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Mal de altura

  1. Hidroelectrolitos: debido a la alteración de la membrana celular, se produce una disfunción de la ATPasa Na+/K+ dando lugar a un desequilibrio hidroelectrolítico. Se genera el impedimento de la salida de sodio al espacio intersticial, aumentando así en el espacio celular y favoreciendo la depleción de potasio intracelular. También se describen alteraciones en la hormona antidiurética (ADH) y del sistema renina-angiotensina-aldosterona. El ejercicio físico estimula la secreción de la renina y aldosterona, lo que favorece la retención de agua y sodio.

La aclimatación se pierde cuando el individuo aclimatado desciende en altitud, por lo que  en cada nueva ascensión, el individuo debe aclimatarse de nuevo, con la ventaja de que el proceso de aclimatación se realizará con más rapidez debido a la “memoria de la aclimatación”.

Sintomatología

La gravedad de los síntomas del mal agudo de montaña es directamente proporcional a la altitud a la que nos encontremos. Normalmente los signos de que este problema nos está afectando suelen aparecer entre los 1.000 y los 3.000 metros. El organismo tarda de cuatro a 10 horas en mostrar los síntomas después de verse expuesto al ambiente bajo en oxígeno de las montañas, por eso si el ascenso ha sido muy rápido éstos pueden aparecer de manera repentina y más fuertemente que si el ascenso ha sido lento.

A los 2.200 metros sobre el nivel del mar empiezan a aparecer síntomas leves de mal de altura, entre los que se encuentran los mareos, pulso y respiración rápidos, poco apetito, disminución de la producción de orina, dificultad al respirar (sobre todo por las noches), y dolores leves de cabeza.

El 80% de las personas presentan cefalea de elevada altitud por encima de los 3.000 m de altitud.

Si el ascenso aumenta, a una altitud de 4.000 metros se agrava el estado de salud, apareciendo síntomas como debilidad general con dificultad para seguir avanzando, disminución significativa de la capacidad pulmonar y comienzo de náuseas y vómitos.

Por encima de los 5.000m. de altitud pueden aparecer episodios de alucinaciones, tanto acústicas (voces humanas, sonidos extraños de la naturaleza) como visuales (animales, objetos) y la más común es la aparición de un compañero imaginario. La incidencia de las alucinaciones aumenta a mayor altitud y tiempo de estancia.

A partir de 6.000 metros de altitud se ven afectadas la visión y la conciencia, signos de la falta de oxígeno en el cerebro. La disminución de la presión atmosférica facilita el paso de líquidos a los tejidos, provocando hinchazón en las manos y pies, algo que también puede notarse en los ojos y en la cara.

Como consecuencia del traspaso de líquidos, en casos extremos el mal agudo de montaña provoca edemas pulmonares, lo que comúnmente se llama “pulmones encharcados”, así como edema cerebral. Esto ya se considera de gravedad máxima, pues pone en peligro la vida de la persona y si no se actúa en consecuencia puede conllevar a la muerte.

Si cuando estamos ascendiendo a una zona natural a gran altitud notamos que nosotros o alguien de nuestro entorno está empezando a sufrir síntomas como mareos, dificultad al caminar o nauseas, y no hay otras razones a las que achacarlos, se debe sospechar inmediatamente de que se trata de mal de montaña o soroche, y parar a descansar o si es necesario, descender hasta que se frenen los síntomas.

El mal de altura se trata con mayor facilidad cuanto antes se detecte.

Diagnóstico

El sistema de valoración del mal de altura del Lago Louise (Lake Louise AMS scoring system) se desarrolló con el objetivo de establecer un diagnóstico precoz y monitorizar la gravedad de los síntomas de mal de altura en sujetos expuestos a la altitud27. Consta de 2 apartados, un cuestionario de síntomas de auto-evaluación y una sección de examen clínico. Para el diagnóstico de mal de altura es necesario la presencia de un síntoma cardinal, la cefalea, aunque sea de intensidad leve, más la presencia de al menos un síntoma adicional.

Los criterios diagnósticos del mal de altura según el Grupo de Consenso del Lago Louise se resumen al final del apartado. Una puntuación de 3 a 5 en dicho cuestionario indica mal de altura leve y una puntuación de 6 o más señala mal de altura grave. En España se dispone de una versión adaptada que ha sido validada recientemente. El Cuestionario de Síntomas del Entorno es un cuestionario más detallado y largo de aplicar, que puede ser útil para valorar la gravedad de los síntomas de mal de altura en estudios de investigación aplicada.

