halla comunicado con el ser, que es objeto de la inteligencia, y mediante él, es capaz de conocer y relacionarse con todos los demás entes conocidos. La persona humana si bien es un ente subsistente, por lo tanto, incomunicable, se halla comunicado por el ser, que es todo lo más común, con todo lo que es (14).
Si ya se ha considerado que la persona existe en el sujeto humano, la persona humana se hace, se personaliza, cuando ejerce la libertad, que tiene relación con la acción de elegir lo que es considerada la culminación del espíritu humano, la más sublime de las facultades subjetivas (2). Podría decirse entonces que el crecimiento o perfeccionamiento de la persona (la personalización) se realiza a través de una mejor organización jerárquica y de un dominio de los principios de acción del sujeto y de sus correspondientes acciones.
La exploración de la persona humana es aspecto fundamental para comenzar a navegar por las aguas profundas del fenómeno de la Resiliencia, pues la naturaleza humana es el sustrato donde yace su origen y desarrollo abarcando las diferentes dimensiones que le otorga el carácter transdisciplinario. En tal sentido Kotliarenco (16), conceptualiza la resiliencia, como la capacidad humana universal, parte del proceso evolutivo, para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e incluso ser transformado por ellas.
La resiliencia emerge como una respuesta humana basada en el principio de la supervivencia, para salvaguardar el sentido de la propia vida; la cual es una respuesta independiente de los factores del entorno, los factores protectores, pero es un tejido que tiene relación estrecha con su organización y su propia dinámica psicológica y está ligada a una narrativa íntima y una narrativa externa sobre la propia vida.
Es interesante observar que ante las situaciones adversas que pueden originar traumas, por su magnitud, aparecen las reacciones e interpretaciones del entorno social bajo la forma de rechazo y estigmatización que trae como consecuencia que se sienta además de lo sucedido un nuevo evento o “segundo golpe”, que aumenta el sufrimiento de la persona.
Ante esta situación es posible que la persona genere los oxímono (17), vocablo cuyo significado es la reunión de dos términos opuestos en un solo vocablo. La figura del oxímono es utilizada como metáfora por Cyrulnik 18para representar como la persona ante el trauma “se adapta dividiéndose” p.41 en forma de escisión psicológica donde una parte de la persona se queda con la herida y la otra puede, a pesar del sufrimiento que le genera la herida, utilizarlo para transformarse y construir la resiliencia, con lo que se pone de manifiesto que la persona es lo libre, es decir, tiene esa libertad o la capacidad de obrar éticamente.
Precisemos antes que nada que Cyrulnik (18) mantiene que la resiliencia es un proceso dialógico y sincrónico que va entretejiéndose con medios ecológicos, afectivos, y verbales. El proceso de la resiliencia va “anudando un proceso íntimo con un proceso social”. p.192
Es por ello que, en su modelo se destaca la importancia de la interacción con los demás, porque es la participación del otro la que permite reconocer, resaltar y reafirmar las potencialidades humanas de la persona, dejando ver lo ya expresado, en cuanto a que es una creación cultural y no de la naturaleza, el origen de la persona.
La resiliencia se explica mediante el mito de Quirón, el cual concibe la dualidad de la combinación de vivencia de una herida y la capacidad sanadora, este arquetipo jungueano del sanador – herido presenta la condición de ser “herido” y ser “sanador” en la persona. En este mito la verdadera importancia es la paradoja, es la imposibilidad de desvincular “alguien que sufre” de “alguien que sana”, porque las dos eventualidades suceden simultáneamente.
Ahondando en su trasfondo antropológico, Quirón se nos presenta como ese sanador herido que llevamos dentro todos, con mayor o menor conciencia, esa imagen interior de cada persona que se eleva a lo más alto de su espíritu tratando de comprender qué es lo que Dios quiere de ella y así, desde la comprensión de su misión, superar o asumir el dolor y la enfermedad que son parte sustancial de la vida personal. Mientras más se haya sufrido y madurado a través del dolor, más capacitado se estará para sanar y ser sanados (19).
Aplicando al comportamiento humano, el mito de Quirón, la resiliencia sugiere que experimentar precisamente la adversidad que produce un dolor, una herida, es lo que posibilita actualizar ese potencial de maduración que está presente en todas las personas y que hace posible que esas experiencias de sufrimiento sean transformadas en oportunidades que develen la tremenda riqueza del ser, como puede ser el descubrimiento de talentos latentes que hasta ese momento les era desconocidos.
En este orden de ideas en el ser humano expresa Rogers (20), existe una tendencia a realizar sus potencialidades intrínsecas de una manera productiva que lo guía a un desarrollo más complejo y completo. Esta tendencia puede ser obstaculizada, retorcida, desbaratada en momentos de adversidad, pero no puede ser destruida sin destruir al ser humano. En el mito de Quirón se destaca la importancia de relacionarse con los otros, no porque de la vinculación surja la solución mágica al trauma, sino porque permite percibir que cada ser sobrelleva una herida, y que el sentido profundo del propio estigma está en poder ser sensible a los demás y ayudar a su sanación.
Lo contrario, replegarse en el aislamiento individual, el resentimiento por el perjuicio, se tornará insoportable. Así también, en la resiliencia es necesaria la participación del otro, que lo acompañe en el descubrimiento de ese talento latente que surge ante el dolor de la herida y le permita percibir su sentido trascendente. Lo que va en concordancia con lo expresado por Rodríguez (3) cuando enfatiza la incapacidad del ser humano para definirse a sí mismo y la necesidad de la alteridad para que surja su identidad y le permita construir una razón a su destino.
Se ha visto que ante el dolor de la herida, la persona se puede quedar en la forma pasiva de la victimización donde no se tiene control sobre lo que sucede y se rinde ante el sufrimiento, pero se puede también, buscarle el sentido a la vida en ese momento de la adversidad; al respecto, Frankl (21) sostenía que lo importante es la actitud para sobrellevar el sufrimiento, porque en el momento en que se encuentre sentido al sufrimiento, dejará de serlo. Dentro de este orden de ideas, el talento resiliente no disuelve el dolor, sino que le da sentido. No hace olvidar el dolor, sino que disuelve la tendencia inercial a quedarse identificado con el sufrimiento.