El impacto de la dieta y el estilo de vida en la salud cerebral: claves para prevenir el deterioro cognitivo
Autora principal: María Fernanda Castillo Acuña
Vol. XIX; nº 16; 652
The impact of diet and lifestyle on brain health: keys to prevent cognitive impairment
Fecha de recepción: 29/07/2024
Fecha de aceptación: 22/08/2024
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XIX. Número 16 Segunda quincena de Agosto de 2024 – Página inicial: Vol. XIX; nº 16; 652
Autora Principal: Dra. María Fernanda Castillo Acuña, Investigadora Independiente, San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0000-8875-5341
Autores:
Dra. María Paz Borge Cedeño. Médico general, investigadora independiente, San José, Costa Rica. https://orcid.org/0000-0001-8130-8266
Dr. Taylor Sevilla Sevilla. Médico general, investigador independiente, San José, Costa Rica. https://orcid.org/0000-0002-2957-2286
Dra. Gloriana Roldán Brenes. Médico general, investigadora independiente, San José, Costa Rica. https://orcid.org/0009-0006-2048-4307
Dra. Sofía Escobar Gutiérrez. Médico general, investigadora independiente, San José, Costa Rica. https://orcid.org/0009-0002-1408-667
Dr. Javier Aguilar Pérez. Médico general, investigador independiente, San José, Costa Rica. https://orcid.org/0009-0003-4507-0985
Resumen
El artículo explora la influencia de la dieta y el estilo de vida en la salud cerebral y la prevención del deterioro cognitivo. Se revisan factores de riesgo modificables como la dieta, la actividad física, el sueño, la actividad social, y el control de enfermedades crónicas. Se destacan patrones dietéticos como la dieta mediterránea, DASH y cetogénica, y se analiza su impacto en la neuroprotección. Además, se abordan otros aspectos como el fumado, la educación, el trauma craneoencefálico y la contaminación del aire. El artículo concluye con recomendaciones para intervenciones multidominio que podrían reducir el riesgo de demencia y mejorar la salud cognitiva a lo largo de la vida.
Palabras clave: Deterioro cognitivo, dieta, estilo de vida, neuroprotección, patrones dietéticos, intervenciones multidominio, demencia.
Summary
The article explores the influence of diet and lifestyle on brain health and the prevention of cognitive decline. It reviews modifiable risk factors such as diet, physical activity, sleep, social engagement, and the management of chronic diseases. It highlights dietary patterns like the Mediterranean, DASH, and ketogenic diets, analyzing their neuroprotective impact. Additionally, it addresses other aspects such as smoking, education, traumatic brain injury, and air pollution. The article concludes with recommendations for multidomain interventions that could reduce the risk of dementia and improve cognitive health throughout life.
Keywords: Cognitive decline, diet, lifestyle, neuroprotection, dietary patterns, multidomain interventions, dementia.
DECLARACIÓN DE BUENAS PRÁCTICAS
Los autores de este manuscrito declaran que: todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses, la investigación se ha realizado siguiendo las pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el manuscrito es original y no contiene plagio, el manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista, han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados, han preservado las identidades de los pacientes.
INTRODUCCIÓN
A medida que crece la población mundial, el número de personas afectadas por trastornos neurocognitivos mayores está aumentando. Se estima que cincuenta millones de personas viven con estos padecimientos alrededor del globo, representando la quinta causa de muerte (1, 2). Para el 2050 se predice que este número será triplicado en paralelo con el envejecimiento de la población, particularmente en países de pequeños y medianos ingresos. Esto debido al aumento de la esperanza de vida y mayor carga de factores de riesgo en el comportamiento social.
La incidencia de estas enfermedades ha disminuido en países occidentales, esto se atribuye a mejoras educativas y socioeconómicas, sin embargo se cree que la epidemia de la obesidad, diabetes, la disminución de la actividad física y las consecuencias de la Pandemia de COVID-19 podrían revertir esta tendencia. La relevancia del tema recae en la carencia de cura o tratamiento modificador eficaz para los trastornos neurocognitivos mayores, representando una problemática socioeconómica cada vez mayor (1, 2, 3).
En el año 2020, The Lancet Commission propone doce factores de riesgo potencialmente modificables respaldados por el fuerte cuerpo de evidencia creciente. Anteriormente se describen nueve, a los que se le agregaron contaminación del aire, trauma craneoencefálico y consumo excesivo de alcohol. Dicho ente divide los factores de riesgo en los que son modificables en la vida temprana (menor educación), en la mediana edad (pérdida de audición, lesión cerebral traumática, hipertensión, obesidad y exceso de alcohol) y como adulto mayor (fumar, depresión, aislamiento social, sedentarismo, diabetes y contaminación del aire). Cabe recalcar, que como bien lo enfatiza el World Alzheimer Report en el 2021, dicha evidencia presenta disparidades a nivel de género, racial, demográficas, étnicas, lingüísticas y diferentes factores socioeconómicos; por lo que hay una deficiencia de evidencia específica en países de medianos y pequeños ingresos, incluyendo América Latina (1, 4).
