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Cambio psíquico en la sexta década de la vida

envejecimiento que le permite la verificación a través de la experiencia.

Luego, viejo, ya no puede viajar y certificar lo que la cultura enseña.

La perspectiva de su vinculación con las fuentes pulsionales. Otro de los caminos a trabajar en la metapsicología del envejecimiento, se relaciona con las transformaciones en el ello, que es el sustrato mismo de lo que sucede en el psiquismo. El sujeto es regido por el destino de su libido, y el envejecer afecta la aptitud para usufructuar su traducción psíquica. La modificación pulsional está ligada a cambios en las fuentes, Freud, (1915c), unida a cambios químicos, que junto con las tramitaciones orgánicas y de vínculo con el medio van dejando marcas.

El envejecimiento desde la perspectiva tópica. La libido despliega un movimiento signado por la creación de agregados de complejización creciente que Thanatos desorganiza. Lo singular de una fase del desarrollo no es solo la investidura de una zona, sino también el despliegue de una); “[…] Una se comportó como si […] organización mental. La estructuración del psiquismo tiene, clásicamente, su colofón en la genitalidad. Culminaría con la carga pulsional de la función genital y la elección de objetos no narcisistas. Quiere la teoría clásica que más allá de ésta organización pulsional no exista otra que ofrezca apoyatura en un salto progresivo. La vida psíquica se construye con una progresiva apertura hacia los otros. Para alteridad así descubierta, se continúa más allá de la genitalidad con el intercambio de palabras que van anudando relaciones distintas. Así como la estructuración mental se apuntala en relación con el cuerpo y sus funciones, las representaciones mentales creadas y catectizadas en el curso de la mentalización, con capacidad de dar apoyatura y producir efectos específicos, es por lo menos concebible.

Sustenta la posibilidad de una fase más allá de la genital, ¿la postgenital?, que deviene con el envejecimiento; Paul Laurent Assoun, (1983), p. 172. Sin embargo, ocasionalmente, de manera coincidente, excluyente o alternativa, se produce con el paso del tiempo una fragmentación de la erogeneidad global del cuerpo. Algunas zonas se hacen más erógenas que otras hasta adquirir una primacía parcial por sobre el resto, por ejemplo la prevalencia oral puede anular otras satisfacciones libidinales posibles. En la carta del 16 de Diciembre de 1917 a Fliess, Freud que tenía 61 años y nueve meses, le dice; “[…] de hecho no hay nada extraño en que un hombre de mi edad note la inevitable decadencia gradual de mi persona […] trabajo espléndidamente todo el día […] y apenas puedo controlar mi apetito, pero ya no gozo del sueño como solía […]”, (mis itálicas). (Schur. op.cit. p.469).

La caída progresiva de la pulsión genital que reagrupaba las pulsiones parciales, determina que éstas recobren su autonomía apuntaladas por la pulsión de autoconservación y una parte del narcisismo. Presenciamos una verdadera desunión de las pulsiones y por tal motivo es que la exitación somática -no sexual- es pasible de hipertrofiarse, Freud, (1895b, 1910c). El psiquismo luego de cierto umbral va a encontrarse desbordado y en estado de insuficiencia relativa .La tarea de la libido es volver inocua la pulsión destructora y la desempeña desviándola hacia afuera, “[…]. Recibe entonces el nombre de pulsión de destrucción, pulsión de apoderamiento, voluntad de poder […]”, Freud, (1924c), p. 169. Ninguna otra técnica de conducción de la vida liga al individuo tanto a la realidad como la insistencia en el trabajo, Freud, (1911c, 1930a). Cuando el contexto social va impidiendo la tramitación de la violencia mediante la inserción laboral, y éste no deviene de una forma genuina de tramitación pulsional, la imposibilidad de ligar la pulsión deviene en degradación y retorno al sadomasoquismo intrasomático. Este es un determinante capital en el envejecimiento. “[…] Los traumas psíquicos […] desempeñan un gran papel en el desarrollo de la afección […]”, p. 174. Thanatos, como fuerza que se suma a Eros se va diferenciando. La agresividad, diferente de la destructividad porque incluye la idea de cercanía y comunicación, da paso a la destructividad, que es antisocial y no presta fuerza. La incipiente defusión que se va instalando acaba por hacerse completa, pulsiones de vida y muerte se separan. El fin se preanuncia con una suerte de “agonía libidinal”, M. Dacher y M. Weinstein, (1979).

Ciertamente que la observación corriente de la economía psíquica subraya una retracción libidinal de los objetos, con pérdida de interés por el mundo y movilización sobre el Yo y el cuerpo. Pero cabría plantearse si tal agotamiento no es solo aparente. Es decir, no es que se trata de una cantidad estática que nos es dada, sino un producto renovable en los redes de intercambios (apegos) que plantea la vida. La posibilidad de intercambios tiene una vulnerabilidad dependiente de las series complementarias de cada quién y de las servidumbres del yo.

Es tentador y explicativo sustentar que el debilitamiento psíquico sigue el camino de lo somático. Pierde la capacidad de sistema abierto y reduce sus intercambios, se cierra y se destruye en un autoconsumo de recursos internos; a partir de éste momento necesariamente agotables, Freud, (1916-17, 1920g). Pero si pensamos que somos esencialmente deseantes y anhelantes, Freud, (1910c), la reducción de los intercambios no es de orden económico sino de sentido. Entonces la decadencia de los intercambios en el envejecimiento no es una necesidad; en todo caso la estructura subyacente va a regir la forma del esquema de intercambio con los objetos. La única necesidad es la de la muerte. En definitiva, el envejecimiento es el trayecto en el que se da la mutación de las identificaciones.

En el que se fusionan la leyenda, la ilusión, la magia y la lógica con hitos de olvidos y recuerdos. Camino que con el tiempo lleva de la duda, la angustia y lo inesperado a la certeza y la prudencia. Camino en el que se va diluyendo el emprendimiento pero no el desear. Camino de duelo por los objetos y el cuerpo, por el narcisismo envuelto de su omnipotencia infantil.

Del duelo que esperamos que otros hagan cuando la muerte venga a clausurar el destino. Es una prueba irrefutable de realidad para todo sujeto. Es un trabajo que se realiza sobre un objeto, ni interno ni externo, entre lo subjetivo y lo social, ¿transicional? (próximo a él pero sin movilidad, maleabilidad, ni capacidad de desaparecer del psiquismo sin huella). Carga libidinal que se elabora, perelabora y progresa, y a medida que se acerca al término ese objeto del envejecer se reduce y se arruga. Luego de soportar la vida. Devenir de itinerario azaroso con presencias y ausencias, entre el narcisismo y la alteridad, el placer y el dolor, el mundo de la vigilia y el mundo del dormir y el soñar. Epopeya dolorosa y fascinante.

7- El problema de la