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Violencia en el noviazgo y seis factores asociados

ejercen violencia en el noviazgo, pero se diferencian principalmente en la manifestación de esta, las mujeres prefieren agresiones de tipo verbal como callar al otro y gritarle y en el tipo físico, tienden a arañazos, bofetadas y patadas; por su parte los hombres recurren como violencia física a quemaduras con cigarrillo, cerillos o encendedor, estrangulamiento y amenazas con arma de fuego (41). Por su parte, Rey Anacona y Cols. al estudiar conductas de maltrato en jóvenes entre 15 y 20 años, encuentra diferencias significativas entre los porcentajes de hombres y mujeres (31); también se encuentran diferencias entre sexos en otras investigaciones, pero solo en la violencia recibida, en el caso de hombres que reportan recibir más violencia que las mujeres a diferencia de otros estudios (37,42).

Por otro lado, investigaciones informan que en función del sexo, las mujeres informan mayor perpetración de comportamientos agresivos (física y psicológicamente hablando) a diferencia de los hombres, pero al mismo tiempo también habla de una mayor victimización (19); Otros estudios por su parte no encuentran diferencias estadísticamente significativas entre los porcentajes obtenidos para cada sexo en violencia física y psicológica, pero si en la sexual (20).

II La edad

Estudios en jóvenes mexicanos, reflejan que la edad es un factor interviniente en la violencia en el noviazgo (38), ya que el periodo de adolescencia vuelve a los seres humanos más vulnerables para participar de relaciones noviazgo violentas (36). De esta forma lo anuncia también Velázquez Rivera, al argumentar que en esta etapa de la vida, la inestabilidad es un rasgos característico y ello pone a los y las jóvenes en una posición vulnerable para crisis recurrentes, donde si se carece del adecuado apoyo y cercanía de la familia, amigos y especialistas comenzarán a manifestar agresiones físicas, verbales y sexuales (43). Otros estudios que analizan la edad como un factor, encontraron que de los 15 a los 30 años hubo por lo menos una persona que informó eventos de violencia en el noviazgo (20).

III Antecedentes familiares y estilos de crianza

Investigaciones arrojan que tanto mujeres como hombres receptores de violencia, lo fueron también dentro su familia de origen desde la infancia; cabe señalar que más del 66% de ellos justificaban estos actos, considerándolos necesarios y normales, ya que lo reconocen como algo aprendido desde la niñez (38), situación que desafortunadamente en múltiples ocasiones detona un impulso agresivo que se manifiesta en relaciones de noviazgo (5).

Existen investigaciones que señalan justamente que el estilo de crianza puede ocupar el segundo lugar entre los factores potencialmente relacionados con la violencia; Instrumentos de nueva creación para estudiar estos factores señalan una correlación entre la violencia observada y/ o experimentada con la que se da en relaciones de pareja (30); Otros estudios muestran correlaciones de moderadas a altas, encontrando las más elevadas en hombres (42).

Los antecedentes de violencia resultan ser un factor tan potente al ser capaz de establecer comportamientos marcadamente distintos entre hombre y mujeres, en los cuales el estilo del hombre tiende a lo autoritario y para mujeres es de abnegación y sumisión (40). En la misma línea se visualiza que desde la infancia tanto hombres como mujeres tenemos internalizados modelos hogareños de hombres y mujeres, donde resulta normal la dominación masculina, la cual es plasmada casi automáticamente en conductas (38); siendo mayor la percepción de violencia ejercida de los padres hacia las madres e hijos (42).

IV Rol de género y estereotipos

El estereotipo de género se define como la imagen mental en función de ser hombre o mujer, la cual refleja creencias populares, rasgos físicos, actividades y roles, aun cuando estos no necesariamente coincidan con la realidad. Por otro lado los roles de género son subcategorías de roles sociales definidos en función del sexo biológicos, que incluyen expectativas y conductas (23), independientemente de lo sano o insano que sean estas categorías; Es común encontrar en la juventud mexicana diferencias muy marcadas en ello, por ejemplo: la infidelidad masculina es vista con alarmante naturalidad, se considera que una mujer tiene mayor capacidad para el cuidado de niños, que un hombre en una familia tiene como principal rol proveer de bienes materiales a esta, de lo contrario no es “buen hombre”, además de considerarse como “la cabeza” del hogar, quien toma decisiones (13).

Como los ejemplos anteriores hay muchos y ello se ve reflejado en la naturalización de situaciones de violencia en el noviazgo, cuando una mujer tiende a justificar el comportamiento agresivo de su pareja hombre, percibiéndolo como algo propio y natural del género (27). En el caso de los hombres, es posible que los roles tradicionales de género los lleven a la negación de ser receptores de actos de violencia en pareja, ya que el hombre es el “que lleva los pantalones, el fuerte, el dominante” (21).

Estereotipos de rol de género tienden a distorsionar de tal forma las creencias y generar una doble moral ante la valoración de los sexos, de tal forma que el mismo tipo de comportamiento en uno puede ser “satanizado” y en otro “glorificado”, como sucedió en estudios de González y Fernández, donde los jóvenes están de acuerdo en que si una mujer tiene relaciones sexuales con quien quiere y por placer, merece reprobación y por el contrario, si se trata de un hombre, se considera con un estatus superior (38).

V Consumo de drogas

Investigaciones en población adolescente reportan que el consumo de alcohol y otras drogas es un factor de riesgo para la presencia de violencia en el noviazgo, en especial para la violencia fisca y sexual (38,44,45). En casos donde existe ya una dependencia a estupefacientes, se da mayor dependencia emocional y apego sobre el adicto y este responde de manera hostil e impotentemente se refuerza el consumo y la distancia emocional en especial con su pareja (18). Otros estudios sobre sustancias psicoactivas y violencia delatan que las conductas más frecuentes son la agresividad verbal y las actitudes y/o gestos de ira (46).

Existe una mayor proporción de hombres con consumo riesgoso, dependiente y perjudicial en comparación con las mujeres, esto favorece una relación significativa entre la violencia psicológica ejercida en el noviazgo por ellos, a diferencia de las mujeres, entre quienes también se encuentra una relación significativa en función de mayor consumo perjudicial y la percepción que ellas tienen sobre la violencia que han recibido de su novio (47).

Es importante señalar que en la sociedad mexicana, sea cual sea el sexo de la persona que bebe alcohol, se justifican los actos cometidos bajo el