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Pacto de política alimentaria urbana de Milán: el caso de Oviedo

Pacto de política alimentaria urbana de Milán: el caso de Oviedo

El Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán es un protocolo que anima a las ciudades a desarrollar sistemas alimentarios sostenibles en un contexto de preocupación medioambiental a nivel mundial.

AUTORES: 1 Alfonso Puente Alonso, 2 Diego García Blanco, 3 Beatriz Terente Nevado, 4 Mercedes González Flórez.

  • 1 Alfonso Puente Alonso. Graduado en Enfermería por la Universidad de León. Enfermero del Servicio de Salud del Principado de Asturias (SESPA).
  • 2 Diego García Blanco. Graduado en Enfermería por la Universidad de León. Enfermero del Servicio de Salud del Principado de Asturias (SESPA).
  • 3 Beatriz Terente Nevado. Graduada en Enfermería por la Universidad de Oviedo. Enfermera del Servicio de Salud del Principado de Asturias (SESPA).
  • 4 Mercedes González Flórez. Graduada en Administración y Dirección de empresas por la Universidad de Oviedo.

 

  1. RESUMEN

 

El Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán es un protocolo que anima a las ciudades a desarrollar sistemas alimentarios sostenibles en un contexto de preocupación medioambiental a nivel mundial.

El ánimo de este trabajo es conocer cómo Oviedo contribuye al cumplimiento de algunas de las recomendaciones del pacto. Así, tomando como referencia el escenario mundial en el que se presentan las cuestiones de seguridad alimentaria y sostenibilidad, permitirá entender cómo la agenda 2030, marcada por los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, se ha convertido en el motor del progreso local. Se muestra el grado de participación de Oviedo en cada una de las áreas fundamentales del protocolo y se reconoce que las urbes pueden liderar la transformación de los procesos globales de producción y consumo a través de acciones locales.

Palabras clave: Pacto de Milán, seguridad alimentaria, agroecología, sostenibilidad, políticas urbanas, Oviedo.

ABSTRACT

The Milan Urban Food Policy Pact is a protocol which encourages cities to develop sustainable food systems within a context of global environmental concern.

The aim of the paper is to examine how Oviedo meets the targets of some of the Pact’s recommendations. Thus, taking as a point of reference the world scenario whereby the issues regarding food security and environmental sustainability are presented will enable to understand how the 2030 Agenda, framed by UN’s Sustainable Development Goals, has become the driving force of local progress. The paper shows the extent to which Oviedo is involved in each one of the protocol’s key areas, and it acknowledges that cities have the ability to lead the transformation of global processes of production and consumption through local-level actions.

Key words: Milan Pact, food security, agroecology, sustainability, urban policies, Oviedo

2. INTRODUCCIÓN

Ante el reto de abastecer a la población mundial de manera sostenible y respetuosa con el medioambiente, la Organización de las Naciones Unidas ha establecido 17 objetivos de desarrollo sostenible que los países deben tener en cuenta para la consecución de una mejor calidad de vida. Con relación a ellos, han surgido políticas derivadas y protocolos tanto a nivel internacional, como a nivel local.

El caso del Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán (2015) es uno de ellos al aparecer en un contexto de preocupación medioambiental en el que las ciudades toman la iniciativa y se agrupan para liderar proyectos sobre seguridad alimentaria, sostenibilidad y agroecología. Su principal meta es obtener resultados globales mediante acciones a nivel local, que consigan cambiar el rumbo actual de consumo y producción alimentaria irresponsables, mejorando el bienestar social y el cuidado del planeta.

