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Análisis de Enfermería en la familia del paciente con enfermedad cardiovascular

Análisis de Enfermería en la familia del paciente con enfermedad cardiovascular

INTRODUCCIÓN

La relación madre-hijo comienza desde el momento en que surge el deseo de tener un hijo, desde el momento en que la mamá o el papá comienzan a pensar en el bebé. Es un lazo tan fuerte que el hijo o la hija que pueden llegar a la madurez y no es posible romperlo, porque siempre estará ese ombligo umbilical no visible que los une.

La presencia de una enfermedad aguda / crónica en un individuo o la presencia de factores amenazantes dentro del seno familiar, como pueden ser perdida de trabajo de todos los miembros, representa un cambio en el funcionamiento de la relación entre los individuos.

Análisis de Enfermería en la familia del paciente con enfermedad cardiovascular

Manuel Luque Oliveros. Adscrito al Bloque Quirúrgico del AHVM

La familia pone en marcha sus mecanismos de autorregulación para poder seguir funcionando de manera más o menos adecuada. En el caso de la enfermedad, su cronicidad sobrepasan los mecanismos de autorregulación que pueden sobrevenir una situación negativa (1).

La magnitud de impacto que tiene la enfermedad está determinada por diversos factores relacionados con la misma enfermedad, con el entorno social y con la propia historia personal del paciente. O sea, con su personalidad, con el tipo de relaciones familiares que tiene, con las experiencias que ha tenido la familia en casos familiares si es que los ha habido y cómo ha reaccionado ante ellos (2).

LA ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR

La enfermedad cardiovascular (ECV), se encuentra en un nivel ascendente acarreando efectos, complicaciones y consecuencias negativas para el individuo, la familia y el sistema de salud. Siendo un impacto en la tasa de mortalidad y con un alto coste que conlleva la prevención, atención y tratamiento de las complicaciones que trae consigo, como por ejemplo el infarto agudo de miocardio (IAM). Es importante reconocer la enfermedad como una pérdida de la salud que genera duelo y por tanto debe tratarse como tal.

En referencia a esto, las personas que presentan alguna enfermedad o que estén en riesgo de padecerla, como la enfermedad cardiovascular, experimentan la falta de salud como una perdida y por tanto deben elaborar un duelo para así aceptarla como parte de la vida cotidiana (3).

De esta manera, podemos decir, que el proceso de enfermedad y la presencia de riesgo de enfermedad cardiovascular pasan por ciertas etapas similares a las del duelo, mismas que no se presentan en un orden cronológico fijo y las diversas maneras de reaccionar dependen de cada individuo y de su situación.

Por ejemplo, la hospitalización de un miembro de una familia, siempre constituye una crisis familiar, en el cual tanto el paciente como los miembros familiares experimentan cambios significativos debido al carácter inesperado y súbito de la enfermedad cardiovascular, que amenaza potencialmente el bienestar, ya sea debido a la gravedad de la enfermedad, a la probabilidad de un impedimento residual, funcional o estético, a la experiencia de separación en si misma o la muerte.

Ahora bien, los cambios que se producen en el interior de la familiar dependen, en gran medida, de las características propias de la familia, de la etapa en que ésta se encuentre, del momento de la vida del paciente, del lugar que ocupen la familia, así como de los requerimientos de los distintos tipos de enfermedades y tratamientos, e incluso de la forma de afrontarlo (4).

LA FAMILIA

Definiendo la familia como una unidad biopsicosocial que mantiene un determinado comportamiento frente a la salud y su perdida, entre sus funciones destacan las de disminuir aquellos factores de riesgos que potencien la enfermedad y enseñar a cuidar con el objeto de promover la salud, el bienestar y el desarrollo de estos, manteniendo la dinámica familiar, adaptándose a las situaciones de crisis (1), las relaciones dentro del cuidado de la salud son reconocidas como de gran importancia para hacer frente a la experiencia de la enfermedad cardiovascular (ECV) dentro de la familia, siendo estas no solo consideradas como ejes centrales para el cuidado en sí, sino también para el propio cuidado (4).

Generalmente suele existir un afrontamiento familiar predominante, es decir, positivo o negativo para la familia. En el primer caso, las familias asumen actitudes de cambio y comportamiento favorables a la salud, tales como ajuste de roles, flexibilización de las normas establecidas y solicitud de apoyo comunitario o profesional. En el segundo caso, las familias adoptan comportamientos de negación y rechazo, rechazan orientaciones profesionales, descuidan las medidas higiénicas y sanitarias del hogar y su entorno, no hacen una adecuada reestructuración de la situación problemática y evaden la solución de problemas (1).

En general, pueden desencadenar respuestas no adaptativas a la función de cuidador principal, sobre aquellas familias de pacientes con gran necesidad de cuidados derivados a su alta, como es el caso de pacientes con ECV pluripatológicos, o aquellos paciente de ECV cronificado en el tiempo y que, requieren constantemente medicación.

Pacientes con menor nivel de dependencia o mayor nivel de autonomía, pero en los que el cambio derivado de la enfermedad supone una gran alteración en los estilos de vida. Cuidadores con problemas de salud físicos o psíquicos, alteraciones emocionales, inestabilidad socioeconómica o presencia de disfunción familiar importante.

DIAGNÓSTICOS EN ENFERMERÍA

La North American Nursing Diagnosis Association (NANDA) (5) incluye el afrontamiento como un diagnóstico de Enfermería. Lo define como el manejo efectivo de las tareas adaptativas del miembro de la familia implicado en el reto de salud del cliente, que ahora muestra deseos y disponibilidad para aumentar su propia salud y desarrollo y los del cliente. Así mismo, este afrontamiento puede ser ineficaz.

 La NANDA lo identifica como incapacitante, donde el cuidador inhabilita sus propias capacidades, así como las de la persona cuidada para abordar de forma eficaz las tareas esenciales que les permitirían adaptarse a su situación de salud y, como comprometido, donde el cuidador familiar proporciona una ayuda o apoyo que resulta insuficiente, para que la persona desarrolle las tareas adaptativas adecuadas a su situación de salud.

Este diagnóstico se debe de usar cuando el cuidador sea una persona de la familia o una persona allegada, aunque no exista consanguinidad. Rechazándolo cuando el cuidador sea una persona asalariada.

El diagnóstico diferencial entre ambos requiere un análisis detallado de los ítems de la valoración ya que a veces, en la valoración del paciente con enfermedad cardiovascular (ECV) y su familia, podemos estar ante una modalidad de afrontamiento incapacitante, mientras que el cuidador o la familia desarrollan conductas que