Este artículo tiene como objetivo realizar una revisión bibliográfica con el fin de identificar los factores de riesgo modificables que pueden contribuir a la prevención de deterioro cognitivo. De esta manera, recopilar y analizar información con el propósito de ofrecer recomendaciones claras y accesibles para un público amplio, sobre la influencia preventiva de la dieta y el estilo de vida en la salud cerebral a largo plazo. Se pretende brindar orientación integral con respecto a los factores de riesgo expuestos, proporcionando evidencia valiosa que puede ser utilizada para salvaguardar un envejecimiento cerebral saludable.
MÉTODO
El presente artículo se llevó a cabo como una revisión bibliográfica meticulosa con el objetivo de identificar factores de riesgo modificables que puedan contribuir en la prevención del deterioro cognitivo, de esta manera recopilando y analizando la información con el propósito de brindar recomendaciones claras y accesibles. Se realizó una búsqueda sistemática en bases de datos, incluyendo PubMed, Google Scholar, Scopus, utilizando términos claves relacionados a la dieta, hábitos de estilo de vida y su relación con la salud cerebral y el deterioro cognitivo. Se establecieron los siguientes criterios de inclusión: estudios publicados en los últimos 10 años, en idioma inglés o español, que abordan los factores de riesgo asociados con los trastornos neurodegenerativos y artículos afines al tema. Se revisaron los títulos y resúmenes de los artículos identificados en la búsqueda inicial para evaluar su relevancia con respecto a los objetivos del estudio. Se excluyeron aquellos artículos que no cumplían con los criterios de inclusión establecidos. Posteriormente, se leyeron en detalle los artículos seleccionados en su totalidad, fueron analizados de manera sistemática y se extrajeron los datos pertinentes para su análisis. Se resumieron los hallazgos de los estudios seleccionados, y a partir de esto se formularon recomendaciones claras y accesibles.
Debido a que el artículo se llevó a cabo mediante una revisión bibliográfica, se encuentra sujeto a las limitaciones inherentes a este tipo de metodología, así como posibles sesgos en la interpretación de los datos. Además, se destaca la necesidad de investigaciones adicionales en países de medianos y pequeños ingresos, incluyendo América Latina y un amplio terreno para futuras investigaciones, y subclasificación de las demencias por su etiología.
TRASTORNOS NEUROCOGNITIVOS MAYORES
El término demencia ha sido sustituido por trastornos neurocognitivos mayores, siendo este menos estigmatizado y direccionando la investigación médica hacia la detección presintomática del padecimiento. El término se utiliza para caracterizar un grupo heterogéneo de patologías que afectan la cognición de manera progresiva hasta interferir con la funcionalidad independiente del individuo, causando incapacidad severa que lleva hasta la muerte. La Enfermedad de Alzheimer es la forma más común, sin embargo la demencia vascular, la frontotemporal, de cuerpos de Lewy y mixta tienen alta prevalencia. Las complicaciones más comunes asociadas a la progresión de estos trastornos incluyen imposibilidad de alimentación por vía oral, infecciones de vía aérea y urinarias recurrentes y aumento en la necesidad de hospitalizaciones (5, 6, 7).
Las opciones de tratamiento actuales son desafiantes debido a la complejidad de la fisiopatología de los diferentes entes. El abordaje de estos pacientes se centran en un manejo integral, identificando causa, tratando enfermedades paralelas y sintomatología del paciente, de igual manera brindando herramientas de manejo a los cuidadores. Para la Enfermedad de Alzheimer se encuentran aprobados los inhibidores de la colinesterasa y la memantina (o la combinación de ambos), parece que retrasan el deterioro cognitivo y concomitantemente se tratan las alteraciones conductuales. Sin embargo, estos no son efectivos para la demencia vascular ni frontotemporal; múltiples fármacos no han demostrado eficacia en los ensayos clínicos (7, 8).
Para el tratamiento de los síntomas neuropsiquiátricos, el uso de fármacos es todavía en gran medida empírico, basándose en el tratamiento de enfermedades psiquiátricas y sintomatología. En la práctica clínica la elección de un fármaco sobre el otro es limitada debido a que los pacientes responden de manera diferente a los medicamentos y sus efectos adversos. Esto provoca dificultad para determinar de antemano cuál es el tratamiento más adecuado, por lo que en ocasiones es necesario la prueba de varios enfoques. Actualmente no se cuenta con farmacológica aprobada para la prevención del deterioro cognitivo en personas con cognición normal o deterioro cognitivo leve (8, 9).
