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Síndrome Retroviral Agudo: Perspectiva clínica para un manejo Integral

Síndrome Retroviral Agudo: Perspectiva clínica para un manejo Integral

 Autora principal: Laura Morales Roldán

Vol. XX; nº 05; 169

Acute retroviral syndrome: Clinical perspective for comprehensive management

Fecha de recepción: 03/02/2025

Fecha de aceptación: 03/03/2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XX. Número 05 Primera quincena de Marzo de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 05; 169

Autores:

Dra. Laura Morales Roldán, investigadora independiente, San José Costa Rica, https://orcid.org/0000-0002-2427-9531

Dr. Diego Cerdas Soto

Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica.

Orcid: 0000- 0001- 7637- 0030

Código Médico 16642

Dr. Cesar López Acevedo

Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica.

Orcid: 0009- 0001- 1848- 6710

Código Médico 17205

Dr. Ignacio Pujol Jara

Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica.

Orcid: 0009- 0002- 4761- 5881

Código Médico 16553

Los autores de este manuscrito declaran que:

Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El manuscrito es original y no contiene plagio.

El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.

Resumen:

El síndrome retroviral agudo (SRA) es la fase inicial de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), caracterizada por una alta carga viral y síntomas inespecíficos como fiebre, erupciones y dolor de garganta. Epidemiológicamente, afecta principalmente a hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y representa el 20% de las transmisiones del virus. Los factores de riesgo incluyen prácticas sexuales de alto riesgo, uso de drogas inyectables y falta de acceso a servicios de salud. El diagnóstico temprano se realiza mediante pruebas de ARN viral y antígeno p24, ya que las pruebas serológicas no son efectivas en esta fase. El tratamiento antirretroviral (TAR) temprano reduce la carga viral y mejora la función inmunológica, además de prevenir la formación de reservorios virales. Las complicaciones, aunque son inusuales, comprenden meningitis aséptica y encefalitis. El pronóstico mejora con el TAR precoz, aunque persisten riesgos de inflamación crónica. La adherencia al tratamiento es crucial para evitar complicaciones a largo plazo.

Palabras clave: Síndrome retroviral agudo, infección aguda por VIH, fase aguda, infección primaria.

Abstract:

Acute retroviral syndrome (ARS) is the initial phase of HIV infection, characterized by a high viral load and nonspecific symptoms such as fever, rash, and sore throat. Epidemiologically, it mainly affects men who have sex with men and represents 20% of virus transmissions. Risk factors include high-risk sexual practices, injection drug use, and lack of access to health services. Early diagnosis is made by viral RNA and p24 antigen tests, since serological tests are not effective in this phase. Early antiretroviral treatment (ART) reduces viral load and improves immune function, in addition to preventing the formation of viral reservoirs. Complications, although unusual, include aseptic meningitis and encephalitis. The prognosis improves with early ART, although risks of chronic inflammation persist. Adherence to treatment is crucial to avoid long-term complications.

Keywords: Acute retroviral syndrome, acute HIV infection, acute phase, primary infection.

Introducción:

El síndrome retroviral agudo (SRA) es la fase inicial de la infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), que ocurre en las primeras semanas después de la exposición al virus, antes de que el organismo desarrolle anticuerpos detectables (1,2,3). Esta etapa se caracteriza por una replicación viral exponencial que genera una carga viral muy alta (3,4,5). El VIH se disemina rápidamente a través de las membranas mucosas y el tejido linfoide local, infectando el sistema inmunológico y, en muchos casos, el sistema nervioso central (SNC), donde establece reservorios virales (3,6,7).

Clínicamente, el SRA se presenta con síntomas inespecíficos como fiebre, erupciones cutáneas, dolor de garganta, linfadenopatías y mialgias, que suelen confundirse con otras infecciones virales (3,8,9). Aproximadamente el 20% de las transmisiones de VIH ocurren durante el SRA, lo que subraya la necesidad de un diagnóstico temprano y una intervención rápida (2).

