posteriores a la fecha de ingreso. Los resultados del diagnóstico de laboratorio, se obtuvieron 18 días posteriores a su ingreso y fue positivo a Bordetella pertussis.
Personal que atendió al menor, según horarios de guardia, dos médicos generales y seis pediatras.
El tratamiento que recibió fue claritromicina 2ml v.o cada 12 horas, con corrección de dosis un día posterior dejando a 75mg v.o cada 12 horas.
Los resultados de laboratorio clínico_1 fueron: leucos 27.5, eritrocitos 5.7, hb 10.9, hto 38.3, plaquetas 420mil, glucosa 93, urea 23.4, creatinina 0.2, albumina 4. Laboratorio clínico_2: leucos 23.5, eritrocitos 5, hb 10.4, hto 37.2, plaquetas 228 mil, neutrófilos 41, linfocitos 52.5, monocitos 4.1, proteína C reactiva Negativa, creatinina 0.1, colesterol 103, triglicéridos 61.
Exudado nasofaríngeo para Síndrome coqueluchoide: Bordetella pertussis con valor positivo de 33.21 (InDRE), con toma de muestra por parte de vigilancia epidemiológico hospitalaria el mismo día de su ingreso.
Análisis y Conclusiones.
La tosferina es una enfermedad contagiosa, con una tasa de infección subclínica del 80% para aquellos individuos que han tenido una exposición intensa y que estaban previamente inmunizados. En cuanto al periodo de contagio, este puede darse en la fase catarral inicial y las dos primeras semanas de la fase paroxística (Moraga y Campins, 2009; Long, 2009).
Al respecto, la vacunación o la infección natural no consiguen una inmunidad completa. Del total de los casos, el 67% aparece en adolescentes y adultos, principal fuente de contagio para los niños (Sanz y De Ory, 2002). Por lo que coincidiendo con otros autores (Bass y Wittler, 1994; Deville et al, 1995; Keitel y Edwars, 1995; Olivares y Bueno, 2011), se considera que si bien los adolescentes y adultos pueden adquirir esta enfermedad de manera subclínica o atípica, y que son altamente capaces de transmitir la enfermedad a menores no vacunados, entonces, debe realizarse estudio y tratamiento de contactos. Para este estudio, es clara la relación de los pacientes con alto número de cohabitantes. Así también, tal como lo muestra la evidencia emitida en este estudio, en ambos casos la ausencia de la aplicación del biológico (DPT), fue fundamental en el desenlace de la enfermedad.
Actualmente, para la tosferina, existen dos picos en la incidencia y éstos se muestran en niños menores de cinco meses y en mayores de diez años (Olivares y Bueno, 2011).
Los dos casos positivos a Bordetella pertussis encontrados en el Hospital General Bicentenario de Villaflores (HGBV-CH-MX), de la Jurisdicción Sanitaria número IV, Región Frailesca, Chiapas, México, fueron en menores de tres y 15 meses respectivamente.
Aunque ambos fueron recibidos con el mismo cuadro sintomático, el primer caso tuvo cuatro diagnósticos distintos, mientras que el segundo se diagnosticó una sola vez y ambos coinciden con el resultado laboratorial tomado por medio de un exudado nasofaríngeo, positivo para B. pertussis.
Es evidente la problemática con relación al diagnóstico, manejo de protocolos y guías de prácticas clínicas por los profesionales de la salud, haciendo también clara la evolución positiva ante el diagnóstico y tratamiento oportunos.
En el primer caso, el paciente falleció a los 4 días posteriores a su ingreso. El segundo caso fue dado de alta por mejoría a los 4 días posteriores a su ingreso. En ambos casos los resultados de InDRE, fueron recibidos días después de haber egresado del hospital, esto obedece a la naturaleza tardía del cultivo de estos bacilos.
En coincidencia con otros autores, dadas las dificultades técnicas y el retraso en los resultados del diagnóstico microbiológico, en la práctica el diagnóstico es fundamentalmente clínico (Olivares y Bueno, 2011). Por ello, el adiestramiento de los médicos y la homologación de criterios son fundamentales para el aseguramiento de un diagnóstico certero, tratamiento oportuno y atención adecuada, disminuyendo el riesgo de muerte, más aun tratándose de menores donde el curso normal de la enfermedad muestra varios grados de gravedad.
El tratamiento con antibiótico ante sospecha de tosferina, es útil para disminuir tanto la gravedad de los síntomas, como el riesgo de transmisión en caso de que se suministre dentro de los primeros siete días de clínica. No obstante, el tratamiento debe estar conformado por monitoreo, adecuada nutrición e hidratación (Long, 2002), así mismo un adecuado aislamiento mediante la vigilancia epidemiológica hospitalaria, que evitará la diseminación del agente causal por vía intra o extrahospitalaria. Dentro de los antibióticos recomendados (CDC, 2005) están la Azitromicina, Eritromicina, Claritromicina (excepto en menores de un mes) y Cotrimoxazol.
En cuanto al tratamiento que recibieron los casos que se analizan en este estudio, es evidente que el adecuado diagnóstico facilitó un tratamiento idóneo al paciente, haciéndose evidente su mejoría.
A manera de conclusión, podemos afirmar que:
El síndrome coqueluchoide continúa siendo un padecimiento de interés para vigilancia epidemiológica, afectando de manera grave y en mayor proporción a menores de un año.
Es necesario fortalecer el abordaje diagnóstico diferencial de la tosferina; así como atender su relación con determinantes hospitalarios tales como, manejo de protocolos, guías de práctica clínica, capacitación del personal médico para identificación oportuna de estos casos, tratamiento integral y no solo el suministro de antibióticos; hospitalización inmediata en casos con signos y síntomas relacionados al síndrome.
Realizar acciones profilácticas y preventivas a los contactos de la paciente diagnosticada con tosferina, desde las perspectivas epidemiológicas hospitalaria y de campo. Revisar y completar esquemas de vacunación con énfasis en las vacunas DPT (trivalente) y pentavalente acelular, con lo que deberá existir una coordinación solida entre nivel hospitalario y el jurisdiccional atendiendo la estructura de regionalización y al modelo de atención que hace