A pesar de que la atención general de los trastornos neurocognitivos mayores ha mejorado en las últimas décadas, aún falta la disponibilidad de intervenciones efectivas para modificar la progresión de la enfermedad. Debido al envejecimiento de la población mundial, alta prevalencia del trastorno, consecuencias en la calidad de vida del paciente y sus familiares, alto costo en los servicios de salud y limitantes actuales del tratamiento, se vuelve indispensable la necesidad de tomar medidas preventivas e incluso retrasar la aparición del trastorno. Por este motivo cada día se investiga más acerca de las intervenciones multidominio que pueden influir en un mejor mantenimiento de la salud cerebral (9,10).
INTERVENCIONES DIETÉTICAS
El tratamiento farmacológico disponible es costoso, por lo que las estrategias preventivas de menor costo empiezan a tomar relevancia en el manejo del deterioro cognitivo. La nutrición ocupa un lugar alto en dichas estrategias. Es un factor potencialmente modificable, se considera benigna y libre de efectos secundarios. Sin embargo, el estudio de los componentes nutricionales es desafiante en la investigación clínica y los micronutrientes aún presentan controversias en su papel el deterioro cognitivo. Dicho esto, estudios observacionales se han enfocado tanto en el estudio de componentes individuales como vitamina B, C, D, E, folato y selenio, asi como se podrían aludir los beneficios en los efectos cognitivos de los patrones dietéticos como en el caso de la dieta Mediterránea, NASH, y Cetogénica (1, 10).
Mecanismos Biológicos Involucrados
La dieta influye en el riesgo de deterioro cognitivo a través de múltiples mecanismos. Comer en exceso alimentos ultraprocesados han dado lugar a enfermedades crónicas de difícil manejo como la obesidad y el sobrepeso. Se han encontrado altos niveles de proteínas amiloides en plasma en personas obesas y se asocian una integridad más baja de la barrera hematoencefálica.
El tejido adiposo acumula macrofagos, quienes desencadenan inflamación sistémica y neuronal. Por otro lado, sus células inmunitarias secretan citoquinas proinflamatorias que mantienen un nivel de inflamación crónica. Los ácidos grasos saturados inducen respuestas inflamatorias en la microglia que pueden conducir a la apoptosis de las neuronas involucradas en la regulación del equilibrio energético, control de peso corporal y homeostasis de la glucosa. Se ha visto que la obesidad puede producir modificaciones cerebrales en el desarrollo de niños y adolescentes con consecuencias negativas a largo plazo. Contrariamente a las dietas bajas en calorías se han asociado a marcadores reducidos de inflamación tanto sistémica como del tejido adiposo (10, 11).
El cerebro es particularmente susceptible al daño oxidativo y, en comparación con otras estructuras, tiene niveles inferiores de sistemas antioxidantes. Esto podría hacer al tejido cerebral propenso al daño por la acumulación de péptidos neurotóxicos como el beta-amiloide. Estas proteínas se unen a los receptores de la microglia y CD4 iniciando una respuesta inmune innata produciendo de mediadores inflamatorios. La evidencia sugiere que la neuroinflamación es el origen del deterioro cognitivo y enfermedad de Alzheimer, a pesar de ser un mecanismo de protección clave, de manera crónica puede volverse dañino. La autofagia implica la eliminación de estas proteínas y agregados, sin embargo su eficiencia disminuye con la edad. Por otro lado, también se ven implicados otros mecanismos como los trastornos vasculares, estados protrombóticos, niveles altos de LDL oxidasa y niveles altos de fibrinógeno (9, 10).
Patrones Dietéticos
Se ha relacionado la incidencia de trastornos neurodegenerativos a patrones dietéticos en diferentes poblaciones. Los enfoques en multinutrientes apoyan con mayor fuerza su premisa preventiva que las intervenciones con un único nutriente. Los datos epidemiológicos sugieren que tener una dieta balanceada se relaciona con un menor riesgo cardiovascular, ayudando al atraso de la enfermedad. Algunas de las dietas que han sido estudiadas se describen a continuación.
- Dieta Mediterránea (MedDiet)
La dieta mediterránea ha sido consumida tradicionalmente en la población que bordea el Mar Mediterráneo, es de gran interés médico siendo reportada en múltiples ocasiones como un modelo de alimentación saludable. Esta basa al aceite de oliva como principal fuente de grasa, es rica en productos frescos como frutas, vegetales, semillas, y productos basados en granos enteros localmente producidos y sin procesamientos, también se utilizan hierbas y especies para facilitar el bajo consumo de sodio agregado. Su base de proteína de origen animal provienen mayormente de mariscos y pescado, limitando la carne roja a una o dos veces al mes y preferiblemente en sopas o caldos. Los productos lácteos que se consumen mayormente son yogurt y queso en pequeñas porciones. El postre se basa en frutas, y los queques o golosinas se limitan ocasionalmente y en porciones pequeñas. El agua es la principal bebida, y el vino se bebe con moderación junto a los alimentos. Numerosos de estos componentes tienen efectos aditivos positivos en la prevención de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y deterioro cognitivo asociado con la edad y enfermedad de Alzheimer (9, 11, 12).