El diagnóstico de esta etapa se realiza principalmente mediante la detección de ARN viral y/o antígeno p24, ya que las pruebas serológicas no son efectivas en esta fase  inicial (1,8). Además, se utilizan Las pruebas confirmatorias como el Western Blot y el inmunoensayo lineal (LIA),  las cuales son altamente sensibles y específicas (1). A pesar de la dificultad diagnóstica, el SRA presenta una oportunidad única para iniciar el tratamiento antirretroviral (TAR) de forma breve. El inicio temprano del TAR puede limitar la propagación del virus, reducir la inflamación y mejorar la función inmunológica, lo que contribuye a un mejor pronóstico a largo plazo (1,7,10). Asimismo, la terapia en esta etapa puede prevenir la formación de reservorios virales latentes, un factor clave en la progresión de la enfermedad y el desarrollo del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) (6,11).

Desde una perspectiva epidemiológica, se estima que hasta el 75% de las personas con infección reciente por VIH experimentan el SRA (9). Este periodo de alta infectividad afecta a diversas poblaciones, pero es especialmente prevalente entre los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, un grupo con un riesgo elevado de exposición al VIH (2,11). A nivel global, se calcula que en 2020 hubo 1.5 millones de nuevas infecciones por VIH, muchas de las cuales ocurrieron durante el SRA (1,5).

El SRA también se asocia con una serie de manifestaciones atípicas, incluidas complicaciones neurológicas, como cefalea, neuropatías periféricas y encefalitis, sin embargo, estas varían considerablemente entre los pacientes (9). Un estudio prospectivo reveló que el 30% de los pacientes con síndrome retroviral agudo mostraron manifestaciones atípicas, con una mayor afectación en los sistemas gastrointestinal y nervioso. Estos hallazgos sugieren que una proporción significativa de pacientes podría presentar síntomas distintos a los característicos del SRA (9).

El objetivo principal de esta revisión es proporcionar una visión clara y comprensiva del síndrome retroviral agudo, abarcando su epidemiología, factores de riesgo, manifestaciones clínicas, métodos diagnósticos, opciones terapéuticas, complicaciones asociadas y su impacto en el pronóstico de los pacientes.

Metodología:

Para esta revisión bibliográfica, se realizó una búsqueda en bases de datos, como ClinicalKey, PubMed, ScienceDirect y Elsevier, utilizando criterios específicos de inclusión y exclusión. Se consideraron únicamente documentos publicados en inglés y español entre los años 2020 y 2025. La búsqueda se estructuró empleando términos clave como “Síndrome retroviral agudo”, “infección aguda por VIH”, “fase aguda” e “infección primaria”.

En total, se seleccionaron 16 referencias bibliográficas, entre las cuales se incluyeron estudios clínicos, revisiones sistemáticas y reportes de casos. Los hallazgos se organizaron en distintas secciones temáticas que abordan de manera integral los aspectos más relevantes del síndrome retroviral agudo, tales como epidemiología, factores de riesgo, manifestaciones clínicas, diagnóstico, tratamiento, complicaciones y pronóstico.

Epidemiología:

El síndrome retroviral agudo forma parte de la epidemiología global del VIH, que continúa afectando a millones de personas. En 2019, se registraron aproximadamente 38 millones de personas viviendo con el virus, y en 2020 se estimaron 1.5 millones de nuevas infecciones a nivel mundial (1,5). En Ecuador, ese mismo año, se calculaba que 45,056 personas convivían con VIH, y se notificaron 3,823 casos nuevos, una disminución atribuida a las limitaciones en el acceso a los servicios de salud y tamizaje generadas por la pandemia de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) (1).

La fase aguda de la infección por VIH, que incluye el SRA, desempeña un papel crucial en la transmisión del virus, contribuyendo a cerca del 20% de los nuevos casos debido a la elevada carga viral característica de esta etapa (6). Se estima que alrededor del 75% de las personas recientemente infectadas presentan síntomas del SRA, aunque estos suelen ser inespecíficos, lo que dificulta su identificación (9).

