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Papel del auxiliar de Enfermería en las ulceras por presión

Papel del auxiliar de Enfermería en las ulceras por presión

Las úlceras por presión son una enfermedad bastante frecuente en el anciano, de modo que la prevención es el mejor camino de evitarse meses de sufrimiento. Es preciso que las familias que cuenten con algún integrante que pueda contar algunas de las características…

Por María Calderón Sánchez. Auxiliar de Enfermería Servicio Andaluz de Salud y hotel adaptado para mayores. Puerto Salud Almería

Las úlceras por presión son una enfermedad bastante frecuente en el anciano, de modo que la prevención es el mejor camino de evitarse meses de sufrimiento. Es preciso que las familias que cuenten con algún integrante que pueda contar algunas de las características que lo hagan propenso a esta enfermedad, soliciten la valoración que el equipo de atención primaria e idealmente la evaluación de un geriatra, puesto que los servicios de geriatría cuentan con unidades de asistencia domiciliaria que coordinadas con la atención primaria, pueden resolver en forma eficiente este tipo de patologías.

¿Qué son las úlceras por presión?

Las úlceras por presión son lesiones isquémicas, es decir, por falta de riego sanguíneo, que provocan la muerte de tejidos y posterior necrosis, comenzando en la piel. En general se producen en sitios donde existen prominencias de los huesos, que al comprimir la zona de apoyo entre éste y el resto de cuerpo situado superficialmente provocan la disminución o la suspensión del flujo de sangre, con el consiguiente daño a los tejidos. Dichos sitios pueden ser sometidos a presión intensa durante un período corto o a presión menos intensa, durante un tiempo más prolongado, siendo ambas alternativas potencialmente dañinas para la piel.

La frecuencia con la que se presenta esta enfermedad varía de acuerdo a la edad del paciente, siendo más alta mientras mayor es el enfermo. También depende del tipo de institución en que este se encuentra, produciéndose cerca de dos tercios de ellas en los hospitales de agudos, y del resto una parte en las residencias y una menor proporción en sus propios hogares.

De todas ellas, más o menos un 2% son muy severas y pueden comprometer la vida del enfermo. Si bien no es una enfermedad exclusiva del anciano (también ocurre en enfermedades como lesiones medulares), las personas mayores tienen en promedio de 8 veces más probabilidades de padecerla.

¿Cómo y por que se producen?

Hay cambios en la piel del anciano asociados al envejecimiento que favorecen su aparición:

• La piel de los ancianos tiene una regeneración más lenta.
• Existe una disminución de la fuerza de unión de las células en la epidermis, con un retardo en su regeneración y una disminución del riego sanguíneo en la dermis.
• A esto se debe agregar que disminuye o se pierde la sensibilidad al dolor, se adelgazan todas las capas de la piel y se alteran los tejidos elásticos y colágeno que la componen.
• La falta de vitamina C puede aumentar la fragilidad de los vasos sanguíneos y del tejido graso que de alguna manera sirve como colchón de nuestro cuerpo, reduciendo de esta forma su protección y facilitando la producción de lesiones por presión.
• Si a lo anterior se agrega la inmovilidad o postración del enfermo, las constantes abrasiones, la humedad producto de las incontinencias tanto urinaria como fecal, los factores ambientales como los colchones y sillas duras y los factores iatrogénicos como una excesiva prescripción de reposo o de medicamentos sedantes e hipnóticos a dosis inconvenientes para nuestros ancianos, entonces existe una elevada probabilidad de producir una escara.
• De los factores físicos directamente involucrados en la formación de una úlcera por presión, sin duda el más importante es la presión misma.

La presión de la pequeña circulación de los tejidos como la piel no es tan elevada de manera que si estos se hallan sometidos a una compresión externa, ésta puede equipararse o superar a la presión del capilar sanguíneo, generando la citada isquemia al suspenderse el riego en la zona afectada. Es por ello que existen zonas del cuerpo más susceptibles de lesionarse, como las prominencias óseas. Por ejemplo, se puede mencionar que al estar sentada, una persona puede recibir presiones superiores en 10 veces a la presión de su circulación.

