Las mujeres cuidadoras y la desigualdad de género
La presente revisión está basada en una temática poco conocida pero muy frecuente y representa un verdadero problema de Salud Publica por las múltiples complicaciones. Es de conocimiento mundial que la dependencia, es decir la situación en la que una persona requiere de la ayuda de otro/s para realizar las actividades de la vida diaria, es cada vez un problema más relevante por sus implicaciones sociales, psicológicas, económicas, políticas y familiares (Quinche, 2016).
Revisión sistemática.
Autores.
Álvaro Manuel Quinche Suquilanda 1
Ángel Vicente Ortega Gutiérrez 2
Ana Lorena Ríos Elizalde 3
1 Doctor en Medicina General y Cirugía, Médico Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria del Centro de Salud Nº3, 11D01 Loja – Salud.
2 Doctor en Medicina General y Cirugía, Docente titular del Área de la Salud humana de la Universidad Nacional de Loja; Mgs en Medicina Forense.
3 Doctora en Medicina General y Cirugía, Coordinadora del departamento de discapacidades del distrito de Salud 11D03 Paltas-Salud.
Discapacidad una visión general
La prevalencia de personas con discapacidad en el mundo aumenta cada día más debido, entre otras cosas, al envejecimiento da la población. Los años agregados a la vida aumenta el riesgo de adquirir una discapacidad en las edades avanzadas como secuela de alguna enfermedad o por el deterioro de las capacidades funcionales al envejecer (Alves & Machado, 2008).
Sumase al envejecimiento los accidentes de todo tipo, los conflictos armados, la violencia social, el uso abusivo de drogas y alcohol, los desastres naturales, la desnutrición, la marginalización de grupos sociales y la pobreza extrema que son también considerados causas de la de ciencia (Herrera, 2004).
Para reducir la pobreza y consecuentemente la prevalencia de deficiencias es importante tener un conocimiento tan amplio como sea posible de las características básicas de los diferentes grupos humanos que conforman la sociedad. Este es un primer paso para asegurar una igualdad de oportunidad para todas las personas en todas las esferas de la sociedad. La información estadística coherente, pertinente y oportuna sobre estos grupos, permite que los niveles de decisión puedan establecer un adecuado orden de prioridades para la planificación y ejecución de actividades destinadas a mejorar las condiciones de vida de los mismos, gestionando y administrando con eficiencia los recursos económicos disponibles (Par, 2005).
Es de conocimiento mundial que la dependencia, es decir, la situación en la que una persona requiere de la ayuda de otro/s para realizar las actividades cotidianas, es un problema cada vez mayor por sus implicaciones sociales, psicológicas, económicas, políticas y familiares (Rolland & John, 2000).
En la actualidad el porcentaje de personas con discapacidad según la OMS (2011), es de más de mil millones de personas que representa el 15 % que padecen alguna forma de discapacidad. En el Ecuador existen 640.183 con bajo o ningún nivel de autonomía. De los cuales el 38% necesita de cuidado permanente, siendo según los datos estadísticos el 52% de este grupo cuidados por las madres, las mismas que no sólo asumen las responsabilidades derivadas del cuidado sino también las consecuencias que el mismo conlleva sobre la dinámica familiar, de pareja, sus relaciones sociales, actividades de tiempo libre y cotidianas (Saiz & García, 2008).
La familia como eje principal en el cuidado.
La familia es el primer sistema integral de la sociedad en constante transformación por los diversos ciclos de evolución esperados y no esperados y que dispone de recursos como cohesión, adaptabilidad, normas, valores, conductas para afrontar tensiones, auxilio médico, etc. y cuando se expone a momentos críticos que implican perturbaciones, por ejemplo, la presencia de una enfermedad incapacitante en uno de sus miembros, por lo general aparece la disposición de uno de los miembros como cuidador directo, y se inicia así una alteración en la dinámica familiar, que si no se supera de modo satisfactorio, se puede desarrollar una serie de alteraciones. Para medir su presentación y frecuencia. En 1980 apareció la Burden Interview de Zarit o escala medidora de síndrome de cuidador (Quinche, 2016).
Concepto de cuidador/a
Existe cierta unanimidad a la hora de definir el término como “la prestación de cuidados de salud a personas dependientes por parte de familiares, amigos u otras personas de la red social inmediata, que no reciben retribución económica por la ayuda que ofrecen (Wright & others, 1987).
Aunque esta conceptualización es una de las más utilizadas en la investigación ofrece pocos matices, quedándose obsoleta al margen de los cambios producidos en la sociedad con respecto a la dependencia. Otras definiciones propuestas por organismos oficiales, como la que sugiere la ley de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, delimitan el cuidado no profesional como “la atención prestada a personas en situación de dependencia en su domicilio, por personas de la familia o de su entorno, no vinculadas a un servicio de atención profesionalizada”. En este caso, la definición sigue resultando algo ambigua y muy genérica, y no llega a establecer claramente los límites de la duración de los cuidados, ni a aportar información precisa sobre la figura del cuidador principal (Moya & Albiol, 2012).
Enfoque de género en cuidados de personas dependientes.
