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Revisión bibliográfica: relación entre la lipoproteína (a) y el infarto agudo de miocardio

Revisión bibliográfica: relación entre la lipoproteína (a) y el infarto agudo de miocardio

Autora principal: Irene Torán Bellido

Vol. XX; nº 17; 922

Literature review: relationship between lipoprotein (a) and acute myocardial infarction

Fecha de recepción: 27 de julio de 2025
Fecha de aceptación: 1 de septiembre de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 17 – Primera quincena de Septiembre de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 17; 922

Autores:

Irene Torán Bellido, Enfermera Especialidades HOP Teruel
Andrea Ibáñez Romero, Enfermera Especialidades HOP Teruel
Patricia Cortés Egeda, Enfermera HOP Teruel
Ana María Luca Simón, Enfermera HOP Teruel
Irene Sanz Gómez, Enfermera HOP Teruel

Resumen

El infarto agudo de miocardio (IAM) es una de las principales causas de muerte a nivel mundial y suele estar relacionado con la aterosclerosis. Si bien los factores de riesgo clásicos como hipertensión, diabetes y tabaquismo han sido ampliamente estudiados, en los últimos años ha cobrado relevancia la lipoproteína (a) [Lp(a)] como un marcador independiente de riesgo cardiovascular.

La Lp(a) es una partícula lipídica formada por una LDL unida a la apolipoproteína (a), cuya estructura se asemeja al plasminógeno, confiriéndole propiedades proinflamatorias y antitrombóticas. Su concentración está determinada casi exclusivamente por la genética y no se ve afectada significativamente por el estilo de vida ni por tratamientos convencionales como las estatinas.

Diversos mecanismos explican su rol en la aterogénesis y trombosis: atraviesa el endotelio, favorece la formación de células espumosas, induce inflamación, y dificulta la fibrinólisis. Estos procesos contribuyen a la formación de placas vulnerables que pueden romperse y causar IAM.

Se ha demostrado que niveles elevados de Lp(a), especialmente por encima de 50 mg/dL, se asocian con un mayor riesgo de eventos cardiovasculares, incluso en ausencia de otros factores clásicos. Incorporar la medición de Lp(a) podría mejorar la detección precoz del riesgo cardiovascular, especialmente en pacientes jóvenes o con antecedentes familiares de enfermedad precoz.

A pesar de su relevancia, su uso clínico aún es limitado por la falta de estandarización en la medición y la ausencia de tratamientos específicos. No obstante, nuevas terapias en desarrollo, como los oligonucleótidos antisentido y el ARN de interferencia, muestran resultados prometedores.

Palabras clave

lipoproteína (a), infarto, arteriosclerosis, riesgo, cardiovascular

Abstract

Acute myocardial infarction (AMI) is one of the leading causes of death worldwide and is often associated with atherosclerosis. While classical risk factors such as hypertension, diabetes, and smoking have been extensively studied, in recent years lipoprotein(a) [Lp(a)] has gained attention as an independent cardiovascular risk marker.

Lp(a) is a lipid particle composed of an LDL molecule covalently bound to apolipoprotein(a), whose structure resembles plasminogen, giving it proinflammatory and antithrombotic properties. Its plasma concentration is determined almost entirely by genetics and is not significantly influenced by lifestyle or conventional treatments such as statins.

Several mechanisms explain its role in atherogenesis and thrombosis: it can penetrate the endothelium, promote the formation of foam cells, trigger inflammation, and impair fibrinolysis. These processes contribute to the development of vulnerable plaques that may rupture and cause AMI.

Elevated levels of Lp(a), particularly above 50 mg/dL, have been shown to be associated with an increased risk of cardiovascular events, even in individuals without traditional risk factors. Incorporating Lp(a) measurement could enhance early detection of cardiovascular risk, especially in young patients or those with a family history of premature cardiovascular disease.

Despite its importance, clinical use of Lp(a) remains limited due to lack of standardized measurement methods and the absence of specific therapies. However, emerging treatments, such as antisense oligonucleotides and RNA interference therapies, are showing promising results.