Desde el punto de vista neurológico, las manifestaciones del SRA son diversas, con una incidencia que varía entre el 8% y el 60%. La meningitis aséptica es la presentación más común, seguida de afecciones menos frecuentes como encefalitis o ataxia cerebelosa. Estas complicaciones reflejan la capacidad del VIH para infiltrarse tempranamente en el sistema nervioso central y desencadenar respuestas inflamatorias (7,9).

El SRA afecta principalmente a hombres que tienen sexo con hombres y a personas entre 15 y 49 años, predominando en varones (1,11,12). Las estrategias de detección temprana, especialmente en servicios de urgencias, han sido fundamentales para identificar infecciones agudas, representando hasta un 14.5% de los diagnósticos recientes en algunos análisis (8). No obstante, la pandemia de COVID-19 ha obstaculizado estos esfuerzos, subrayando la importancia de fortalecer las iniciativas de tamizaje y diagnóstico precoz (1).

Factores de riesgo:

Los factores de riesgo del SRA pueden clasificarse en aquellos vinculados a la transmisión del VIH y los que influyen en la susceptibilidad y la evolución de la enfermedad.

En cuanto a la transmisión, el contacto directo con fluidos corporales infectados representa la principal vía, incluyendo relaciones sexuales sin protección, uso compartido de agujas entre personas que consumen drogas intravenosas, transmisión de madre a hijo durante el embarazo, parto o lactancia, y accidentes laborales en trabajadores de la salud (1,4,10,12-14). Prácticas sexuales de alto riesgo, como múltiples parejas sexuales, y la presencia de infecciones de transmisión sexual (ITS), como la sífilis, también elevan significativamente la probabilidad de contagio al facilitar la entrada del virus (12).

Respecto a la progresión del SRA, diversos factores biológicos individuales, como la respuesta inmunitaria del huésped y las variaciones genéticas, juegan un papel determinante. Una respuesta inmune adaptativa eficaz puede controlar la carga viral, mientras que ciertas variaciones genéticas, particularmente en el sistema HLA, pueden predisponer a la infección. Además, procesos inflamatorios en el sistema nervioso central y la liberación de citoquinas proinflamatorias durante esta fase contribuyen a síntomas neurológicos más graves (9).

El estilo de vida también influye, siendo el uso de drogas inyectables, el consumo excesivo de alcohol y el tabaquismo factores que comprometen la función inmunológica, incrementando la vulnerabilidad al VIH. Factores socioeconómicos y demográficos, como la falta de acceso a servicios médicos, un nivel socioeconómico bajo y la pertenencia al grupo etario más afectado (15-49 años), agravan tanto el riesgo de infección como la demora en el diagnóstico y tratamiento (1,9).

Manifestaciones clínicas:

El SRA (se caracteriza por un conjunto diverso de síntomas que suelen ser inespecíficos, lo que complica su identificación temprana (9). Entre los signos más comunes se encuentran fiebre, malestar general, cefalea, dolores musculares, náuseas, vómitos, linfadenopatías, odinofagia y  diaforesis (8,9,11,14). También pueden presentarse pérdida de peso y diarrea, aunque con menor frecuencia (11,14). En el aspecto dermatológico, los pacientes pueden experimentar exantema, lesiones vesiculares y erupciones cutáneas, afectando áreas como el tronco y las extremidades (1,8,14).

Con respecto a las alteraciones neurológicas, estas varían significativamente e incluyen meningitis aséptica, encefalitis severa, neuropatías periféricas y mielitis transversa (3,8,9). Casos poco comunes han reportado afecciones como el síndrome de Guillain-Barré y la encefalomielitis diseminada aguda, así como síntomas extrapiramidales como temblores y bradicinesia (3,9).

Un alto porcentaje de los casos presenta una combinación de manifestaciones clínicas, principalmente fiebre junto con al menos tres síntomas adicionales, en contraste con un bajo porcentaje (7%) en aquellos con infecciones establecidas por VIH (8).

