Factores de riesgo cardiovascular y su relación con la enfermedad vascular periférica en la población costarricense: un análisis actualizado
Autora principal: Krista Yulieth Brenes Navarro
Vol. XX; nº 16; 876
Cardiovascular risk factors and their relationship with peripheral vascular disease in the Costa Rican population: An updated analysis
Fecha de recepción: 18 de julio de 2025
Fecha de aceptación: 20 de agosto de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 16 – Segunda quincena de Agosto de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 16; 876
Autores:
Krista Yulieth Brenes Navarro, Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. Orcid: https://orcid.org/0009-0002-4623-9933 Código Médico 19100
Luis Alberto Matarrita Rojas, Médico general, investigador Independiente. Puntarenas, Costa Rica. Orcid: https://orcid.org/0009-0008-2753-3815 Código Médico 19101
Mariángel Montero Jiménez, Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. Orcid: https://orcid.org/0009-0008-7320-0763 Código Médico 19108
José Javier Inces Oreamuno, Médico general, investigador Independiente. Heredia, Costa Rica. Orcid: https://orcid.org/0009-0000-9926-8514 Código Médico 19237
Walter Eduardo Zuñiga Arceyut, Médico general, investigador Independiente. San José, Costa Rica. Orcid: https://orcid.org/0009-0009-0494-6454 Código Médico 19116
Resumen
Los factores de riesgo cardiovascular representan un desafío crucial para la salud pública global y tienen una repercusión directa en el desarrollo de la enfermedad vascular periférica, especialmente en contextos como el de Costa Rica. Entre estos factores, la hipertensión destaca como uno de los más relevantes, ya que aunque ha mostrado una ligera disminución en sus niveles promedio en América Latina, sigue siendo un componente central en la gestión del riesgo cardiovascular en la población adulta mayor costarricense. Por otro lado, la diabetes mellitus ha aumentado su prevalencia de forma alarmante, alcanzando cifras que superan el veinte por ciento en los adultos mayores en Costa Rica, lo que evidencia la necesidad de estrategias de control más eficaces. La dislipidemia, aunque ha mostrado reducciones leves en los niveles de colesterol total, permanece como un problema persistente que requiere intervenciones específicas.
En cuanto al tabaquismo, se han logrado avances notables en la reducción de la prevalencia, lo que refuerza la importancia de mantener y ampliar los programas para dejar de fumar. Sin embargo, la tendencia ascendente de la obesidad y el sobrepeso constituye una preocupación creciente, dado su estrecho vínculo con la mortalidad cardiovascular. El sedentarismo, especialmente agravado durante la pandemia, subraya la urgencia de promover la actividad física regular en todas las etapas de la vida. Finalmente, aunque los datos sobre factores genéticos en Costa Rica son limitados, se reconoce que las predisposiciones hereditarias desempeñan un papel importante en la salud cardiovascular, lo que resalta la necesidad de incorporar enfoques personalizados en las estrategias de prevención y manejo integral.
Palabras clave
Hipertensión, diabetes, dislipidemia, obesidad, tabaquismo, sedentarismo.
Abstract
Cardiovascular risk factors represent a crucial challenge for global public health and have a direct impact on the development of peripheral vascular disease, especially in contexts such as Costa Rica. Among these factors, hypertension stands out as one of the most relevant. Although it has shown a slight decrease in average levels in Latin America, it remains a central component of cardiovascular risk management in the Costa Rican older adult population. Furthermore, the prevalence of diabetes mellitus has increased alarmingly, reaching figures exceeding 20 percent among older adults in Costa Rica, highlighting the need for more effective control strategies. Dyslipidemia, although it has shown slight reductions in total cholesterol levels, remains a persistent problem requiring specific interventions.
