Inicio > Enfermería > Enfermería ante la violencia de género

Enfermería ante la violencia de género

Enfermería ante la violencia de género

La violencia de género constituye un importante problema social y de salud pública y atenta contra los derechos humanos. Según datos de la OMS, el 35% de las mujeres han sufrido violencia doméstica o sexual en algún momento de su vida, así como el 38 % de los asesinatos de mujeres se asocian a violencia de género.

Autores:

María José Álvarez Padilla, DUE Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba.

Isabel Ortiz Ramírez, DUE Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba.

Mónica Merlo García, DUE Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba.

RESUMEN

La atención de la mujer maltratada que acude a los Servicios de Salud, requiere que el personal de Salud (médicos [as], enfermeras[os], trabajadores[as] sociales y psicólogos[as], principalmente) tenga conocimiento, sensibilidad y la capacitación suficiente para atender la violencia de género; dado que son los primeros en entrar en contacto directo con las mujeres. Existen pocos estudios que dan cuentan sobre cómo se identifican los casos de violencia y cómo se debe canalizar cada situación, dependiendo de la problemática de que se trate, como pueden ser los de carácter legal, la protección del personal de salud, así como los derechos de las mujeres a ser atendidas en una institución de salud.

Hemos realizado una revisión bibliográfica para profundizar en varios aspectos relacionados con la violencia de género, desde su incidencia como las consecuencias que para la salud tiene, pasando por el impacto económico que supone o por las leyes existentes que amparan a las víctimas, entre otros. Sin embargo, se incide en la importancia de una detección precoz por parte del personal sanitario que mejore el abordaje multidisciplinar de la víctima. Los profesionales de enfermería somos un pilar fundamental a la hora de la detección, dada su cercanía con la comunidad y la concienciación de que es un problema que les compete y cargados de unos conocimientos y unas competencias mínimas serán capaces de emprender acciones efectivas en cuanto a una detección precoz se refiere, previniendo así, el desarrollo de la violencia, mantenimiento, secuelas y futuras agresiones.

METODOLOGÍA

Para la realización de este trabajo se ha aplicado un diseño de carácter descriptivo que se ha basado en una estrategia de búsqueda en bases de datos como Cochrane, Elsevier, Scielo, Cinalh y Google Académico. Así, como fuentes oficiales como la Organización Mundial de la Salud o el Instituto de la Mujer. Se han comparado los distintos artículos encontrados y seleccionado los más relevantes publicados en los últimos años.

PALABRAS CLAVE

Violencia de género; Violencia y salud; Enfermería; Maltrato; Relación terapéutica.

CONCEPTO DE VIOLENCIA DE GÉNERO, SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA

La violencia de género es una violencia que parte de una ideología: parte de la estructura patriarcal y está basada en las tradiciones, creencias y costumbres que favorecen y mantienen la desigualdad entre los sexos.

Según la Declaración de la ONU sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, en los artículos 1 y 2, cuando hablamos de Violencia de género o violencia contra la mujer nos referimos a “cualquier acto de violencia basada en la pertenencia al sexo femenino, que tenga o pueda tener como resultado un daño físico sexual o psicológico para la mujer, que incluye las amenazas de tales actos, la coacción, o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la privada.”

Según la declaración de Naciones Unidas en Beijing de 1995, la violencia contra las mujeres «es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres, que han conducido a la dominación de la mujer por el hombre, la discriminación 5 contra la mujer y a la interposición de obstáculos contra su pleno desarrollo. La violencia contra la mujer a lo largo de su ciclo vital dimana especialmente de pautas culturales, en particular de los efectos perjudiciales de algunas prácticas tradicionales o consuetudinarias y de todos los actos de extremismo relacionados con la raza, el sexo, el idioma o la religión que perpetúan la condición inferior que se le asigna a la mujer en la familia, el lugar de trabajo, la comunidad y la sociedad»

La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género la define en su artículo 1.1 “como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia”, y “comprende todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad.”