Oviedo firmó el protocolo en octubre de 2017 (Fernández, Sanz y Nevado, 2018, p.38) pero hasta el momento no se han realizado estudios profesionales sobre el grado de cumplimiento del Pacto en el municipio. Debido a esto, y con el objetivo de conocer cómo Oviedo contribuye al cumplimiento de algunas recomendaciones que se recogen en el convenio, se ha recogido información de fuentes secundarias como el Observatorio Regional REGioLab, la Escuela Municipal de Salud de Oviedo o el propio Ayuntamiento, con la finalidad de elaborar un análisis a nivel municipal de los 44 indicadores que el Pacto de Milán establece en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

El trabajo se estructura en tres apartados. En primer lugar, se expone el escenario mundial donde se pone de manifiesto la necesidad de luchar contra el cambio climático mediante nuevos sistemas que garanticen la seguridad alimentaria y la sostenibilidad del planeta. En este punto se habla de las medidas propuestas por la Organización de las Naciones Unidas y el compromiso de cumplir la Agenda 2030 por parte del Estado español.

A continuación, se trata el Pacto de Milán, su recorrido histórico y el marco teórico en el que se engloban las prácticas de política alimentaria que propone.

En el tercer capítulo se lleva a cabo un estudio de los principales indicadores del pacto en la ciudad de Oviedo y en las conclusiones se muestra el grado de participación de Oviedo en cada una de las áreas fundamentales del protocolo, destacando la relevancia que tienen las ciudades en el reto de transformar los sistemas alimentarios hacia enfoques más sostenibles.

3. ESCENARIO MUNDIAL, SOSTENIBILIDAD Y SEGURIDAD ALIMENTARIA

La Declaración Universal de los Derechos Humanos recoge el derecho a la Seguridad Alimentaria en el artículo 25.1 y, a nivel nacional, la Constitución Española, en el reconocimiento del derecho a la salud, exige que los poderes públicos tomen medidas

para fomentar la educación sanitaria y protejan a los consumidores mediante procedimientos eficaces.

La FAO (2011) mantiene que “existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimentarias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana”.

Para ello, establece cuatro condiciones:

  • Que la disponibilidad y la oferta de alimentos sean las
  • Que no existan fluctuaciones en la oferta ni escasez a lo largo del año, es decir, que la oferta sea
  • Que los alimentos sean accesibles y las personas sean capaces de
  • Que los alimentos sean incapaces de hacer daño y, por tanto, de buena

Según estas disposiciones, existirá seguridad alimentaria cuando se tenga acceso a alimentos de buena calidad, inocuos para la salud.

En un mundo en el que alrededor de 815 millones de personas sufren malnutrición, es importante que tanto el sector agrícola como el alimentario, unan esfuerzos para conseguir una alimentación segura, una agricultura sostenible y, la mejora de la nutrición en general (FAO, 2017, p.33). En este sentido, conviene incidir en que el concepto de malnutrición no se refiere únicamente a la ingesta insuficiente de alimentos, sino al consumo desequilibrado e incluso excesivo de los nutrientes que aportan energía (FAO, 2014).

En España, la población afectada por sobrepeso en 2012 era del 39%, cifra preocupante si se tiene en cuenta que un 18’5% de personas sufría obesidad (Salas, Martín-Ramiro y Juárez, 2016: 471). Esto contrasta con los datos del informe anual de la FAO para España en 2016, donde se comenta que más de medio millón de personas tenían un acceso limitado a los recursos, lo cual los ponía en una situación de inseguridad alimentaria (Rey et al. 2018, p.21).

Para actuar en consecuencia, se necesita luchar tanto contra el hambre como contra la malnutrición. Por eso se está poniendo en valor el garantizar el derecho a la alimentación, el cual “consiste en el acceso regular, permanente y sin restricciones a la alimentación, ya sea directamente o a través de la compra, a un nivel suficiente y adecuado, tanto en términos cualitativos como cuantitativos, que corresponda a las tradiciones culturales de la población a la que el consumidor pertenece, y que garantice una vida psíquica y física, individual y colectiva, satisfactoria, digna y libre de temor” (Fernández y Novo, 2019, p. 143).

En términos generales, se trata de mejorar la calidad de vida de las personas y con ese mismo sentido, la Organización de las Naciones Unidas trabaja en la Agenda 2030, aprobada en 2015 por la Asamblea General con el objetivo de “contener los estragos de la pobreza, las enfermedades, el hambre, las desigualdades sociales y entre géneros, así como evitar el abatimiento de los recursos naturales y el menoscabo de los ecosistemas” (Cantú, 2016: p.29).

