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Justificación de una intervención temprana en la prevención de la obesidad infantil

Justificación de una intervención temprana en la prevención de la obesidad infantil

Resumen.

Aunque mucho del interés en el problema de la obesidad en niños se ha centrado en la edad escolar y adolescencia, la obesidad en niños menores de 5 años es asimismo un problema de salud pública a nivel mundial. Si queremos que las intervenciones de prevención de la obesidad tengan éxito, debemos identificar los factores de riesgo de padecerla en los primeros años de vida, periodo que se considera crucial en la fijación del problema en edades posteriores. Una vez identificado el riesgo, se podrá iniciar el tratamiento y proponer las medidas de prevención oportunas en los diferentes ámbitos de actuación, familiar, escolar y social.

Justificación de una intervención temprana en la prevención de la obesidad infantil

  1. Carmen Madrigal Díez. Pediatra de Atención Primaria. Centro de Salud Bezana, Cantabria, España.
  2. Olalla María Otero Vaccarello. Médico Interno Residente de Pediatría. Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, Santander, Cantabria, España.
  3. María Isabel Planelles Asensio. Médico Interno Residente de Pediatría. Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, Santander, Cantabria, España.
  4. Ana Belén Marchante García. Médico de Familia del Servicio Cántabro de Salud. Cantabria, España.

Palabras clave: obesidad infantil, programas de prevención precoz.

INTRODUCCIÓN

La obesidad es reconocida como una enfermedad crónica, de etiología compleja y multifactorial, cuya prevalencia ha aumentado considerablemente durante las últimas décadas hasta convertirse en uno de los principales problemas mundiales de salud pública.

A pesar de que se admite que la enfermedad suele iniciarse durante la temprana infancia y que las prácticas alimentarias del primer año de vida son consideradas como un importante factor condicionante de obesidad en el niño y en el adulto, en pocos países se realiza una vigilancia y abordaje de la obesidad infantil de forma precoz en la práctica clínica.

DESARROLLO

En el contexto mundial de este grave fenómeno de aumento de la obesidad, el Ministerio de Sanidad y Consumo Español ha desarrollado la Estrategia NAOS (Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad), que se publicó en el Boletín oficial del Estado en Enero de 2004. Ésta tiene como meta fundamental fomentar una serie de políticas dirigidas prioritariamente a la población infanto-juvenil, cuyos hábitos alimentarios y estilos de vida no estarían todavía consolidados y serían susceptibles de modificación mediante programas educativos para frenar el aumento de la prevalencia de la obesidad y, con ello, reducir sustancialmente la morbimortalidad atribuible a enfermedades crónicas.

En el documento se cita textualmente: “La prevención de la obesidad deberá iniciarse en la infancia, a través de la promoción de hábitos saludables en Atención Primaria. Se debe promover la lactancia materna en los centros de Atención Primaria y se debe identificar y seguir a los niños potencialmente en riesgo”. Entre las acciones de la Estrategia se encuentran la realización de protocolos dirigidos a atención primaria para la detección precoz y seguimiento de la obesidad, así como impulsar la investigación sobre obesidad, realizar un control epidemiológico, y establecer un plan de acción para la prevención, con iniciativas como los programas PERSEO y THAO.

Si bien han sido muchos el número de programas, actividades y campañas puestos en marcha sobre la población general con el objetivo de frenar el auge de esta enfermedad, los resultados obtenidos han sido muy limitados. La mayoría de las intervenciones hasta el momento actual no han sido de gran eficacia (1, 2) y existen dudas sobre cómo prevenir la obesidad infantil utilizando las estrategias de intervención actualmente disponibles (Nivel de evidencia I), siendo necesaria mucha más investigación en este campo en el futuro. Otro problema a tener en cuenta es que existen muy pocos ensayos aleatorizados de calidad a partir de los cuales se puedan hacer recomendaciones efectivas y los trabajos realizados sobre esta materia presentan importantes limitaciones metodológicas y la mayoría están hechos en EEUU, lo que limita su generalización a nuestra población infantil (3).

