Platón, que tenía una visión dualista del ser humano, considera que lo propio de éste, es decir, lo que lo hacía ser tal, era su principio espiritual, su alma, sus «ideas», su racionalidad espiritual e inmaterial, pero no denomina como «persona» a tal realidad espiritual.
El concepto de persona dentro del pensamiento griego (4) estaba dirigido hacia lo universal, a lo abstracto, a lo ideal, considera al individuo como un momento fenomenológico de la especie, un momento transitorio del ciclo omnicomprensivo de la historia.
Desde el punto de vista cristiano (3) se define al hombre de una manera profunda y definitiva como “dioses sois” en Juan10:32-34 en la cual se manifiesta la concepción del hombre en el pensamiento hebreo “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” en Genesis 1: 26 lo que destaca que el hombre es imagen del Sujeto Absoluto, no refleja la imagen de su entorno, del mundo o de sí mismo. De esta definición se desprende que no es el hombre el que se define a sí mismo, sino que existe la necesidad que alguien lo defina, denominado el prójimo, el otro.
En el año 325 los Teólogos Cristianos se reunieron para tratar y diferenciar la naturaleza del Cristo o lo que lo hace igual a los otros individuos de su especie y distinguir a su persona o lo que era exclusivo y lo propio de Él, puesto que había un grupo que le atribuía una sola naturaleza, divina o humana, y los otros que negaban su naturaleza humana. Así los Padres del Concilio de Nicea expusieron que 7el Cristo tenía una doble naturaleza humana y divina pero solo una persona indivisible o Jesucristo el hombre concreto e individual. De esta manera los teólogos determinaron la persona para unir lo humano y lo divino en un individuo, lo trascendente y lo inmanente, así como, la material y lo espiritual.
San Agustín aporta algo nuevo al concepto de persona, él afirma que cada persona es un núcleo único de relaciones espirituales, culturales, intelectuales, sociales, físicas que forma su experiencia íntima e intransferible. Según este nuevo concepto de San Agustín, se enfoca en la intimidad, dejando de lado la exterioridad; esa intimidad propia de cada individuo es de donde se va a relacionar experiencial mente con las demás, y especialmente con Dios, de una manera que constituye su modo propio e intransferible de ser. De manera que, para San Agustín, la persona es la dimensión exclusiva e irrepetible que tiene cada miembro del género humano.
Santo Tomás de Aquino (8) expresa que entre los individuos racionales la capacidad de ser persona es lo que lo distingue de todas las “sustancias individuales”, sean humanas o animales. De esta manera para Tomás de Aquino, la persona es lo que hace que ciertos individuos dotados de libertad se mantengan en la existencia como un todo independiente frente a Dios y frente al mundo, por lo que define a la persona como subsistente individual de naturaleza racional.
Se puede resaltar que fue durante el Cristianismo cuando se hizo el mayor aporte a la antropología “mística”, cuando se define a la persona, afirmándose que el individuo era persona, y esa persona es única e irrepetible y con igual dignidad, para todos los individuos de su especie. El rostro o talante por el que el ser humano adquiere la categoría de persona es la divina presencia constitutiva del sujeto absoluto en su espíritu; es la divina presencia que posee carácter hereditario, la cual muestra la relación filial del ser humano con Dios (9).
De la Edad Media a la Edad Moderna, el Renacimiento, el humanismo, la revolución científica fue un paso lento. Los pensadores comienzan a tratar de olvidar la Edad Media con su matiz teocentrista para dirigirse a pensar en Dios solo cuando se refiere al hombre. Se pasa al humanismo usando la subjetividad con profundidad en la conciencia y en la libertad para llegar a la definición del ser humano.
Para Descartes, lo importante estará en el “cogito” no en el ser o la substancia, Pienso, luego existo. Para Locke, el hombre es definido por la conciencia no por la substancia, sin conciencia no hay persona. En su teoría del conocimiento habla del ser humano como un ser inteligente, pensante, dotado de razón y reflexión con conciencia de sí en tiempos y lugares (4).
Cabe considerar por otra parte, que con Kant (10) se da el salto de la conciencia empírica a la conciencia trascendental, el a priori de toda experiencia particular. Establece que el individuo humano esta prefijado o determinado en el ser, mientras que la persona es lo libre, consiste en tener esa libertad o la capacidad de obrar éticamente. En otras palabras, la persona es el fundamento o el valor supremo de la ética, por eso la persona es lo que hace que un individuo humano deba ser considerado fin en sí mismo y que no pueda ser jamás utilizado como medio.
Existen otros pensadores que como Max Scheler (7) fundador de la Antropología Filosófica moderna sostiene que no existe persona que no se trascienda o que no salga de si hacia los valores, tanto divinos como humanos, de un modo propio dándole así su característica individual y su trascendencia. Scheler (11) define a la persona como el centro activo en que el espíritu se manifiesta dentro de las esferas de ser finitos a rigurosa diferencia de todos los centros vitales “de vida” que considerados por dentro se llaman también centros anímicos.
Ahora bien, es evidente que la definición es aplicable a diferentes ámbitos como es el caso de lo jurídico, donde la persona dentro de una realidad natural es considerada por los iusnaturalistas como un atributo esencial de todo ser humano, una dignidad que no se debe a gracia alguna del poder político, sino que es algo que conlleva en sí el sujeto. Nadie puede renunciar a ser persona, sin privarse de su propia naturaleza (12).
Hay que subrayar, por tanto, que la persona humana supone el conjunto de principios receptivos, pasivos y activos que constituyen el individuo humano; pero además, supone la organización de ese conjunto de principios, pues en la persona humana se halla “el más elevado de los principios activos” (13).
La persona es, no solo se hace (14). La persona es un sujeto intelectivo en cuanto contiene un principio activo, supremo e incomunicable; lo incomunicable se refiere a la individualidad propia de la persona. De manera que existe en cada individuo atributos propios de lo humano, como lo es la corporeidad, la razón, la voluntad; lo que expresa (15) a la persona como una unidad que subsiste en sí, con un orden intrínseco que descansa en el principio activo más elevado del sujeto intelectual, así puede aseverarse que la persona es una relación que subsiste en la naturaleza inteligente.
Todo sujeto inteligente se