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Satisfacción por la vida del adulto mayor. Concepto de revisión actual

después. (Gutiérrez Rodríguez, Martín Dipoté, & Martínez Fraga, 2008)

En Cuba casi el 13% de los cubanos tiene más de 60 años, cifra que aumentará hasta el 20% transcurrido el primer cuarto del próximo milenio. Según un estudio del Centro Iberoamericano de la Tercera Edad, y como dato curioso, mientras Francia necesitó casi dos centurias para duplicar sus ancianos, en Cuba ello ha ocurrido en menos de cuatro decenios. (Bazo, 2002)

El envejecimiento no se define únicamente por el paso inexorable de los años. De hecho, hoy nadie parece negar que la vejez sea la antítesis de los ideales modernos. Vivimos una etapa de gran diferenciación intergeneracional que origina discriminaciones sociales y culturales de las personas mayores. Éstas constituyen el sector de población con mayor índice de crecimiento, lo que afecta significativamente a la producción, al consumo, a las prestaciones sociales y sanitarias y al gasto público, generándose nuevas áreas de conflicto. Hoy, desafortunadamente, el envejecimiento se percibe más como una carga que como una conquista social. (Bennett, 1999)

La cifra de 7.3 millones de personas mayores de 65 años ha superado todas las proyecciones, siendo los mayores de 80 años – más de 1.7 millones de personas– el grupo que más preocupa por su potencial fragilidad y el gasto consiguiente que puede generar. Sin embargo, este crecimiento de la población mayor de 65 años no debería ser interpretado en clave de drama social. Sin duda, la posibilidad de vivir muchos años es una de las conquistas sociales más importantes del siglo que se acaba de cerrar y el gran reto para las próximas décadas será conseguir que estos años se puedan vivir en las mejores condiciones, libres de discapacidad. (Biggs, Phillipson, & Kingston, 2005)

Existen también estereotipos de la vejez, alimentados por representaciones sociales, que la asocian a enfermedad, decadencia, deterioro, pasividad y falta de horizonte vital, con la consiguiente distorsión del modo en que se perciben a las personas mayores. (Bostock, y otros, 2013)

Cada generación de ancianos, como cada generación de jóvenes, de adultos, de niños, tiene sus propias especificidades, ninguna es igual a la otra. No se podrían valorarlas con estereotipos: «Los jóvenes son inmaduros», o «los viejos son achacosos», porque no siempre estas son características reales del grupo o de los individuos. (Bover, Moreno, Mota, & Taltavull, 2013)

La madurez sana de un individuo depende mucho de su personalidad anterior, desde su juventud; así un joven alegre será un viejo contento, aunque tenga más allá de 80 años de edad y hasta quien sobrepase los 100. (Gutiérrez Rodríguez, Martín Dipoté, & Martínez Fraga, 2008)

En el proceso de envejecimiento es básico superar lo físico, adaptarse al deterioro biológico, a las canas, a las arrugas, a los cambios y entonces, a partir de allí, fomentar el desarrollo social y espiritual con la experiencia acumulada. En este concepto vital se valoran mejor las satisfacciones con la vida, de la formación de una familia y de la actividad social. La vejez tiene entonces su verdadero sentido como etapa de la vida donde se encaran pérdidas importantes, pero en la que se puede disfrutar y continuar creciendo como seres humanos. (Polo Viamontes & Espín, 2006)

La prolongación de la esperanza de vida y su calidad ha sido un anhelo de la humanidad. En este sentido, el envejecimiento puede ser considerado un logro en el que mucho ha aportado el desarrollo científico técnico alcanzado (Bayarre, 2008), tributando a que los ancianos actuales posean desde su óptica ya envejecida por el tiempo una satisfacción con la vida sin detrimento social ni familiar Sin embargo, la longevidad está produciendo retos sin precedentes a los responsables de la elaboración de políticas en general y a los ciudadanos en particular, pues se deberán mantener los niveles de seguridad social y económica, y la oferta de servicios de salud de calidad a un segmento de la población que, por su avanzada edad, se encuentra en desventaja para afrontar las exigencias sociales de la contemporaneidad. (Hernández Castellón, 2012)

DESARROLLO

La satisfacción con la vida ha sido un gran punto de interés en la investigación gerontológico-social por más de 40 años. George (1981) define la satisfacción con la vida como una medición cognitiva del ajuste entre los objetivos deseados y los actuales resultados de la vida. Implícito en este punto de vista está la noción de que la satisfacción de vida representa un resumen de la evaluación de las metas y logros, que rodea al curso de la vida entera. La amplia literatura ha identificado un conjunto de factores que influyen en la satisfacción con la vida, involucrando la salud, el estatus económico y las relaciones sociales (Aranda Inga & Vara Horna, 2006), además incluye estudios que han definido el concepto como felicidad, afecto positivo, y bienestar subjetivo en esta etapa de la vida. La relación positiva entre la salud subjetiva y la satisfacción con la vida ha sido un hallazgo constante. Además, cuando se examina la relación que tiene la edad y la satisfacción con la vida y con la salud percibida, los resultados sugieren un patrón por el cual los individuos esperan una disminución en la salud y la habilidad funcional con el incremento de la edad.

También, las percepciones de la salud fueron un mejor indicador de la satisfacción con la vida en comparación con el número de enfermedades crónicas (Aranda Inga & Vara Horna, 2006), por tanto, si se considera que la satisfacción y, por ende, el bienestar subjetivo no declinan necesariamente con el incremento de los años -ni mejora ni empeora con la edad, ya que los individuos se adaptan a las circunstancias en las que se encuentran inmersos- de esta manera, el estudio del bienestar psicológico en la tercera edad cobra una especial significación, con el fin de desmitificar la imagen del anciano cansado y deprimido por ley natural.

Los estudios sobre la satisfacción con la vida se han situado, mayoritariamente, en el contexto general de la investigación del bienestar subjetivo que incluye dos componentes claramente diferenciados y que han seguido líneas de investigación paralelas: por un lado, los juicios cognitivos sobre satisfacción con la vida y por