La violencia es un fenómeno que ha acompañado y ha ido acorde a la historia de la humanidad. La violencia como herramienta de control, arma política y religiosa. En esa línea, ya los primeros discursos religiosos consideraban a las mujeres seres inferiores, sometidas a la voluntad del varón, como “la tentación”, o también como perversas y peligrosas.

No hay más que recordar durante la inquisición las quemas de las brujas como un hecho de violencia colectiva. Existen un inmenso listado de obras literarias en las que se justifica de alguna forma la violencia hacia la mujer, como por ejemplo las enseñanzas de Zaratustra que postula en uno de sus capítulos “¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!”. Incluso filósofos como Locke, Rousseau o Kant establecen la inferioridad de la mujer y su sumisión ante el varón.

Otro aspecto a señalar es el refranero popular y los comentarios machistas “graciosos” y clásicos, gran parte de refranes reflejan cómo la mujer queda relegada a un segundo plano, como un ser que puede sufrir todo tipo de malos tratos y a la que se le reduce al ámbito exclusivamente doméstico. “A la mujer y a la burra, todos los días zurra”, “La mujer y la sartén, en la cocina están bien” o “cambio una de 40 por dos de 20” son algunos de estos ejemplos. Algunos historiadores, si bien es cierto que fueron pocos, ya sintieron preocupación por la mujer apareciendo así los grandes personajes femeninos como son Juana de Arco, Agustina de Aragón, María de Molina o Isabel la Católica, entre otras. Sin embargo, es importante reseñar que la mujer ha luchado por su emancipación y reconocimiento, surgiendo de este modo fuertes movimientos feministas como el de los años 60, desde el que se proyectó el concepto de patriarcado como un sistema de dominación.

Actualmente poco se ha mejorado, la mujer sigue sufriendo la desigualdad a nivel laboral, seguimos sufriendo la cosificación y los micromachismos están a la orden del día. La crisis nos ha precarizado aún más de hecho se estima que la igualdad económica entre sexos podría tardar alrededor de 170 años en alcanzarse si el mundo continúa al ritmo actual, eso apuntaba el pasado octubre el Informe Global de la Brecha de Género de 2016 del Foro Económico Mundial: “El mundo se enfrenta a un desperdicio del talento al no actuar con rapidez para frenar la desigualdad de género. Esto podría poner el crecimiento económico en riesgo y privar a las economías de la oportunidad de desarrollarse”.

El organismo achaca la ralentización en parte a la participación en el mercado de trabajo -pese al hecho de que en 95 países, el número de mujeres universitarias es igual o mayor que el de hombres-, y a los desequilibrios crónicos en los salarios, la diferencia entre hombres y mujeres a nivel global es, en promedio, del 23% según ONU Mujeres, y en España ganan de media un 18,8% menos por hora que los hombres.

Para las mujeres es más difícil encontrar trabajo, están peor pagadas y siempre cuentan con más trabas para ascender, y en cuanto a la tasa de paro en 2016 del 20,25%: 2.142.700 mujeres. La de ellos se situó en el 17,22%, tres puntos porcentuales por debajo. Y pasa lo mismo con la tasa de actividad, la femenina es 13 puntos porcentuales por debajo de la masculina. La discriminación laboral de las mujeres se refleja en el desempleo, una brecha que está volviendo a crecer con la recuperación económica desde finales de 2013; y en la calidad del trabajo -en España hay 1,16 millones de mujeres con trabajos a tiempo parcial porque no han conseguido encontrar un empleo a jornada completa-.

CARACTERÍSTICAS Y FACTORES DE RIESGO

En materia de violencia de género no existen estudios que definan las características del agresor ni de la víctima, el maltrato puede darse en cualquier clase social, ideología, país o cultura. Por lo que se trata de un fenómeno que no responde a ningún perfil característico.

Factores de riesgo agresor/víctima:

Dicho esto cabe destacar que a pesar de no poder hablar de perfiles, sí que podemos mencionar características comunes, que lejos de formar un perfil, suelen ser encontradas en numerosos casos estudiados, nos sirve de advertencia en el agresor la irritabilidad, el escaso control de impulsos, los cambios de humor, baja autoestima, creencias sexistas.