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Impacto de la menopausia en el riesgo Cardiovascular: mecanismos, factores de riesgo y estrategias preventivas

Impacto de la menopausia en el riesgo Cardiovascular: mecanismos, factores de riesgo y estrategias preventivas

Autor principal: Maynor José López Mendoza

Vol. XX; nº 02; 42

Impact of menopause on cardiovascular risk: mechanisms, risk factors and preventive strategies

Fecha de recepción: 15/12/2024

Fecha de aceptación: 14/01/2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XX. Número 02 Segunda quincena de Enero de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 02; 42

Autores:

Maynor José López Mendoza

Hospital Rafael Angel Calderón Guardia, San José , Costa Rica

https://orcid.org/0000-0001-9212-5158

Código 12253

Dr. Ronaldys Gustavo Herrera Lazo

Médico General, Investigador Independiente. San José,  Costa Rica

ORCID: https://orcid.org/0009-0005-8679-8205

Código Médico: 17780

Nicolle Contreras Figueroa

https://orcid.org/0009-0001-7946-8487

Hospital Los Chiles: Alajuela, Costa Rica

Código medico 15730

Dr. Henry Morera Quirós

Médico general, investigador independiente, San José, Costa rica

Orcid: https://orcid.org/0009-0009-0378-1301

Código medico 18937

Los autores de este manuscrito declaran que:

Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.

Resumen:

El estudio de la salud cardiovascular en mujeres, especialmente en el contexto postmenopáusico, revela la importancia de abordar los factores biológicos, hormonales y sociales que influyen en el riesgo cardiovascular. Durante la menopausia, la disminución de los niveles de estrógeno y los cambios hormonales asociados, como el aumento de la adiposidad visceral y la dislipidemia, incrementan el riesgo de enfermedades cardiovasculares. A su vez, la inflamación crónica, la resistencia a la insulina y los trastornos metabólicos agravan este riesgo, lo que subraya la necesidad de enfoques preventivos adaptados a las características específicas de las mujeres. Sin embargo, la representación insuficiente de mujeres y poblaciones LGBTQ+ en la investigación cardiovascular limita el conocimiento de sus necesidades de salud específicas, lo que requiere una mayor inclusión en los estudios clínicos.

Además, el desarrollo de estrategias terapéuticas personalizadas, que consideren los factores biológicos y psicosociales, es esencial para mejorar la eficacia de los tratamientos. Los avances en tecnologías como los injertos vasculares tejidos ofrecen nuevas posibilidades para la gestión de enfermedades cardiovasculares, aunque la investigación continúa siendo crucial para optimizar su integración en la atención médica.

En cuanto a la prevención, la educación y la concientización sobre los factores de riesgo deben comenzar desde la adolescencia, con programas dirigidos a niñas y campañas de sensibilización que promuevan estilos de vida saludables. También es fundamental derribar barreras sociales y culturales que afectan la percepción y el acceso de las mujeres a la atención médica, fomentando la colaboración entre profesionales de la salud, políticas públicas y organizaciones comunitarias para mejorar los resultados en salud cardiovascular de las mujeres.

Palabras clave: Salud cardiovascular, menopausia, dislipidemia, enfermedades cardiovasculares, mujeres, metabolismo, hormonas.

Abstract:

The study of cardiovascular health in women, especially in the postmenopausal context, reveals the importance of addressing biological, hormonal, and social factors that influence cardiovascular risk. During menopause, decreased estrogen levels and associated hormonal changes, such as increased visceral adiposity and dyslipidemia, increase the risk of cardiovascular disease. In turn, chronic inflammation, insulin resistance, and metabolic disorders aggravate this risk, underscoring the need for preventive approaches tailored to women’s specific characteristics. However, the underrepresentation of women and LGBTQ+ populations in cardiovascular research limits knowledge of their specific health needs, necessitating greater inclusion in clinical studies.

Furthermore, the development of personalized therapeutic strategies, which consider biological and psychosocial factors, is essential to improve the effectiveness of treatments. Advances in technologies such as woven vascular grafts offer new possibilities for the management of cardiovascular diseases, although research remains crucial to optimize their integration into health care.