La fricción, producto del roce con la ropa de cama y sus pliegues, así como el cizallamiento entre dos capas de la piel y la maceración por la humedad de los tejidos, agravan el efecto de la presión sobre los lugares expuestos.

Existen factores dependientes del paciente como:

• Las ya citadas incontinencias, muy frecuentes en las edades avanzadas, y que muchas veces el propio paciente minimiza u oculta por pudor.
• El padecer enfermedades de los vasos sanguíneos que de algún modo faciliten su lesión.
• La desnutrición e incluso la obesidad, juegan un rol negativo y favorecedor de las escaras.

El tratamiento puede ser preventivo o curativo.

1- Preventivo

Lo más importante frente a las úlceras por presión es intentar prevenirlas. Es la clave de este tema, dados los inmensos daños que puede provocar una escara, sobre todo cuando es de los grados 3 o 4. Lo mejor es evitar que esta se produzca o en el peor de los casos, impedir que progrese a niveles de mayor gravedad. Para lo anterior se recomienda considerar los siguientes elementos:

• Identificar personas con factores de riesgo: Inmovilización, mala nutrición, incontinencia fecal y urinaria y disminución del grado de conciencia (estupor, obnubilación, coma).
• Vigilancia estricta a pacientes con alto riesgo: exploración física dirigida y palpación de zonas susceptibles, realizadas idealmente por el médico o por la enfermera.

Medidas específicas:

• Cambio de posición cada 2 horas.
• Levantar diariamente al paciente.
• Higiene de la piel.
• Hidratación, lubricación y masaje circular de la piel.
• Evaluar la tolerancia de tejido a la presión.
• Uso de equipos de dispersión de presión: colchón de presión alterna, almohadones, férulas de espuma, bolsas de agua.
• Educación al personal sanitario, a la familia y al propio paciente.
• Detección, prevención y tratamiento de factores predisponente

2- Curativo

• Tratamiento de úlceras grado I: Sólo requiere del manejo de las medidas preventivas
• Tratamiento de úlceras grado II: Al manejo preventivo se debe agregar el aseo constante de la zona lesionada, habitualmente con suero salino salino, así como la aspiración de la ampolla. Se utilizan algunas sustancias que colaboran con la limpieza y con la velocidad de cicatrización de la herida, conocidos como apósitos hidrocoloides, que requieren un manejo especializado por parte del médico y personal de Enfermería.
• Tratamiento de úlceras grado III y IV: Limpieza: Las úlceras por presión cicatrizan mejor cuando están limpias, pudiéndose realizar lavado con suero fisiológico hasta que la herida esté limpia.

Proteger de la infección.

Control con cultivos: las úlceras por presión por lo general son colonizadas por bacterias y el médico puede recomendar en ocasiones, obtener una muestra por aspiración mediante aguja o biopsia del tejido.

Tratamiento sistémico con antibióticos según corresponda si el paciente presenta bacteriemia, sepsis, celulitis avanzadas u osteomielitis.

Higiene adecuada de la piel del paciente.

Eliminación del tejido desvitalizado: Para ayudar a cicatrizar las úlceras se necesitará eliminar el tejido necrótico, existiendo dos métodos, ya sea por métodos químicos utilizando enzimas, o por medios quirúrgicos empleando el bisturí.

Favorecer la cicatrización: Para ello se utilizan gasas empapadas en suero o las ya mencionadas espumas hidrocoloides.

Curas periódicas: Inicialmente y en condiciones ideales, una por día en úlceras grado II. Dos curaciones por día en úlceras grado III y IV en heridas con gran cantidad de exudado. El uso de apósito hidrocoloides está dado para heridas no infectadas

Este apartado final es una labor del personal sanitario de Enfermería que siempre irá dirigido por el DUE.