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Fractura de cadera en Adultos Mayores. Problemas a resolver en la Atención Primaria

no sólo proporcionan ayuda práctica, sino que también motivan a los afectados a recuperarse (Nahm, Resnick, Orwig, Magaziner, & DeGrezia, 2010).

El cuidado de un familiar adulto mayor con fractura de cadera, durante un período prolongado, provoca una mejora en el desempeño de los cuidadores hacia el afectado; no obstante, este cuidado prolongado provoca también un impacto negativo en la salud general percibida y en la salud mental de esos mismos cuidadores; Yea-Ing y colaboradores demostraron que las puntuaciones de los cuidadores en los dominios de la salud general y de la salud mental fueron significativamente menores a los 12 meses [59.9 (SD = 24.5) y 65.9 (SD = 14.3), respectivamente] en comparación al primer mes después del alta del paciente [64.3 (SD = 23.2) y 67.9 (SD = 18.4 ) respectivamente] (Shyu, Chen, Liang, & Tseng, 2012, p. 658-666). Además existe evidencia de que tener un paciente con fractura de cadera repercute negativamente sobre la salud mental de los familiares (Rodríguez, 2004). Por otro lado, se ha demostrado que la afectación de la salud mental de los cuidadores y familiares repercute en una peor y más prolongada recuperación del paciente (H.-Y. et al., 2015, p. 452-458).

Existe poca evidencia en cuanto a cómo los cuidadores familiares influyen en la recuperación de los adultos mayores que se recuperan de esta patología (H.-Y. et al., 2015, p. 452-458); pero está demostrado que ellos se enfrentan un intenso estrés, carga emocional, y diversas dificultades para sobre llevar este proceso de adaptación (Lin & Lu, 2005, p. 507-20). La carga del cuidador y su estrés asociado representan un impacto negativo en su salud percibida y mental (Schulz & Sherwood, 2008 p. 23-27) y han sido negativamente correlacionados con el estado funcional de los miembros mayores de la familia (Lin & Lu, 2005, p. 507-20).

En suma, es claro que la fractura de cadera predispone al paciente y su familia a una cadena de eventos que obligan a la familia a buscar mecanismos de adaptación acordes a las nuevas necesidades del paciente. Este proceso adaptativo no siempre es exitoso para todos los miembros de la familia, lo que implica una disrupción en el equilibrio del sistema familiar, con el potencial riesgo de traducirse en una crisis familiar (H.-Y. et al., 2015, p. 452-458).

Por último, en el contexto de un modelo de atención fragmentado (Hernández et al., 2015), y a sabiendas de que los médicos deben tener una visión integral al momento de evaluar a sus pacientes , es muy importante comprender cabalmente las interacciones existentes en el seno de la familia, a fin de precautelar la salud del afectado y de sus allegados (Cano et al., 2003, p. 111-117); así como también a fin de prevenir y actuar proactivamente, mediante intervenciones tempranas para impedir el desarrollo de una crisis familiar.

La mortalidad en pacientes de edad avanzada tras un año de haber sufrido una fractura de cadera varía entre el 14% y el 36%. Si nos centramos exclusivamente en aquellas fracturas de cadera que no son intervenidas, estas tasas de mortalidad ascienden a cifras entre el 55% y el 65%. Son pocos los artículos que han intentado identificar posibles factores determinantes que expliquen estas elevadas cifras de mortalidad. Los principales factores involucrados como indicadores de riesgo vital en estos pacientes han sido variables previas a la fractura como edad, sexo, comorbilidad asociada, estado funcional, deterioro mental, tipo de fractura, características de su entorno social habitual y otras circunstancias como vivir solo o acompañado; sin embargo, no es concluyente la contribución relativa de estas variables sobre la supervivencia a los 12 meses de la fractura.

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