa(13).

Angiomiolipoma clásico (AML)

Se trata de un tumor mesenquimal benigno que representa el 1% de tumores renales. Cabe destacar que algunos de ellos no se resecan (AML no complicados) y otros se embolizan(13). La gran mayoría de estos tumores son esporádicos (80-90%)(3,13).

Aspecto macroscópico: suelen presentar un aspecto bien delimitado, no encapsulado. Su color varía desde el amarillo (lipoma-like) al blanquecino (leiomioma-like)(13,20).

Histopatología: contiene en cantidades variables tejido adiposo maduro, células musculares lisas fusiformes y vasos sanguíneos de pared gruesa que carecen de fibras elásticas(13,20).

IHQ y biología molecular: los AML son postivos para marcadores del músculo liso (actina y calponina), melanocíticos (HMB45, melan-A y MITF), S100 y antígeno CD68(13,15,20). Se asocian a la esclerosis tuberosa (AML bilaterales múltiples) en un 50% de los casos.

TRATAMIENTO:

De forma generalizada, los tumores renales que no presentan metástasis (ganglionares y/o viscerales) se tratan mediante nefrectomía radical que incluye la resección de la glándula suprarrenal y de la fascia de Gerota(5). La linfadenectomía regional no se realiza sistemáticamente ya que no mejora la supervivencia.

La nefrectomía parcial se reserva a dos situaciones: (a) tumores de menos de 7 cm de tamaño bien delimitados y sin afectación de la grasa perirrenal (T1); (b) tumores en los que una cirugía radical suponga una diálisis posterior (tumores bilaterales, tumor sobre riñón único, pacientes con nefropatías médicas, etc.)(21,22).

Con respecto a los tumores renales metastásicos, tanto la quimioterapia como la radioterapia ofrecen escasos resultados, razón por la cual el tratamiento sistémico de estos tumores se realiza con las llamadas terapias dirigidas(5). En la primera línea de tratamiento destacan: Sunitib, fármaco anti-tirosina-kinasa, y la asociación de un anti-PD1, Nivolumab, con un anti-CTL4, Ipilimumab(5,23). Esta última combinación ha sido recomendada en las últimas guías(23). Los inhibidores del factor de crecimiento endotelial-vascular (VEGF), como el Bevacizumab, o inhibidores de la m-TOR (everolimus, tacrolimus) se emplean como fármacos de segunda línea(23).

En aquellos pacientes metastásicos con un pronóstico bueno/intermedio se recomienda, adicionalmente, la realización de una nefrectomía cito-reductora con anterioridad a la utilización de las terapias dirigidas comentadas. De manera posterior al tratamiento sistémico, se aconseja también valorar la extirpación quirúrgica de dichas metástasis(5,23).

Por último, la vigilancia activa a través de pruebas de imagen seriadas en el tiempo se reserva para pacientes de edad avanzada con comorbilidades que presentan de manera incidental tumores renales de muy pequeño tamaño. En estos casos, antes de comenzar dicha vigilancia, sí que se recomienda realizar una biopsia del tumor si fuera posible(5).

Ver anexo

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