Los ácidos grasos poliinsaturados, como el omega-3 y omega-6, son esenciales para la salud, ya que participan en el crecimiento, desarrollo y mantenimiento de la función neuronal. El cuerpo humano no los sintetiza, se obtienen por medio de la dieta en alimentos como el pescado, los mariscos y aceites vegetales. En las membranas de las neuronas, ayudan a mantener la fluidez necesaria para la comunicación entre neurotransmisores y la fusión de vesículas sinápticas. También actúan como precursores de moléculas que regulan la inflamación y pueden influir en procesos neuroprotectores o dañinos para el cerebro. Un déficit de estos ácidos grasos se asocia con un deterioro en el hipocampo y la corteza en pacientes con Alzheimer, aunque los estudios al respecto no son concluyentes. Sin embargo la presencia de los mismos tienen beneficios para la salud vascular y puede proteger contra el Alzheimer debido a sus propiedades antioxidantes, antiapoptóticas y anti inflamatorias (9, 11, 13, 14).
Por otro lado, los polifenoles son compuestos presentes en la dieta mediterránea que tienen propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y protectoras contra la neurotoxicidad. Los flavonoides, un subgrupo de polifenoles, se encuentran en alimentos como cereales, verduras, frutas, aceite de oliva, café, té, cacao y vino. En estudios con animales, la suplementación con flavonoides mejoró la señalización del hipocampo y la memoria en modelos de Alzheimer. Sus beneficios cognitivos también pueden estar relacionados con efectos positivos en la salud cerebrovascular, diabetes tipo II y enfermedades cardiovasculares. El consumo moderado de vino se asocia con efectos antioxidantes y beneficios para el colesterol HDL y la coagulación, pero no se recomienda para adultos mayores con riesgo de caídas o personas que no beben, debido a su potencial adictivo y entre otros riesgos (9, 12, 13).
La dieta mediterránea se ha asociado con una reducción del 33% en el riesgo de deterioro cognitivo y Alzheimer. Estudios longitudinales confirman que una mayor adherencia a la dieta mediterránea se relaciona con una menor declinación cognitiva y menos casos de Alzheimer, por lo que desempeña un papel importante en la prevención de enfermedades cardiovasculares y el deterioro cognitivo relacionado con la edad (9, 10, 11, 12, 13).
- Dietary Approaches to Stop Hypertension (DASH)
Como lo dice su nombre por sus siglas en inglés, la dieta con enfoque para detener la hipertensión (DASH), es un plan de alimentación equilibrado con el objetivo de reducir efectivamente los resultados cardiovasculares. Se basa en una nutrición sustentada en vegetales, frutas, granos enteros, incluyen productos lácteos sin grasa, pescado, aves de corral, semillas, aceites vegetales, frijoles. Se limita la comida con alto contenido de grasa saturada, carnes con alto contenido de grasa, lácteos completos, aceites tropicales (coco, palma), bebidas con azúcar añadido y cualquier tipo de dulce. Este patrón dietético ha demostrado consistentemente reducir los problemas cardiovasculares, en estudios que incluyen tanto a DASH y a MeDiet se han relacionado con mejoras en la salud cognitiva en personas mayores, y se asocia a una disminución más lenta del deterioro progresivo, mejoras en la cognición global y la memoria verbal. Se ha visto un mejor beneficio neurocognitivo en personas que siguen la dieta junto a medidas conductuales de control de peso. Sin embargo en varios estudios han tenido resultados nulos o no concluyentes, es importante destacar que se requieren más estudios para confirmar estos hallazgos y comprender mejor los beneficios de estas dietas en diferentes poblaciones (9, 11, 12, 15).
- Dieta Cetogénica
La dieta cetogénica o popularmente conocida como “keto”, es un plan de alimentación alto en grasas saludables, consumo moderado de proteínas y bajo en carbohidratos. Cuando los suministros de glucosa no se encuentran disponibles o su metabolismo es defectuoso, se producen cuerpos cetónicos a través del metabolismo de las grasas, los cuales son utilizados como fuente de energía principal para el cerebro. Este patrón dietético se ha asociado a efectos neuroprotectores en algunas formas de epilepsia. El mecanismo aún no es comprendido en su totalidad, sin embargo se asocia con la disminución de la inflamación y respuesta al daño oxidativo. Entre los hallazgos que se han encontrado, es que la dieta cetogénica mejora el rendimiento cognitivo incluso en condiciones hipóxicas en animales envejecidos. Los resultados preliminares sugieren que la generación de cetonas podría tener beneficios en la memoria episódica y la vitalidad de la enfermedad de Alzheimer en estadios tempranos. Se cree que la mejora de los resultados cognitivos depende del nivel y la duración de la cetosis. A pesar de que los estudios actuales presentan una premisa prometedora, se necesita una investigación más amplia y validada sobre los efectos directos en el deterioro cognitivo a largo plazo, estado nutricional, el bienestar general y el progreso de la enfermedad (9, 12, 16).