Regarding smoking, notable progress has been made in reducing prevalence, reinforcing the importance of maintaining and expanding smoking cessation programs. However, the upward trend in obesity and overweight is a growing concern, given its close link with cardiovascular mortality. Sedentary lifestyles, particularly exacerbated during the pandemic, underscore the urgency of promoting regular physical activity at all stages of life. Finally, although data on genetic factors in Costa Rica are limited, hereditary predispositions are recognized as playing an important role in cardiovascular health, highlighting the need to incorporate personalized approaches into comprehensive prevention and management strategies.
Keywords
Hypertension, diabetes, dyslipidemia, obesity, smoking, sedentary lifestyle.
Introducción
Los factores de riesgo cardiovascular constituyen una preocupación central en la salud pública global debido a su impacto directo en la morbilidad y mortalidad de las poblaciones. Factores como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, el tabaquismo y la obesidad no solo predisponen al desarrollo de enfermedad coronaria, sino que también están estrechamente relacionados con la enfermedad vascular periférica (EVP), una condición que refleja el daño generalizado en el sistema vascular provocado por la aterosclerosis. Entre las manifestaciones más destacadas de la EVP se encuentra la enfermedad arterial periférica (EAP), la cual afecta especialmente a las extremidades inferiores y representa un marcador temprano de enfermedad aterosclerótica sistémica. La EAP compromete la calidad de vida de quienes la padecen y se asocia a un riesgo elevado de eventos cardiovasculares mayores como infarto de miocardio y accidente cerebrovascular, lo que evidencia su importancia como indicador pronóstico y su impacto en los sistemas de salud a nivel global (1; 2; 3).
La relevancia de abordar los factores de riesgo cardiovascular se hace aún más evidente cuando se considera que estas condiciones son modificables mediante intervenciones clínicas y de salud pública. Un manejo adecuado de la presión arterial, el control glicémico en pacientes diabéticos, la cesación del hábito tabáquico y la adopción de estilos de vida saludables pueden reducir sustancialmente la incidencia de enfermedades cardiovasculares, incluida la EAP, mejorando así los resultados clínicos y reduciendo los costos asociados al tratamiento de sus complicaciones (1). Sin embargo, a pesar de los avances terapéuticos y del aumento en la disponibilidad de tratamientos preventivos, la EAP sigue siendo una enfermedad infradiagnosticada y subtratada, afectando a más de 230 millones de personas en todo el mundo, con una carga especialmente acentuada en regiones de ingresos bajos y medianos, donde las brechas en el acceso a la atención sanitaria agravan los desenlaces clínicos (4; 5).
En el contexto costarricense, la comprensión y el abordaje de estos factores de riesgo cobran particular importancia, dado el perfil demográfico del país, que se caracteriza por una población en proceso de envejecimiento. Estudios como el Estudio de Longevidad y Envejecimiento Saludable de Costa Rica (ELESCR) han aportado datos fundamentales sobre la prevalencia y el control de los factores de riesgo cardiovascular en la población mayor del país, permitiendo identificar patrones específicos y áreas prioritarias de intervención. Los hallazgos del ELESCR sugieren que conductas como el no fumar y la ausencia de diabetes están fuertemente asociadas con un mejor control general de los factores de riesgo cardiovascular, lo que resalta la necesidad de desarrollar políticas de salud pública adaptadas al contexto local y dirigidas tanto a la prevención primaria como al manejo oportuno de los factores de riesgo en las etapas tempranas de la vida. En definitiva, una estrategia integral que combine intervenciones clínicas, políticas públicas efectivas y campañas de concienciación social podría traducirse en una reducción significativa de la carga de enfermedad cardiovascular y en una mejora sustancial en la calidad de vida de la población costarricense, particularmente entre los adultos mayores que representan un grupo especialmente vulnerable (1).
El objetivo de este artículo es analizar la relación entre los principales factores de riesgo cardiovascular como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, el tabaquismo y la obesidad y el desarrollo de enfermedad vascular periférica, con énfasis particular en la enfermedad arterial periférica, dentro del contexto de la población costarricense.