En los estudios de laboratorio, se observa una carga viral elevada, acompañada de disminución en los recuentos de leucocitos, linfocitos y plaquetas (3). Además, se ha encontrado que la gravedad de los síntomas no solo afecta la presentación clínica del SRA, sino que también está asociada con un mayor riesgo de progresión de la infección por VIH (3,9,14).

Diagnóstico:

El diagnóstico del SRA resulta complejo debido a la inespecificidad de sus síntomas y a la necesidad de realizar análisis de laboratorio especializados (1,7). Este proceso inicia con una evaluación clínica basada en la presencia de síntomas como fiebre, malestar general, cefalea, mialgias, linfadenopatías, odinofagia, náuseas, vómitos y erupciones cutáneas. La combinación de fiebre con al menos tres de estos síntomas aumenta la probabilidad de sospechar una infección aguda por VIH. Además, es crucial considerar este diagnóstico en pacientes con cuadros similares a la mononucleosis o con manifestaciones neurológicas inusuales, ya que una identificación precoz mejora el pronóstico y reduce la posibilidad de transmisión (1,7-9).

El diagnóstico se confirma mediante pruebas de laboratorio específicas. Entre las más utilizadas están las pruebas de cuarta generación (ELISA), que permiten detectar simultáneamente anticuerpos contra el VIH y el antígeno p24. Estas pruebas destacan por su alta sensibilidad y especificidad, acortando el período ventana a aproximadamente una semana desde la infección (1). Asimismo, la detección del antígeno p24 por separado resulta útil en las etapas iniciales, antes de que los anticuerpos sean detectables (1). Por otro lado, la carga viral mediante PCR constituye una herramienta esencial para identificar ARN viral con alta precisión, siendo especialmente relevante en infecciones recientes y en grupos específicos como recién nacidos de madres seropositivas (3).

Para confirmar un diagnóstico preliminar, se emplean técnicas como el Western Blot, que detecta proteínas específicas del VIH, y LIA que ofrece mayor precisión y menor probabilidad de resultados falsos positivos. Adicionalmente, el sistema de clasificación de Fiebig permite categorizar la infección en etapas según los marcadores presentes, diferenciando las fases aguda y establecida (1,12).

La evaluación del estado inmunológico es otro componente fundamental del diagnóstico. Los recuentos de linfocitos CD4 y CD8 proporcionan información sobre el impacto del VIH en el sistema inmunológico, mientras que las pruebas genotípicas identifican posibles resistencias del virus a los medicamentos disponibles. En casos donde se presentan síntomas neurológicos, el análisis del líquido cefalorraquídeo puede ofrecer datos clave, como niveles elevados de proteínas, pleocitosis y la presencia de ARN viral (1,7,9,12).

El diagnóstico diferencial es un paso esencial para excluir otras afecciones que puedan presentar síntomas similares, como infecciones bacterianas o virales, enfermedades autoinmunes o alteraciones metabólicas. En situaciones de encefalitis aguda, es fundamental descartar causas infecciosas o vasculares no relacionadas con el VIH (9).

Por último, es importante considerar el período ventana de las pruebas y las limitaciones de los métodos rápidos para detectar infecciones agudas. El diagnóstico definitivo requiere pruebas confirmatorias, como las mencionadas anteriormente. Un enfoque diagnóstico riguroso, que combine evaluación clínica y análisis de laboratorio, es indispensable para garantizar la detección precisa del SRA y permitir intervenciones oportunas y efectivas (1,8).

Tratamiento:

El manejo del SRA es crucial para controlar la infección por VIH y evitar su progresión a etapas más avanzadas. La clave del tratamiento es la iniciación temprana de la TAR que debe comenzar tan pronto como se diagnostique la fase aguda de la infección. La TAR en esta etapa tiene varios beneficios, entre los que se incluyen la reducción rápida de la carga viral, la preservación de la función inmunológica y la disminución de la inflamación en el sistema nervioso central. Esta intervención precoz también ayuda a disminuir el tamaño del reservorio viral, lo que mejora el control a largo plazo de la infección y reduce el riesgo de transmisión del VIH (1,6,10,11,15).

