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Necesidades de la persona anciana. Enfermería

medición estarán en relación directa con el objetivo de los cuidados. Si el objetivo es conseguir la adaptación del anciano a los posibles déficit originados por su situación de salud, los parámetros que hay que medir irán encaminados a conocer las posibilidades y los recursos con los que cuenta la persona para poner en marcha estrategias específicas de adaptación. Si el objetivo de nuestros cuidados es conseguir la máxima independencia posible en la satisfacción de las catorce necesidades, los parámetros que deberemos considerar reflejarán el perfil de independencia y cuáles son las causas que dificultan la consecución del máximo nivel alcanzable en cada caso.

Los parámetros se formularán de forma clara, concisa y específica. Cada uno de ellos se referirá a un aspecto concreto y establecerá niveles de dificultad en la consecución del objetivo de cuidados (independencia, adaptación, funcionalidad…).

Mediante el registro de la valoración de las capacidades de los ancianos que nos llevará a identificar los problemas y por tanto a determinar a qué nivel debemos intervenir, conseguimos gestionar los recursos personales y también materiales del servicio de Enfermería.

Escalas de valoración

La valoración geriátrica y dentro de ésta la valoración de la esfera funcional, permite diseñar tratamientos integrales y planes de cuidados adaptados a las condiciones individuales de los pacientes. Hoy en día, se ha generalizado el uso de escalas con el objetivo de conocer la situación basal del paciente, determinar el impacto de la enfermedad actual, transmitir información objetiva, poder monitorizar los cambios y en último término, establecer tratamientos específicos y valorar la respuesta a los mismos.

Por función se entiende la capacidad de ejecutar las acciones que componen nuestro quehacer diario de manera autónoma, es decir, de la manera deseada a nivel individual y social. El deterioro funcional es predictor de mala evolución clínica y de mortalidad en pacientes mayores, independientemente de su diagnóstico.

El objetivo de las escalas de valoración funcional es determinar la capacidad de una persona para realizar las actividades de la vida diaria de forma independiente (2). Las actividades de la vida diaria (AVD) se pueden dividir en básicas, instrumentales y avanzadas. Las actividades básicas de la vida diaria (ABVD) miden los niveles funcionales más elementales (comer, usar el retrete, contener esfínteres) y los inmediatamente superiores (asearse, vestirse, andar) que constituyen las actividades esenciales para el autocuidado.

Son actividades universales, se realizan en todas las latitudes y no están influidas ni por factores culturales ni por el sexo. Un aspecto importante es que su deterioro se produce de manera ordenada e inversa a su adquisición durante el desarrollo en la infancia. Se miden mediante la observación directa siendo las escalas más utilizadas el Índice de Katz (IK) y el Índice de Barthel (IB).

Las actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD) miden aquellas funciones que permiten que una persona pueda ser independiente dentro de la comunidad (capacidad para hacer la compra, la comida, realizar la limpieza doméstica, el manejo de las finanzas…), es decir, actividades que permiten la relación con el entorno. Su principal limitación es su dependencia de factores como el sexo, la cultura y preferencias personales. Su medida suele basarse en el juicio y no en la observación. Son más útiles que las actividades básicas de la vida diaria (ABVD) para detectar los primeros grados de deterioro y en su evaluación se utiliza principalmente la Escala de Lawton y Brody (ELB).

Dentro de las actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD) se incluyen actividades avanzadas de la vida diaria (AAVD) que valoran funciones más complejas como la realización de actividades de ocio, religiosas, deportes, trabajos o el transporte.

Para la medición de la dependencia frente a las actividades básicas de la vida diaria (ABVD), siguiendo las recomendaciones propuestas por diversos investigadores hemos elegido el índice de Barthel. No existen datos suficientes para afirmar que una escala es mejor que la otra. El Índice de Barthel (IB) tiene mayor sensibilidad a pequeños cambios y mide mayor número de funciones.

Su objetivo es evaluar las capacidades funcionales del anciano, teniendo en cuenta su autonomía física e instrumental en las actividades básicas de la vida diaria (ABVD). La información necesaria se obtiene a partir del cuidador principal de cada anciano. Este instrumento proporciona una puntuación basada en la evaluación de 10 actividades de automantenimiento: comer, lavarse, vestirse, arreglarse, usar el retrete (control de esfínteres, deposiciones, micción), subir/bajar escaleras, trasladarse (o manejar una silla de ruedas) y deambular. En cada una se asigna un valor que puede ser 15, 10, 5 o 0 en función de que el individuo sea capaz de realizar independientemente la actividad, lo haga con ayuda o la desarrolle de forma dependiente. Los resultados discriminan diversos niveles de dependencia, considerando como máxima independencia un resultado de 100 puntos (90 para personas en silla de ruedas), y significa independencia en todos los ítems; dependencia leve con puntuación igual o superior a 60 puntos; dependencia moderada de 40 a 55 puntos; dependencia severa de 20 a 35 puntos; y dependencia total con menos de 20 puntos. De esta forma se cuantifica el nivel de independencia-dependencia que el anciano tiene en la realización de las actividades básicas de la vida diaria (ABVD).

Conclusiones

La valoración no pretende sólo recoger información sino también interpretarla. En esta interpretación se incluye la identificación de las situaciones que originan los problemas, es decir las causas de los problemas reales, la interacción entre ellas y las posibles repercusiones en la aparición de nuevos problemas.

Cuando trabajamos con personas ancianas nos damos cuenta que tiene tanta importancia el nivel de salud actual como el peso de las complicaciones posteriores o derivadas de esa situación primitiva.

Sólo la identificación de las causas nos podrá orientar sobre la naturaleza de nuestra intervención.

Para ello es imprescindible un trabajo inter disciplinar. La aportación de los distintos profesionales en el trabajo con personas mayores abre un abanico de posibilidades de ayuda a las distintas situaciones de salud que puedan plantearse. Si el objetivo de la atención gerontológica es asumir una atención integral, continuada y de calidad, sólo puede ser contemplada si se implican en el cuidado otras disciplinas. Sin embargo la atención debe estar coordinada y los objetivos que hay que alcanzar estarán encaminados a