- Otros Patrones Dietéticos
La dieta nórdica se caracteriza por un consumo elevado de pescado, manzanas, peras, col, granos entero de avena, raíces, cebada, centeno, aceite de colza, papas y lácteos bajos en grasa; se ha asociado con una mejor función cognitiva y un menor declive cognitivo en varios estudios (12). Las dietas vegetarianas y veganas son reconocidas por enfatizarse en un alto consumo de frutas y vegetales, se conoce que su consumo es favorable para la salud cerebral, sin embargo no existe evidencia alguna que una dieta estrictamente basada en plantas prevenga el deterioro cognitivo. Por otro lado, la dieta Okinawa originaria de la Isla de Ryukyu en Japón es asociada con una vida saludable y longeva debido a que su población presenta dichas características, sin embargo tampoco se asocia con una relación directa para la prevención del deterioro cognitivo.
AJUSTES EN EL ESTILO DE VIDA
Es importante tener en cuenta que existe una dificultad en establecer las relaciones causales directas entre los factores de riesgo y el deterioro cognitivo. Sin embargo, debido a que existe evidencia suficientemente sólida que existen factores de riesgo modificables para prevenir el deterioro cognitivo, en el 2019 la OMS publicó recomendaciones para reducir este riesgo (12, 17, 18, 19).
Se han propuesto varias hipótesis donde destacan la participación de procesos vasculares, inflamatorios, neurotoxicos, de estrés oxidativo, psicosociales, de actividad cognitiva y educación que se vinculan con la enfermedad cerebrovascular y neurodegenerativa. Sin embargo, se necesita más investigación para comprender en su totalidad los mecanismos biológicos por los cuales estos factores pueden reducir el riesgo (12, 17, 18, 19).
Fumado
Muchos de los factores que aumentan el riesgo cardiovascular también están asociados con la enfermedad cerebrovascular; y por ende un mayor riesgo de demencia. El tabaquismo es uno de ellos, el cerebro se ve afectado por la salud de los vasos sanguíneos debido que este consume 20% del suministro de sangre y energía del cuerpo. De la integridad de los vasos sanguíneos depende la distribución oxígeno y nutrientes que permitan el adecuado funcionamiento del cerebro. Se ha visto que el fumado provoca una mayor carga de amiloide cerebral, estrés oxidativo y adelgazamiento del tejido cortical cerebral, lo que lleva a una pérdida irreversible de la memoria. (17, 18, 19, 20). Los fumadores tienen un mayor riesgo de demencia que los no fumadores, y el cese de fumar independientemente de la edad reduce el riesgo (1).
Actividad Física y Sedentarismo
Los estudios acerca la actividad fisica y el ejercicio son complejos debido a los factores que se interponen con los resultados, tales como la edad, sexo, clase de ejercicio que se practica, genetica, diferencias sociales y culturales . Por ende la relación entre la actividad física y el riesgo de trastornos cognitivos mayores podría verse confundida por otros factores desencadenantes (1,12). Por otro lado, después del inicio de la enfermedad, los cambios motores y el deterioro físico son esperados. De hecho, existe evidencia que una disminución en la velocidad de la marcha puede preceder al inicio de la demencia hasta 7 años, por lo que puede que la disminución de la actividad física sea parte del pródromo preclínico de la enfermedad. Por estos motivos, la secuencia temporal precisa de la actividad física y el inicio de la enfermedad, es un requisito fundamental para atribuir su causalidad como factor modificable potencial (1, 11, 12).
Dicho esto, se ha visto que la actividad física puede favorecer a la eliminación de amiloide, a un mayor volumen cerebral y mejora la capacidad del cerebro para funcionar adecuadamente (reserva cognitiva). En modelos animales se informa que el ejercicio puede aumentar la neurogénesis y la plasticidad sináptica. El ejercicio aeróbico se asocia a un aumento en el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés), el cual estimula el crecimiento de las células neuronales manteniéndose en un estado óptimo y a volumen del hipocampo más importante (1,19).
La actividad física mejora tanto el estrés psicológico como los factores de riesgo cardiovasculares, tales como la obesidad, dislipidemia, hipertensión y diabetes mellitus II. Estos se asocian a un menor rendimiento cognitivo. Se ha advertido que un aumento en la actividad física previene y ralentiza el proceso patológico del deterioro cognitivo, pudiendo prevenir el 3% de los casos. Los adultos mayores que realizan más ejercicio físico pueden mantener una mejor cognición que quienes son sedentarios. Sin embargo, falta evidencia para determinar su efecto en el traslape de deterioro cognitivo a trastorno neurodegenerativo (12).