El régimen de tratamiento preferido para el SRA incluye inhibidores de la integrasa (INSTI), como el bictegravir o el dolutegravir, combinados con tenofovir disoproxil fumarato (TDF) o tenofovir alafenamida (TAF) y emtricitabina (FTC) o lamivudina (3TC). Los INSTI son efectivos debido a su capacidad para inhibir la integración del material genético del VIH en el ADN de las células del huésped. En ausencia de resultados de pruebas de resistencia a los medicamentos antes de iniciar la TAR, se recomienda el uso de estos inhibidores, ya que ofrecen una alta eficacia y barrera frente a la resistencia. Para personas con antecedentes de uso de cabotegravir para la profilaxis preexposición (PrEP), se sugiere un régimen basado en inhibidores de la proteasa (IP), como darunavir potenciado, en combinación con TDF o TAF y FTC o 3TC (10,16).

Es esencial realizar un monitoreo continuo durante el tratamiento, con especial atención a la carga viral y al conteo de células CD4 y CD8. La carga viral debe ser indetectable dentro de un corto período de tiempo, lo que indica una respuesta eficaz al tratamiento. El seguimiento también permite detectar posibles fallas virológicas o resistencia a los medicamentos, lo que podría requerir un ajuste en el régimen terapéutico. Además, la mejora del cociente CD4/CD8 es un indicador clave de la recuperación inmunológica en pacientes que inician TAR durante la fase aguda. La adherencia estricta al tratamiento es fundamental para lograr una supresión viral continua y prevenir la aparición de resistencias, por lo que se deben proporcionar recursos educativos, apoyo psicológico y consejería para asegurar que los pacientes sigan su régimen de manera consistente (6,10,12).

En casos en los que el SRA se asocia con manifestaciones neurológicas, como encefalitis o ataxia cerebelosa, el tratamiento debe incluir la TAR, pero también se deben manejar los síntomas específicos. En situaciones de inflamación severa del sistema nervioso central, se pueden utilizar corticosteroides para reducir la inflamación y prevenir daños cerebrales adicionales. Además, si el paciente presenta infecciones oportunistas, estas deben ser tratadas simultáneamente con la TAR para evitar que complicaciones adicionales agraven el pronóstico (3,9,12).

Aunque la TAR es eficaz para controlar la replicación viral, no elimina los reservorios virales latentes, que persisten en diversas partes del cuerpo, incluido el sistema nervioso central. Por esta razón, la erradicación completa del VIH sigue siendo un desafío. Actualmente, se investigan diversas estrategias de cura, como el trasplante de médula ósea, que ha mostrado resultados prometedores en algunos casos aislados, así como enfoques «shock and kill». Este último intenta reactivar el virus latente para que pueda ser reconocido y eliminado por el sistema inmunitario o mediante el uso de medicamentos específicos. Sin embargo, estas terapias enfrentan barreras significativas, especialmente debido a la dificultad de activar los reservorios virales sin causar daño a las células del huésped, particularmente en el sistema nervioso central, donde la activación del virus puede dañar las neuronas y generar efectos secundarios graves (3,5,15).

Complicaciones:

Esta afección puede generar diversas complicaciones que afectan diferentes sistemas del cuerpo. Entre las complicaciones neurológicas, las más graves incluyen encefalitis y ataxia cerebelosa, aunque son poco frecuentes (9). Otras manifestaciones comunes son la meningitis aséptica, neuropatía periférica, y parálisis de nervios craneales, que afecta los músculos de la cara y el cuello. También pueden ocurrir mielitis transversa, neuritis braquial y neuropatía óptica, que afecta la visión (3,9). La inflamación temporal del sistema nervioso central puede generar síntomas como cefalea y fatiga. Estas complicaciones neurológicas son consecuencia de la invasión del VIH en las células CD4+ del SNC, lo que provoca la liberación de citoquinas inflamatorias (9).