En este trabajo se insiste en la importancia de buscar soluciones para el fin de la malnutrición en todas sus variantes. Una de las metas de cara al horizonte 2030 que establece la ONU consiste en garantizar que todas las personas tengan acceso a una forma de alimentarse adecuada y segura. Esto pasa por desarrollar proyectos territoriales “que incidan en un cambio de modelo acorde al paradigma de la soberanía alimentaria, que hagan frente a los retos del cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales y la crisis del sistema económico capitalista” apostando por un mayor peso de la alimentación en el plano estratégico de la recuperación de los vínculos tradicionales entre la ciudad y el mundo rural periurbano (Yacamán, 2015).

Para lograr la seguridad alimentaria a nivel global, es necesario entender que las políticas que se han de aplicar tienen que tener en cuenta diversos factores que se recogen en la Agenda 2030 de la ONU.

Esta agenda surge en septiembre de 2015 con la meta de conseguir sociedades resilientes y sostenibles mediante un plan de acción centrado en la prosperidad, el planeta y las personas (Novo, 2019). Los objetivos que en ella se enumeran, enuncian pretensiones a nivel mundial, aunque es tarea de cada estado el llevarlos a cabo de la manera más eficiente, de acuerdo con sus posibilidades y situaciones particulares.

El Grupo de Trabajo Abierto de la Asamblea General sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2014) estableció los siguientes ODS:

  • Hambre
  • Salud
  • Educación de
  • Igualdad de género.
  • Agua limpia
  • Energía asequible
  • Trabajo decente y crecimiento económico.
  • Industria, innovación e infraestructura.
  • Ciudades y comunidades
  • Producción y consumo
  • Vida
  • Vida de ecosistemas
  • Paz, justicia e instituciones

Su principal característica es que están interrelacionados. Al tratar de cumplir uno de ellos, se favorece el avance de los demás. De ahí la necesidad de aplicar medidas que aborden todos los puntos de la agenda e impliquen a todos los sectores de la sociedad, pues los ODS “poseen el potencial para transformar la sociedad y movilizar a personas y países” (Secretario General de la ONU, 2015, p.9).

El eje sobre el que se articulan dichos objetivos es el desarrollo sostenible, definido por Brutland (2002) como “la vía que dé respuesta a las necesidades de las personas preservando, al mismo tiempo, las bases sociales, económicas y medioambientales de las que depende el desarrollo” (Brutland, 2002, p.174).

Las ciudades tienen un papel destacado en la consecución de los ODS, al ser el escenario idóneo en el que aplicar políticas de sostenibilidad locales con la intención de repercutir en el panorama internacional. De esta manera será sencillo intercambiar experiencias y difundir planes de acción y recomendaciones para otras ciudades, tal y como expone Gracia-Rojas (2015).

Herrera et al. (2017) explican que las redes globales de ciudades han ido agregando con ímpetu las cuestiones que se tratan en los ODS, especialmente las de materia alimentaria, afianzadas en las políticas de amortiguamiento del cambio climático. No se trata de una coincidencia. Las últimas estimaciones científicas afirman que la situación medioambiental empeorará de cara a un 2050 en el que se espera que 10 mil millones de habitantes tengan que hacer frente a un aumento de la temperatura global de 3 grados centígrados, generada por el efecto invernadero (Grupo de Expertos del Cambio Climático, 2018).

El cambio climático trae consecuencias devastadoras para el planeta. En los próximos años, los sistemas naturales se verán gravemente perjudicados y la producción y el abastecimiento de alimentos y de agua potable será una dificultad para la población mundial, que crece a la par que el ecosistema se debilita (Cantú, 2014). Por tanto, el deterioro ambiental es una situación que debe afrontarse mediante la colaboración entre organismos internacionales y gobiernos locales para que las estimaciones de los expertos no se materialicen.