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Reporte de caso extremo

permite el intercambio de solutos y agua en dos direcciones. Ejemplo: productos finales del metabolismo de la sangre a la solución de diálisis y tampones en la otra dirección. La diálisis peritoneal requiere de tres componentes claves:

  • Catéteres para diálisis peritoneal.
  • Líquidos de diálisis.
  • Membrana peritoneal.

La diálisis peritoneal constituye el método dialítico de elección en la IRC terminal que aparece en los ancianos, diabéticos, niños y mujeres con escasa masa muscular; también se prefiere en los pacientes con SIDA, tanto agudos como crónicos, porque evita la manipulación excesiva de la sangre. Además, tiene indicación en algunas formas de IRA no catabólica, ciertas intoxicaciones exógenas, en la pancreatitis aguda y en la insuficiencia cardíaca congestiva que no responde al tratamiento médico habitual.

La diálisis peritoneal tiene contraindicaciones absolutas en diversos estados patológicos como la fibrosis peritoneal severa, enfermedades inflamatorias del intestino en fase aguda, casos con una cirugía abdominal reciente y en las mujeres embarazadas. El aneurisma de la aorta abdominal, los riñones poliquísticos, las hernias de la pared abdominal, la presencia de una colostomía, la diverticulosis colónica, la obesidad extrema y la psicosis, constituyen contraindicaciones relativas para la diálisis peritoneal.

Las complicaciones agudas que más frecuentemente se observan en el transcurso de la diálisis peritoneal son:

Peritonitis, dolor abdominal y vómitos; sangramiento, perforación de vísceras cuando se intenta colocar el catéter; algunas alteraciones cardiovasculares como hipertensión e hipotensión arterial, arritmias e insuficiencia cardíaca; también suelen aparecer trastornos metabólicos, como la hiperglicemia e hipoglicemia; y, por último, trastornos hidroelectrolíticos, como deshidratación, hipernatremia, hiponatremia e hipocaliemia.

Cuando la diálisis peritoneal se realiza de forma crónica, pueden aparecer otras complicaciones tardíamente, como la formación de abscesos intraabdominales, hernias de la pared, edemas de los genitales externos y en etapas más avanzadas, desnutrición proteica y pérdida de las defensas orgánicas.

Además de este tratamiento lo ideal en este paciente seria la realización de un trasplante renal.

Trasplante renal. Con el trasplante renal exitoso se logra la curación de la IRC terminal y para ello se necesita un donante cadáver o un donante vivo. Los pacientes aptos para recibir un injerto, se estudian y se preparan; se determina su tipo inmunológico y se incluyen en el Plan de Trasplante, donde entran a formar parte del pool de enfermos que esperan por ser trasplantados. Con los avances en la Inmunología, se logra una adecuada selección donante- receptor, y con el desarrollo de las drogas inmunosupresoras, una supervivencia notable, lo que complementa el éxito del trasplante renal.

Pronóstico: reservado.

La mortalidad por ARF se aproxima al 50% y ha cambiado poco en los últimos 30 años. Conviene señalar, no obstante, que el enfermo suele morir por las secuelas de la enfermedad primaria causante de la ARF y no por ésta. De hecho, el riñón es uno de los pocos órganos cuya función se puede suplir de modo artificial (es decir, mediante diálisis) durante largos períodos. Según esta interpretación, las tasas de mortalidad varían mucho dependiendo de la causa de ARF: casi 15% en pacientes obstétricas, casi 30% en ARF debida a toxinas y aproximadamente 60% después de traumatismos o cirugía mayor. La oliguria (<400 ml/día) al comienzo y una elevación de la creatinina sérica superior a 265 mol/L (>3 mg/100 ml) se acompañan de peor pronóstico y probablemente reflejan la gravedad de la lesión parenquimatosa renal y de la enfermedad subyacente.

Las tasas de mortalidad son más elevadas en los pacientes ancianos y debilitados, así como en aquéllos con fracaso multiorgánico. La mayoría de los pacientes que sobreviven a un episodio de ARF recuperan suficiente función renal para llevar una vida normal. Sin embargo, la mitad padecen un trastorno subclínico de la filtración glomerular o muestran cicatrices residuales en la biopsia renal. Alrededor de 5% nunca recuperan la función renal y precisan tratamiento con diálisis prolongada o trasplante. Otro 5% presenta deterioro progresivo de la filtración glomerular después de una fase de recuperación inicial, tal vez por la agresión hemodinámica y la esclerosis ulterior de los glomérulos supervivientes.

Se le realizan exámenes complementarios:

Hb 9,4 gl colesterol 6,3 calcio 2,87

Leucograma 11,6 x 109 triglicéridos 0,9 glicemia 3,2

Linf 055 Ag s Hep B negative Creatinina 264

Mono 001 urocultivo negativo TGP 63,4

Eosinf 000 urea 33,1 albumina 47,3

Además en los exámenes complementarios estaría indicada una gasometría arterial para medir pH, concentraciones de K y EKG por las posibles complicaciones que pudieran aparecer, también la realización de una biopsia renal para descubrir causas histopatológicas.

El paciente en estos momentos se encuentra con seguimiento tanto por parte de los nefrólogos como por su área de salud y pendiente a realizar algunos estudios que nos ayuden a comprender mejor su enfermedad y por tanto a que reciba el mejor de los tratamientos.