Keywords

lipoprotein (a), infarction, arteriosclerosis, risk, cardiovascular

Introducción

El infarto agudo de miocardio (IAM) constituye una de las principales causas de muerte a nivel global. Este evento clínico, derivado de la interrupción súbita del flujo sanguíneo coronario, está intrínsecamente relacionado con el proceso aterosclerótico. Durante décadas, los factores de riesgo convencionales, tales como la hipercolesterolemia, la hipertensión arterial, el tabaquismo y la diabetes mellitus, han sido ampliamente estudiados y abordados en estrategias preventivas y terapéuticas. Sin embargo, el reconocimiento de nuevas variables ha ampliado el horizonte etiopatogénico de la enfermedad cardiovascular.1,2

En este contexto, la lipoproteína (a) —abreviada Lp(a)— ha emergido como un biomarcador independiente de riesgo cardiovascular. Esta lipoproteína posee características estructurales y funcionales que la distinguen de otras partículas lipídicas, en particular por su potencial arteriogénico y trombogénico. A pesar de su identificación desde hace más de medio siglo, su inclusión en la práctica clínica ha sido lenta, en parte por la dificultad en su medición estandarizada y la falta de tratamientos efectivos dirigidos.1

Esta revisión bibliográfica tiene por objetivo profundizar en la evidencia científica actual sobre la relación entre Lp(a) y el infarto agudo de miocardio. El abordaje del tema se centrará en su estructura molecular, los mecanismos patológicos asociados, los datos epidemiológicos y clínicos que sustentan su papel como factor de riesgo, así como las posibles intervenciones terapéuticas en desarrollo.

Desarrollo

Estructura y función de la lipoproteína (a)

La Lp(a) se compone de una partícula de LDL-c unida covalentemente a la Apo(a) mediante un puente disulfuro. La Apo(a) comparte una alta homología con el plasminógeno, lo que le confiere propiedades anticoagulantes y proinflamatorias. La concentración plasmática de Lp(a) está determinada en gran medida por factores genéticos y presenta una variabilidad significativa entre individuos. A diferencia de otras lipoproteínas, los niveles de Lp(a) no se modifican sustancialmente con cambios en el estilo de vida o con el uso de medicamentos convencionales como las estatinas.1

Los niveles plasmáticos de Lp(a) están fuertemente determinados por la genética, particularmente por el número de repeticiones kringle IV tipo 2 en el gen LPA. A menor número de repeticiones, mayor concentración plasmática. Además, estos niveles son relativamente estables a lo largo de la vida y poco influenciables por factores ambientales o modificaciones del estilo de vida.1,3

Mecanismos fisiopatológicos de la Lp(a) en la arteriosclerosis

La Lp(a) contribuye al desarrollo de la arteriosclerosis a través de diversos mecanismos:

Infiltración en la íntima arterial: La Lp(a) puede atravesar la barrera endotelial y depositarse en la capa íntima de las arterias, donde favorece la formación de placas de ateroma.

Oxidación y formación de células espumosas: La Lp(a) es susceptible a la oxidación, lo que facilita su captación por los macrófagos y su transformación en células espumosas, contribuyendo al crecimiento de la placa aterosclerótica.

Inflamación y disfunción endotelial: La Lp(a) induce la expresión de moléculas de adhesión y citoquinas proinflamatorias, promoviendo la infiltración de leucocitos y la disfunción endotelial.

