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Factores protectores y de riesgo de las lesiones no intencionales en adolescentes de bachillerato

ámbitos (Gaete, 2015). La adolescencia es una etapa clave del desarrollo de las personas. Los rápidos cambios biológicos y psicosociales que se producen durante la segunda década afectan a todos los aspectos de la vida de los adolescentes. Esos cambios hacen que la adolescencia sea de por sí un periodo único en el ciclo de vida y un momento importante para sentar las bases de una buena salud en la edad adulta (OMS, 2014).

Con frecuencia se habla de la adolescencia como una etapa difícil, compleja, amenazada por numerosos riesgos. Lesiones, embarazos tempranos, conflictos, falta de oportunidades para educarse y prepararse para el empleo, más los efectos del deterioro ambiental, son algunos de los problemas que preocupan al mundo respecto a estas edades. Pero también, con creciente fuerza, se identifica como una época de oportunidades (Unicef, 2011). Es un periodo crítico

 de desarrollo durante el cual una serie de comportamientos de riesgo de salud puede comenzar afectar negativamente el estado de salud a través de la esperanza de vida, que incluye tanto el funcionamiento social y académico. Las estadísticas sugieren que los adolescentes de hoy en día están participando en conductas de riesgo a edades más tempranas y con más diversidad, casi el 75% de la morbilidad y la mortalidad en los adolescentes es el resultado de sus conductas de riesgo, en particular accidentes automovilísticos, homicidios, suicidios, y lesiones no intencionales (Salerno, Marshall, & Picken, 2012)

Frente a vulnerabilidades que pueden estar relacionadas con características propias de ese período, como la insuficiente percepción del riesgo y la sobrevaloración del grupo, se encuentran fortalezas como la creatividad, el interés por el aprendizaje y la participación, la disposición para la acción, el establecimiento de amplias redes de relaciones y el dominio de las tecnologías de la información y la comunicación. Superar visiones negativas o estigmatizantes sobre adolescentes y jóvenes, que hacen que se consideren como fuentes de problemas, para enfocarse en sus capacidades, en su condición de sujetos de derechos, que los convierta en fuentes de solución, es una necesidad para garantizar su atención con calidad.

Así lo sintetizan las palabras de Anthony Lake, director ejecutivo de Unicef, en el prefacio al Estado Mundial de la Infancia 2011: “Proporcionar a los jóvenes las herramientas que necesitan para mejorar sus vidas, y motivarlos a participar en las iniciativas que buscan mejores condiciones para sus comunidades, equivale a invertir en el fortalecimiento de sus sociedades (Sanchez, 2013).

Las lesiones no intencionales o accidentes han provocado una elevada pérdida de vidas humanas, la morbilidad y discapacidades que ocasionan, así como el número de años de vida potencialmente perdidos, afectan a todos los grupos de edades, pero de forma desproporcionada a las poblaciones más jóvenes, en las que llegan a constituir la primera causa de muerte. A ello se añade el sufrimiento humano y los costos económicos que ocasionan, el problema es aún más grave cuando se tiene en cuenta que pueden constituir primera causa de muerte en las edades más jóvenes, En el grupo de adolescentes (10 a 19 años), las lesiones no intencionales representan 79,0 % del total de la mortalidad a estas edades (Mariela de los Angeles Hernandez S, 2012). Globalmente, el 98 % de las lesiones no intencionales durante la infancia y la adolescencia ocurren en los países de menor ingreso económico, donde han alcanzado proporciones epidémicas que hacen imprescindible la aplicación de estrategias efectivas de prevención (Mariela, Sánchez, Valdés, Ii, & René, 2010)

En la literatura científica internacional se prefiere cada vez más utilizar el término de lesiones no intencionales, ya que el término de accidente no permite comprender el fenómeno y favorece la aceptación resignada de su ocurrencia como algo inevitable, imposible de controlar (Sánchez, García, & Robaina, Caristina, 2005)

La asunción de riesgos y la búsqueda de la novedad son características de los adolescentes: búsqueda de la identidad, la creencia en la invencibilidad, búsqueda de la independencia, la curiosidad, la fuerte influencia de los grupos de pares, impulsividad, y la experimentación. Estas características pueden modificar la percepción de un adolescente de riesgo y su comprensión de las consecuencias de comportamientos particulares. Ellos son más propensos a involucrarse en comportamientos de riesgo tales como beber y conducir, el consumo de drogas, conductas agresivas, y haciendo caso omiso de las prácticas de seguridad aceptadas; ven estos comportamientos riesgosos como emocionantes y gratificantes.

Estas conductas que los adolescentes asumen constituyen la principal causa de muerte y una fuente importante de morbilidad, discapacidad y los gastos en exceso de la salud en los países occidentales, por otro lado también es importante mencionar que numerosos estudios indican que la influencia de la familia trasciende hacia la relación del adolescente con los iguales. Así, la escasa presencia física o accesibilidad de los padres y la falta de supervisión de éstos, acompañada por una ausencia de comunicación con los hijos en relación con las actividades de la vida diaria, se asocian a una mayor tendencia a relacionarse con iguales conflictivos y a realizar conductas de riesgo o de carácter antisocial (José et al., 2004). Cada día, los ideales de la juventud están repentinamente destruidos por carreteras, accidentes de tráfico, lesiones en el hogar o durante el tiempo de ocio, o actos de violencia (Polinder, Haagsma, Toet, Brugmans, & Beeck, 2010).

Cabría preguntarse por qué tantos adolescentes adoptan conductas de riesgo que ponen en peligro su salud y hasta su vida. Entre las explicaciones, tiene que ver con que no siempre perciben el riesgo como tal, por una característica evolutiva propia de este período: el egocentrismo, ellos fantasean «historias personales» en las que no se perciben expuestos a ningún riesgo (García, Nancy, Muñoz, Gaquín, & Mérida, 2015). La llegada de un hijo a la adolescencia lleva consigo adaptaciones en la estructura y organización familiar. La familia debe transformarse, de una unidad dedicada a la protección y crianza a los hijos pequeños, en una unidad que se centre en la preparación del tránsito del adolescente al mundo de las responsabilidades y compromisos de los adultos (Relacio & Revilla, 2015).

De acuerdo con un informe de los Estados Unidos, el costo total y el promedio de las lesiones en adolescentes de 15-19 años se estimó en US $ 92 millones y US $ 17.700, respectivamente, incluida la atención médica, pérdida de trabajo futuro, y la calidad de vida para entender la carga y la magnitud de las lesiones. Esto se correlaciona con otros estudios realizados en otros países del mundo en donde el gasto económico ocasionado por las lesiones ocasiona una gran carga tanto para la familia como para el estado. En Canadá durante (1979 a 2003), las muertes por lesiones en los adolescentes varones y mujeres de 15-19 años representaron un promedio de 79.6% y 65.0% de todas las muertes, respectivamente.

De 1986 a 2003, las hospitalizaciones por lesiones en esta edad representó un promedio de 31,0% y 9,3% del total hospitalizaciones en hombres y mujeres, ante esta situación este país empezó a trabajar en campañas educativas, programas de seguridad