Intervenciones de Enfermería en el Paciente con Accidente Cerebrovascular (ACV): Revisión Bibliográfica
Autora principal: Andrea Ibáñez Romero
Vol. XX; nº 16; 862
Nursing Interventions in Patients with Stroke (CVA): A Literature Review
Fecha de recepción: 10 de julio de 2025
Fecha de aceptación: 12 de agosto de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 16 – Segunda quincena de Agosto de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 16; 862
Autores:
Andrea Ibáñez Romero. Enfermera Especialidad HOP Teruel. Hospital Obispo Polanco de Teruel, España.
Patricia Cortés Egeda. Enfermera Especialidad HOP Teruel. Hospital Obispo Polanco de Teruel, España.
Ana María Luca Simón. Enfermera Especialidad HOP Teruel. Hospital Obispo Polanco de Teruel, España.
Marta Gascón Sánchez. Enfermera Especialidad HOP Teruel. Hospital Obispo Polanco de Teruel, España.
Irene Sanz Gómez. Enfermera Especialidad HOP Teruel. Hospital Obispo Polanco de Teruel, España.
Irene Torán Bellido. Enfermera Especialidad HOP Teruel. Hospital Obispo Polanco de Teruel, España.
Resumen
El accidente cerebrovascular (ACV) es una de las principales causas de muerte y discapacidad en el mundo, afectando a millones de personas cada año. La atención de enfermería desempeña un rol fundamental en todas las fases del manejo del ACV, desde la identificación temprana de los síntomas hasta la rehabilitación y la prevención de recurrencias. Este trabajo revisa las principales intervenciones de enfermería en pacientes con ACV, haciendo énfasis en la evaluación inicial, el diagnóstico, el manejo clínico en la fase aguda, la rehabilitación y la continuidad de cuidados. Se destacan herramientas como la Escala de Coma de Glasgow, la escala NIHSS y la prueba de Cincinnati, así como la importancia de los cuidados individualizados, la educación al paciente y su familia, y la coordinación interdisciplinaria. La enfermería se consolida como un pilar esencial en la mejora de los resultados neurológicos y en la calidad de vida de los pacientes post-ictus.
Palabras clave
Accidente cerebrovascular, Enfermería neurológica, Cuidados agudos, Rehabilitación post-ictus, Prevención secundaria.
Abstract
Stroke is one of the leading causes of death and disability worldwide, affecting millions of people each year. Nursing care plays a crucial role throughout all stages of stroke management, from early symptom recognition to rehabilitation and recurrence prevention. This review outlines the main nursing interventions in stroke patients, emphasizing initial assessment, diagnosis, acute-phase clinical care, rehabilitation, and continuity of care. Key tools such as the Glasgow Coma Scale, NIHSS, and the Cincinnati Stroke Scale are highlighted, along with the importance of individualized care, patient and family education, and interdisciplinary coordination. Nursing is positioned as a key pillar in improving neurological outcomes and the quality of life of post-stroke patients.
Keywords
Cerebrovascular accident, Neurological nursing, Acute care, Post-stroke rehabilitation, Secondary prevention.
Introducción
El accidente cerebrovascular (ACV), también conocido como ictus, representa un importante problema de salud pública a nivel mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el ACV es la segunda causa de muerte y una de las principales causas de discapacidad en adultos. Cada año, más de 15 millones de personas sufren un ACV en el mundo; de ellas, aproximadamente 5 millones fallecen y otros 5 millones quedan con discapacidades permanentes. Esta patología afecta tanto a países desarrollados como en vías de desarrollo, aunque las cifras de incidencia y mortalidad suelen ser mayores en estos últimos, en parte por limitaciones en los sistemas de atención médica y prevención.
El ACV ocurre cuando se interrumpe el flujo sanguíneo al cerebro, ya sea por una obstrucción (ictus isquémico) o por una hemorragia (ictus hemorrágico). La interrupción del suministro de oxígeno y nutrientes produce daños irreversibles en las células cerebrales si no se actúa rápidamente. En consecuencia, el tiempo es un factor determinante en el pronóstico del paciente: cuanto más rápido se reciba atención médica especializada, menores serán las secuelas neurológicas.
En este escenario, el personal de enfermería se convierte en un pilar esencial para la atención de los pacientes con ACV. La enfermería no solo tiene un papel activo en la detección temprana de signos y síntomas del ictus, sino también en la estabilización del paciente, el monitoreo continuo, la administración segura de medicamentos y la prevención de complicaciones. Las intervenciones de enfermería deben estar fundamentadas en protocolos basados en la evidencia, centrados en el paciente y sus necesidades individuales. Además, las y los enfermeros juegan un rol clave en el proceso de rehabilitación, el acompañamiento emocional del paciente y su familia, así como en la educación para la prevención secundaria.