Inhibición de la fibrinólisis: La Apo(a) inhibe la activación del plasminógeno, reduciendo la capacidad de disolución de los coágulos y favoreciendo la trombosis.2,3

Estos mecanismos hacen que la Lp(a) sea más aterogénica que la LDL-c convencional, ya que combina las propiedades de la LDL-c con las de la Apo(a), potenciando la formación de placas inestables y la aparición de eventos cardiovasculares agudos.1

Lp(a) como marcador de riesgo cardiovascular

Diversos estudios han demostrado que niveles elevados de Lp(a) están asociados con un mayor riesgo de IAM, incluso en individuos sin factores de riesgo clásicos. Se subraya la importancia de considerar la medición de Lp(a) en la evaluación del riesgo cardiovascular, especialmente en pacientes con perfiles atípicos o en aquellos con antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular prematura. El rol de Lp(a) en la enfermedad cardiovascular se explica por su participación en varios procesos patológicos clave:3

Aterogénesis acelerada

La Lp(a), al igual que la LDL, puede infiltrarse en la íntima vascular, donde sufre oxidación. Este proceso da lugar a la captación por macrófagos y la formación de células espumosas, paso inicial en la generación de la placa de ateroma. Sin embargo, la Apo(a) potencia este efecto al inducir una respuesta inflamatoria mayor que otras lipoproteínas.3,4

Efecto proinflamatorio

La lipoproteína (a) estimula la liberación de citocinas como la interleucina-6 (IL-6) y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), así como la expresión de moléculas de adhesión (VCAM-1, ICAM-1) que favorecen la migración de leucocitos hacia la pared arterial. Esta inflamación crónica agrava la progresión de la lesión aterosclerótica.3,4

Interferencia con la fibrinólisis

Uno de los mecanismos más distintivos de la Lp(a) es su capacidad para inhibir la fibrinólisis. La Apo(a), por su similitud con el plasminógeno, actúa como un inhibidor competitivo de la unión del plasminógeno a la fibrina, dificultando la formación de plasmina y, por ende, la lisis del coágulo. Este efecto favorece un estado protrombótico que contribuye a la oclusión coronaria en el contexto del IAM.2,4

Formación de placas vulnerables

Se ha sugerido que la Lp(a) puede contribuir a la inestabilidad de la placa aterosclerótica, aumentando el riesgo de ruptura de la misma y la consiguiente formación de un trombo que obstruya el flujo coronario.3

Evidencia clínica y recomendaciones

Numerosos estudios epidemiológicos han demostrado una asociación significativa entre niveles elevados de Lp(a) y la incidencia de eventos cardiovasculares mayores, incluyendo infarto agudo de miocardio, accidente cerebrovascular isquémico y estenosis aórtica calcificada.4

Concretamente dos estudios (Framingham Offspring Study, el Copenhagen City Heart Study y el LURIC Study), han documentado que concentraciones de Lp(a) superiores a 50 mg/dL están asociadas con un riesgo aumentado de eventos coronarios. En particular, los individuos con niveles por encima del percentil 80 presentan hasta el doble de riesgo de IAM.1,4

En la literatura médica se han reportado múltiples casos en los que pacientes sin factores de riesgo tradicionales sufren IAM, como por ejemplo lo es el nivel elevado de colesterol LDL, pero paralelamente se descubre que presentan altos niveles de Lp(a). Estas observaciones han impulsado un llamado a incluir la medición de Lp(a) en evaluaciones de riesgo cardiovascular, especialmente en pacientes jóvenes con enfermedad prematura o antecedentes familiares positivos, pero independientemente del colesterol LDL y otros factores clásicos.4,5

Dada la importancia que cobra este parámetro, las guías europeas de prevención cardiovascular (ESC/EAS) recomiendan la medición de Lp(a) al menos una vez en la vida, particularmente en personas con historia familiar de enfermedad cardiovascular precoz. Sin embargo, la principal barrera para una adopción más generalizada ha sido la falta de estandarización en la medición (variabilidad entre métodos inmunoquímicos) y la ausencia de tratamientos específicos con eficacia demostrada para su reducción.3,4

Tratamiento

Actualmente, las opciones terapéuticas para reducir Lp(a) son escasas:

Estatinas: aunque reducen LDL-c, pueden aumentar ligeramente Lp(a).

Niacina: Disminuye modestamente Lp(a), pero su uso se ha limitado por falta de beneficios clínicos en ensayos grandes.