Metodología
Para el desarrollo de esta investigación sobre el impacto del microbioma cutáneo en enfermedades dermatológicas, se llevó a cabo una revisión bibliográfica exhaustiva con el objetivo de analizar la relación entre la microbiota de la piel, el sistema inmunológico y la barrera cutánea, así como evaluar las estrategias terapéuticas basadas en el microbioma. Esta revisión incluyó aspectos clave como la composición del microbioma cutáneo, su papel en la homeostasis de la piel, los desequilibrios microbianos asociados con diversas enfermedades y las intervenciones terapéuticas emergentes.
Para garantizar la calidad y relevancia de la información seleccionada, se consultaron bases de datos científicas reconocidas, como PubMed, Scopus y Web of Science, debido a su prestigio y amplia cobertura en temas de microbiología, dermatología e inmunología. Se establecieron rigurosos criterios de inclusión y exclusión. Se incluyeron estudios publicados entre 2020 y 2025, en inglés o español, que abordaran la composición del microbioma cutáneo, sus variaciones en diferentes patologías dermatológicas y los avances en terapias microbioma-dirigidas. Se excluyeron investigaciones con datos incompletos, publicaciones duplicadas o aquellas sin revisión por pares. Para la búsqueda, se utilizaron palabras clave como: Hipertensión, diabetes, dislipidemia, obesidad, tabaquismo, sedentarismo.
La búsqueda inicial identificó 27 fuentes relevantes, entre las cuales se incluyeron artículos originales, revisiones sistemáticas, estudios clínicos y documentos de organismos especializados en dermatología y microbiología. A partir de estas fuentes, se realizó un análisis detallado para extraer información sobre la diversidad microbiana en piel sana y enferma, los mecanismos de interacción entre la microbiota y el sistema inmunológico, así como los efectos de los tratamientos dirigidos a modular el microbioma en distintas patologías.
El análisis se llevó a cabo utilizando enfoques cualitativos y comparativos. Se sintetizaron los hallazgos y se organizaron en categorías temáticas, lo que permitió identificar patrones microbianos en enfermedades específicas, correlaciones con la inflamación cutánea y el impacto de terapias innovadoras. Este enfoque integral ofrece una visión estructurada del estado actual del conocimiento sobre el microbioma cutáneo y sus implicaciones clínicas, destacando oportunidades para futuras investigaciones y el desarrollo de estrategias terapéuticas más precisas en dermatología.
Factores de riesgo cardiovascular; definición y prevalencia
La hipertensión es reconocida como uno de los factores de riesgo cardiovascular más importantes, ya que contribuye de manera directa al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, incluida la enfermedad vascular periférica. En América Latina, y específicamente en Costa Rica, los estudios han documentado una ligera disminución de la presión arterial sistólica promedio en las últimas décadas; en los hombres, los niveles pasaron de 130 mmHg a 129 mmHg, mientras que en las mujeres bajaron de 127 mmHg a 122 mmHg (Polachini et al., 2024). Sin embargo, a pesar de esta tendencia positiva, en Costa Rica el control de la presión arterial sigue siendo un componente fundamental en la gestión del riesgo cardiovascular, y los datos muestran niveles variables de éxito en alcanzar las metas de presión arterial, especialmente entre la población adulta mayor (1).
La diabetes mellitus, por su parte, ha mostrado un crecimiento preocupante en su prevalencia a nivel regional. En América Latina, las tasas han aumentado del 5,4 % al 8,8 % en los hombres y del 5,8 % al 9,6 % en las mujeres. En el contexto costarricense, la situación es particularmente alarmante: la prevalencia de diabetes entre las personas mayores alcanza el 20,3 %, lo que evidencia la urgente necesidad de fortalecer las estrategias de prevención, diagnóstico temprano y manejo efectivo. La dislipidemia, otro de los factores de riesgo más relevantes, ha mostrado una leve reducción en los niveles promedio de colesterol total en América Latina, aunque persiste como un problema prevalente que requiere intervenciones específicas, tanto a nivel poblacional como clínico, también dentro de la población costarricense (6; 1).
