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La funcionalidad familiar y su relación con el consumo de tabaco en adolescentes

constatar que el inicio de consumo de tabaco se dio en una media de 11.9 años y el 33.3% de los participantes reportaron haber consumido alguna vez en la vida. También se demostró que las mujeres tienen una mediana más alta de asertividad y resiliencia en comparación con los hombres.(Alvarez, Alonso, & Guidorizzi, 2014).

 En Latinoamérica el consumo de tabaco está creciendo en forma constante, sobre todo entre los más pobres, las mujeres y los jóvenes, siendo el responsable de una enorme cantidad de muertes, enfermedad y costos sanitarios. Teniendo en cuenta el efecto en la mortalidad el consumo de tabaco es responsable de 1.039 muertes por día.(Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria, 2014).

En Colombia la prevalencia de tabaco en el grupo de estudiantes que constituyeron la muestra fue del 24%. Además el 50% de los estudiantes que fumaban estaban en un intervalo de 16 a 20 años, le seguían con un porcentaje del 32.7% los grupos de 21 a 25 años, con un 10.3% los grupos de 26 a 30 años y en el grupo de 31 y más el 6.8%. Siendo evidente que el mayor porcentaje está presente en la etapa de la adolescencia. (López, Villar, & Edilaine, 2011).

 En Brasil en una investigación titulada “Contextual factors associated with smoking among Brazilian adolescents”, se obtuvo que de los 59.992 estudiantes de secundaria estudiados, casi una cuarta parte (24,17%) de los estudiantes reportaron haber experimentado con cigarrillos al menos una vez en la vida, el 50% antes de la edad de 12 años. La prevalencia de tabaquismo regular fue 6,3%, sin variación sexo.(Barreto et al., 2012). En la ciudad de Contagem, Minas Gerais, (Brasil) también se pudo verificar que el 23,6% ya habían experimentado el consumo de tabaco, al igual sin diferencias significativas entre los sexos. (Mosqueda & Ferriani, 2011).

En los jóvenes el consumo de tabaco ha ido en aumento en relación a la edad adulta así tenemos que en la Encuesta de Salud y Nutrición, la prevalencia de consumo de tabaco en los adolescentes de 10 a 19 años fue del 28.4%, siendo para el grupo de 10 a 14 años el 12.8%, mientras que para el grupo de 15 a 19 años de 30.6%, con los parámetros que si ha fumado alguna vez y el consumo en los últimos 30 días. Con lo que respecta al consumo de tabaco por provincias en Loja es del 24.3%, el Oro el 26.9% y Zamora Chinchipe el 24.5% y la edad de inicio de consumo es a los 16 años sin distinción de sexo.(Freire et al., 2014)

  En la Cuarta Encuesta Nacional en el Ecuador sobre el uso de drogas en estudiantes de 12-17 años, el 21,84% de los estudiantes no consideran al tabaco como una droga, ya que está socialmente aceptado y existe un 10,07% de estudiantes que declaran usar tabaco porque les gusta. Respecto de los usos por sexo, se observa un mayor porcentaje de uso en los hombres que en las mujeres. A partir de los 16 años se observa el mayor porcentaje de consumidores de tabaco en relación al resto de edades.(Consejo Nacional de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, 2013).

Al analizar los diferentes estudios resulta lamentable conocer que el tabaco día a día se ha convertido en una droga que no respeta edades, ni estratos sociales, y cada vez las distancias entre hombres y mujeres se acorta más, en algunos predomina el sexo femenino sobre el masculino o viceversa y en otros no hay diferencia, cambiando de una forma drástica el enfoque en el cual los hombres eran los fumadores por excelencia. En cuanto a la edad la adolescencia es una de las etapas más susceptibles en donde se inicia el consumo de tabaco.

El entorno familiar y el consumo de tabaco

La Teoría del Aprendizaje Social de Albert Bandura, propone que los individuos son capaces de aprender por experiencia indirecta, es decir, por medio de la observación de un modelo o de instrucciones, sin que la persona cuente necesariamente con la experiencia de propia mano, y esta se obtiene en primera instancia de su entorno más cercano, o sea, de su familia. Una familia permisiva y sin normas claras puede convertirse en un factor que propicia el consumo. La familia que está cerca y cumple una función de regular a sus miembros en el cumplimiento de normas, aparece como factor protector para el consumo de sustancias psicoactivas. (Medina & Carvalho, 2010).