Esta revisión bibliográfica tiene como objetivo describir y analizar las principales intervenciones de enfermería en pacientes con ACV, desde la fase aguda hasta la rehabilitación y prevención de recurrencias. Se exploran los cuidados clínicos, preventivos, educativos y emocionales que forman parte de un enfoque integral y humanizado, evidenciando el valor de la enfermería como agente de cambio y mejoría en la salud neurológica de la población.
Evaluación Inicial y Diagnóstico en el Paciente con ACV
La evaluación inicial y el diagnóstico temprano son pasos fundamentales en la atención de pacientes con accidente cerebrovascular (ACV). Una identificación rápida y precisa de los síntomas, junto con una evaluación clínica exhaustiva, es esencial para reducir la mortalidad y minimizar las secuelas permanentes. La intervención precoz puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, así como entre una recuperación significativa y un daño cerebral irreversible.
Objetivos de la Evaluación Inicial
Los objetivos primordiales de la evaluación inicial en un paciente con ACV son los siguientes:
Determinación rápida del tipo de ACV: Identificar si el accidente cerebrovascular es isquémico o hemorrágico, ya que el tratamiento varía según el tipo.
Estabilización del paciente: Evaluar la condición del paciente y estabilizar sus signos vitales (presión arterial, frecuencia cardíaca, respiración y oxigenación) para prevenir el deterioro de su estado clínico.
Prevención de complicaciones: Identificar signos de complicaciones secundarias como la aspiración, las úlceras por presión, la trombosis venosa profunda o las infecciones, para implementarlas de forma temprana.
Iniciar tratamiento específico: Determinar la elegibilidad para tratamientos urgentes como la trombólisis (en ACV isquémicos) o la cirugía en caso de hemorragia.
La historia clínica completa es el primer paso en la evaluación de un paciente con sospecha de ACV. A través de una entrevista detallada con el paciente (si es posible) y/o los familiares, se deben identificar los siguientes puntos clave:
Tiempo de inicio de los síntomas: Saber cuándo comenzaron los síntomas es esencial, ya que los tratamientos agudos (como la trombólisis) deben administrarse dentro de un período de tiempo específico, generalmente dentro de las primeras 3 a 4.5 horas del inicio de los síntomas en un ACV isquémico.
Factores de riesgo previos: Determinar si el paciente tiene antecedentes de hipertensión, diabetes, tabaquismo, colesterol alto, enfermedades cardiovasculares o antecedentes de ACV previos.
Síntomas clínicos: Evaluar la presencia de síntomas típicos de un ACV, como debilidad o parálisis súbita de un lado del cuerpo, afasia, alteración en la visión, mareo, pérdida de equilibrio, dolor de cabeza intenso, …
Medicación previa: Conocer el uso de anticoagulantes, fibrinolíticos o cualquier otro medicamento que pueda influir en el manejo inmediato del ACV.
Signos Clínicos Iniciales del ACV
Los signos y síntomas que sugieren la presencia de un ACV deben ser evaluados de manera rápida y precisa. La Escala de Glasgow y otras herramientas específicas pueden ayudar a determinar la gravedad del evento.
Los síntomas más comunes del ACV incluyen:
Déficit motor: Pérdida repentina de la fuerza en una parte del cuerpo, generalmente en un brazo o pierna, de un solo lado (hemiparesia).
Disartria o afasia: Dificultad para hablar o entender el lenguaje. Los pacientes pueden tener problemas para pronunciar palabras, comprender lo que se les dice o expresar sus pensamientos.
Alteración sensorial: Pérdida de la sensación en un lado del cuerpo o en una extremidad.
Diplopía: Visión doble, que puede ser un síntoma de un ACV que afecta los centros cerebrales responsables del control ocular.
Alteración de la conciencia: Desorientación, somnolencia o pérdida de la conciencia, que puede indicar un daño cerebral severo o una hemorragia masiva.
Síntomas cerebelosos: Mareo, inestabilidad y dificultad para caminar o mantener el equilibrio.
Herramientas de Evaluación Inicial
Escala de Coma de Glasgow (ECG)
La Escala de Coma de Glasgow (ECG) es una herramienta estándar utilizada para evaluar el nivel de conciencia del paciente. Esta escala valora tres áreas: apertura ocular, respuesta verbal y respuesta motora. La puntuación total va de 3 (coma profundo) a 15 (completamente alerta). Una puntuación baja sugiere un daño cerebral significativo y requiere intervención urgente.