Regarding prevention, education and awareness about risk factors should begin from adolescence, with programs aimed at girls and awareness campaigns that promote healthy lifestyles. It is also essential to break down social and cultural barriers that affect women’s perception and access to health care, promoting collaboration between health professionals, public policies and community organizations to improve women’s cardiovascular health outcomes.

Keywords: Cardiovascular health, menopause, dyslipidemia, cardiovascular diseases, women, metabolism, hormones.

Introducción:

La menopausia impacta significativamente la salud cardiovascular, marcando una transición crítica en la vida de una mujer donde el riesgo de enfermedades cardiovasculares aumenta. Este riesgo elevado se atribuye a los cambios hormonales, particularmente la disminución de estrógenos, que afectan los perfiles lipídicos, la composición corporal y la sensibilidad a la insulina. El contexto global de la menopausia subraya su importancia, ya que las mujeres pasan una parte sustancial de sus vidas en el estado posmenopáusico, lo que requiere estrategias de manejo efectivas para mitigar el riesgo de enfermedades cardiovasculares. El propósito de los artículos revisados es explorar el impacto multifacético de la menopausia en la salud cardiovascular y proponer posibles intervenciones, incluyendo terapias dietéticas y hormonales, para abordar estos riesgos (1,2)

Durante la menopausia, se observa una disminución en los niveles de estrógeno y cambios en los niveles de andrógenos. Estos cambios hormonales contribuyen al envejecimiento cardiovascular y al aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares (1). La transición menopáusica provoca alteraciones adversas en los perfiles lipídicos, como el aumento del colesterol LDL y la disminución del colesterol HDL, que son más pronunciadas en mujeres peri y posmenopáusicas (2). Además, la menopausia temprana se asocia de manera independiente con un mayor riesgo de eventos cardiovasculares (3).

Para mitigar estos riesgos, se han explorado diversas intervenciones dietéticas. Patrones dietéticos como las dietas DASH y mediterránea han demostrado mejorar los biomarcadores de riesgo cardiovascular, aunque pueden no ser suficientemente precisos para todos los individuos. Por esta razón, se sugiere la nutrición de precisión, que considera factores genéticos y ambientales, como un enfoque más personalizado para manejar el riesgo cardiovascular durante la menopausia (4).

Además de las intervenciones dietéticas, la terapia hormonal para la menopausia ha mostrado ser efectiva en la mejora de varios factores de riesgo cardiovascular, especialmente si se inicia temprano en el período posmenopáusico. En particular, los estrógenos transdérmicos son preferidos debido a su menor riesgo de aumentar los triglicéridos y los eventos tromboembólicos venosos, lo que sugiere una opción terapéutica más segura y eficaz (3).

El objetivo de esta revisión bibliográfica es analizar el impacto de la menopausia en el riesgo cardiovascular en las mujeres. Se evaluarán los cambios fisiológicos y metabólicos asociados con la menopausia que contribuyen al aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares y se revisarán las estrategias de prevención y manejo basadas en la evidencia actual.

Metodología:

Este documento presenta un análisis bibliográfico descriptivo basado en la revisión de 31 estudios que cumplen con los criterios de inclusión establecidos. Los estudios seleccionados, publicados entre 2020 y 2025, están escritos en inglés o español. La recopilación de estos trabajos se realizó a través de diversas plataformas digitales, como Elsevier, PubMed y Google Scholar, e incluye artículos de revistas académicas, metaanálisis y revisiones sistemáticas. Para la búsqueda, se emplearon términos clave específicos, tales como: Salud cardiovascular, menopausia, dislipidemia, enfermedades cardiovasculares, mujeres, metabolismo, hormonas.

