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Hábitos alimentarios en pacientes con trastorno mental grave

En 1972 el médico estadounidense R.C. Atkins propuso una revolución nutricional al recomendar el consumo de más lípidos y menos hidratos de carbono. Las autoridades gubernamentales aun no respaldan esta teoría. La popularidad de las dietas alternativas señala que las recomendaciones pueden tener más éxito y ser más atractivas si se combinan con un estilo de vida específico, como el que se aconseja en la “dieta mediterránea”.

Ya en los años 50, los doctores Ancel y Margaret Keys, de la escuela of Public Health de la Universidad de Minnesota (EEUU), comprobaron que en los países mediterráneos se producía una menor incidencia de enfermedades cardiovasculares que en los países del norte Europa y del continente americano. Relacionaron este hecho con su alimentación, caracterizada por incluir de forma preferente cereales, legumbres, frutas y hortalizas, aceite de oliva, frutos secos y pescados

Recomendaciones sobre alimentación y actividad física en personas con trastorno mental grave

En general la recomendación de cualquier tipo de dieta puede tener más éxito y ser más atractiva si se combina con las preferencias individuales y la adquisición de un estilo de vida más activo. Se trata de incorporar una mayor actividad al funcionamiento cotidiano, realizando el ejercicio físico apropiado, constituyendo esto un interesante objetivo para las personas sedentarias que desean: fortalecer su salud, mejorar su apariencia física, incrementar el rendimiento físico y mental, aumentar el bienestar general, etc.

De igual modo, es esencial para conseguir el éxito referido tener en cuenta las características psicosociales de las personas a las que nos dirigimos, para adecuar en función de ellas las indicaciones y mensajes: nivel de conocimientos, grado de interés, autonomía….Al mismo tiempo la elección de los alimentos, la forma de comer, los hábitos culinarios y, en definitiva, todo lo relacionado con la alimentación, como en cualquier otra necesidad básica del ser humano, con estos aspectos psicosociales que envuelven a la persona.

Dentro del colectivo de personas con TMG, el cambio de conductas y actitudes hacia el establecimiento de un patrón de consumo de alimentos adecuados, que se ajuste a la dieta mediterránea, es considerado una prioridad en todos los programas de salud. Ya hice referencia anteriormente a algunas de las patologías más frecuentes en esta población y que además se relacionan directamente con este patrón. Además no podemos perder de vista la posible interacción entre alimentos y medicación.

Es reconocida la existencia de fármacos que pueden tener efectos secundarios asociados al aumento la presión arterial o a alteraciones en el metabolismo, generando una mayor predisposición al aumento o pérdida de peso. En relación con los antipsicóticos, el primero es un efecto adverso bien conocido de estos medicamentos, y afecta al 15 – 72% de los pacientes con TMG. Aunque no se ha demostrado una relación dosis respuesta, y existe una significativa variación interindividual, es contundente que las desventajas en la asociación entre medicación antipsicótica y el estilo de vida menos activo, pueden atenuarse a través de una dieta saludable y un adecuado programa de actividad física.

Recomendaciones sobre ALIMENTACIÓN EQUILIBRADA- TMG:

  • Equilibrar la ingesta habitual y la actividad física para alcanzar y mantener un peso corporal apropiado.
  • Consumir una amplia variedad de alimentos: 15% energía aportada por proteínas, 50% por hidratos de carbono y 35% por lípidos. Vitaminas y minerales según edad y estado fisiológico de la persona. 1,5-2 litros de agua diarios
  • Incluir diariamente alimentos de todos los grupos que aseguren una proporción equilibrada de nutrientes: frutas, verduras, cereales, legumbres, carnes, pescado, productos lácteos y aceites.
  • Promocionar especialmente el consumo de algunos grupos de alimentos:
  • Limitar el consumo de algunos alimentos.
  • Mantener un horario regular de comidas: esto favorece que cada persona perciba y responda a las señales internas de hambre y saciedad. El desayuno es especialmente importante, ya que proporciona la energía necesaria después del ayuno nocturno.
  • Evitar la ingesta de alcohol: no aporta nutrientes “calorías vacías”. Responsable de efectos tóxicos de mayor o menor gravedad. Además puede tanto potenciar la acción de muchos fármacos y/o sus efectos tóxicos, así como reducir la eficacia terapéutica de los mismos (antiepilépticos).
  •  La cocina saludable. Utilizar preferentemente cocciones sencillas y condimentar con aceite (con moderación), así como saber usar las hierbas aromáticas.
  •  Reducir el consumo de sal. No sólo porque es uno de los factores implicados en el origen de la hipertensión arterial, sino porque existe una asociación entre ésta y el consumo de bebidas azucaradas, con la repercusiones en el sobrepeso y la obesidad.
  • Procurar una higiene buco-dental adecuada. En el desarrollo de enfermedades orales concurren factores como el uso de psicofármacos, tabaquismo, , higiene deficitaria y posible consumo excesivo de carbohidratos. Algunos tratamientos farmacológicos prolongados provocan el descenso de la secreción salival, que ha sido asociado con distintas patologías orales, como caries dental, enfermedad periodontal y lesiones d ella mucosa oral. Es por esto que la higiene bucal adquiere en esta población gran importancia.
  • Elaborar menús atractivos que motiven a su ingesta.
  • Garantizar una ingesta suficiente y adecuada en las comidas principales. Fomentando además unos hábitos adecuados en la mesa, y rectificando mitos y creencias erróneas.
  • Evitar el uso de productos de escaso o nulo interés nutricional como gratificación.
  • Facilitar pautas sencillas acerca de adquisición, conservación (antes y después de la elaboración), transporte, manipulación, elaboración de los alimentos
  • Llevar una vida activa lo más saludable posible. Ofertar o facilitar el acceso a actividades que tengan sentido para las personas usuarias ayuda a evitar el aburrimiento y la compensación de éste mediante una ingesta alimentaria adecuada.

Los efectos de dichos programas a largo plazo aún están por demostrar, lo que hace necesario seguir investigando en este campo con la combinación de varios elementos que despuntan como fundamentales: asesoramiento dietético, ejercicio y programas de modificación de conducta.