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La Condición Humana. Una síntesis

(354-430), Tomás de Aquino (1225-1274), en el Renacimiento, Pico de lla Mirándola (1063-1494), en Italia; Fernán Pérez de Oliva (1494-1533) en España y Miguel de Montaigne (1533-1592), D. Hume (1711-1776), J. J. Rousseau (1712-1778),y finalmente con  la Filosofía Clásica Alemana de finales del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX se puede aludir a las posiciones de G. W. F. Hegel (1770-1831) y L. Feuerbach (1804-1872).

El primero atribuye a la existencia humana una esencia idealista, al analizar la categoría enajenación, la cual interpreta a partir de la actividad material de los sujetos estudiando a estos últimos y su historia como resultado de su propio trabajo, sin embargo, al partir de la identidad del ser y el pensamiento se pierde la comprensión real del sujeto como manifestación de la idea, concepto, espirito, ya que la Idea Absoluta al retornar a sí misma conoce el contenido de las diversas variedades de la conciencia y la actividad humana. En él encontramos el reconocimiento de la dialéctica como esencia del desarrollo, aunque no la aplicó a la comprensión de los seres humanos (6). L. Feuerbach por su parte interpreta la esencia humana  desde una posición antropológica donde promueve a primer plano el problema de la esencia del sujeto considerándola como objeto único, universal y superior.

En general predominaron en el pensamiento pre marxista acerca de la esencia humana dos posiciones identificadas; las teorías religiosas defensoras de que el ser humano, todo hombre, tiene un alma y que ésta es precisamente su naturaleza; y la otra, las teorías naturalistas como la de la biología, que indica la constitución genética y biológica se realizan en lo fundamental del mismo modo en todos los seres humanos de todos los lugares y de todas las épocas. Estas posiciones fueron criticadas y solucionadas con la aparición del Marxismo.

Marx (1818-1883) y F. Engel (1820-1895), revolucionaron la concepción interpretativa acerca de la esencia humana al destacar el papel de la actividad, asumen una nueva concepción al considerar a la esencia humana no como algo abstracto inherente a cada sujeto, sino que dicha esencia no es más que el conjunto de relaciones sociales.

Es por eso que la práctica constituyó un eslabón esencial en la comprensión del hacer humano, donde la esencia humana existe en la relación de lo social y lo individual. Con razón hacen alusión de que dicha naturaleza constituye la base de su propia existencia humana. Mayos F. (2000) (8).

En América Latina se denota un recorrido histórico en la atención a la condición humana para significar la esencia del hombre, como aspecto fundamental en el contexto de este continente; Arturo Roig,  reflexiona sobre la condición humana en la que hace necesario agregar que ese amor por lo propio no encuentra su impulso generador en alguna motivación narcisista ni en algún irracionalismo telúrico y más fiel a una posición dialéctico materialista lo es Guevara (1928-1967), quien en “El Hombre y el socialismo en Cuba”, hace referencia a que este desarrollo pleno del hombre se obtiene de la apropiación de la propia naturaleza humana mediante el trabajo libre de la enajenación y la expresión de la condición humana a través de la cultura y el arte. Dieterich, H. (2000) (9).

La naturaleza consciente del ser humano y la consideración de la unidad dialéctica entre la conciencia social e individual, es inherente a la existencia humana. No se refiere a los rasgos específicos del sujeto, sino de que el mismo es un ser vivo que interactúa con el medio, lo trasforma y se transforma, condicionando su desarrollo humano, lo que implica no sólo la transformación de su naturaleza biológica, sino también la transformación de lo social y lo espiritual que se desarrolla en la unidad con lo biológico y lo ecológico. Leff, E. (2000) (10). Reconocer pues es importante, que la naturaleza humana no puede ser algo independiente del desarrollo, autodesarrollo y transformación de sí mismo, que lleva  a un fin determinado, porque éste es dinámico en su esencia, de modo que la misma naturaleza humana, es la que lleva a su fin o plenitud durante el curso de la vida. Es decir, con lo que se nace y se sigue todo el tiempo y durante toda la vida, dinamizando el desarrollo de la misma.

Por ende se impone a construir un vínculo entre  hombre y  su entorno, lo que se concreta en la relación contradictoria entre lo biológico y lo ecológico, entre lo espiritual y lo social como pares dialécticos que revelan el desarrollo de la naturaleza humana. Se significa el carácter social de los seres humanos, y ello lleva implícito lo espiritual, que en muchos casos se obvia su relevancia. Suárez R. (1997) (11).

En la consideración de la naturaleza humana lo espiritual es síntesis en la dialéctica de lo biológico y lo ecológico y lo dinamiza, por lo que se configura en la dimensión que expresa y propicia la vida, el desarrollo de la existencia misma en aspectos como los sentimientos, la voluntad, el amor, entre otros, todo lo cual sustenta la espiritualidad como cualidad que emerge en la dialéctica de lo material y lo espiritual de la existencia humana. La espiritualidad tiene un profundo contenido en el ser humano, y es elemento esencial, esta dimensión debe comprometer de una manera flexible  al hombre y hacer en correspondencia con lo que se conoce, lo que permitirá una convivencia digna, alejada de traumas, y depresiones. Weil P. (1997) (12).

Ahora bien si se toma  en consideración que si la naturaleza humana se transforma en unidad dialéctica con la capacidad transformadora humana, esto hace la diferencia de la naturaleza humana respecto a la de otros seres vivos y esta consideración permite revelar las relaciones que permiten interpretar el autodesarrollo humano en su entorno, en tanto se reconoce esta capacidad de transformación a partir de sus potencialidades, que en su desarrollo llegue a ser un aspecto significativo en el comportamiento de los seres humanos en un contexto social.

El comportamiento humano se propicia a partir de la capacidad transformadora humana, en su saber, hacer, ser y convivir, los cuales sustentan los conocimientos, habilidades, valores y valoraciones. De tal forma el saber y hacer constituyen un par dialéctico, mediado por el ser y el convivir, los cuales constituyen a su vez un par dialéctico contradictorio con el saber y hacer. Es así que el programa de rehabilitación con visión integradora que se propone, y que está constituido por un grupo multidisciplinar debe conducir a estos enfermos  hacia estadios superiores, a partir de que conociendo su propia naturaleza humana sean capaz de transformarla, y reconocer que su existencia se autodesarrolla y desarrolla, a partir de su carácter espiritual y social, en un medio cultural y natural, ello conlleva a reconocer lo espiritual en todas sus dimensiones, religiosa, ideológica, voluntad de luchar, vivir y hasta de