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El rechazo a la vacunación, ¿es necesaria obligatoriedad vacunal?

El rechazo a la vacunación, ¿es necesaria obligatoriedad vacunal?

Introducción: Los movimientos antivacunas han vuelto a resurgir con fuerza en los últimos años gracias a internet y las redes sociales. En España la vacunación no es obligatoria, sino recomendada, por lo que la negativa de los padres a vacunar a sus hijos presenta un conflicto de intereses entre el derecho de los padres a criar a sus hijos según sus creencias y el derecho de la sociedad a que se proteja su salud.

AUTORES

– Alberto Millán Vicente

Grado en Enfermería por la Universidad de Zaragoza.

Máster en Salud Pública por la Universidad de Zaragoza.

– María Elena Forniés Baquedano

Grado en Enfermería por la Universidad de Zaragoza.

Máster en Iniciación a la Investigación en Ciencias de la Enfermería por la Universidad de Zaragoza.

RESUMEN

Objetivo: Analizar las creencias por las que muchos padres y madres deciden no vacunar a sus hijos y contraponerlas a la evidencia científica actual sobre el tema, así como valorar la obligatoriedad de la vacunación en España

Metodología: Se realizó una búsqueda bibliográfica en las principales bases de datos sanitarias de artículos relevantes publicados entre 2002-2017, para conocer las principales razones por la que los padres se niegan a vacunar a sus hijos, y si existe necesidad de la obligatoriedad vacunal.

Conclusiones: Las razones por las que los padres se niegan a vacunar a sus hijos son muy variadas: motivaciones religiosas, conocimientos naturistas, posturas “anti-sistema”, creencias personales, etc. La cuestión principal no es tanto si la obligatoriedad vacunal es necesaria, sino la información que el profesional sanitario transmite, aclarando los mitos y creencias erróneas, remarcando los beneficios de las vacunas y contraponiéndolos a los riesgos. Dejando a los padres la elección de vacunar o no a sus hijos, ya que la obligatoriedad de vacunar sólo debería extenderse a aquellos casos en los que el niño está en riesgo grave de enfermar o bajo alertas de salud púbica.

Palabras clave: Vacunas, Grupos antivacunas, Rechazo vacunación, Vacunación obligatoria

INTRODUCCIÓN

Los movimientos antivacunas no son nuevos. La existencia de estos grupos antivacunas se remonta hasta el mismo año de la invención de la vacuna por parte de Edward Jenner en 1796. Jenner fue tratado como un loco por sus vecinos y recibió la completa oposición de muchos de sus compañeros médicos. De la vacuna de Jenner decían que inocularse las pústulas de la viruela de las vacas produciría espantosas deformaciones en el cuerpo de los vacunados,  que mugirían y caminarían a cuatro patas (1).

Estos movimientos antivacunas pueden definirse como un colectivo que, por razones religiosas, filosóficas, políticas o científicas creen que las vacunas suponen un mayor perjuicio para su salud que el beneficio que pudieran aportar (2). En sus primeras épocas estaban vinculadas al temor a lo nuevo, y muchos consideraban el acto de vacunar como una herejía. Difundían sus mensajes en un contexto más familiar y cercano, para posteriormente pasar a utilizar panfletos y charlas en público (1).

Actualmente, la crítica de estos grupos se basa más en la desconfianza hacia las farmacéuticas, gobiernos y organizaciones científicas. Y utilizan libros, radio, televisión, internet y redes sociales para propagar sus mensajes.

Los padres que no vacunan a sus hijos suelen dividirse esencialmente en dos tipos: los de bajo nivel socioeconómico y los que tienen un nivel económico medio o alto pero acompañado de un buen nivel de estudios. La razón principal por la que los padres de bajo nivel socioeconómico no vacunan a sus hijos es el descuido. Este tipo de padres es fácilmente abordable, comunicándose con ellos e insistiendo en la importancia de la vacunación y la gratuidad para acceder a ella en nuestro sistema sanitario. En cuanto al segundo grupo, los de un nivel económico medio-alto y con buen nivel de estudios, son padres que están muy informados respecto al tema, pero cuyo problema es que están mal informados.