En cuanto a las complicaciones inmunológicas, el SRA se caracteriza por una alta carga viral y una disminución temporal de las células CD4+, lo que provoca una inmunosupresión momentánea. La gravedad de los síntomas está asociada con una carga viral inicial más alta y un menor recuento de CD4, mientras que la inflamación y la activación inmune generalizada pueden causar daño en diferentes órganos. La respuesta inmune innata, en especial los niveles elevados de IP-10, está relacionada con el desarrollo del SRA. Además, las personas con una respuesta inmune más fuerte en la fase inicial del VIH tienen más probabilidades de presentar este síndrome (5,7,9,11,14).

En algunos casos atípicos, el SRA puede afectar otros sistemas, como el gastrointestinal y el nervioso, y estar acompañado de infecciones oportunistas, como la candidiasis o el citomegalovirus, lo que hace más complejo el diagnóstico y tratamiento (9).

A largo plazo, la severidad del SRA se asocia con peores resultados clínicos, ya que la inflamación y la activación inmune pueden persistir incluso con TAR aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares y otras morbilidades no relacionadas con el SIDA. Un cociente CD4/CD8 invertido está vinculado a un envejecimiento inmunológico prematuro y a un mayor riesgo de enfermedades y mortalidad no relacionadas con el SIDA. Aunque el inicio temprano del TAR tiene beneficios, como la reducción del reservorio viral y la preservación de la función inmunológica, no logra restaurar completamente la inmunidad sistémica (1,2,7,9,11).

Pronóstico:

El pronóstico de los pacientes mejora significativamente con el inicio temprano de la  TAR, pues reduce la carga viral, el riesgo de complicaciones a largo plazo y la transmisión del virus. Además, la TAR temprana disminuye el tamaño del reservorio viral y preserva la función inmunológica, lo que contribuye a una mejor calidad y esperanza de vida (6,10-12). Además, mejora el cociente CD4/CD8 y previene el desarrollo de SIDA. Los estudios muestran que iniciar el tratamiento con la primera prueba de viremia positiva mejora las respuestas inmunológicas y moleculares, reduciendo la actividad inmune disfuncional (6).

Las complicaciones neurológicas, aunque poco frecuentes, incluyen encefalitis y ataxia cerebelosa. La encefalitis aguda por VIH puede ser fatal, pero algunos pacientes se recuperan tras iniciar la TAR. La ataxia cerebelosa tiene un pronóstico favorable en la mayoría de los casos. La inflamación en el sistema nervioso central es común, pero la TAR temprana puede reducirla, aunque no elimina por completo el virus del SNC (3,7,9).

El pronóstico también depende de la adherencia al tratamiento, ya que la falta de consistencia aumenta el riesgo de fracaso virológico. Además, la presencia de comorbilidades y la edad influyen en la respuesta al tratamiento, siendo los adultos jóvenes más propensos a una mejor respuesta debido a una mayor actividad del timo y a reservorios virales más maleables. A pesar de suprimir la replicación viral, la inflamación crónica puede persistir, especialmente si el tratamiento se inicia después de la fase aguda, lo que aumenta el riesgo de complicaciones no relacionadas con el SIDA, como enfermedades cardiovasculares (1,7,10-12).

Conclusiones:

La identificación del SRA se complica por sus síntomas inespecíficos, lo que resalta la importancia de pruebas diagnósticas específicas, como la detección de ARN viral y antígeno p24.

El diagnóstico temprano del síndrome retroviral agudo es esencial para reducir la transmisión y mejorar el pronóstico de la población afectada.

El inicio temprano de TAR en la fase aguda previene la progresión del VIH, disminuye la carga viral y mejora la respuesta inmunológica del paciente.

Aunque las complicaciones neurológicas en el SRA son poco frecuentes, su manejo adecuado es fundamental para evitar secuelas graves y mejorar la calidad de vida del paciente.

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