Fisiología de la menopausia y su relación con la salud cardiovascular:

La deficiencia de estrógenos durante la menopausia está asociada con cambios desfavorables en los perfiles lipídicos, como el aumento de los niveles de colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL) y la disminución del colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL), factores de riesgo para la aterosclerosis y las enfermedades cardiovasculares (1; 5). La disminución de los estrógenos puede llevar también a un aumento de la adiposidad y a cambios en la composición corporal, lo que agrava aún más los problemas relacionados con el metabolismo lipídico (6).

Además, la menopausia se asocia con un aumento de la inflamación sistémica, un conocido contribuyente a las enfermedades cardiovasculares. Los estrógenos tienen propiedades antiinflamatorias, y su reducción puede provocar un aumento de los niveles de los marcadores inflamatorios. La interacción entre los estrógenos y otros sistemas hormonales, como el sistema renina-angiotensina-aldosterona, también puede potenciar las respuestas inflamatorias, lo que afecta la salud cardiovascular (5).

La deficiencia de estrógenos también está vinculada al aumento de la resistencia a la insulina, una condición que puede conducir a la diabetes tipo 2 y que constituye un factor de riesgo significativo para las enfermedades cardiovasculares (1). Las mujeres posmenopáusicas a menudo experimentan cambios en el metabolismo de la glucosa, lo que puede aumentar aún más el riesgo cardiovascular (6).

Si bien la disminución de los estrógenos es un factor crítico en la salud cardiovascular después de la menopausia, otras hormonas, como los andrógenos, también desempeñan un papel. El equilibrio entre los andrógenos y los estrógenos puede influir en los resultados cardiovasculares, y se ha explorado la terapia de reemplazo de andrógenos como una posible intervención, aunque los resultados han sido mixtos (1).

Factores de riesgo cardiovascular en la menopausia:

La menopausia se asocia con un aumento del colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL-C) y de los triglicéridos, lo que contribuye a la dislipidemia aterogénica, un importante factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares (7; 8). Durante esta etapa, la obesidad abdominal es prevalente debido a los cambios hormonales que conducen a un aumento de la grasa visceral, lo cual está relacionado con complicaciones metabólicas asociadas (9).

Las mujeres posmenopáusicas a menudo experimentan un aumento de la presión arterial sistólica, lo que constituye un factor de riesgo crítico para los eventos cardiovasculares (8). La pérdida de los efectos vasodilatadores de los estrógenos contribuye al incremento de la rigidez arterial y la hipertensión, lo que agrava el riesgo cardiovascular (9).

Además, la menopausia está vinculada con un aumento del estrés oxidativo y la inflamación sistémica, procesos que están implicados en la patogénesis de la aterosclerosis y otras condiciones cardiovasculares . En cuanto a los trastornos metabólicos, la prevalencia del síndrome metabólico, caracterizado por un metabolismo alterado de la glucosa y resistencia a la insulina, es mayor en las mujeres posmenopáusicas, lo que incrementa el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares (7; 10).

El riesgo cardiovascular durante la menopausia se ve intensificado por la edad y condiciones preexistentes, como la obesidad y la hipertensión. Este riesgo es particularmente pronunciado en mujeres que experimentan una menopausia temprana. La terapia hormonal para la menopausia (THM) puede mitigar algunos de estos riesgos si se inicia de manera temprana, pero debe adaptarse a los perfiles de riesgo individuales (9; 3).

Mecanismos fisiopatológicos del riesgo cardiovascular postmenopáusico:

La menopausia se asocia con disfunción endotelial, un precursor de la aterosclerosis. Esta disfunción está influenciada por el estrés oxidativo y las alteraciones en las vías del óxido nítrico, que incluyen cambios en los niveles de L-arginina y de N-nitrosodimetilamina (ADMA) (11). Además, los marcadores inflamatorios, como las interleucinas 6 y 8, y el factor de necrosis tumoral alfa, se encuentran elevados en las mujeres posmenopáusicas, lo que contribuye al daño endotelial y al aumento de la rigidez arterial (12).

