Inicio > Historia de la Medicina y la Enfermería > Reciente historia del dolor crónico

Reciente historia del dolor crónico

Reciente historia del dolor crónico

Autora principal: Rosmarí De la Puerta Huertas

Vol. XV; nº 18; 928

Recent history of chronic pain

Fecha de recepción: 21/08/2020

Fecha de aceptación: 21/09/2020

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XV. Número 18 –  Segunda quincena de Septiembre de 2020 – Página inicial: Vol. XV; nº 18; 928

Autor: Rosmarí De la Puerta Huertas

Dra. Ciencias de la Salud. Grado en Enfermería.

Hospital Marqués de Valdecilla. Santander. España.

Resumen

El dolor ha sido una constante en nuestra historia de la medicina pero también ha marcado un paso obligado en su conocimiento para los investigadores de este campo. Sus antecedentes nos llevan al origen del ser humano y a su supervivencia. A lo largo del tiempo, su definición ha estado muy comprometida por la época en que se revelaba y por la subjetividad clínica marcada por la cultura y la religión de cada civilización. La presencia del dolor en la humanidad es muy antigua, pero sus revelaciones y complejidades aparecen dinámicamente a medida que la evolución del hombre avanza con el conocimiento.

Palabras clave: dolor crónico, Bónica,  I.A.S.P.,  CIE-11

Abstract

Pain has been a constant in our history of medicine but it has also marked an obligatory step in its knowledge for researchers in this field. Its antecedents lead us to the origin of the human and its survival. Over time, its definition has been highly compromised by the time when it was revealed and by the clinical subjectivity marked by the culture and religion of each civilization. The presence of pain in humanity is very old, but its revelations and complexities appear dynamically as the evolution of man advances with knowledge.

Keywords: Chronic pain,  Bónica,  I.A.S.P.,  CIE-11.

Historia del dolor crónico hasta la actualidad

El dolor es un concepto que nos une como especie desde su origen y no en un suceso puntual, sino que ha seguido el curso de la historia del hombre desde el comienzo hasta hoy. Importantes definiciones de cada época nos ha aportado un pequeño avance sobre un síntoma que acompaña nuestra supervivencia y nuestra forma de afrontarlo desde el inicio hasta la actualidad. El dolor es un síntoma por excelencia en nuestra especie humana y el reto más importante a lo largo de la historia de la medicina ha sido siempre intentar entenderlo. Pero el concepto clínico del dolor crónico es relativamente reciente en nuestra historia. Galeno en el siglo II (D.C.) ya insistía en la importancia y existencia de un sistema nervioso central que se revelaba como el centro de la sensibilidad y reconoce el dolor como “el resultado de una sensación y emociones en el interior del cuerpo”, pero no describía su estado más allá de un hecho puntual, sin temporalidad. Posteriormente, el concepto del dolor estuvo asociado en un contexto de culpa y pecado en la Edad Media a través de la “fé”. En los siglos XVII y XVIII se impone la ciencia basada en los nuevos descubrimientos y una nueva perspectiva toma lugar en diferentes culturas y civilizaciones. Según nuestra trayectoria, el dolor hasta entonces estaba enfocado unidireccionalmente, considerando sólo sus aspectos médicos.

Hasta que en 1953 el Dr. John J. Bónica, el padre fundador de la medicina del dolor, afirmó que “el dolor en las fases finales, cuando se vuelve incontrolable, ya no tiene un propósito útil y se convierte en una fuerza destructiva”. Sus estudios y desarrollo en este campo lograron que ese mismo año el Dr. Bónica publicase su primer libro “The Management of pain”; año en el que también impulsa la creación de Unidades de Dolor. Este punto de partida para el dolor crónico logró que en 1960 creara la primera Clínica del Dolor con carácter multidisciplinar que sirvió de modelo para clínicas en el mundo (1).  Cinco años después, la descripción de la “Teoría de la Puerta” revelada por Melzack y Wall en 1965, definitivamente marcó un periodo de arranque en el dolor crónico, porque explicaría cómo la mente desempeña un papel esencial en la modulación del dolor y la existencia de un “sistema de bloqueo” a nivel del SNC. Tres años más tarde Casey y Melzack integran los datos fisiológicos y psicológicos en tres dimensiones: sensorial, motivacional y cognitiva. El modelo de dolor crónico dejó por tanto de responder al modelo biomédico y dió paso al modelo biopsicosocial donde la mente y cuerpo están conectados (2).