Estos padres tienen un estilo de vida naturalista y rechazan las vacunas por puro convencimiento, se basan en la información consultada en internet, en profesionales no sanitarios o médicos homeópatas contrarios a la vacunación y en historias personales de conocidos. A todas luces, información claramente no contrastada con la evidencia científica actual sobre el tema, pero que complica extremadamente la vacunación en los hijos de estos padres (3,4).

En 2015 en Olot (Girona), un niño de 6 años no vacunado por decisión de sus padres falleció a causa de difteria. Este era el primer caso de difteria diagnosticado en España tras casi 30 años (5), por lo que reabrió el eterno debate sobre la obligatoriedad o no de la vacunación y los límites de la responsabilidad de los padres que deciden no vacunar a sus hijos.

El objetivo principal de este artículo es de analizar las creencias por las que muchos padres y madres deciden no vacunar a sus hijos y contraponerlas a la evidencia científica actual sobre el tema, así como valorar la obligatoriedad de la vacunación en España.

METODOLOGÍA

Se realizó una revisión bibliográfica en las bases de datos PubMed, Science Direct y Scielo, en un periodo de revisión que abarcó desde 2002 hasta 2017, y en los idiomas español o inglés. También se consultó información de la página web de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Como palabras clave para la búsqueda se utilizaron “vacunas”, “vacunación infantil”, “grupos antivacunas”, “rechazo a vacunar”, “cumplimiento vacunación”, “vacunación obligatoria”; y en inglés “vaccines”, “childhood vaccination”, “anti-vaccination movements”, “vaccination refusal”, “compliance with vaccination”, “mandatory vaccination”.

RESULTADOS

El resurgir en los últimos años del movimiento antivacunas viene sustentado por el artículo publicado en The Lancet por el médico inglés Andrew Wakefield en 1998 (6), y en el que vinculaba la vacuna triple vírica con el autismo. Este artículo tuvo una gran repercusión en la sociedad del momento, pero investigaciones posteriores demostraron que, además de que los datos carecían de base científica, el autor los había falsificado ya que tenía intereses económicos y empresariales en este asunto (7,8,9). Pero ya era tarde, el daño estaba hecho, y casi 20 años después muchos grupos antivacunas siguen haciendo referencia a este artículo como verdadero.

– Desmintiendo mitos y razones por las que no vacunar

Si se pregunta a los padres las razones por las que se niegan a vacunar a sus hijos, éstas pueden ser muchas y muy variadas: motivaciones religiosas, conocimientos naturistas, posturas “anti-sistema”, creencias personales, influencias familiares, etc (10,11).

Entre los temores más manifestados cabe destacar:

  • La ya citada relación con el autismo, y que como se ha demostrado posteriormente, estaba basada en suposiciones falsas e infundadas (12).
  • La inducción del síndrome de muerte prematura del lactante, algo que tampoco está científicamente demostrado. Y es que este tipo de defunciones, al igual que ocurre con la aparición del autismo, coincide temporalmente con la edad de la vacunación.
  • La falta de efectividad. Es importante aclarar que no existe ninguna vacuna 100% efectiva, pero todas las incluidas en el calendario vacunal son de comprobada efectividad (normalmente situadas en valores por encima del 90-95% de efectividad). Y es que cada vacuna tiene una efectividad diferente en función de aspectos como la similitud entre las cepas vacunales y las circulantes salvajes en ese momento, el tipo de vacuna (atenuada o inactiva), los coadyuvantes utilizados y la vía de administración. A su vez también influyen aspectos relacionados con el propio virus (transmisibilidad, virulencia…) o el individuo (edad, exposición, comorbilidad…) (13).
  • Los efectos secundarios. Muchos padres alegan como razón principal para no vacunar la posibilidad de sufrir los efectos secundarios más graves derivados de la administración de una vacuna. Pero la verdad es que los riesgos secundarios derivados de una vacuna son estadísticamente menores que los riesgos de su no aplicación (por ejemplo el riesgo de sufrir una encefalopatía como efecto secundario de la vacuna del sarampión es de 1 entre 1 millón, mientras que el riesgo de sufrir encefalopatía al padecer sarampión es 1000 veces mayor) (14).

Realmente, los efectos secundarios más comunes de una vacuna son los más leves, que que no van más allá de febrícula o un brazo dolorido y, que además, no ocurre con todas las vacunas, sino sólo con aquellas compuestas por virus atenuados.