De ahí que es de primordial importancia el estudio de la familia y sus características, ya que forma un pilar fundamental en la determinación de la salud. Una familia es funcional cuando cumple todas sus funciones, permitiendo que cada uno de sus integrantes se desarrolle de la mejor forma adquiriendo la capacidad de enfrentar problemas y crisis familiares propias del diario vivir. No se puede dejar de lado también la estructura de la familia en la misma que se identifica la composición y características de sus integrantes.

En Finlandia se pudo verificar que el hábito de fumar estaba relacionado con el tabaquismo de los padres y las familias monoparentales, ocasionando además niveles más bajos de rendimiento escolar en los adolescentes.(Pennanen, Vartiainen, & Haukkala, 2012). Por otra parte en un estudio longitudinal denominado “Los predictores del consumo de tabaco entre los adolescentes suecos”, indica que entre los posibles predictores del consumo de tabaco están: el bajo nivel de educación de los padres, el estado de ánimo de la familia, baja autoestima del joven, actitud poco negativa hacia el tabaquismo, consumo excesivo de alcohol y el tabaquismo en el hogar (Joffer et al., 2014).

Al examinar las asociaciones entre el tabaquismo de los padres y los adolescentes entre los 12 y 17 años y dependencia de la nicotina en los Estados Unidos, se determinó que la dependencia actual de los padres se asocia fuertemente con adolescentes fumadores; mientras que los padres que no tiene dependencia de fumar y exfumadores fueron menos fuertemente asociados..(Kandel, Griesler, & Hu, 2015). En Brasil en adolescentes escolares en edades comprendidas entre 14 y 15 años, se pudo evidenciar que el 28,2% de los padres eran consumidores de tabaco constituyendo un factor de riesgo para sus hijos.(Reis et al., 2013).

Para conocer los factores familiares protectores y de riesgo relacionado con el consumo de drogas en adolescentes de sexo femenino en una escuela de Chile, se encontró que los factores de mayor riesgo fueron el modo de enfrentar los problemas, la falta de apoyo religioso, las dificultades de la comunicación intrafamiliar y entre los factores protectores está el pertenecer a un familia completa y la cohesión familiar.(Monckton & Pedrão, 2011).

En otro estudio el tipo de familia (nuclear, monoparental, etc.) no tuvo relación con el consumo de tabaco, mientras que la comunicación y cohesión familiares fueron variables que tuvieron un gran efecto coincidiendo con el estudio anterior. (Lavielle, Sánchez, Pineda, & Amancio, 2012). De la mano el estudio realizado en Cataluña por (Martínez et al., 2012), enfoca que la familia cumple un papel fundamental para ayudar al adolescente cuando se encuentra triste y se ve susceptible al consumo de tabaco y peor aun cuando está en un hogar reconstituido, donde hay presión y poca comunicación.

Por otra parte al obtener la información acerca de cómo los adolescentes perciben la funcionalidad de sus familias, mediante el cuestionario APGAR Familiar, se pudo determinar que hubo una relación significativa entre una buena función familiar con la ausencia de los factores de riesgo: sensación de depresión, intentos suicidas e ideas de muerte. Para las variables: tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, consumo de drogas y participación en peleas, no se encontró una asociación con la funcionalidad familiar.(Ulate, 2013). Lo que no concuerda con otro estudio, en el cual consta como principal determinante para el consumo de tabaco formar parte de una familia disfuncional. También se encuentra que los problemas al interior de la familia, la incomunicación con los padres representa una poderosa inductora de consumo.(Manrique, Ospina, & Garcia, 2011).

 Al comparar otra población en este caso los adolescentes chilenos y mexicanos, se pudo observar que los mismos provienen de familias disfuncionales, que tienen una mayor probabilidad de desarrollar conductas de riesgo, entre ellas el consumo de sustancias lícitas (alcohol y tabaco), es importante también resaltar la influencia de los padres como modelos de consumo de éstas sustancias. Además se verificó que la mala comunicación con el padre es un factor de riesgo, mientras que la una buena comunicación con la madre los protege (Tamara et al., 2011). El consumo de tabaco alguna vez en la vida en los adolescentes de Cartagena-Colombia no se relacionó con la disfuncionalidad familiar.