La disminución de los niveles de estrógeno durante la menopausia provoca un aumento de la rigidez arterial y un mayor riesgo de aterosclerosis. Este riesgo se ve aún más acentuado por la hipertensión y otros factores de riesgo cardiovascular que se vuelven más pronunciados tras la menopausia. La aterosclerosis se acelera además debido a la dislipidemia y la resistencia a la insulina, condiciones que son comunes en las mujeres posmenopáusicas (11).

Las mujeres posmenopáusicas experimentan un aumento de la masa total de grasa, particularmente grasa visceral, a pesar de que el peso corporal total no cambia significativamente. Este cambio en la distribución de la grasa está relacionado con un mayor riesgo cardiovascular, como el aumento de la presión arterial y los niveles de apolipoproteína B. Sin embargo, los cambios funcionales en el tejido adiposo y el hígado, más que los cambios en la composición corporal per se, juegan un papel importante en el aumento del riesgo cardiovascular observado durante la menopausia (13).

Si bien la disminución de los estrógenos es un factor significativo en el riesgo cardiovascular posterior a la menopausia, otros elementos como el estilo de vida, la predisposición genética y las condiciones de salud preexistentes también juegan un papel crucial. Las terapias no hormonales, como el uso de sulodexida y fitoestrógenos, han mostrado ser prometedoras en la mitigación de algunos de estos riesgos al mejorar la función endotelial y reducir los marcadores de aterosclerosis (14).

Evidencia epidemiológica del riesgo cardiovascular en mujeres postmenopáusicas:

Un estudio retrospectivo de cohorte reveló que la incidencia acumulada de mortalidad por causas circulatorias durante un periodo de 10 años fue del 5.9% entre las mujeres posmenopáusicas con factores de riesgo cardiovascular (15). Este dato refleja la alta vulnerabilidad de este grupo a las enfermedades cardiovasculares, lo que resalta la importancia de identificar y gestionar los factores de riesgo asociados. En un estudio más amplio, el Biobanco del Reino Unido encontró una incidencia acumulada de morbilidad y mortalidad cardiovascular del 1.2% en mujeres posmenopáusicas, subrayando la relevancia de factores como la menarquia temprana y la historia reproductiva como elementos significativos en el riesgo cardiovascular (16).

Sin embargo, las mujeres suelen presentar síntomas y resultados clínicos diferentes a los de los hombres, lo que a veces lleva a una subestimación de los riesgos. Factores como la depresión y el estrés crónico, que a menudo son menos reconocidos, juegan un papel clave en la salud cardiovascular de las mujeres (17). Además, un análisis de los niveles de estradiol en relación con los eventos cardiovasculares encontró resultados mixtos, lo que pone de manifiesto la necesidad de continuar investigando la compleja interacción entre los niveles hormonales y el riesgo cardiovascular (18).

Los factores de riesgo únicos en las mujeres incluyen no solo los hormonales, sino también los estilos de vida. Por ejemplo, la actividad física regular y el consumo de legumbres se han identificado como determinantes importantes que influyen en el riesgo de mortalidad cardiovascular en mujeres posmenopáusicas (15). Además, condiciones de salud como la enfermedad inflamatoria intestinal pueden incrementar el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular isquémico en este grupo, aunque este riesgo pierde relevancia al ajustar por otros factores (19).

Estrategias de prevención y manejo:

Las dietas saludables para el corazón, como la mediterránea y la dieta DASH, son ampliamente recomendadas por sus beneficios en la reducción de los factores de riesgo cardiovascular. Ambas dietas promueven el consumo de frutas, verduras, cereales integrales y grasas saludables, lo que contribuye a mejorar la salud cardiovascular. Además, las intervenciones nutricionales son fundamentales para gestionar los riesgos asociados con las enfermedades no transmisibles, centrando la atención en la reducción de la ingesta de sodio y el aumento del consumo de potasio a través de la alimentación (20).