Inhibidores de PCSK9: Reducen Lp(a) en un 20–30%, aunque no es su efecto primario.

Aféresis de lipoproteínas: Útil en casos graves, pero costosa y poco disponible.3,5

También existen terapias emergentes en líneas de investigación:

Oligonucleótidos antisentido (ASO): pelacarsen (AKCEA-APO(a)-LRx). Inhiben la síntesis hepática de Apo(a). En estudios de fase 2 han mostrado reducciones de Lp(a) de hasta el 80%.

ARN de interferencia (RNAi): olpasiran. Otra estrategia que actúa a nivel postranscripcional para reducir Apo(a). Los ensayos clínicos en curso evaluarán su efecto sobre eventos cardiovasculares.3,5

Estos nuevos enfoques ofrecen una ventana de esperanza para pacientes con hiperLp(a) significativa, especialmente aquellos con IAM sin causa aparente o que no responden al tratamiento convencional.5

Conclusiones

La lipoproteína (a) representa un elemento clave en la comprensión moderna del riesgo cardiovascular, particularmente en la fisiopatología del infarto agudo de miocardio. La evidencia científica acumulada en las últimas décadas ha demostrado que la Lp(a) no solo actúa como un mero biomarcador, sino que desempeña un papel activo y multifacético en la promoción de la aterosclerosis y la trombosis coronaria. Su estructura molecular única —caracterizada por la presencia de la apolipoproteína(a)— le confiere propiedades tanto aterogénicas, al favorecer la acumulación lipídica y la inflamación en la pared arterial, como procoagulantes, al inhibir la fibrinólisis y promover la formación de trombos.1,4

Desde un punto de vista clínico, la identificación de niveles elevados de Lp(a) se ha asociado consistentemente con un incremento significativo en la incidencia de eventos cardiovasculares adversos, incluido el IAM, incluso en pacientes que carecen de factores de riesgo tradicionales o presentan perfiles lipídicos considerados normales. Esto implica que la medición de Lp(a) puede mejorar sustancialmente la estratificación del riesgo cardiovascular, permitiendo una detección precoz de individuos que podrían beneficiarse de intervenciones preventivas más intensivas.2,4

No obstante, a pesar de su importancia, la integración de la Lp(a) en la práctica clínica rutinaria enfrenta desafíos notables. La variabilidad en los métodos analíticos y la falta de un consenso internacional para la estandarización de sus mediciones dificultan su interpretación uniforme. Además, la ausencia hasta la fecha de tratamientos farmacológicos específicos y seguros dirigidos a su reducción limita el manejo terapéutico personalizado. Las terapias convencionales, como las estatinas, no ejercen un efecto significativo sobre sus niveles, y algunas incluso podrían incrementarlos, lo que subraya la necesidad de nuevas estrategias terapéuticas.3

En este sentido, los avances en biotecnología molecular abren una puerta prometedora para el tratamiento de la hiperLp(a). Las terapias emergentes basadas en oligonucleótidos antisentido y ARN de interferencia están mostrando resultados alentadores en la reducción de Lp(a), con potencial para traducirse en beneficios clínicos en la prevención secundaria y primaria del IAM. Sin embargo, es imprescindible continuar con estudios clínicos a gran escala que evalúen no solo la eficacia en la disminución de Lp(a), sino también su impacto real en la reducción de eventos cardiovasculares y la seguridad a largo plazo.3,5

Por tanto, se concluye que la lipoproteína (a) constituye un factor de riesgo cardiovascular de gran relevancia, cuyo papel en el infarto agudo de miocardio es innegable. Su evaluación clínica debe ser incorporada de manera más amplia, especialmente en pacientes con antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular prematura o en aquellos con eventos isquémicos inexplicables. Asimismo, la investigación continua es fundamental para perfeccionar métodos de detección y desarrollar tratamientos efectivos que permitan mitigar su impacto negativo sobre la salud cardiovascular global.3,5

Bibliografía

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