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Funciones ejecutivas en niños de 4 y 5 años nacidos bajo riesgo por prematuridad

frontal, en especial la porción dorso lateral. Así pues, aunque de las 35 semanas de gestación está edificada buena parte de la base anatómica del sistema nervioso, diversos procesos a nivel celular: diferenciación, mielinización y conexión, están aún en etapas evolutivas. Por tanto, cualquier tipo de interrupción podría implicar un riesgo al disminuir el potencial de crecimiento axónico y dendrítico especialmente, el correspondiente a las regiones piramidales dopaminérgicas de las estructuras pre frontales, en las que de manera primitiva se mantiene contactos con la lámina I (17) y (2).

Es decir, la condición de prematuridad implicaría una necesidad funcional de estimular cognitivos pre ejecutivos que permitiera compensar la desventaja. Desde lo funcional, las diferencias entre prematuros y nacidos a término también se pueden explicar. Inicialmente, la distancia madurativa a nivel pre frontal y dopaminérgico podría comprometer la inhibición motriz propia de la fase comprendida entre los 3 y 5 años. Estos son procesos antiguos en términos filogenéticos, pero mediados también por la conexión dopaminérgica con el resto de la corteza pre frontal. Por tanto, es probable que la disfunción madurativa por prematuridad pudiera influir en el desarrollo de la inhibición emocional y cognitiva cuando las condiciones de estimulación no compensaran el déficit ontogenético.

Sin duda una explicación para lo encontrado en la medición de CI partiría de la forma como se escogió la población. Ambos grupos proceden de características semejantes y con niveles de desarrollo cognitivo normales o esperados. Además es probable que por ser una prueba global en la que se miden no sólo funciones pre frontales, sino otros procesos como atención, memoria, gnosias y praxias, los resultados sean más cercanos y las diferencias menos notorias que en la medición de funciones ejecutivas. No obstante, se puede asegurar que pesos en neonatos inferiores a 2900 gramos pueden ser factor de riesgo para un desarrollo cognitivo no superior o inferior de 100. Tal vez como consecuencia de procesos interrumpidos en la emergencia de las espinas dendríticas.

Aunque es difícil explicar la influencia de la prematuridad sobre el desarrollo de las funciones ejecutivas con la muestra obtenida y más aún sin poder realizar un estudio longitudinal que permita medir la emergencia de esta en fases previas del desarrollo, se pueden considerar algunos puntos donde se halló evidencia de patología en el reconocimiento e interpretación de las emociones en niños con lesión pre frontal. La muestra estuvo constituida por 13 menores entre 9 y 17 años. Al compararlos con un grupo sin lesión cerebral, se notó una disminución en la capacidad de controlar impulsos y de reconocer las emociones de los demás ante pruebas de falsas creencias y reconocimiento de miradas (18).

Aunque en la historia de los menores participantes de la investigación no se reportan lesiones cerebrales, podría ser la variable prematuridad una condición de riesgo para la no maduración de áreas de desarrollo tardío como la porción dorsolateral, hecho que acarrearía una desventaja celular inicial ante la no emergencia de algunas espinas dendríticas en especial las piramidales (12).

La base anatómica sin duda incide en la evolución funcional. Por tanto, habría que describir lo sucedido en las etapas previas a la estudiada en la presente investigación para ratificar la influencia o no de la prematuridad en el control inhibitorio, ya que la capacidad de inhibir una actividad placentera por poner atención a su cuidador aparece en un 40 % al cabo de los primeros ocho meses de vida. Dicho porcentaje, se eleva hasta un 78 y 90% al llegar a los 24 meses de edad. En general, se considera en la actualidad que hay dos etapas de desarrollo de la función inhibitoria. La primera contempla los tres primeros años. Durante el primero emerge la capacidad básica, del control inhibitorio, en el segundo año más capacidad de mantenimiento de la información y en el tercer año control cognitivo de la conducta propia.

Esto significa que la función inhibitoria comienza con la supresión de la respuesta motriz, para luego llegar a la omisión de la respuesta a través del control cognitivo de la emoción. Para la segunda etapa de los tres a los cinco años aumenta la autorregulación de la conducta ante los cambios del entorno. Al respecto, (17) afirma que consecuencia de lo anterior, los niños de cinco años ya han desarrollado parcialmente tres componentes esenciales de las funciones ejecutivas: memoria de trabajo, inhibición cognitiva emocional y la flexibilidad cognitiva. Luego de ello, continúa el desarrollo de la región supra límbica y la corteza pre frontal a través del aumento de la sustancia blanca y reducción de la gris, hechos que se prolongan hasta casi la tercera década de la vida (19).

Por otra parte, la sustancia gris aumenta desde el nacimiento hasta los doce años en promedio, entre los 5 y 11 años las láminas más gruesas (entre 4 y 5 mm) son las parietales y las de la región dorsolateral pre frontal en niños nacidos a término, valdría la pena indagar si también se cumpliría en el caso de los menores prematuros. El incremento de la sustancia blanca se relaciona directamente con la mielinización de las vías corticotalámicas de la corteza pre frontal dorsolateral, por tanto y retomando la teoría de los dos trenes evolutivos (20), es probable que la prematuridad afecte una zona más nueva en términos filogenéticos y ontogenéticos como la región dorsolateral que la ortitofrontal cuyo origen es más antiguo y se remonta al nacimiento del sistema límbico en los mamíferos (21). A nivel celular la densidad neuronal que disminuye en el proceso natural de apoptosis o muerte celular programada, evidencia un incremento sustancial en la longitud de los axones y dendritas en las neuronas de las láminas 3 y 4 a los 24 meses, hecho que se relaciona con la maduración de la integración inter hemisférica. A partir de ahí y hasta los 7 años se observa una reducción significativa de la densidad neuronal