La actividad física regular y el mantenimiento de un peso saludable son cruciales para gestionar la hipertensión y reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares. El ejercicio físico no solo ayuda a reducir la presión arterial, sino que también mejora la salud cardiovascular en general, fortaleciendo el sistema circulatorio y favoreciendo un funcionamiento óptimo del corazón. Estas prácticas, cuando se combinan con una dieta adecuada, constituyen un pilar importante para la prevención de enfermedades crónicas (21; 22)

Además, la cesación del tabaquismo es una de las estrategias primarias para reducir el riesgo cardiovascular, dado que fumar es uno de los factores de riesgo modificables más significativos. Limitar el consumo de alcohol también se recomienda como medida para prevenir la hipertensión y otras condiciones cardiovasculares, lo que contribuye a mejorar la salud general (20).

En cuanto a las intervenciones farmacológicas, la terapia de reemplazo hormonal presenta tanto beneficios como riesgos, lo que requiere una consideración cuidadosa de su uso, especialmente en relación con la salud cardiovascular. Los medicamentos como las estatinas y los fármacos antihipertensivos, incluidos los bloqueadores del sistema renina-angiotensina, son efectivos para controlar la presión arterial y reducir los eventos cardiovasculares, siendo una opción importante en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares (23; 22).

La prevención secundaria también juega un papel crucial en la gestión de los riesgos cardiovasculares. El diagnóstico temprano y el manejo adecuado de los factores de riesgo, como la hipertensión, son esenciales para prevenir complicaciones adicionales (22). Se recomienda un monitoreo regular y la implementación de intervenciones personalizadas para gestionar estos factores de riesgo de manera efectiva (23). Aunque las modificaciones en el estilo de vida son consideradas estrategias de primera línea, la integración de tratamientos farmacológicos suele ser necesaria para un manejo integral. La efectividad de estas estrategias puede mejorarse al abordar los determinantes sociales de la salud y fomentar la alfabetización en salud, lo que permite a las personas tomar decisiones informadas sobre su bienestar (24).

Rol de la educación y conciencia en la salud cardiovascular femenina:

La educación juega un papel crucial en aumentar la conciencia sobre los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares entre las mujeres, especialmente desde una edad temprana. Los programas dirigidos a niñas pueden ser una herramienta clave para reducir la carga futura de estas enfermedades al fomentar hábitos de vida saludables desde la infancia (25). A su vez, las campañas de sensibilización tienen un gran potencial para mejorar la comprensión de las mujeres sobre las enfermedades cardiovasculares, que constituyen la principal causa de muerte en mujeres. Un estudio realizado en Italia subrayó que el nivel educativo de las mujeres era un factor predictivo importante en la conciencia sobre estas enfermedades (26).

El aumento en el conocimiento acerca de las enfermedades cardiovasculares no solo informa, sino que también empodera a las mujeres para que puedan reconocer los síntomas de manera temprana y buscar atención médica de forma oportuna, lo que contribuye a reducir las tasas de morbilidad y mortalidad (27). No obstante, existen barreras sociales y culturales que afectan la percepción y la atención que las mujeres reciben en relación con las enfermedades cardiovasculares. Las ideas erróneas culturales y los sesgos de género contribuyen a la subestimación del riesgo cardiovascular en las mujeres, lo cual impacta negativamente en su comportamiento respecto a la búsqueda de atención médica y su acceso a los servicios de salud (28). Además, los factores socioeconómicos, como un nivel educativo bajo y un acceso limitado a servicios de salud, agravan estas barreras, especialmente entre las mujeres en edad reproductiva (27).

A estas dificultades se suma la falta de directrices específicas para el género en muchos sistemas de salud, lo que puede resultar en tratamientos inadecuados y, en consecuencia, peores resultados para las mujeres (29). Para abordar estas disparidades, es crucial implementar programas educativos y campañas de prevención que se dirijan específicamente a las necesidades de las mujeres. Estos programas deben enfocarse en educar sobre los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares y las estrategias de prevención, promoviendo la identificación de los riesgos antes de la aparición de los síntomas (27).