En cuanto al tabaquismo, se observa una tendencia positiva en América Latina, con una notable disminución en las tasas de consumo: entre los hombres, la prevalencia bajó del 69 % al 17 %, y entre las mujeres, del 67,6 % al 7,6 % (6). Costa Rica ha logrado avanzar en este frente, y se sabe que la condición de no fumador se asocia con un mejor control de los factores de riesgo cardiovascular, reforzando la importancia de sostener y ampliar los programas de cesación tabáquica (1). Sin embargo, el panorama es menos alentador cuando se analizan las tendencias de obesidad y sobrepeso: el índice de masa corporal promedio ha aumentado significativamente, con prevalencias de obesidad que pasaron del 3 % al 11 % en los hombres y del 6 % al 15 % en las mujeres (6). En Costa Rica, esta situación se considera una preocupación creciente, ya que el control del peso corporal está estrechamente vinculado con la reducción de la mortalidad cardiovascular, especialmente en personas adultas mayores (1).
El sedentarismo también figura como un factor clave en este entramado de riesgos, y los datos recientes son alarmantes: durante la pandemia de COVID-19, aproximadamente el 70,81 % de los niños y adolescentes en la región realizaron una actividad física insuficiente (7). Esto subraya la importancia de fomentar la actividad física regular no solo entre los jóvenes, sino también en los adultos mayores en Costa Rica, donde el ejercicio ha mostrado beneficios directos en los resultados de salud cardiovascular (1). Finalmente, aunque los datos específicos sobre los factores genéticos y hereditarios en Costa Rica son limitados, se reconoce que las predisposiciones genéticas juegan un papel relevante en el riesgo cardiovascular. La comprensión de este componente puede ser clave para desarrollar enfoques personalizados en la prevención y manejo de las enfermedades vasculares periféricas, integrando la genética como parte del contexto más amplio de la salud cardiovascular (8).
Patología vascular periférica; fisiopatología y manifestaciones clínicas
La enfermedad arterial periférica, una forma de enfermedad vascular periférica, es causada principalmente por la aterosclerosis sistémica, un proceso progresivo caracterizado por el estrechamiento y la obstrucción de las arterias periféricas, afectando con mayor frecuencia las extremidades inferiores (9; 10). Este proceso no es simplemente mecánico, ya que la inflamación desempeña un papel clave en la progresión de la aterosclerosis, al alterar la función endotelial, aumentar la permeabilidad vascular y promover la remodelación de las paredes arteriales, lo que contribuye a la pérdida de elasticidad y a la rigidez arterial (11). Factores de riesgo como el tabaquismo, la diabetes mellitus y la dislipidemia agravan estos procesos patológicos, favoreciendo la acumulación de placas ateromatosas y acelerando el desarrollo y la gravedad de la enfermedad arterial periférica (12).
Los cambios estructurales que ocurren en los vasos incluyen la disfunción del endotelio, la proliferación de células del músculo liso vascular y la remodelación de la matriz extracelular, procesos que en conjunto engrosan las paredes vasculares, disminuyen su elasticidad y alteran la capacidad de respuesta a las demandas hemodinámicas (12). Estos cambios estructurales se traducen en alteraciones funcionales, como la disminución del flujo sanguíneo y la perfusión tisular, lo que frecuentemente provoca isquemia, daño tisular crónico y, en casos avanzados, necrosis (11). Para evaluar estos cambios, la resonancia magnética se ha consolidado como una herramienta diagnóstica valiosa, ya que permite obtener imágenes detalladas de las estructuras vasculares, facilitando tanto la identificación temprana como el seguimiento de la progresión de la enfermedad arterial periférica, además de orientar las decisiones terapéuticas (13).