La aparición de una Medicina Conductual teórico-práctica y la Psicología ligada a la salud tienen una representación a efecto real en las respuestas sobre el dolor y demostraron la evidencia de la Teoría de la Puerta revelada por Melzack y Wall unos años atrás. Emerge desde este concepto multidimensional  una perspectiva multidisciplinar dando a conocer el comportamiento del ser humano ante la percepción y mantenimiento del dolor.

A la investigación en materia de dolor desde el lado psicológico del paciente (sentimientos, creencias y emociones acerca de la enfermedad) se le añaden otros aspectos como las relaciones sociales, familiares y laborales.

El reconocimiento del factor psicológico en el dolor crónico, fue necesario para su investigación y tratamiento hasta alcanzar el punto actual de avance, punto en el que nos encontramos con el desarrollo de Terapias adyuvantes a los tratamientos farmacológicos optimizando estos últimos para favorecerlos.  Emergió la necesidad de profundizar en la comprensión del papel de las cogniciones y conductas humanas que están relacionadas con la modulación del dolor. El concepto de la temporalidad del dolor a largo plazo marcaba una diferencia con respecto al campo del dolor en general. Sus efectos colaterales se revelaban con un alto coste económico a nivel gubernamental.  El coste a otros niveles aún estaba por definir. En el año 2001, el dolor crónico es declarado como un problema de Salud Pública por la Organización Mundial de la Salud, a nivel mundial y a partir de entonces fue enfocado como una patología propiamente, no cómo un síntoma.  En el  año 2014, un Estudio de Carga Global del Dolor crónico, reveló que un 10% de la población mundial (60 millones de personas) padecían dolor crónico y nos mostraron cifras alarmantes sobre esta patología.

Los estudios sobre la comorbilidad de esta patología y los factores que predisponían a su cronicidad en el ser humano, comenzaron a ser el foco de atención de los investigadores en salud pública. Las estadísticas anuales nos hacen un balance sobre una patología en la que muchos son los factores que intervienen de barreras para su resolución.

Actualmente, la International Association for the Study of Pain (IASP) en el año 2020 ha revisado la definición y su concepto ha avanzado dinámicamente ya que ha transmitido mejores matices descubriendo una mayor complejidad en el concepto del dolor.  La nueva definición revisada del 2020 lo define como “una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar a la asociada con daño tisular real o potencial”.

En comparación con la versión del año 1979, está reemplazando la terminología que basada en la capacidad de una persona para describir la experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada con una lesión real o potencial”.  Esta definición excluía a bebés, personas mayores u otros casos que no podían articular verbalmente su dolor (según Dr. Jeffrey Mogil, Director del Centro Alan Edwards para Investigación sobre el Dolor de la Universidad de MacGill (Sociedad Española del Dolor. SED – 2020).

A  lo largo de nuestra vida, las personas aprendemos el concepto del dolor que se va modificando dinámicamente a cada paso a través de nuestras vivencias y aprendizaje.  Aunque en un principio cumple una función protectora por sí mismo y una función adaptativa por el estado de vigilancia y alerta que nos ofrece cuando no se ha cronificado, puede tener efectos adversos sobre nuestra vida cuando es suficientemente intenso y duradero. Desde este punto de partida, el dolor crónico puede ser entendido como una experiencia personal, una situación desagradable, descontrolada y estresante que sigue mantenida en el tiempo y que está en constante revisión por la persona que lo padece, que requiere contínuos esfuerzos de adaptación y en el aspecto emocional puede resultar un sesgo en cuanto a los resultados emocionales que emergen en la conducta de la persona que lo padece.

El dolor y la nocicepción son fenómenos diferentes. El dolor no puede proceder única y exclusivamente de la actividad en las neuronas sensoriales. La IASP nos enfatiza que este modelo de dolor crónico es un fenómeno multidimensional  que debemos valorar desde tres dimensiones básicas:

  • Dimensión sensorial-descriminativa, que hace referencia a la transmisión nociceptiva (mecánica, térmica…) a la intensidad del dolor (umbral del dolor) y a su localización, con respecto a la dirección espacial y posición que ocupa en nuestro cuerpo.
  • Dimensión afectivo-motivacional, que está asociada con el estado de ansiedad en el sujeto, la depresión, la ira, la culpa o la indefensión.
  • Dimensión cognitivo-evaluativa, que está ligada a las variables de atención, creencias y pensamientos sobre el dolor que trasciende a las otras dimensiones anteriores (3, 4).