Por otro lado, existen otros dos factores que se benefician de la actividad física e indirectamente mejoran la calidad de vida de los adultos mayores. El primero es el riesgo a caídas, debido a que se encuentran entre los contribuyentes más importantes para la discapacidad, y el ejercicio disminuye su riesgo en aproximadamente 31%. El segundo es la disminución y la gravedad de los síntomas neuropsiquiátricos, esto debido a un aumento en la producción de neurotransmisores, apoyo en la neurogénesis y sinaptogénesis disminución del estrés oxidativo, niveles inflamatorios y aumentando el flujo cerebral. El beneficio se da particularmente en los trastornos depresivos, los cuales se conocen por ser un factor de riesgo importante para el deterioro cognitivo y demencia (1, 11, 12).
Patrones de sueño
Existe una relación bidireccional entre los trastornos del sueño y los trastornos neurocognitivos mayores, ya que se consideran tanto un factor de riesgo como una manifestación de la demencia. El sistema glinfático es una red perivascular de líquido cefalorraquídeo encargado de eliminar toxinas del espacio intersticial cerebral. En los pies de los astrocitos se encuentran las acuaporinas-4 las cuales eliminan moléculas de desecho como la beta-amiloide o la tau. Este sistema se activa durante el sueño y es crucial para la homeostasis del sistema nervioso central, por lo que calidad y la duración del sueño son fundamentales para un adecuado procesamiento cognitivo, y son esenciales para consolidar la memoria y eliminar el exceso de beta-amiloide y tau hiperfosforilada. Pareciendo así, que interviene de forma decisiva en la fisiopatología y prevención de las enfermedades neurodegenerativas (12, 21).
En la misma línea, las alteraciones del ritmo circadiano se ven relacionadas con un aumento en las proteínas tau hiperfosforilación en el cerebro y amiloide extracelular, la disfunción circadiana pareciera predecir el desarrollo futuro de deterioro cognitivo. La privación del sueño a largo plazo puede causar inflamación sistémica y deterioro de la función de la barrera hematoencefálica, lo que tiene un efecto perjudicial sobre el funcionamiento cognitivo y aumenta el riesgo de enfermedades neurodegenerativas. Las anomalías de sueño-vigilia comienzan temprano en la enfermedad de Alzheimer y se intensifican a medida que avanza la enfermedad (1, 11, 21).
Por otro lado, el sueño también tiene efectos antioxidantes, durante el estado de reposo elimina radicales libres que se generan durante la vigilia. Durante la deprivación de sueño por horas continuas de trabajo, el efecto antioxidante total se disminuye y hay un aumento de los marcadores de estrés oxidativo. El ADN mitocondrial es muy susceptible al estrés oxidativo. El envejecimiento cerebral en la enfermedad de Alzheimer y demencias vasculares se da particularmente por el ADN mitocondrial y daño oxidativo progresivo (21).
La deprivación de sueño se relaciona igualmente con una disminución en el volumen de masa cerebral en el hipocampo, deterioro de la atención, la memoria verbal y no verbal y la función del lóbulo frontal. La hipoxia cerebral causada por trastornos como la apnea obstructiva del sueño o condiciones ambientales, implica daños al tejido cerebral. Tanto la deprivación del sueño como la hipoxia cerebral podrían contribuir al deterioro cognitivo en pacientes con apnea de sueño (21).
Sin embargo, estos mecanismos mencionados que conducen al deterioro cognitivo son inconsistentes con la evidencia de que tanto sueño más se necesita para disminuir el riesgo. Los estudios que emplean medidas objetivas del sueño son menos significativos, a diferencia con patrones dietéticos y de actividad física bien definidos. Debido a esta falta de evidencia, la relación bidireccional entre demencia y trastornos de sueño hace que se establezca la duda entre la causalidad o secuelas de los trastornos neurocognitivos mayores (1, 11, 21).
A pesar de esto, los trastornos del sueño como causa o secuela son sumamente relevantes debido a que una vez establecida la enfermedad pueden afectar significativamente la carga del cuidador, el sueño y la calidad de vida del cuidador, y se asocia con un mayor riesgo de institucionalización. Varios medicamentos se usan comúnmente para los trastornos del sueño en estos pacientes, pero se carece de evidencia para la mayoría de ellos. La melatonina puede ser beneficiosa y puede ayudar con los síntomas psicológicos y conductuales nocturnos de la demencia. Sin embargo las intervenciones no farmacológicas siguen siendo el tratamiento de primera línea para evitar los efectos secundarios del uso de fármacos como los hipnóticos. Dado el insuficiente tratamiento y manejo disponibles, es fundamental abordar de forma preventiva cualquier trastorno del sueño que se presente (1, 11, 12).
Actividad Social
Se ha visto con fuerte evidencia que mantenerse socialmente activo puede reducir el riesgo de trastornos neurocognitivos, de igual manera las actividades de ocio de la vejez que involucran dominios mentales, físicos y sociales son contribuyentes esenciales para esta protección. Estudios indican que un apoyo y red social deficientes se asocian con un mayor riesgo de demencia, de hecho personas solteras de por vida o viudas presentan un mayor riesgo que personas que se encuentran casados. Esos hallazgos son consistentes en diferentes entornos y para ambos sexos (1, 18, 20).
