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Los problemas éticos en pacientes que requieren cirugía exerética

integridad y dignidad, capaz de adoptar decisiones por sí y sobre sí mismo. El instrumento para el ejercicio de la autonomía ha sido la práctica del consentimiento informado, el respeto a la adopción de decisiones, autónomas, competentes, razonables y moralmente válidas por parte del paciente y hombre sano acerca de su situación de salud, en particular de las alternativas diagnósticas y terapéuticas, una vez que ha sido debidamente informado de los riesgos y probables beneficios. (6).

Es decir, el consentimiento informado es la aceptación, por parte del enfermo de un procedimiento diagnóstico o terapéutico, después de haber recibido la información adecuada para poder implicarse plenamente en la decisión final.

Por tanto, es importante una correcta información y educación de la enfermedad en cuestión y de los beneficios de determinadas conductas y estilos de vida para disminuir complicaciones y lograr una adecuada calidad de vida como objetivo final del tratamiento de un proceso crónico no curable, pero sí tratable.

Si tenemos en cuenta que la relación médico-paciente es una especie de contrato entre dos parte, y que la relación es diádica, entonces podemos decir que existe consentimiento, cuando hay una verdadera relación de mutua confianza, establecida en la comunicación entre ambos, fundamentalmente por medio de la palabra.

 Es necesario que el paciente que se va a someter a una amputación o un tratamiento, pueda decidir lo que es mejor para él, pero sobre la base de que el médico, como experto en la materia, le informe correctamente .Es frecuente que éste dé su consentimiento para someterse a un tratamiento, sin que haya tenido una correcta comunicación con el médico que va a realizarlo.

Por otra parte, la información adecuada sobre el tratamiento y las investigaciones complementarias puede aumentar la confianza del enfermo en su médico, confianza que a la larga será beneficiosa para la recuperación y rehabilitación, en la que existirá una verdadera colaboración de ambos.

La existencia de una colaboración deficiente entre el médico y el paciente, que se traduce en una falta de confianza entre el segundo y el primero, no le hace ningún beneficio a la enfermedad y su tratamiento. Si no se respeta la posibilidad de elección del enfermo, nos encontramos en la situación clásica del paternalismo médico, en la que toda decisión queda a cargo de éste, sin que llegue a plantear la posibilidad de una relación diádica. El dilema ético del consentimiento informado en el manejo del paciente amputado reside en la tensión entre el principio de autonomía del paciente y el principio de beneficencia del médico.

El principio de beneficencia se define de diversas formas: el deber de no hacer el mal, de prevenir el mal o el sufrimiento, el deber de hacer el bien o promover el bien.

Sin embargo, el paciente aún sin conocimiento médico, puede juzgar los impactos de la decisión de su médico sobre su modo de vida, sus valores, etcétera. De ahí que el procedimiento del consentimiento informado adquiera importancia puesto que posibilita el ejercicio de la capacidad de decidir y de juzgar del paciente.

El consentimiento informado debe reunir tres elementos importantes: voluntariedad, información y comprensión. (9-13).

Otro aspecto importante del manejo de estos enfermos lo constituye la rehabilitación de este paciente amputado, donde nuestra actitud como médicos consiste en proporcionarle el mejor tratamiento posible, intentando no sólo insertarlo de nuevo en la sociedad, y prolongarle su existencia, sino conseguirlo con los máximos niveles de calidad de vida que nos sea posible.

Para alcanzar resultados satisfactorios en el programa de rehabilitación, es necesario voluntariedad, capacidad física y esfuerzo por parte del paciente; y capacitación perseverancia y trabajo por parte del colectivo de profesionales que lo llevarán a cabo. Esto obliga a efectuar una cuidadosa valoración de nuestros pacientes, que se van a convertir en el elemento fundamental del programa.

En la práctica diaria, ha resultado útil dividir el programa de rehabilitación de los pacientes amputados en tres fases:

1- Fase pre quirúrgica.

2- Fase quirúrgica.

3- Fase postquirúrgica.

En la fase pre quirúrgico se debe hacer una valoración del paciente, teniendo en cuenta tres aspectos:

a)- Estimación psicológica de su actitud, haciéndose un análisis de la voluntad y empeño por parte del paciente para volver a andar. Su decisión de rehabilitarse de forma voluntaria, es la base indispensable sobre la que se edificará el programa; aquí se le informa en detalles al paciente lo que podemos hacer y cómo lo vamos a llevar a cabo para lograr nuestro común objetivo.

b)- Valoración del estado general de su organismo. Un estado general precario contraindica el desarrollo de programa de rehabilitación.

Existen otros factores: edad mayor de 80 años; estados orgánicos con gran deterioro; cardiopatías graves asociadas a insuficiencia cardíacas por esfuerzos; diabetes complicada con ceguera y alteraciones neurológicas de importancia; las dobles amputaciones por encima de la rodilla, etcétera, que lo contraindican.

c)- Valoración del miembro contra lateral. Se valora el estado funcional y general de la extremidad que nos permita pronosticarle durabilidad.

En la fase quirúrgica, es importante tener en cuenta por parte del cirujano, que el nivel de amputación sea el adecuado para cada tipo de paciente y que ese muñón quede con las condiciones para que se pueda realizar una correcta rehabilitación.

Y en la fase postquirúrgica lo más importante, como primera medida terapéutica, lo constituye el tratamiento postural y su objetivo es evitar que aparezcan actitudes viciosas de flexión en las articulaciones restantes del miembro amputado (cadera y rodilla) (14).

Conclusiones:

La Ética no es un factor limitante de la innovación, de la investigación, de la formación o de la actuación profesional, sino una decidida apuesta por el ser humano y su dignidad. La ética quirúrgica tiene que ser flexible y abierta a cambios y ajustes, pero deben mantenerse los principios básicos, en especial los valores de compasión, competencia y autonomía, además de la preocupación por los derechos humanos fundamentales. Sólo puede haber una cirugía éticamente correcta: “aquella que siendo realmente necesaria y desde el dominio de la técnica quirúrgica, se asienta para su práctica en fundamentos biológicos y en el