– Mal conocimiento de los calendarios de vacunación. Está claro que si no conocemos el calendario de vacunas, difícilmente podremos aplicarlo. En este tema estamos implicados tanto el personal de Enfermería, como pediatras y matronas, quienes atendemos a diario a nuestros pacientes y tenemos la posibilidad de detectar su estado inmunitario.
– No disponer de la historia de vacunación. Es fundamental registrar todas las vacunas que se administren, ya que “vacuna no registrada equivale a vacuna no administrada” y, sobre todo, que existan sistemas de registro de vacunas en soportes informáticos seguros y centralizados para que desde cualquier consulta y a cualquier hora se pueda conocer el estado inmunitario de un paciente.
– No administrar varias vacunas simultáneamente. La actualización de los calendarios vacunales con la disponibilidad cada vez mayor de nuevas vacunas exige que en los primeros años de vida el niño deba recibir varias inyecciones en la misma consulta. Este hecho tan temido por muchos padres y sanitarios, aunque en parte subsanado por el desarrollo de vacunas combinadas, es lo que ha conducido a administrarlas repartidas en varias visitas, cuando podría hacerse de forma simultánea. Esta práctica, nada recomendada, ha demostrado que no sólo aumenta el sufrimiento y el estrés del niño al incrementar el número de actos vacunales, sino que además se puede alterar la efectividad de las vacunas al modificar las pautas y se pierden dosis vacunales con más frecuencia de la esperada.
– Miedos injustificados a la vacunación. En ocasiones, noticias de prensa o campañas negativas en otros medios de comunicación sobre el daño que producen las vacunas inducen a los padres o a los propios sanitarios a rechazarlas sin una justificación científica clara.
En la actualidad, la difusión a través de internet ha facilitado la proliferación de movimientos antivacunas. La mayoría de las páginas web que aportan información en contra de las vacunas justifican su rechazo dudando de la seguridad y eficacia y recomiendan el uso de medicinas alternativas. Muchas de ellas están escritas por padres e incluyen imágenes de los niños supuestamente afectados con el propósito de sensibilizar negativamente a la población.
Si se tiene en cuenta que la mayoría de esta información no está respaldada por bibliografía científica, que un alto porcentaje de los adultos que tienen acceso a internet consultan sobre temas de salud, y que la mayoría de ellos creen verídica toda la información, podemos hacernos una idea de la magnitud del problema.
Afortunadamente, la población española, en general, está concienciada acerca de la vacunación infantil y ésta no es una causa frecuente de no vacunar.
Ante actitudes en contra de las vacunas, es fundamental que los sanitarios seamos capaces de educar a la población en este tema, facilitando toda la información verídica objetiva y clara disponible sobre los riesgos/beneficios de las vacunas para que puedan tomarse las decisiones correctas.
– Falsas contraindicaciones. Las falsas contraindicaciones se han descrito como el motivo principal en España para no vacunar. Por ello, es prioritario que tanto el personal sanitario como los padres las conozcan para reducir al máximo su impacto. Entre las más destacadas se encuentran:
- Enfermedades intercurrentes leves con o sin febrícula. No existe contraindicación para vacunar a un niño, por lo demás sano, que se presente en la consulta con una infección menor como un resfriado común o una diarrea leve. La vacunación en estas condiciones no prolongará los síntomas de la enfermedad ni modificará los efectos adversos o la respuesta inmunitaria.
- Que el niño se encuentre en fase convaleciente de una enfermedad.
- Que esté tomando tratamiento antibiótico: ninguna de las vacunas sistemáticas contiene bacterias vivas; por tanto, no existe interferencia con la administración de antibióticos. Sólo en el caso de las vacunas contra la fiebre tifoidea y cólera se debe tener en cuenta.
- Febrícula o fiebre moderada u otra reacción no anafiláctica después de una dosis previa de la vacuna.
- Una reacción alérgica o urticaria leves tras una dosis previa de vacuna o a algún componente de la vacuna, como por ejemplo al huevo, no contraindica la vacunación.
- Reacción local leve o moderada tras una dosis previa de vacuna inyectable.
- Prematuridad: un niño prematuro debe seguir el mismo calendario vacunal que un niño nacido a término, según su edad cronológica, no con su edad corregida.
- Embarazo de la madre: hay que resaltar que varias vacunas que recibe el niño también están indicadas en la embarazada (difteria, tétanos, gripe), e incluso con las vacunas de virus vivos atenuados no se ha observado ningún efecto contraproducente en el feto cuando se administran a un niño en contacto con la embarazada.
CONCLUSIÓN
En el futuro inmediato, las vacunas continuaran teniendo un gran impacto social en la prevención de las enfermedades infecciosas. Un buen nivel de información a la familia sobre los beneficios de la vacunación y sus posibles riesgos ayudaran a aumentar el conocimiento sobre la importancia de las vacunas.
Además, como enfermeros, debemos estar capacitados para enfrentar cualquier evento adverso que se produzca actuando de forma inmediata, eficiente y con rigor científico para solucionarlo lo más rápido posible, permitiendo recobrar así la confianza y credibilidad en los programas de vacunación y conseguir que se continúe reconociendo a la vacunación como uno de que los logros más trascendentales de la salud pública mundial. Por tanto es fundamental que los sanitarios tengamos buen conocimiento y una actitud activa ante la vacunación en todo momento.
BIBLIOGRAFÍA
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