Criterios diagnósticos de mal de altura del Lago Louise

Cefalea en sujetos no aclimatados que ascienden rápidamente una altitud superior a 2.500 m. sobre el nivel del mar, y uno o más de los siguientes síntomas:

– Gastrointestinales: anorexia, náuseas y vómitos

– Insomnio

– Mareo/vértigo

– Fatiga

– Inicio entre 6 y 24 h tras el ascenso, pero a veces en la primera hora

Diagnóstico diferencial

Es importante distinguir entre el Mal agudo de montaña y el Mal crónico de montaña o enfermedad de Monge. El Mal agudo de montaña tiene lugar en aquellos individuos que viven en tierras bajas y se exponen a una cierta altitud. En cambio la enfermedad de Monge se desarrolla en los nativos o habitantes de las montañas, después de numerosos años viviendo a esa altitud (3.000-4.500 m.) y es debida a una exageración en los mecanismos de adaptación. La enfermedad de Monge se caracteriza por una eritrocitosis excesiva y en contraposición con la hiperventilación producida en la fase aguda en la crónica se produce una hipoventilación como consecuencia de la hipoxia que estimulará la eritropoyesis y una policitemia excesiva. La enfermedad de Monge desaparece al descender a nivel del mar y reaparece al regresar la altitud.

Tratamiento

En la actualidad, parece que la mejor forma de evitar el mal de altura es mediante la aclimatación. La aclimatación a la altura es el proceso natural de adaptación a la P02 atmosférica reducida de la alta montaña, siendo la clave ascender lentamente. No obstante, muchas veces la rapidez de ascensión es la clave para conseguir la cumbre, en particular, por razones de tipo económico y climatológico. Además, hay personas que, aun ascendiendo lentamente, incluso montañeros bien entrenados sin ninguna patología conocida, no consiguen la aclimatación y sufren el mal de altura. Por otra parte, el no haber sufrido nunca el mal de altura, no significa que no se le va a sufrir nunca, y el hecho de haberlo padecido tampoco significa que se le va a padecer siempre. En definitiva, las causas y los mecanismos del mal de altura son complejos y aún no están claramente determinados y posiblemente no está ajena a él la influencia de ciertas variables psicológicas, como indicó Rivolier  en 1988.

Existen diferentes fármacos para la prevención y tratamiento del mal de altura. Hay indicios de que la acetazolamida, un inhibidor de la anhidrasa carbónica, puede ayudar a prevenir y disminuir el mal agudo de montaña y ciertos casos de edema pulmonar, pero aún se deben aportar muchos datos al respecto y manejar dicho fármaco en condiciones tan extremas, con prudencia, además su acción es transitoria y los efectos secundarios es importante tenerlos en cuenta. También el uso de la dexametasona (dexa) que actua disminuyendo la liberación de citoquinas y la permeabilidad capilar, es un potente corticoide usado para tratar el edema cerebral provocado por la altitud y se debe restringir su uso a los pacientes que presenten ataxia o síntomas neurológicos progresivos. La dexa no ayuda a la aclimatación como la acetazolamida sólo eliminará los síntomas en pocas horas, por uso su uso más como tratamiento que como preventivo, se ha de tener en cuenta su efecto rebote euforizante.

En estudios con vincamina, sustancia derivada del alcaloide de la vinca, los resultados han sido concluyentes: la vincamina no es el fármaco adecuado para el mal de altura. Otros fármacos utilizados serían los inhibidores de la fosfodiesterasa que provocan vasodilatación pulmonar y disminuyen la presión de la arteria pulmonar.  Para un mal agudo de montaña leve, el descanso, sin ganar altura y simples analgésicos, por ejemplo, paracetamol, normalmente son suficientes, y los pacientes se recuperan en dos o tres días. Además del reposo, se suele prescribir oxigenoterapia hasta llegar a un centro hospitalario, tanto para el edema pulmonar como para algunas retinopatías y el edema cerebral. En este último caso también se han utilizado esteroides.

No obstante, los fármacos a grandes alturas deben usarse con precaución y siempre bajo la supervisión de un especialista, pues se sabe muy poco acerca del metabolismo de la mayoría de las drogas en situaciones hipóxicas. De todas formas, en todos los casos graves será preciso descender a altitudes inferiores a 3.000 metros. Por otra parte, una hidratación correcta, una alimentación apropiada, ropa no ajustada y de alto poder aislante, y evitar una inactividad prolongada son muy recomendables en alta montaña. En cualquier caso, un ascenso rápido a la altura sin duda provoca y empeora todos los problemas citados. De hecho, la velocidad de ascensión es un factor importante, pues fíjese que una persona expuesta brutalmente a una altitud de 8.000 metros, puede caer en coma en pocos minutos. Por lo contrario, si consigue aclimatarse puede llegar a realizar esfuerzos muy intensos y prolongados a esta misma altitud.

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