Desde el punto de vista clínico, los síntomas y signos de la enfermedad vascular periférica son característicos y permiten sospechar el diagnóstico. Uno de los síntomas iniciales más comunes es la claudicación intermitente, definida como dolor y calambres en los músculos de las piernas durante el ejercicio, que se alivian con el reposo (9). A medida que la enfermedad avanza, puede aparecer dolor en reposo, reflejo de una isquemia más severa, y, si no se interviene, el cuadro puede progresar a una isquemia crítica de las extremidades, caracterizada por la aparición de úlceras, gangrena y un riesgo significativamente elevado de amputación. Además de estas complicaciones locales, los pacientes con enfermedad arterial periférica tienen una capacidad física reducida, lo que afecta su calidad de vida, y enfrentan un riesgo considerablemente mayor de eventos cardiovasculares mayores, como infarto de miocardio y accidente cerebrovascular, lo que subraya la importancia de un manejo integral y preventivo en esta población (10).
Relación entre los factores de riesgo cardiovascular y la EVP
En Costa Rica, los factores de riesgo cardiovascular (FRCV) representan un desafío crucial para la salud pública, especialmente en el contexto del envejecimiento poblacional. El CRELES ha demostrado que un control adecuado de los FRCV está claramente asociado con menores tasas de mortalidad por todas las causas, destacando la necesidad de implementar estrategias específicas para abordar estos factores en las personas de edad avanzada. Factores como el sexo femenino, el nivel educativo más alto, el hábito de no fumar y la ausencia de diabetes se han vinculado con un mejor manejo de los RFCV en la población costarricense, lo que sugiere que las intervenciones deben considerar tanto los determinantes individuales como los sociodemográficos para maximizar su efectividad (1).
A nivel global, la evidencia científica respalda la influencia crítica de cinco factores de riesgo modificables: el índice de masa corporal (IMC), la presión arterial sistólica, el colesterol de lipoproteínas de baja densidad, el tabaquismo y la diabetes, los cuales contribuyen de manera sustancial a la carga mundial de enfermedad cardiovascular y mortalidad (14). Además, los factores ambientales, como la contaminación del aire y el ruido, se han identificado como importantes contribuyentes a la salud cardiovascular, siendo agravados por procesos de urbanización que intensifican la exposición de las poblaciones a estos riesgos (15; 16).
Los mecanismos de interacción entre los factores de riesgo son complejos y abarcan componentes del estilo de vida como la inactividad física, la mala alimentación y el estrés, los cuales están estrechamente relacionados con el desarrollo de obesidad, hiperglucemia, hipertensión y dislipidemia, todas ellas condiciones precursoras de la enfermedad cardiovascular aterosclerótica (17). Además, los avances en genética han identificado loci genéticos comunes implicados tanto en enfermedades cardiovasculares como cerebrovasculares, destacando la influencia de la presión arterial y los perfiles lipídicos en la patogénesis de estas afecciones (18).
En el contexto específico de Costa Rica, los datos recopilados a través de estudios como ELESCR muestran que el control de variables como la hemoglobina glucosilada, el IMC y la práctica regular de ejercicio físico tiene un impacto significativo en la reducción de la mortalidad entre los adultos mayores. Estos hallazgos subrayan la importancia de promover un manejo integral de los factores de riesgo, considerando tanto las variables clínicas como las sociales, para optimizar los resultados de salud en la población. El estudio ELESCR no solo aporta datos locales valiosos, sino que también ofrece un modelo replicable para otras regiones con características demográficas similares, permitiendo desarrollar políticas de salud basadas en evidencia que respondan a las necesidades particulares de sus poblaciones (1).
Impacto socioeconómico y calidad de vida en Costa Rica
El impacto socioeconómico y la calidad de vida en relación con las enfermedades cardiovasculares representan un eje crítico tanto en términos de salud individual como de salud pública. Diversos estudios han demostrado que un nivel socioeconómico más bajo se asocia directamente con un mayor riesgo de ECV y con una mortalidad más elevada, fenómeno que también se observa en Costa Rica. En este país, al igual que en otras regiones del mundo, las personas con menor nivel educativo e ingresos económicos enfrentan mayores desafíos para gestionar su salud cardiovascular, lo que se traduce en peores resultados clínicos y un aumento de la carga de enfermedad (19; 20).