Revertir la obesidad una vez que se ha establecido es difícil incluso en los primeros años de vida y el porcentaje de fracasos y recaídas en el tratamiento de la obesidad es alto (4). La mejor estrategia en la lucha contra la obesidad es su prevención y siempre que sea posible la conducta preferente ha de ser la prevención de la obesidad mediante la modificación de los hábitos alimentarios y los estilos de vida (5). Por este motivo, es importante detectar esta enfermedad en el momento en que se aprecien los primeros signos de riesgo, siendo el Pediatra Atención Primaria, al realizar un seguimiento más estrecho del niño y conocer mejor a las familias, quien desempeñe un papel crucial en determinar cuales son los factores que actúan de forma temprana favoreciendo la aparición de los primeros indicios de exceso de peso. Es en las consultas sanitarias de atención primaria, a través tanto de pediatras como del personal de Enfermería, donde se puede explorar y detectar conductas alimentarias inadecuadas y de sedentarismo, identificar a los menores con mayor riesgo de desarrollar sobrepeso, e iniciar intervenciones con ellos y sus familias para lograr prevenirlo(6). Las intervenciones de salud pública que tienen como objetivo prevenir la ganancia de peso corporal se han llevado a cabo en diferentes ambientes, y la evidencia muestra que los programas que tienen más éxito son los que abarcan la mayor cantidad de ambientes donde el individuo desarrolla sus actividades (7,8).

Además, las estrategias de prevención primaria que se dirigen a paliar la obesidad son más efectivas si se aplican de forma universal (de igual forma en niños con o sin sobrepeso) (9), y en caso de intervenciones en niños pequeños la implicación de los padres es necesaria y fundamental para el éxito (10). Tal vez esto último explique en parte que se hayan intentado desarrollar menos estrategias de prevención al comienzo de la vida, por la dificultad añadida de lograr un cambio de conducta en los padres. Mientras que la escuela tiende a nivelar muchas de las diferencias socioculturales entre los alumnos, el ambiente hogareño se ve condicionado por diversos factores como son el nivel de ingresos, vivienda, educación y nivel cultural de los padres y entorno familiar (11).

A pesar de ello, Schroeder N. et al acaban de realizar un estudio con el objetivo de estimar la eficacia de un programa acoplado al control del niño sano para mejorar las prácticas de alimentación y patrones de crecimiento los primeros 24 meses de vida, y en última instancia prevenir el exceso de peso en la infancia. Los resultados evidencian una mejoría en las conductas alimentarias de los padres hacia el niño y un aumento de la sensación de responsabilidad de los hábitos alimenticios del niño cuando reciben pautas de educación y son motivados por profesionales de la salud (12). Campbell et al llevaron a cabo una revisión sistemática de los escasos estudios existentes de estrategias de intervención dirigidas hacia un impacto en edades muy tempranas (0-5 años) que respalda la idea de que los padres son receptivos y capaces de hacer cambios de comportamientos que favorezcan el desarrollo de un peso adecuado en sus hijos (13).

Un aspecto clave, para que las intervenciones preventivas aplicables a niños y sus familias sean eficaces, es que sean tempranas y se planifiquen lo antes posible en la vida del niño. Aunque la prevalencia de la obesidad ha aumentado en todos los grupos de edad, los primeros años de la infancia son un momento crítico en el crecimiento del niño y también en el desarrollo de comportamientos saludables que perduraran durante el resto de su vida (14).

Ya antes de empezar su vida escolar, es especialmente importante en términos de salud y riesgo de obesidad que los niños lleven una dieta saludable. Por eso es muy importante asegurar que las intervenciones de salud pública se enfoquen en niños de edad preescolar (0-5 años), ya que la evidencia muestra que el crecimiento óptimo en los primeros 1000 días de vida es esencial para prevenir el sobrepeso y la obesidad en los años posteriores (15,16). Las preferencias alimenticias y los patrones de ingesta emergen antes de los 24 meses de edad y tienden a persistir hasta los primeros años de vida. La calidad y cantidad de la dieta durante los 2 primeros años de vida influye de forma importante en el desarrollo de los patrones de ingesta alimenticia que persisten en la edad adulta. En un estudio realizado por Moss et al en EEUU sobre una muestra amplia de niños nacidos en 2001, encuentran que aproximadamente un tercio ya presentaba sobrepeso u obesidad a los 9 meses de edad (17).