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Polifarmacia en el Adulto Mayor. Asunto pendiente sin resolver desde la Atención Primaria

disminución de la destreza manual o por la presentación incorrecta de los preparados, y si a esto añadimos el mal hábito de automedicarse, que es otro aspecto que acrecienta la aparición de polifarmacia, que aumenta con la edad y que es forma terapéutica muy difundida entre los senescentes, es algo que hay que seguir muy de cerca. (Martínez Querol, Pérez Martínez, Carballo Pérez, & Larrondo Viera, 2005)

Los efectos desagradables de la polifarmacia: costo, reacciones adversas, mal uso de medicamentos, redundarían negativamente con mayor intensidad y con carácter aún más devastador en los individuos de la tercera edad. Se ha postulado por muchos eruditos en la materia, que el número máximo de fármacos que mejoraría a un anciano con la debida atención es de tres. Mucho se ha debatido en relación con la poli farmacoterapia en el anciano. La mayoría considera que es un problema clínico propio y característico en estas etapas de la vida, tal como lo es la «automedicación» o el abandono de las propuestas terapéuticas por decisión incorrecta, soledad, abandono, defectos de memoria y otras condiciones habituales de los ancianos. (Ma, 2009; Marquez Arango, 1996)  

CONCLUSIONES

Cabría entonces pensar que una buena medicación mejoraría la calidad de vida y la salud en términos general de los gerontes. Las tendencias de futuro indican un incremento de la demanda de cuidados durante la vejez, tanto por la propia evolución demográfica, como por el continuo aumento de la morbilidad a edades avanzadas. (Se estima que en el año 2026 habrá alrededor de dos millones de personas mayores con problemas de dependencia en España) esto supondrá a corto plazo un aumento en el número de profesionales dedicados a la atención de una manera global del paciente geriátrico.

La ciencia de la farmacoterapia en la tercera edad no es sólo prescribir medicamentos, sino seleccionar el mejor medicamento, el más efectivo, pero con menos reacciones colaterales adversas, en la menor dosis sin que se deteriore la eficacia, utilizando la forma farmacéutica más compatible en los ancianos, con los intervalos óptimos y que se ajuste a las exigencias biológicas, pero contemporizando con las eventualidades psicológicas, emocionales, sociales y económicas de cada individuo envejecido.

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