Las condiciones socioeconómicas no solo impactan el acceso a servicios médicos, sino que también moldean profundamente las decisiones relacionadas con el estilo de vida, como la calidad de la dieta y los niveles de actividad física, ambos factores cruciales para mantener una buena salud cardiovascular. En Costa Rica, se han implementado políticas públicas como el etiquetado nutricional para mejorar los entornos alimentarios y promover decisiones más saludables; sin embargo, las barreras socioeconómicas persisten y limitan la efectividad de estas medidas, subrayando la necesidad de intervenciones específicas que aborden las desigualdades estructurales (21).
Las consecuencias de estas disparidades socioeconómicas son evidentes en la morbilidad y la mortalidad: estudios recientes han indicado que el nivel socioeconómico bajo se vincula consistentemente con una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares y una mortalidad relacionada más alta. En el contexto costarricense, controlar factores de riesgo como el IMC, la hemoglobina glucosilada y promover el ejercicio regular reduce de forma significativa la mortalidad, resaltando la importancia de intervenciones dirigidas especialmente a las poblaciones más vulnerables (1). Un componente particularmente relevante es el papel del estrés financiero, considerado un factor de riesgo no tradicional pero igualmente impactante en el desarrollo y agravamiento de las ECV, ya que dificulta el acceso a servicios de salud y agrava los desafíos para mantener un control adecuado de los factores de riesgo (22).
El impacto económico de las enfermedades cardiovasculares sobre el sistema de salud es significativo, ya que las poblaciones de bajo nivel socioeconómico suelen requerir cuidados más intensivos y prolongados debido a los retrasos en el diagnóstico y tratamiento. Estos retrasos incrementan los costos asistenciales y ejercen presión sobre los recursos del sistema sanitario (23). Además, las disparidades en los ingresos afectan negativamente la utilización de servicios preventivos, ya que los grupos de ingresos más bajos tienen menos probabilidades de acceder a programas de prevención cardiovascular, lo que incrementa los costos médicos acumulados a largo plazo (24).
Finalmente, los efectos de las enfermedades cardiovasculares no se limitan al ámbito clínico y económico, sino que también impactan directamente en la productividad y la calidad de vida de los pacientes. Las ECV y sus factores de riesgo reducen significativamente la productividad laboral, especialmente entre los grupos de bajos ingresos que a menudo carecen de acceso a opciones de tratamiento efectivas. Esta disminución de la capacidad productiva contribuye a perpetuar el ciclo de pobreza y mala salud, generando un impacto social profundo (25). Asimismo, los desafíos diarios para las personas con enfermedades cardiovasculares son considerables: el manejo de una condición crónica requiere cambios en el estilo de vida, que pueden ser difíciles de implementar en contextos de recursos limitados. El estrés asociado al manejo de la enfermedad, combinado con las limitaciones financieras y sociales, deteriora gravemente la calidad de vida, lo que resalta la necesidad urgente de políticas de salud inclusivas y equitativas (26).
Estrategias de prevención y manejo en el contexto costarricense
Las intervenciones individuales desempeñan un papel esencial en la reducción del riesgo cardiovascular y en la prevención de la progresión de la enfermedad vascular periférica, combinando cambios en el estilo de vida con un control farmacológico adecuado. Entre los cambios conductuales más relevantes se destacan la práctica regular de actividad física, el mantenimiento de un índice de masa corporal saludable y el abandono del hábito de fumar. En Costa Rica, estudios recientes han mostrado que realizar más de dos horas de ejercicio semanal, junto con el control adecuado del índice de masa corporal y de la hemoglobina glucosilada, se asocia con una notable reducción de la mortalidad en la población de edad avanzada, lo que subraya el impacto tangible de las intervenciones centradas en el estilo de vida (1).
