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Consideraciones bioéticas en la atención de los y las adolescentes

maleficientes?

Atención en el sistema de Salud

La adolescencia representa un período de cambios rápidos que afectan las dimensiones biológicas, psicológicas y sociales de la persona, en consecuencia para atender adolescentes, además de los conocimientos sobre las características de su desarrollo, su forma de enfermar y los recursos terapéuticos de que disponen, es necesaria desarrollar la capacidad para sentirse a gusto ante el o la adolescente y contar con experiencia para tratarlos.

Además los problemas de salud de los adolescentes se han hecho más complejos (dificultades adaptativas y alteraciones en la salud mental, dificultades escolares, consumo de alcohol y drogas, inicio temprano de relaciones sexuales y enfermedades de transmisión sexual entre otros) y han aumentado las barreras que obstaculizan el acceso de los adolescentes a los servicios de promoción para la salud, por ejemplo (2):

1. La burocratización de los sistemas de atención en salud obstaculizan el principio de confidencialidad, base fundamental de la relación médico paciente, en este caso el adolescente.

2. El poco tiempo de consulta y la menor proximidad con el profesional de la salud agrava la dificultad de comunicación que ya muestran los adolescentes y potencia en él la infravaloración o negación de cualquier problema, para evitar, con esta última acción, afectar su autoestima.

3. El desconocimiento de los recursos sanitarios a que puede acudir.

Desde esta perspectiva son prudentes las siguientes recomendaciones que resultan de lo entendido al experto en temas de ética en reuniones de la Sección de Medicina del Adolescente de la Academia Española de Pediatría (3) (4):

1. El pediatra debe responder con lealtad a la confianza que el adolescente ha depositado en él.

2. Asimismo, debe atender las necesidades del adolescente, discernir sus tensiones y conflictos, pero con total respeto a las decisiones que tome el adolescente.

3. El pediatra debe ofrecer continuidad, estabilidad y ser receptivo porque generalmente pasa mucho tiempo para el establecimiento de una fuerte relación médico adolescente.

4. Es necesario animar al adolescente para que tome sus propias decisiones, sin ningún tipo de coacción.

5. El pediatra no debe ser excesivamente moralista, ni tiene que exponer, plantear o comparar sus propios criterios con los del adolescente.

6. No se puede aceptar la coacción moral. Cada uno debe examinarse a sí mismo y conocer los límites de la complicidad moral en que puede involucrarnos el adolescente.

7. Dentro del actual pluralismo moral es necesario ser de criterios amplios en el ejercicio de las responsabilidades y con tolerancia hacia personas de ideas y creencias diversas.

8. A pesar de todo, la relación con el adolescente es compleja. Es necesaria una actitud de autocrítica. A veces será necesario ser indulgente con los propios fracasos y humilde con las actuaciones exitosas.

Por otro lado la Society for Adolescent Medicine (5) ha establecido siete características que deben configurar la atención en salud para el grupo de personas incluidas dentro del rango de edad que define la adolescencia, estas son: Disponibilidad, visibilidad, calidad, confidencialidad, satisfacción, flexibilidad y coordinación. De su aplicación derivará una atención satisfactoria tanto para el o la adolescente como para el médico.

En los últimos años, el Sistema de Salud en Venezuela ha volcado su atención hacia los adolescentes, grupo de sujetos sin especialistas en medicina que los atendieran hasta unos diez años atrás aproximadamente, en consecuencia se elaboraron en al año 2003, los lineamientos estratégicos y el reglamento técnico para la promoción y el desarrollo de la salud Integral de los y las adolescentes de Venezuela.(6) (7)También se incluyen como pacientes de los servicios de pediatría; Se crea una consulta de adolescencia en los diferentes niveles de atención para brindarles todo el apoyo necesario y orientaciones en la esfera biopsicosocial; y en el caso de ser hospitalizados se mantendrán separados del resto de los pacientes pediátricos, salvaguardando su espacio y privacidad.

Relación medico adolescente

No cabe duda que la relación medico paciente es la base para la buena práctica de dar y recibir salud. En esta relación también intervienen otros miembros, distintos del médico, del equipo dispensador de cuidados sanitarios, la seguridad social y la familia, todos interactuando en lo que se conoce como sociedad. Por tanto, pueden rescatarse tres actores principales en el contexto bioético; el equipo de salud (especialmente el médico), el enfermo y la sociedad. El médico trata de curar, hacer el bien y por ello ejerce el principio de beneficencia, el paciente defiende su derecho a la autonomía y la sociedad y el estado deben proteger el bien común, son practicantes de la justicia. Cada uno tiene un significado moral muy específico.

El otro integrante de esta interesante relación de dar y recibir salud es la adolescencia, por demás considerada una encrucijada de la vida humana, pues es un periodo del ser en que son grandes las aspiraciones y grande la sed por la perfección física y emocional. Es cuando se inicia la pubertad, la transición hacia la adultez y se conoce y prueba a sí mismo. Entonces los médicos deben conocer estas peculiaridades de los adolescentes para poder orientarlos en la resolución de problemas no solo de salud, sino de la vida misma. Desdichadamente no todos los profesionales de la salud saben cómo abordar estas situaciones lo que causa daños físicos y espirituales irreparables en el adolescente.

La relación entre el médico y el adolescente debe basarse en el respeto por su autonomía, siempre en la búsqueda de su beneficio, desde el principio de la justicia. En la relación profesional con el adolescente se pueden presentar situaciones en las que se plantee un conflicto entre los principios de responsabilidad de los padres y el respeto por la autonomía del paciente. En ciertos casos los o las adolescentes deben asumir junto a sus padres la responsabilidad del cuidado de su propia salud, de su familia y de su grupo social.

La autonomía del paciente, que debe respetarse, es muchas veces fuente de conflicto de valores. “En la práctica asistencial y en la toma de decisiones clínicas, en ocasiones entran en conflicto valores éticos del propio profesional, o del profesional y el paciente. La resolución de estos conflictos requiere de un detenido proceso de análisis y deliberación en el que se tomen en cuenta todos los valores en juego y se opte por aquellos que menos lesionen a los demás en conflicto” (8).

El marco bioético

El principio de beneficencia, es un principio clásico hipocrático, cuyo propósito es favorecer a las personas. Se refiere a la obligación moral de actuar en beneficio de los otros, previniendo y suprimiendo posibles daños, evaluando las consecuencias de una acción determinada, lo que no debe confundirse con benevolencia.