El modelo actual biopsicosocial trata estos tres aspectos como sistemas interrelacionados en el ser. Determina el proceso que causa el dolor, la percepción del paciente y el efecto que tiene el dolor  crónico sobre él.

La creación de programas multidisciplinares de tratamiento del dolor basados en un modelo cognitivo-conductual sostienen que los resultados que se obtienen sobre el manejo del dolor y la cognición del paciente controlan e influyen en su funcionamiento habitual. El dolor es tratado como un concepto dinámico en nuestro interior, que está en contínua revisión por nuestra conciencia y su significado personal puede variar su percepción personal con el tiempo, con nuestras vivencias y con nuestro estado emocional.

Profundizar sobre el manejo terapéutico del dolor a nivel cognitivo conductual de pacientes diagnosticados con patologías crónicas del dolor es fundamental en nuestro medio, sobre todo a nivel epidemiológico, por el aumento de casos en la actualidad y a nivel personal por la discapacidad que genera al paciente, la pérdida de su calidad de vida, por lastre psicológico que ello conlleva, el sufrimiento de las familias, la dependencia a los fármacos, la pérdida de la capacidad laboral y la  realización personal (5).

En mayo de 2019, la Organización Mundial de la Salud lanzó la nueva clasificación internacional de enfermedades (CIE-11). Esta nueva clasificación asume nuevamente el dolor crónico como un tema de Salud Pública y divide el dolor crónico en siete grupos. La primera implicación práctica es que define de forma separada dos entidades y tipos de dolor que engloban: el dolor crónico primario el cual se plantea como una enfermedad en sí misma; y el dolor crónico secundario, que es una entidad donde el dolor es un síntoma de una condición clínica subyacente (6).

Actualmente en España, existen 187 Unidades de Dolor que con diferentes niveles de actuación, abarcan esta patología del dolor crónico desde la perspectiva multidimensional con un Equipo Multidisciplinar. En 2019, las estadísticas a nivel nacional nos muestran que un 18% de nuestra población padece dolor de tipo crónico por diferentes etiologías. En esta cifra se encuentran factores importantes que pueden modificarla de forma general y favorecer al paciente particularmente cuando reciben un tratamiento y una psico educación fundamental de apoyo profesional en las que la implicación del paciente en los cuidados y su adherencia al tratamiento pautado por el especialista, tienen un apoyo importante desde la perspectiva profesional y un resultado potencialmente favorable en la población. Este planteamiento era impensable hasta pocos años atrás, en la historia del dolor.

BIBLIOGRAFIA

  1. Raffili W, Arnaudo E.: (2017) Pain as a disease: an overview. Journal of Pain Research 2017:10 2003–2008.
  2. Pampin Conde M., Cebral Polo A., Navarro Mateos M.: (2017) El modelo de dolor crónico y abordaje bio-psico-social. Cap. 3 Manual Básico del Dolor. SGADOR. Grunenthal 2017.
  3. Ferrandiz Mach M.: (2016) Fisiopatología del Dolor. Clínica del Dolor. Htal. Univ. Sta. Crey i S Pau. Barcelona
  4. Mellzack R., Wall P.: (1965) Pain Mechanism: a new theory. 150p.
  5. Castilla Sanchez, A (2014): Terapia Cognitivo Conductual en Pacientes con Dolor Crónico. Cartagena DT y C.
  6. Magarit C. (2019): La nueva clasificación internacional de enfermedades (CIE 11) y el dolor crónico. Implicaciones prácticas. Rev. Soc. Esp. del Dolor, Vol. 26, N.º 4, Julio-Agosto 2019. International Classification of Diseases.Mortality and Morbidity Statistics (CIE11) Cap 21. Symptoms, signs or clinical findings, not elsewhere classified. Organización Mundial de la Salud (OMS) (2019)  https://icd.who.int/browse11/l-m/en.