Por otro lado, el control farmacológico es igualmente indispensable para gestionar los factores de riesgo cardiovascular, particularmente en pacientes con enfermedad vascular periférica. Medicamentos como los antiagregantes plaquetarios, las estatinas y los betabloqueantes son pilares fundamentales para controlar la presión arterial, reducir los niveles de colesterol y prevenir eventos cardiovasculares mayores, disminuyendo así la progresión de la enfermedad (27).
A nivel poblacional, las políticas públicas y los programas nacionales son determinantes para crear un entorno propicio que favorezca elecciones saludables. La implementación de políticas que apoyen una vida saludable, como el etiquetado nutricional claro y el acceso asequible a alimentos saludables, resulta crucial en América Latina y, en particular, en Costa Rica, donde estas iniciativas continúan desarrollándose a pesar de los desafíos planteados por intereses comerciales contrapuestos (21). Además, los programas nacionales que facilitan el acceso a atención médica de calidad y a medicamentos para la prevención secundaria son imprescindibles para cerrar la brecha existente entre las recomendaciones clínicas y la práctica real, permitiendo que las poblaciones vulnerables reciban intervenciones eficaces y oportunas (27).
No menos importante es la dimensión educativa y de concienciación pública. Las iniciativas educativas que fortalecen los conocimientos sobre salud y autocuidado permiten que las personas tomen decisiones más informadas y gestionen de manera más efectiva su salud cardiovascular, impactando positivamente tanto a nivel individual como comunitario (27). Complementariamente, las campañas de concienciación pública juegan un papel clave al destacar la importancia de mantener controlados los factores de riesgo cardiovascular, fomentando prácticas preventivas que pueden reducir significativamente la prevalencia de la enfermedad vascular periférica y de otras afecciones cardiovasculares relacionadas, contribuyendo así a mejorar los resultados en salud pública (21).
Conclusiones
Los factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión, la diabetes mellitus, la dislipidemia, el tabaquismo, la obesidad y el sedentarismo, constituyen una amenaza significativa para la salud pública en Costa Rica, especialmente en la población adulta mayor. Aunque algunos indicadores, como las tasas de tabaquismo, han mostrado avances positivos, otros, como la obesidad y la diabetes, siguen aumentando y requieren una atención urgente. El manejo efectivo de estos factores no solo tiene implicaciones clínicas para prevenir la progresión de la enfermedad vascular periférica, sino que también puede reducir sustancialmente la mortalidad por todas las causas, lo que subraya la importancia de diseñar estrategias específicas para la realidad costarricense.
Los determinantes socioeconómicos desempeñan un papel central en la salud cardiovascular, afectando el acceso a servicios médicos, la adopción de estilos de vida saludables y la adherencia a tratamientos. Las poblaciones con menores niveles de ingreso y educación enfrentan mayores desafíos para controlar sus factores de riesgo, lo que agrava las desigualdades en salud y aumenta los costos para el sistema sanitario. Esta dimensión socioeconómica requiere ser abordada mediante políticas públicas inclusivas, que no solo mejoren la disponibilidad de servicios y medicamentos, sino que también reduzcan las barreras estructurales que perpetúan las disparidades en los resultados de salud cardiovascular.
Las estrategias de prevención y manejo deben integrar intervenciones individuales, como el fomento de la actividad física, el control farmacológico adecuado y la modificación de hábitos, junto con medidas poblacionales, como programas nacionales y campañas educativas. En Costa Rica, estas intervenciones muestran un impacto positivo en la reducción de la mortalidad y la mejora de la calidad de vida, pero es fundamental fortalecer su implementación y asegurar su sostenibilidad. Un enfoque integral, que considere tanto las variables clínicas como los determinantes sociales, permitirá avanzar hacia un modelo de atención cardiovascular más equitativo, efectivo y centrado en las necesidades reales de la población.
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Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.