Los servicios sociales y sanitarios participan de forma minoritaria en el cuidado continuado de las personas que lo necesitan. La atención informal a la salud plantea dos cuestiones relacionadas con la equidad: las cargas diferenciales del cuidado entre hombres y mujeres, que generan una desigualdad de género, y la inequidad en capacidad de elección y de acceso a recursos y servicios de ayuda según el nivel educativo y socioeconómico, que plantea una desigualdad de clase social. La distribución de la responsabilidad de cuidar entre hombres y mujeres y entre familia y estado constituye un debate crucial de la salud pública.
Las mujeres asumen de forma mayoritaria el papel de cuidadoras principales, se responsabilizan de las tareas más pesadas y demandantes y dedican más tiempo a cuidar. El coste que asumen las mujeres en sus vidas por el hecho de ser cuidadoras es elevado en términos de salud, calidad de vida, acceso al empleo y desarrollo profesional, relaciones sociales, disponibilidad del propio tiempo y repercusiones económicas. Las mujeres de menor nivel educativo, sin empleo y de clases sociales menos privilegiadas configuran el gran colectivo de cuidadoras en nuestro país. Cualquier política de apoyo a cuidadores debería tener en cuenta esta desigual situación de partida y ser evaluada en términos de su impacto en desigualdad de género y clase social (García & Eguiguren, 2004).
Caracterización cotidiana de los cuidadores.
En un estudio rural de 109 cuidadores de personas con discapacidad muy grave y severa, se determino: que la edad media de los cuidadores en el universo de estudio fue de: 62 años, siendo el cuidador de sexo femenino el más frecuente con un porcentaje de 75 personas y con el (69% del universo), en cuanto al parentesco o relación de la persona con discapacidad con el cuidador tenemos que el 58% son los cónyuges, seguido de hijos con el 35% y 7% madres a sus hijos, se determino un 82% cuidadores primarios y un 18% secundarios, únicamente del total de los 109 cuidadores el 12% realizaba actividades laborales y el 82% cuidaba a su familiar y dependía del bono estatal de 240 dólares o bono (Joaquín Gallegos Lara) (Quinche, 2016).
Siendo esta tendencia la que se presenta en la mayoría de estudios realizados en nuestra localidad, siendo la mujer como la principal cuidadora de personas dependientes.
A nivel mundial igualmente se ha visto en múltiples estudios sobre caracterización de cuidadores, la inequidad que existe en el cuidado de personas dependientes, recayendo sobre todo esta actividad en las mujeres, representando este conglomerado de cuidadoras como un grupo vulnerable, las cuales al igual que el resto de la población y la comunidad a tener derechos a una mejor calidad de vida, a una disminución en la sobrecarga del cuidar y en el riesgo para su salud que éste significa.
El sistema de salud ha evolucionado de un modelo paternalista, donde el clínico, según su juicio, creía poder interpretar las preferencias de sus usuarios a un modelo de decisión informada, al usuario, donde el profesional expone las opciones disponibles y él decide la alternativa que considere se adapte a sus expectativas. Situación que no deja de tener un riesgo, dado que la participación del cuidado formal no ha sido muy extensiva y la solicitud de apoyo desde la comunidad ha sido desplazada a otras instancias.
La mujer sobrerrepresentada en el rol de cuidadora informal asume la continuidad del cuidado de la salud en el interior del hogar, en el ámbito de lo privado en forma inequitativa, es por ello que se pretende investigar esta temática y propiciar la creación de programas específicos dirigidos a las cuidadoras, asignación de recursos, incorporación del enfoque de género en lo que compete al cuidado de personas dependientes la necesidad del apoyo formal y un mayor cuidado e intervención de Enfermería.
La mujer como cuidadora habitual
El inicio de la invisibilidad de la cuidadora informal se da a partir de la asignación del rol de cuidadores en el contexto socio-cultural de mujeres y hombres sobre sus actitudes y conductas; donde el cuidado es algo inherente a toda cultura humana y es la mujer a lo largo de la historia responsable por la salud física y mental de la familia en el proceso salud y enfermedad (Vaquiro & Stiepovich 2010).
La carga diferenciada en la distribución del papel de cuidadores entre hombres y mujeres y la presencia del género femenino en el cuidado es un hecho; aunque ello no significa que el cuidado sea realizado en exclusividad por mujeres. Sin embargo, el cuidado asume una connotación de feminización e inequidad donde el perfil típico de las personas que asumen el papel de cuidadora principal es el de una mujer sin empleo, de menos nivel educativo, responsable de las tareas domésticas, de clase social baja, familiar directo y quien convive con la persona que cuida, ejerce actividades de prevención como de cuidado respecto a la salud familiar y no sólo cuida, sino que apoya y ayuda a otras mujeres en el cuidado (García & Maroto, 2004).
La mujer asume el cuidado como un compromiso moral, natural, marcado por el afecto, socialmente a un costo alto, definido como responsabilidad, tarea impuesta, deber sancionable no valorada, ni remunerada, hasta el momento en que estos cuidados no son asumidos. Mientras que en el género masculino el cuidado se da como una opción (Vaquiro & Stiepovich, 2010).
Lo que resalta la existencia de una diferente valoración social respecto al desarrollo de estas tareas y el sesgo de género que esto supone; a pesar de ello, y al valioso aporte del género femenino dentro del sistema de salud, el ejercer la función intermediaria entre el enfermo dependiente y los sistemas sanitarios son invisibles, únicamente se hacen evidentes cuando estos cuidados no son asumidos (Valderrama, 2006).