Esta asociación puede ser explicada por algunos mecanismos neurobiológicos. En primer lugar, se cree que el estrés puede causar una hipersecreción de glucocorticoides y de esta manera una degeneración acelerada del hipocampo. Por otro lado, el contacto social atenúa el riesgo de enfermedades cardiovasculares, por lo que conlleva a una neuroprotección secundaria. Por último existe evidencia que los cambios atróficos y neuropatológicos que pueden manifestarse como déficits cognitivos, en personas con mayor reserva cognitiva pueden no causar sintomatología alguna (12).
Al igual que con el patrón de sueño, existe la limitante de la causalidad inversa. Es decir, que el deterioro cognitivo podría conducir al aislamiento social y la baja participación social también podría reflejar una demencia prodrómica y aparecer incluso una década antes de su aparición. Sin embargo, aunque no se pueda afirmar una causalidad definitiva, se puede confirmar que realizar intervenciones para mejorar el compromiso social pueden reducir potencialmente una demencia incidente (12, 18, 20).
CONTROL DE ENFERMEDADES CRÓNICAS
Riesgo Cardiovascular
La salud cerebral se ve directamente afectada por la salud cardiovascular. Se ha observado que la presencia de menos factores de riesgo cardiovasculares se asocia con un menor riesgo de trastornos neurodegenerativos. Aunque el cerebro solo representa el 2% del peso corporal, su demanda de oxígeno y energía constituye aproximadamente el 20% del total del cuerpo. Por lo tanto, es crucial contar con vasos sanguíneos saludables para mantener la integridad cerebral (1, 18, 19).
Los factores de riesgo cardiovascular que se han relacionado con un menor riesgo de demencias son, como se mencionó anteriormente, la dieta, la actividad física y el hábito de fumar. Además, se han identificado otros factores como niveles elevados de glucosa en ayunas, colesterol sérico elevado, índice de masa corporal (IMC) e hipertensión. Es de vital importancia controlar estos factores de riesgo individuales debido a su asociación con la salud cerebral (1, 18, 19).
La diabetes mellitus puede ocasionar alteraciones patológicas en los vasos sanguíneos, lo que conlleva a complicaciones multiorgánicas, incluyendo el cerebro. Diversos estudios longitudinales en adultos mayores han establecido una asociación entre la diabetes y un riesgo dos veces mayor de desarrollar trastornos neurocognitivos, aunque este riesgo puede mitigarse mediante un tratamiento antidiabético adecuado. Por otro lado, se reconoce la resistencia a la insulina como un factor de riesgo clave y potencialmente modificable del deterioro cognitivo. Se ha observado que la hiperglucemia durante la fase aguda de un evento cerebrovascular se relaciona con un pronóstico cognitivo desfavorable (18, 19, 20, 22, 23).
Se ha evidenciado que la hipertensión en la mediana edad, especialmente si no se trata adecuadamente, se asocia con un mayor riesgo de desarrollar demencia y enfermedad de Alzheimer en la vejez. Estudios han demostrado que la presión arterial alta en la mediana edad aumenta en un 60% el riesgo de demencia, mientras que el inicio de la hipertensión después de los 80 años se asocia con un menor riesgo de demencia. Se ha descubierto que los medicamentos antihipertensivos pueden reducir el riesgo de demencia en personas con esta condición, sin embargo se necesita más investigación para comprender completamente la relación entre la hipertensión y la demencia en diferentes etapas de la vida (1, 18, 19, 23).
La obesidad y el sobrepeso generan preocupación debido al aumento del índice de masa corporal en la población envejecida. La relación entre el aumento del índice de masa corporal y el deterioro cognitivo aún no está completamente clara, pero se cree que la obesidad puede ser un marcador de daño vascular y estado proinflamatorio, lo que contribuye al riesgo de deterioro cognitivo. La pérdida de 2 kg en pacientes adultos con un índice de masa corporal (IMC) mayor a 25 se asocia con mejoría en la atención y memoria (1, 12, 20).
Depresión
Una variedad amplia de mecanismos psicológicos vinculan la asociación de la depresión con el deterioro cognitivo. La depresión se considera prodrómica en los estados tempranos de la demencia. Sin embargo, numerosos estudios han demostrado que la depresión aumenta el riesgo de demencia. Otros factores psicosociales, como el sentimiento de desesperanza, soledad y estrés, han ganado interés en su correlación con el deterioro cognitivo, sin embargo su correlación sigue en estudio. El uso de antidepresivos aún no ha mostrado eficacia para la prevención del deterioro cognitivo (1,19).