Escala NIHSS (National Institutes of Health Stroke Scale)
La NIHSS es una de las herramientas más utilizadas para evaluar la gravedad del ACV. Esta escala de 15 ítems valora aspectos como el nivel de conciencia, el lenguaje, los déficits motores, sensoriales y cerebelosos, entre otros. La escala ayuda a determinar la magnitud del evento cerebrovascular y a guiar las decisiones terapéuticas, como la administración de fibrinolíticos.
Escala de Cincinnati (o Prueba del ACV Rápido)
Es una herramienta simple y rápida para la evaluación prehospitalaria del ACV. Se basa en tres componentes:
Sonrisa: Se pide al paciente que sonría; una caída en un lado de la cara es indicativo de un posible ACV.
Levantar los brazos: El paciente debe levantar ambos brazos; la incapacidad para levantar uno puede indicar debilidad muscular.
Hablar: Se solicita que el paciente repita una frase simple; la dificultad para hablar o arrastrar las palabras puede indicar un déficit neurológico.
Diagnóstico por Imágenes
Una vez realizado el examen clínico inicial, el siguiente paso es realizar estudios de diagnóstico por imágenes para confirmar el tipo y la extensión del ACV. Las principales modalidades incluyen:
Tomografía computarizada (TC) de cráneo
La tomografía computarizada (TC) es el estudio inicial de elección, ya que permite diferenciar entre un ACV isquémico (causado por un coágulo) y un ACV hemorrágico (causado por sangrado en el cerebro). La TC es rápida, accesible y no requiere la cooperación del paciente, lo que la hace ideal para la atención de urgencias.
Resonancia magnética (RM)
La resonancia magnética (RM) es más sensible para detectar áreas de isquemia cerebral (en el caso de los ACV isquémicos) y proporciona imágenes más detalladas del cerebro. Sin embargo, su disponibilidad y el tiempo requerido para realizarla pueden ser limitantes en situaciones de emergencia.
Angiografía cerebral
En algunos casos, cuando es necesario evaluar los vasos sanguíneos cerebrales para detectar aneurismas, estenosis o malformaciones, se puede utilizar una angiografía cerebral. Este estudio es especialmente útil en pacientes con ACV hemorrágico, donde puede haber un sangrado que deba ser controlado quirúrgicamente.
Rol de la Enfermería en la Evaluación Inicial y Diagnóstico
La enfermera es generalmente la primera en identificar signos y síntomas en el paciente y tiene la responsabilidad de iniciar rápidamente el proceso de evaluación. Algunas de las tareas específicas de enfermería incluyen:
Monitorización continua de signos vitales, incluyendo presión arterial, frecuencia respiratoria, frecuencia cardíaca, temperatura y niveles de oxígeno.
Evaluación neurológica inicial, utilizando herramientas como la Escala de Coma de Glasgow y la NIHSS.
Intervención rápida en caso de que el paciente sea candidato para tratamiento fibrinolítico, asegurándose de que se inicie dentro del tiempo recomendado.
Comunicación efectiva con el equipo médico, asegurando que se realice la tomografía computarizada o resonancia magnética según sea necesario.
Intervenciones de enfermería en la fase aguda
Manejo de parámetros vitales
El control estricto de la presión arterial y los niveles de glucosa en sangre es crucial para prevenir complicaciones secundarias. La monitorización continua y la administración de medicamentos según protocolos establecidos son responsabilidades clave del personal de enfermería.
Prevención de complicaciones
Las intervenciones incluyen:
Movilización temprana: Iniciar la movilización pasiva y activa lo antes posible para prevenir trombosis venosa profunda y mejorar la función motora.
Prevención de úlceras por presión: Realizar cambios posturales frecuentes y utilizar superficies de soporte adecuadas.
Control de la temperatura corporal: Evitar la fiebre, ya que puede aumentar el daño cerebral.
Manejo de la disfagia
La disfagia es una complicación común en pacientes con ACV. Su detección temprana mediante pruebas como el test del agua y el método de exploración clínica volumen-viscosidad (MECV-V) es esencial. En casos severos, puede ser necesario el uso de sondas nasogástricas para garantizar una nutrición adecuada.
Educación al paciente y familia
La educación sobre los factores de riesgo, los signos de advertencia del ACV y las estrategias de prevención secundaria es esencial para la rehabilitación y la prevención de recurrencias. Las intervenciones educativas dirigidas a pacientes y familiares pueden mejorar el conocimiento sobre el ACV y fomentar comportamientos saludables.
Rehabilitación post-ictus
La rehabilitación temprana es fundamental para mejorar los resultados funcionales. Las intervenciones de enfermería incluyen:
Terapia física: Ejercicios para mejorar la movilidad y la fuerza muscular.
