entre sus miembros, tendencia al chantaje emocional y conductas culpabilizantes (caso B y C) o manipuladoras (caso A y D); las estrategias de afrontamiento a los conflictos asumidos son predominantemente de tipo ganar- perder, constatándose no sólo en el intercambio con los miembros de las distintas familias, sino por los datos revelados por los informantes claves ya que los conflictos se han pretendido resolver de forma evasiva, en ocasiones invasivamente con diálogos conflictivos, como se abordó al analizar el proceso de comunicación, cuestión que ha afectado la satisfacción y el sentido de pertenencia familiar, no sólo en el caso de la persona adicta, sino también en otros miembros del núcleo, quienes prefieren retrasar la llegada al hogar (caso A) así como refugiarse en su microgrupo social o en responsabilidades laborales(caso B).
– Afectividad: Este aspecto relacionado con los dos anteriores evidenció la escasa implicación afectiva, no importándole la vida de los otros (familias A y C), llegando al ensimismamiento y por consiguiente denotando poca expresividad emocional, aún cuando perciban esta carencia como una necesidad para el desarrollo de sus relaciones interpersonales (familia B y D).
– Roles: se pudo observar que en ninguno de los sistemas familiares existe una adecuada cooperación en la realización de las tareas domésticas, se constató la existencia de roles genéricos difusos (familia C), sobrexigidos (todas las familias), con predominio de patrones devenidos del modelo patriarcal, donde las mujeres se han encargado del hogar; en el caso de los hombres antes del consumo consideraban que estas actividades son inherentes al género femenino, haciéndose aún más significativo que debido al consumo excesivo de alcohol éstos perdieron total autoridad en el desempeño de su rol, delegando en la mujer (esposa y madre) toda la responsabilidad económica del sostén y manutención de la familia, cuestión que ha incidido en la percepción desfavorable de las relaciones parentales (caso C); otro elemento interpretado respecto a los roles, se vinculó con el carácter psicoemocional de los mismos, donde predominan etiquetas estigmatizantes (familias A, C y D).
– Permeabilidad: Al evaluar la capacidad de la familia para buscar o aceptar sugerencias de otras personas, se evidenció (familia D) ausencia de permeabilidad, al autopercibirse como una familia fuerte, sin necesidad de ayuda u opinión de otros y con capacidad para resolver sus problemas, elemento que le hace ser más resistente a la intervención psicológica; en el caso de la familia B, ésta se manifiesta predominantemente impermeable, producto de los patrones morales arraigados a la cultura familiar y en los casos A y C indicaron poca aceptación, con tendencia al rechazo de las sugerencias, sólo asimilando aquellas que provienen de otras personas de la familia no conviviente, no así de vecinos o amigos, al punto de considerar como intromisión cualquier intento al respecto, apelando como último recurso a la ayuda profesional, cuando han sentido como amenazante la situación que vivencian.
– Adaptabilidad: Esta categoría de análisis reveló la incapacidad de las familias para ajustarse a los otros, con sus cualidades positivas y negativas, como se expresó en la familia A, C y D, aunque se señala que en la B esta intolerancia se expresa implícitamente, pues a pesar de no aceptarse entre sí, intentan brindar la imagen de que la familia se encuentra armónica, que funciona adecuadamente y que se respeta la individualidad de sus miembros, aspectos que fueron desmitificados a través de las técnicas aplicadas, demostrando que esta aparente funcionalidad no es más que una fachada para evadir la presión social. Por otro lado se evidenció que ante situaciones o eventos normativos y paranormativos estas familias tienden a desestructurarse fácilmente, haciendo del suceso “una tormenta en un vaso de agua”.
Los indicadores disfuncionales identificados, revelaron en las familias las siguientes demandas interventivas:
-Necesidad de apropiarse de habilidades para la práctica de la reciprocidad, el pensar en equipo y defender la unidad familiar.
-Necesidad de aprender recursos personológicos como autoestima, códigos emocionales funcionales, estrategias adecuadas para solucionar conflictos y habilidades para desarrollar la capacidad empática.
-Necesidad de apropiarse de recursos funcionales para enfrentar situaciones y eventos transicionales.
-Necesidad de asimilación de patrones flexibles que promuevan el desarrollo personal y familiar y la apertura hacia la toma de experiencias o sugerencias de los otros.
Teniendo en cuenta la importancia de la familia, la necesidad de su óptimo funcionamiento y las demandas interventivas detectadas, se diseñó el siguiente programa interventivo:
Programa: “Por una familia diferente”.
Objetivo: Potenciar la funcionalidad familiar a favor de la rehabilitación del paciente alcohólico.
Modalidad: Intervención familiar.
Número de sesiones: 10.
Tiempo de duración: 1 hora (sesión de la mañana).
Lugar: Sala “Uso indebido de drogas”. Hospital Dr. Juan Bruno Zayas Alfonso.
Participantes: mínimo 5 familias (1 paciente y 2 miembros del núcleo familiar), 1 terapeuta y coterapeuta.
Temas a tratar:
- Alcoholismo como enfermedad.
- Funcionamiento familiar.
- Implicación familiar en el alcoholismo.
- Estrategias para potenciar cambios en la familia.
Sesión I: Alarma: el alcoholismo.
Modalidad: Dinámica de grupo.
Objetivo: Brindar recursos cognoscitivos, relacionados al alcoholismo como enfermedad, sus características y consecuencias, para potenciar un adecuado manejo de la problemática en el seno familiar.
Interrogantes para la discusión:
- ¿Qué es el alcoholismo?
- ¿Cuáles son sus consecuencias?
- ¿Por qué es un peligro, problema o alarma para la familia?
- ¿Cómo ha reaccionado la familia ante esta problemática?
Actividad: Momento inicial
Técnicas: Presentación: “Quienes somos y qué queremos”.
Procedimiento: Los participantes se conocerán en dúos, presentarán a su compañero exponiendo nombre y qué quieren lograr en la