Sordera
Colección de investigaciones han confirmado la pérdida auditiva como un factor de riesgo importante para el desarrollo de demencia. Incluso, se ha demostrado que la pérdida auditiva subclínica se relaciona con una disminución cognitiva. El uso de audifonos ha demostrado mitigar este factor de riesgo, el uso de audífonos se asocia igualmente a una mejor memoria episódica protegiendo así el declive cognitivo (1).
OTROS FACTORES ASOCIADOS
Menor acceso a educación y actividad mental
Las personas con más años de educación y que realizan trabajos y actividades mentalmente estimulantes tienen un menor riesgo de desarrollar demencias. Se cree que esto se debe a que la actividad mental contribuye al mantenimiento de una reserva cognitiva, la cual está asociada con una mayor masa gris cerebral y un mayor volumen del hipocampo, lo que reduce el riesgo de demencia. Sin embargo, es importante considerar que la relación entre un mayor nivel educativo y un menor riesgo de Alzheimer puede estar influenciada por factores socioeconómicos que rodean a las personas con mayor educación (18, 20, 22).
Trauma Cráneo Encefálico
Las lesiones cerebrales traumáticas, es decir alteraciones en la función cerebral causadas por caídas, accidentes de tránsitos u otros golpes en la cabeza, aumentan igualmente el riesgo de demencia. El riesgo aumenta con la cantidad de traumas sufridos, y se ha visto que inicia a una menor edad. Las personas que practican deportes de contacto tienen mayor riesgo de tener demencia, esto debido a los traumas recurrentes durante la práctica de estos deportes (1).
Contaminación del aire
Modelos en animales sugieren que las partículas contaminantes del aire aceleran los procesos de neurodegeneración. Esto sucede a través de enfermedades cerebro y cardiovasculares, depósito de beta-amiloide y procesamiento de la proteína precursora amiloide. Entre estas partículas se consideran la alta concentración de dióxido de nitrógeno, polución por tráfico y quema de leña (1).
DISCUSIÓN Y RECOMENDACIONES
Intervención multidominio
Como se ha demostrado, el desarrollo del deterioro cognitivo es multifactorial. Diferentes factores del estilo de vida contribuyen al riesgo de demencia. Según el modelo de prevención e intervención propuesto por La Comisión de Lancet, las intervenciones a estos factores de riesgo a lo largo de la vida podrían prevenir un alto porcentaje de los casos de demencia. Por lo que la prevención de la misma es crucial para reducir la ocurrencia a nivel mundial.
Estas intervenciones se enfocan en modificaciones en el estilo de vida en distintas áreas involucradas en la patogenia de la enfermedad. El modelo del ensayo “Finnish Geriatric Intervention Study to Prevent Cognitive Impairment and Disability” (FINGER) respalda los beneficios de las intervenciones de estilo de vida multidominio. Diversos estudios son parte de una red llamada World-Wide FINGERS que pretenden evaluar una intervención para mejorar el funcionamiento cognitivo de adultos en riesgo, y busca adaptar estas intervenciones a diversos contextos culturales y de atención médica
La naturaleza multifactorial y heterogénea de la demencia de inicio tardío indica un impacto potencial de las intervenciones de estilo de vida multidominio en la reducción del riesgo. Estas intervenciones incluyen: aumento al acceso y calidad de la educación, tratamiento y reducción de síndrome metabólico, abordaje adecuado de la pérdida auditiva, reducción de tabaquismo y depresión junto un aumento en la actividad física y social.
Varios estudios recientes muestran una disminución en la incidencia de demencia en países occidentales, como EE. UU., Suecia, Reino Unido y Países Bajos, mientras que en algunos países asiáticos, como China y Japón, la incidencia está en aumento. Esta reducción en los países occidentales puede estar relacionada con mejoras en el tratamiento de factores de riesgo como hipertensión y diabetes, y un aumento en las oportunidades educativas. De aquí la importancia de abordar múltiples factores de estilo de vida simultáneamente. Este enfoque multidominio se considera potencialmente más efectivo que enfocarse en factores de estilo de vida individuales (1, 23, 24, 25).
CONCLUSIÓN
La prevención del deterioro cognitivo y los trastornos neurocognitivos mayores es posible mediante la modificación de factores de riesgo relacionados con la dieta y el estilo de vida. Se ha demostrado que una alimentación equilibrada, junto con la práctica regular de actividad física, un buen manejo del sueño, y la participación social activa, son esenciales para mantener la salud cerebral. Además, el control de enfermedades crónicas, como la hipertensión y la diabetes, y la reducción de factores de riesgo como el tabaquismo y la contaminación del aire, juegan un papel crucial en esta prevención. Por lo mencionado, el implementar intervenciones multidominio, donde haya modificación de todos los factores de riesgo mencionados, puede ser una estrategia efectiva para reducir el riesgo de demencia y promover un envejecimiento cerebral saludable. Actualmente se están desarrollando variedad de estudios que definirán el futuro de la prevención de la demencia, por lo que los siguientes años son decisivos para establecer criterios de prevención definidos.
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