Asimismo, las campañas deben diseñarse para derribar las barreras culturales y fomentar la adopción de prácticas de atención médica sensibles al género, con el objetivo de mejorar los resultados en salud cardiovascular de las mujeres (28). Para que estos esfuerzos sean más efectivos, es esencial que haya una colaboración continua entre los proveedores de atención médica, los responsables políticos y las organizaciones comunitarias (29). Esta colaboración fortalecerá los programas educativos y aumentará la conciencia social, creando un entorno de salud más inclusivo y accesible para todas las mujeres.

Desafíos y perspectivas futuras:

Uno de los principales desafíos en la investigación de género es la subrepresentación de las mujeres y de las poblaciones LGBTQ+ en los estudios sobre enfermedades cardiovasculares. Esta falta de representación genera una comprensión limitada sobre las necesidades de salud específicas de estos grupos y los patrones de progresión de las enfermedades en ellos. Además, el concepto de interseccionalidad, que aborda la interacción entre el sexo, el género y otros factores sociales como la raza y el estatus socioeconómico, a menudo es pasado por alto en la investigación, lo que puede afectar significativamente la identificación de los riesgos y el desarrollo de enfermedades (30).

Con vistas al futuro, se está prestando cada vez más atención al desarrollo de estrategias terapéuticas personalizadas. Estas estrategias buscan considerar los factores biológicos y psicosociales únicos que afectan a cada género, lo que podría mejorar la efectividad de los tratamientos y su adecuación a las necesidades individuales de cada paciente (30). En este sentido, los avances en los injertos vasculares tejidos (TEVGs, por sus siglas en inglés) ofrecen soluciones prometedoras para el manejo de las enfermedades cardiovasculares. La investigación continúa optimizando las fuentes celulares, las propiedades mecánicas y la integración de estos injertos con las condiciones del paciente, lo que abre nuevas posibilidades en el tratamiento de estas afecciones (31).

Para profundizar en la salud cardiovascular a largo plazo, especialmente en mujeres postmenopáusicas, es esencial realizar estudios longitudinales. Estas investigaciones permitirán comprender mejor cómo los cambios hormonales significativos que ocurren en esta etapa de la vida impactan la progresión de las enfermedades y la efectividad de los tratamientos. La recopilación de datos a largo plazo es crucial para desarrollar enfoques más efectivos y adaptados a las necesidades de este grupo específico de mujeres (30).

Conclusiones:

El estudio de la salud cardiovascular en mujeres, especialmente en aquellas postmenopáusicas, debe considerar las complejas interacciones entre factores biológicos, hormonales, sociales y culturales. La disminución de los niveles de estrógeno y los cambios hormonales asociados con la menopausia son determinantes clave en el aumento del riesgo cardiovascular en este grupo. Sin embargo, la falta de representación adecuada de mujeres y poblaciones LGBTQ+ en la investigación cardiovascular limita nuestra comprensión sobre las diferencias de género en la progresión y tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, lo que subraya la necesidad de enfoques más inclusivos y personalizados en la investigación clínica.

Es esencial que los enfoques terapéuticos y preventivos se adapten específicamente a las características de cada género. Las estrategias de medicina personalizada, que consideran tanto los factores biológicos como psicosociales, pueden mejorar significativamente la eficacia de los tratamientos cardiovasculares. El desarrollo de tecnologías avanzadas, como los injertos vasculares tejidos, muestra un gran potencial para abordar los problemas cardiovasculares de manera más específica y eficaz, pero la investigación continua es fundamental para garantizar su integración exitosa en la práctica clínica.

La educación y la concientización sobre los riesgos cardiovasculares deben ser una prioridad, especialmente en mujeres jóvenes. Promover un mayor conocimiento sobre los factores de riesgo y las estrategias de prevención desde temprana edad contribuiría a reducir la carga de enfermedades cardiovasculares en el futuro. Las campañas de sensibilización deben ser diseñadas para derribar barreras culturales y sociales, y se debe fomentar la colaboración entre profesionales de la salud, responsables políticos y organizaciones comunitarias para garantizar el acceso a información y tratamiento adecuados para todas las mujeres, independientemente de su contexto socioeconómico.

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