Inicio > Otras especialidades > La construcción del género y su relación con la violencia machista > Página 2

La construcción del género y su relación con la violencia machista

Los estereotipos que aprendemos y tan fuertemente arraigados quedan en la sociedad, tienen el peligro de generalizar, de hacer que perdamos el interés por aquellas peculiaridades individuales, y que asociemos la generalidad a lo positivo y la individualidad lo asociemos a ir “en contra de la norma”, en contra de lo común, y por lo tanto con lo negativo. Y así olvidamos que ésta no es una verdad absoluta, y que las imágenes que tenemos de estos estereotipos son creadas por el momento social en el que vivimos, no son más que una “moda” homogeneizadora. Ésta sería la base conceptual de la homofobia, que condena la homosexualidad por considerarla una “transgresión” de la sexualidad, y da por buena una “tendencia sexual” vendida como la única válida a lo largo de la historia, criticando así cualquier otra opción.  Esto supone una errónea confrontación entre una identidad individual y una “norma generalizada socialmente”, y supone una tendencia crítica y poco beneficiosa.

Por otro lado, también cabría contemplar que la violencia de género germina en una sociedad en la que es patente esta diferenciación entre hombres y mujeres, en base a que se contempla una desigualdad de género y hay una intención impositiva. De alguna manera, socialmente somos “cómplices” de esta violencia, de esta sumisión, desde el momento en el que permitimos o sistematizamos, restándole la importancia que tiene, a hechos como la utilización de un lenguaje sexista, o la atribución de ciertos roles a la mujer que le obligan a actuar bajo esta presión, de la manera que se espera de ella.

Otro ejemplo aún más agudizado es la situación a la que se exponen las mujeres inmigrantes, a la que el hecho de la migración supone mayor hostilidad que en el hombre, pues una mujer inmigrante está sometida a una mayor presión, no sólo por las condiciones económicas en las que se encuentre, sino también por vivir mayor opresión y discriminación por la sociedad. Las estrategias de afrontamiento femeninas también se ven limitadas por la situación de vulnerabilidad que presentan con respecto a los hombres inmigrantes, debido a las desigualdades de género, y por tanto, a las desigualdades de oportunidades. En este sentido, las mujeres inmigrantes se someten a trabajos poco valorados socialmente, y muchas veces desregularizados y precarios. Todos estos factores tienen su repercusión en plano de la salud física y mental de las mujeres. Podría decirse que el hecho de ser inmigrante conlleva una serie de circunstancias que suponen un factor de riesgo para la violencia de género, y éste sería un punto a tener muy en cuenta y al que habría que poner medidas en la detección, ayuda, protección y sobretodo prevención.

Se debe considerar que la superación de las desventajas de género depende de la equidad en el acceso a las oportunidades y los recursos, y se debe enfocar bajo la perspectiva de la igualdad social y política.

Es necesario continuar avanzando en el objetivo de dibujar otras maneras de ver el mundo, de comprenderlo, para poder entender y cambiar las lógicas de poder que emanan de las relaciones de género. Para que se produzca una revolución a este nivel, o hablemos de un cambio simbólico en el mundo, debemos trasformar las interpretaciones, los principios en los que se asientan y que determinan la división del mundo social y natural. Se hace necesario romper con la discriminación, con las relaciones asimétricas que determinan la organización social, y con la violencia simbólica que ejerce el hombre sobre la mujer.

Debemos tener presentes los factores de la temporalidad y la historicidad que determinan los procesos de humanización, y la actualización que la determina. No se trata de una realidad estática, requiere de una adaptación, y no podemos mantenernos ajenos a los cambios sociales que se requieren en cada momento.

Concluyendo, somos herederos de una tradición sociocultural en la que desde niños nos inculcan la distinción por sexos: las niñas juegan a muñecas y cocinitas, los niños con los coches y las pelotas; el color rosa es identificativo de las niñas, el azul el de los niños; y así crecemos con estereotipos prefijados: las niñas tienen q ser obedientes y sumisas, los niños no deben llorar y han de ser fuertes…hasta la edad adulta, en el que perpetúan estas fuertes distinciones: los hombres ocupan la mayoría de altos cargos políticos y económicos[7], las mujeres tienen sueldos menores por realizar un mismo tipo de trabajo, los empresarios son más reticentes a la hora de contratar a una mujer frente a un hombre; de la mujer se espera que sea la “ama de casa”, la principal responsable de la crianza de los hijos, del hombre que sea la figura laboral principal en la casa, y la principal figura pública…

Así que, el simple de nacer niño o niña condiciona que se reciba un trato no equitativo y una adjudicación a mujeres y varones de características, roles, valores y espacios diferentes. La condición femenina o masculina, no es sólo un efecto biológico, sino una consecuencia de la socialización de género. El resultado de esta diferencia genera condiciones de discriminación, marginación, y por lo tanto de desigualdad.

[1]Bourdieu, P. La dominación masculina. Anagrama; 2000.

[2]Woolf  V. Una habitación propia. 3ªed. Seix Barral; 1992.

[3]Bordieu  P. La construcción social de los cuerpos. En: La dominación masculina. Anagrama; 2000.

[4]Joan W. Scott critica esta visión tradicional que describía al género en el sentido estrictamente gramatical del género propuesta por Fowler.

[5] Kelly-Gadol J. The Doubled Vision of Feminist Theory. Feminist Studies; 1979.

[6] Sullerot E. El Hecho Femenino. En: El hecho femenino, ¿Qué es ser mujer?.1ª ed. Argos Vergara; 1979.

[7] Según las cifras de Women in Parliament, el promedio mundial de mujeres ocupando cargos en las bancas sigue siendo bajo. Bordieau (2000) señalaba la diferencia de ocupación en función del sexo y las áreas geográficas añadiendo que “Los puestos dominantes  se sitúan básicamente en las regiones dominadas del ámbito del poder, es decir, en el campo de la producción la circulación de productos simbólicos (como el periodismo, la edición, los medios de comunicación, la enseñanza, etc)”. Bourdieu P. La dominación masculina. Barcelona: Anagrama; 2000. p. 8.