Terapia ocupacional: Entrenamiento en actividades de la vida diaria para fomentar la independencia.
Logopedia: Tratamiento de problemas del habla y deglución.
Apoyo psicológico: Manejo de alteraciones del ánimo, como la depresión post-ictus.
Continuidad de cuidados
La continuidad de cuidados en los pacientes con accidente cerebrovascular (ACV) es un aspecto fundamental para optimizar los resultados a largo plazo, mejorar la calidad de vida del paciente y prevenir complicaciones o recurrencias. La atención continua y bien coordinada a lo largo de todas las fases del proceso asistencial (fase aguda, rehabilitación y seguimiento) no solo es crucial para la recuperación física y funcional, sino también para el bienestar psicológico y social del paciente.
El ACV no es solo una enfermedad aguda; sus efectos pueden prolongarse durante años. Un paciente que sobrevive a un ACV puede experimentar secuelas neurológicas, físicas, emocionales y cognitivas que requieren atención a largo plazo. Además, las personas que han tenido un primer ictus tienen un riesgo elevado de sufrir un segundo evento cerebrovascular. En este sentido, garantizar una continuidad en la atención médica, psicológica y de rehabilitación es esencial para minimizar el riesgo de nuevas complicaciones y mejorar la adaptación del paciente a su nueva realidad.
La continuidad de cuidados busca integrar todos los servicios de salud en un plan de atención coherente y continuo, desde la atención inicial hasta la postalta y la rehabilitación en el hogar o en un centro especializado. Este enfoque multidisciplinario asegura que no se interrumpan los cuidados y que todas las etapas del proceso se aborden de manera holística.
Etapas en las que interviene la continuidad de cuidados
La continuidad de cuidados se extiende a lo largo de varias fases críticas del manejo del paciente con ACV. Cada una de estas fases requiere una planificación adecuada, y la enfermería tiene un papel preponderante en la transición de un nivel asistencial a otro.
Fase aguda (primeras 24-72 horas):
Durante la fase aguda del ACV, el paciente requiere una atención intensiva en unidades de cuidados neurológicos o intensivos. En esta fase, el enfoque principal es la estabilización, el manejo de la presión arterial, el control de la glucosa y la prevención de complicaciones como la trombosis, las úlceras por presión y las infecciones respiratorias. El personal de enfermería tiene un papel clave en la monitorización constante de los signos vitales, la administración de fármacos, el control de fluidos y la educación inicial al paciente y su familia sobre el tratamiento y los próximos pasos en la recuperación.
Fase subaguda (de 72 horas a 1-2 semanas):
En esta etapa, los pacientes continúan bajo observación, y la prioridad es evitar complicaciones adicionales, como la hipoxia cerebral, y comenzar con una rehabilitación temprana. Las intervenciones de enfermería se orientan a la prevención de secuelas a largo plazo, el control de la movilidad para evitar atrofias musculares, el manejo de la alimentación en caso de disfagia, y el inicio de la terapia psicológica y de orientación. El personal de enfermería debe realizar un seguimiento constante, documentar el progreso del paciente y colaborar con otros profesionales de la salud para ajustar los tratamientos según las necesidades individuales.
Fase de rehabilitación (de semanas a meses o años):
Una vez que el paciente ha alcanzado un nivel de estabilidad, comienza la fase de rehabilitación, cuyo objetivo es maximizar la recuperación funcional, mejorar la independencia del paciente y minimizar las secuelas permanentes. Aquí, la enfermería tiene un papel importante en la coordinación del equipo multidisciplinario que incluye fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, logopedas y psicólogos. Además, debe asegurarse de que el paciente continúe con los cuidados de prevención, como el control de la presión arterial, la correcta administración de medicación, la educación sobre la actividad física y la nutrición saludable, y la prevención de una segunda enfermedad cerebrovascular.
Fase de seguimiento a largo plazo (después de los 6 meses):
Una vez que el paciente es dado de alta, es fundamental que reciba un seguimiento regular para detectar posibles complicaciones tardías y prevenir recurrencias. La continuidad de cuidados en esta etapa incluye la educación sobre el control de los factores de riesgo, como la hipertensión, la diabetes y el colesterol alto, además de promover cambios en el estilo de vida, como una alimentación balanceada, ejercicio regular y el cese del tabaquismo. Las consultas de seguimiento también ofrecen la oportunidad de evaluar la efectividad de la rehabilitación, el progreso emocional y la capacidad funcional del paciente.
Bibliografía
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5. Revista Científica de la Sociedad Española de Enfermería Neurológica. El paciente con ictus y el cuidado enfermero: un binomio.
Declaración de buenas prácticas: Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.