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Las matronas. Historia del cuidar en Enfermería

Las prácticas que se realizaban en torno al embarazo tuvieron un enfoque preventivo para asegurar su conservación y así facilitar un parto normal. Se establecen dos opciones; una de carácter religioso y otra profano. Las religiosas consistían en hacer visitas o peticiones a lugares y seres sagrados, el rezo, novenas, promesas o hasta la donación económica. La opción de carácter profano aconsejaba el ejercicio físico evitando movimientos violentos y la prescripción de una dieta de alimentación. Estas dos medidas se dieron más entre las clases acomodadas. También se incluían cuidados para el interior del cuerpo, como purgas o infusiones y para el exterior, como atarse un pañuelo para que la criatura no subiera al estómago. Adquieren así mismo, un carácter preventivo, los antojos.

El sexo del niño ocupa un espacio del saber general en el embarazo. Los niños recogían todas las asociaciones relacionadas con lo positivo, lo hermoso y lo que se considera bueno y recto. La contraposición de estos conceptos, estuvo reservada para la gestación de las niñas.

Para conseguir que el parto fuera bueno se realizaban una serie de prácticas preventivas que, de nuevo tienen en su mayoría carácter religioso como poner un escapulario, medallas, reliquias,,, o tomar líquidos que tuvieron contacto con algún objeto sagrado, o la presencia de imágenes de la Virgen o Santos en la casa, de los que se esperaba que generaran protección a la parturienta. Si el parto se hacía largo y laborioso se daban determinadas bebidas (cornezuelo de centeno) o se presionaba la zona lumbar, incluso se estiraba de los brazos o “los vecinos manteaban a la parturienta. Para facilitar el alumbramiento las prácticas estaban dirigidas a provocar el vómito de la mujer con la intención de que la contracción abdominal favoreciera la salida de la placenta.

Durante el puerperio era general el concepto de reposo que dura la cuarentena, tiempo del que se esperaba que la recién parida no saliera de casa .Dependiendo de la clase social se llegaba a guardar cama los 40 días. Tiene especial interés las normas de cuidado del cuerpo en los que parecen predominar los principios antihigiénicos por encima de los higiénicos. Se consideraba arriesgado para la madre lavarse total o parcialmente y no se aconsejaba cambiar la ropa de la cama durante la cuarentena.

La comadrona era quien se encargaba del niño, de lavarlo, curarlo y vestirlo y esto lo realizaba hasta que se le callera el ombligo. La curación del ombligo nos aporta datos de prácticas de riesgo. La mortalidad del recién nacido en el primer mes de vida era de cuatro veces más que en el segundo mes y tres años después del nacimiento el número de nacidos vivos se había recudido a una cuarta parte. Muchas de las causas de muerte en los primeros días y de enfermedad se atribuían al “mal de ojo”.

El recién nacido estaba considerado como un ser indefenso y débil que podía ser afectado fácilmente por elementos a los que no podía hacer frente, trasmitidos bien por la mirada, el aire o el contacto con personas que, intencionadamente o no, le provocarán daño.

La visión de todas las prácticas mencionadas nos confirman la ausencia de profesionales médicos o comadronas en las zonas rurales a principios de siglo.

El siglo XX. Reafirmación profesional

A principios de siglo, las mujeres que optaron por los estudios de comadrona eran escasas y las mujeres que estudiaban, lo hacían impulsadas por la necesidad económica y con una finalidad práctica que la profesión difícilmente ofrecía ya que las funciones asistenciales de las matronas eran cumplidas entre las clases acomodadas, por parte del médico; en las restantes, por la madre, la vecina o cualquier otra persona, mujer preferiblemente.

Como novedad en los requisitos académicos para el ingreso se establece que las prácticas sean obligatorias y las alumnas de enseñanza libre, debían justificar el haberlas realizado.

En 1916 se fundó la primera escuela de comadronas; la Casa de Salud de Santa Cristina, en Madrid.

La formación teórica tenía los mismos contenidos pero, progresivamente y a petición de las propias comadronas, se exigió una mayor preparación académica para tener acceso al examen de ingreso. En 1928 se necesitó el Bachillerato Elemental como preparación básica para acceder a cualquier carrera, requisito también necesario para el ingreso a los estudios de comadrona.

La profesión se mantuvo independiente hasta 1953 fecha en la que se unificó con los estudios de practicantes y enfermeras con un único título: Ayudante Técnicos Sanitario y posteriormente, en 1957 se creó la especialidad de Asistencia Obstétrica (Matrona) para los A.T.S femeninos, en 1980 abandonó sus restricciones en razón de sexo y se hizo extensiva para los A.T.S y Diplomados en Enfermería masculinos.

En 1986, con la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea, fue necesario adecuar el currículo profesional para la formación de las comadronas a las Directrices de la Comunidad. Los estudios dejaron de impartirse durante siete años, esto hizo temer de nuevo por la desaparición de la profesión que estaba siendo ocupada en algunos lugares, por médicos y enfermeras entrenadas. En 1994 se reinició la formación. Actualmente, para tener acceso a la especialidad es necesario ser enfermera/o. Se realiza un examen de acceso y la duración del programa es de dos años a tiempo completo.

Por primera vez las escuelas de matronas o unidades docentes dependen de las escuelas de Enfermería y no de las facultades de medicina.

Las matronas hoy, en su mayoría, trabajan en centros hospitalarios o en asistencia primaria, dando respuesta a las nuevas necesidades que socialmente se plantean. Su ámbito de actuación no se reduce solamente al parto, sino a todo el período reproductivo femenino, considerando además el grupo familiar. La subordinación al criterio médico es aún una realidad, aunque la intensidad de su influencia dependerá del espacio donde desarrolle su trabajo y su experiencia.

Conclusiones

La evolución de la matrona como tal producida a través de los siglos, ha pasado de una práctica basada en el empirismo, a la progresiva y tímida mejora de la formación y su regulación oficial.

Importante es reseñar que, gracias al progreso social, las nuevas necesidades y cambios que surgen, así como a la progresiva socialización en una mayor igualdad entre hombres y mujeres, se permite a las comadronas mantener el grado de formación necesaria para acompañar y dar respuesta a las necesidades que se plantean en la salud reproductiva femenina, y a las mujeres, la posibilidad de conocer y poder decidir sobre sus aspectos de su vida.

Matronas y obstetras realizan hoy una labor complementaria, no de competencia.

En un momento tan íntimo y único como es el parir, cabe destacar la importancia de los cuidados invisibles, difícilmente cuantificable, pero que ayuda a lograr una práctica enfermera de excelencia.

La corriente actual en la atención en parto sigue una tendencia humanística, volviendo a considerar a la mujer la protagonista del hecho de parir.

La importancia de dichos cuidados está en la esencia del bienestar y confort, por eso, la importancia de hacer visibles los cuidados invisibles, atendiendo que la calidad asistencial es siempre un aspecto subjetivo.

El sociabilizar este conocimiento es tarea de los propios profesionales de Enfermería para conseguir que formen parte activa en el arte del cuidar.

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