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Nutrición antioxidante en la patología ocular

muchas condiciones que vienen con la edad relacionadas con el estrés oxidativo (11,12).

CHÍA, importante antioxidante vegetal: La Chía (Salvia hispánica L.) es una planta anual, de verano, que pertenece a la familia de las Lamiaceae; es originaria de áreas montañosas de México y si bien resulta una verdadera novedad, se sabe que hace ya 3500 años a.C. era conocida como un importante alimento – medicina. En la época precolombina era para los mayas uno de los cuatro cultivos básicos destinados a su alimentación, junto al maíz, el poroto y el amaranto.

Los estudios epidemiológicos demuestran la relación específica entre la alimentación deficiente en nutrientes esenciales y la aparición de enfermedades degenerativas como la Degeneración Macular, Retinosis Pigmentarias entre otras. La prevención primaria y secundaria de dichas enfermedades pone en relieve que si se consigue una alimentación equilibrada, estaría a favor de un enfoque más prometedor en la prevención de patologías, así como un medio mucho más eficaz para el tratamiento de las mismas.

Existe un grupo de ácidos grasos poli-insaturados que se denominan ácidos grasos esenciales (AGE), los cuales son muy importantes para la nutrición humana pero no pueden sintetizarse en el organismo humano y deben ser incorporados a partir de la dieta.

Los ácidos grasos esenciales (AGE) para el hombre son: los ácidos grasos Omega – 3 (ácido a – linolénico y sus derivados de cadena larga) y los ácidos grasos Omega – 6, cuyo precursor es el ácido linoleico.

La evidencia sugiere que los ácidos grasos Omega – 3 juegan un rol importante en la membrana celular. La función de éstos ácidos grasos, es aportar mayor flexibilidad a las membranas celulares, permitiendo el movimiento de proteínas en su superficie y dentro de la bicapa lipídica.

Si bien la moderna investigación de la chía se basa en su gran aporte de ácidos grasosesenciales, estos pequeños aquenios, llamados comúnmente “semillas”, deben ser considerados como excelentes integradores alimentarios, dada su riqueza en componentes nutricionales. Las semillas de chía representan la fuente vegetal con más alta concentración de Omega 3. Poseen un 33% de aceite, del cual el ácido linolénico representa el 62% y el linoleico el 20%. La chía es el cultivo con mayor porcentaje de ácidos grasos esenciales (AGE) al tener el 82% de sus lípidos con dicha característica.

Las semillas de chía contienen una muy buena cantidad de compuestos con potente actividad antioxidante (principalmente flavonoides), eliminando la necesidad de utilizar antioxidantes artificiales como las vitaminas. Se ha demostrado que las vitaminas antioxidantes anulan los efectos protectores de las drogas cardiovasculares. El problema de ingerir insuficientes antioxidantes desaparece con una mayor cantidad de alfa – linolénico de origen vegetal, lo que genera otra ventaja sobre los ácidos grasos omega – 3 provenientes de productos de origen marino.

Los antioxidantes protegen de tumores, afecciones cardiovasculares, inflamaciones, virus y radicales libres. Más allá de su excelente perfil lipídico, la chía tiene buena dosis de proteína (23%), aminoácidos esenciales, entre ellos la lisina, limitante en los cereales. La chía no posee gluten, o sea que puede ser consumida por los celíacos. En materia de vitaminas, es una buena fuente del grupo B. La carencia de vitamina B favorece la formación de depósitos de placas en las paredes arteriales e incrementa el riesgo de afecciones cardiovasculares.

Pero es en materia de minerales que la chía vuelve a destacarse. Posee 714 mg de Ca en la semilla entera y 1180 mg en las semillas parcialmente desgrasadas (harina); para dar una idea, la leche tiene apenas 125 mg, o sea entre 6 y 10 veces menos. Además posee gran riqueza en hierro (16,4 mg), magnesio (390 mg), potasio (700 mg) y fósforo (1.057 mg). La chía también contiene buenos valores de cinc y manganeso, siendo muy pobre en sodio. Otra virtud de la chía es su buena cantidad (27%) y calidad de fibra, sobre todo en forma de fibra soluble (mucílagos). Este tipo de fibra retarda el índice de glucosa en sangre y reduce la absorción de colesterol.

Las semillas de chía aportan los siguientes efectos:

Antioxidante, antiagregante plaquetario, antiinflamatorio, antimutagénico, anticarcinogénetico, antiviral, laxante, hipotensor, hipocolesterolemiante, hipoglucemiante, inmunoestimulante, tónico cardíaco y nervioso, y alimento mineralizante, vitamínico y proteico.

El consumo de chía resulta útil en casos de celiaquía, depresión, estrés, diabetes, obesidad, problemas gastrointestinales, tumores, artritis, asma, afecciones cardiovasculares y pulmonares, soriasis, arteriosclerosis, anemias, embarazo, lactancia, crecimiento, convalecencias y debilidad inmunológica. La chía puede utilizarse a través del aceite de sus semillas, cultivadas en forma orgánica, prensadas en frío y sin proceso de refinado. Dado su alto contenido de Omega-3, bastaría con ingerir apenas unos gramos de aceite (una cucharadita) en crudo, a fin de cubrir las necesidades diarias de ácido linolénico. Dada la baja proporción de Omega – 6 en su composición, la mezcla con aceite de girasol permite obtener un equilibrado suplemento de ácidos grasos esenciales (AGE), con la relación ideal entre los omegas 6 y 3 de 4 a 1. Son aceites para consumir en frío y sin proceso alguno de cocción, a fin de preservar sus delicados principios nutricionales (13).

SOLANUM LYCOPERSICUM L. Actividad antioxidante, el consumo regular de tomate y sus derivados puede ayudar a mejorar la capacidad de defensa del organismo frente al estrés oxidativo, debido a su contenido en flavonoides, carotenoides y polifenoles, (potentes antioxidantes), contenido que puede variar según el cultivar.

Estudios realizados en humanos muestran que el consumo de tomate y productos a base de esta horta­liza, por un tiempo determinado, puede aumentar la protección del ADN ante el daño inducido por ROS. Este efecto que puede explicarse por la sinergia de los diferentes antioxidantes presentes en el tomate. Adicionalmente, una dieta rica en productos procesados de tomate (salsa, pasta, sopa, jugo y con­serva) permite obtener una disminución significativa de la peroxidación de lípidos y oxidación de LDL. En experimentos realizados en ratas se observó que el consumo de diferentes suplementos de tomates dismi­nuyó la susceptibilidad a la oxidación de microsomas hepáticos, la peroxidación lipídica  y el estrés oxidativo.

Originalmente la actividad antioxidante del tomate se asoció principalmente a su contenido de licopeno. Sin embargo, el tomate es fuente de ácido ascórbico, polife­noles y flavonoides que también tienen esta actividad, y que probablemente