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Bosquejo sobre la Medicina en la antigüedad

Tigris y Éufrates, conocida también como “creciente fértil”. En esta tierra privilegiada por el agua y las cosechas abundantes, Ellos mismos preparaban estos remedios y lo administraban a los pacientes, pues no se conocía la función independiente del farmacéutico de la del médico. (3)

El médico gozaba de un estatus privilegiado en la sociedad. Los médicos conocían las leyes, la escritura y la religión, era un auténtico saber. La Medicina se llevaba a cabo en el palacio o en el templo donde trasmitían sus artes curativos, guardada siempre bajo secreto.

La mayor parte del conocimiento que se tiene sobre la Medicina en Mesopotamia procede de 30.000 tablillas de arcillas descubiertas en las ruinas de la biblioteca de Asurbaripal 669-626 a.C. en Nínive. Se ignora la antigüedad de los textos, pero se calcula que se remontan al año 2000 a. C. de las 30.000 tablillas 800 están relacionadas con la Medicina.

También para el hombre mesopotámico la enfermedad estaba estrechamente relacionada a la religión y a la magia, se creía que las enfermedades eran producidas por espíritus o demonios que atacaban a las personas y se apoderaban de ellas. Más adelante se empezó a buscar el origen de las enfermedades, de ahí que para diagnosticar la enfermedad, se recurriera a un interrogatorio ritual del paciente con el fin de averiguar la falta moral que había causado la dolencia. Tanto en el diagnóstico como en el pronóstico se utilizaba la hepatoscopia, que consistía en buscar indicios en el hígado de los animales sacrificados con ese propósito, también se recurría a la quiromancia o interpretación de las líneas de las manos y a la adivinación por medios de la astrología. Tanto el pronóstico, el diagnóstico como el tratamiento de la enfermedad corrían a cargo del ashipu,(sacerdote o exorcista) que por medio de la adivinación, presagios, encantamientos y conjuros, obtenía a veces mejores resultados que los médicos con sus Medicinas. El hecho es que en Mesopotamia escaseaban los médicos, y los que había normalmente residían en la capital o incluso en la misma corte del rey. En los pueblos actuaban los exorcistas, que mezclaban prácticas mágicas con tratamientos médicos según los resultados obtenidos en cada caso. (5)

El médico en el Antiguo Testamento.

A diferencia de Egipto, Babilonia, Asiria y Grecia. Israel nunca creó su propia Medicina. Su contribución más importante fueron los preceptos higiénicos, el consumo de animales desangrados, la prevención de las enfermedades contagiosas mediante el aislamiento de los enfermos y el cuidar en la disposición de los excrementos. En la práctica higiénica es de notar que aunque los israelitas la aprendieron de los egipcios, supieron imprimirle carácter propio, llevándola a la categoría de sistema ético. Surgieron numerosas normas sobre los alimentos, el modo correcto de realizar las sepulturas, la limpieza del cuerpo, los instrumentos y la vivienda, la Medicina preventiva, la higiene pública y privada, laboral, mental, sexual y familiar. El logro fundamental de la Medicina en Israel fue la higiene social y el tratamiento profiláctico, ciertamente excepcional en aquella época.

En la Biblia se habla poco de los médicos, su referencia son escasas y fragmentarias. Gracias al código de la alianza se conoce que los médicos eran pagados por sus servicios. La desconfianza de Israel en los médicos se basaba en una convicción religiosa: Yahvé era el único sanador de Israel. La palabra hebrea que significa “sanador, el que sana” fue traducida por la Biblia de los LXX como ¨el que cura¨ para no dar la impresión de que Dios es un médico y así evitar las posibles alusiones a Asclepio y Epidauro. (2,6)

El Corpus Hipocrático

Sin lugar a dudas el corpus Hipocrático es la colección más famosa de estantes médicos de la antigüedad como su nombre lo indica, la tradición se lo ha atribuido a Hipócrates de Cos conocido como el padre de la Medicina y fundador de la escuela hipocrática.

Es probable que la contribución de Hipócrates a esta obra fuese más limitada de lo que se suele pensar, y hay quienes ponen en duda su autenticidad. Lo que sí es seguro es que Hipócrates ha pasado a la historia como el primer médico que rechazó el origen divino de las enfermedades oponiéndose a la magia y a las supersticiones como medios para sanar las dolencias del cuerpo.

La escuela por él fundada también hizo historia pues consiguió separar las ciencias médicas de otras disciplinas, confiriendo un estatus propio a la profesión médica. Con estas nuevas ideas Hipócrates llevó a cabo una auténtica Revolución en la Medicina de la antigua Grecia.

El Corpus Hipocrático contiene más de 60 tratados que cubren una gran variedad de cuestiones relativas a la Medicina entre los que se destacan los tratados dedicados a la biología, a la dialéctica, a las epidemias y al tratamiento de males comunes como las úlceras, hemorroides y fracturas.

En los escritos Hipocráticos abundan los proverbios o sentencias en prosa utilizados con fines pedagógicos. Los estudiantes de las escuelas Hipocráticas recibieron lecciones de retórica.

En los textos hipocráticos, la palabra más frecuente para indicar la autoridad del médico es techné, saber o conocimiento práctico de donde derivan técnico y técnica, técnicamente, tecnificar y muchos otros vocablos formados con el prefijo (tecno). La Medicina es, pues, un saber práctico y por consiguiente, su razonamiento no es apodíctico o especulativo, sino dialéctico y práctico. Esto es sumamente importante, porque el médico es consciente de que su técnica médica no es matemáticamente perfecta, que está sujeta a errores, que depende de las personas, situaciones y momentos. Esta posibilidad del arte médico la expresa el conocido protoaforismo hipocrático, es decir, el primer aforismo o proverbio de la colección: “La vida es breve”: el arte extenso la ocasión, fugaz, la experiencia, insegura, el juicio, difícil.

Este aforismo, breve, conciso e ingenioso, condensa toda la teoría de los aforismos. Las dos primeras afirmaciones” la vida es breve y el arte extenso”, muestran la desproporción que existe entre el conocimiento del ser humano y la realidad que le rodea. La desproporción entre ambos es enorme, porque la realidad siempre supera todo lo que nuestra mente puede pensar de ella, por eso nunca llegamos a conocer una persona. Lo mismo vale para la enfermedad: nunca alcanzamos a explorar perfectamente a un enfermo por muchos conocimientos técnicos que se posean, por mucha experiencia que se haya acumulado a través de los años, por muchas enfermedades que se hayan tratado, éstas siempre pueden sorprender al médico de improviso. Así pues, la vida es demasiado corta para poder abarcar la amplitud y complejidad del arte médico. Ante un determinado caso clínico, el médico sabe que su juicio no puede aspirar a la certeza total, pues está sujeto a la ley de probabilidad. Es más, su juicio es uno entre tantos. Nadie posee la experiencia ni la ciencia total, capaz de resolver todos y cada uno de los casos satisfactoriamente. Por eso, en toda sesión clínica se requiere el diálogo entre profesionales, el intercambio de opiniones y en último término la prudencia en la decisión. Esa es la lógica de razonamiento práctico, la lógica de la ciencia médica.

Ningún autor bíblico a demostrado tanto interés por la Medicina como Ben Sira, un sabio de Israel, autor del libro que lleva su nombre: el libro de Ben Sira, esta obra de sabiduría fue escrita en Hebreo, allá por el 180 a. C. en Jerusalén. Ben Sira se interesaba por varias actividades profesionales de su época. Al médico le dedica una larga instrucción que ha despertado el interés de los estudiosos y