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Tipos de fobias

Tipos de fobias

RESUMEN

El estilo de vida, en el que estamos sumergidos la sociedad actual, lleva asociado el problema de la ansiedad. Aunque dicha cuestión haya existido siempre, en toda nuestra historia, es desde hace unos años cuando se ha visto aumentado considerablemente.

AUTORES: María Bielsa Miñana 1 Beatriz Pinto Rodríguez 2 Elena Alloza García 3 Sara Pérez Mateo 4

1 María Bielsa Miñana. Diplomada en Enfermería. Enfermera en Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza.

2 Beatriz Pinto Rodríguez. Diplomada en Enfermería. Enfermera con plaza en propiedad en Can Misses de Ibiza. Enfermera en Hospital Can Misses de Ibiza.

3 Elena Alloza García. Graduada en Enfermería. Enfermera en Mas Prevención de Zaragoza.

4 Sara Pérez Mateo. Graduada en Enfermería. Enfermera en Hospital Psiquiátrico Prisma de Zaragoza.

La ansiedad es una respuesta, un estado emotivo, natural en el ser humano y en muchas especies animales más o menos próximas a él; es sinónimo de preocupación, inquietud, intranquilidad, desasosiego, ante acontecimientos futuros o situaciones de incertidumbre. Por otro lado, las respuestas de ansiedad constituyen, en última instancia, una reacción de emergencia ante una amenaza, un peligro o ante la posibilidad de pérdida o fracaso, por lo que cumplen una función muy importante a nivel adaptativo en la propia conducta de los organismos, ya que ayudan a hacer las cosas mejor y a obtener un buen rendimiento en los diferentes ámbitos de la conducta individual y social.

Es complicado abarcar toda la problemática relacionada con la ansiedad y las fobias, por ello, en este trabajo, se ofrece una panorámica de los conocimientos actuales en este campo, deslindando lo normal de lo que ya es problemático y sugiriendo vías de solución.

PALABRAS CLAVE: fobia, ansiedad, miedo, salud mental

INTRODUCCIÓN

La ansiedad es un estado emocional muy relacionado con el miedo, se trata de una emoción desagradable asociada a una sensación de peligro inminente, que no es aparente para el observador. El miedo, sin embargo, es un sentimiento similar que surge como respuesta normal frente a un peligro real.  Y por último, se llama fobia a un tipo especial de miedo completamente desproporcionado con la realidad de la situación, que no puede explicarse ni razonarse, que se encuentra más allá del control voluntario y que conduce a la evitación de la situación temida.

La seriedad y el valor son dos buenas cualidades para afrontar las inevitables ansiedades que trae consigo la vida cotidiana. El problema radica en que, en ocasiones, es difícil mantener aquellas virtudes ante la acumulación de problemas múltiples que se presentan al ser humano actual. En otras situaciones el problema deriva de que hay personas que carecen de habilidades suficientes para hacer frente a la ansiedad y a las fobias. Se trata, en este último caso, de personalidades ansiosas, con un temperamento habitual temeroso, poco decidido, que tienden a postergar o evitar siempre las situaciones comprometidas y llegan a restringir hasta los ámbitos de su trabajo y de la relación social.

MARCO TEÓRICO

Tipos de fobias

Fobias específicas

En principio, padecer algún tipo de fobia no supone presentar problemas de salud mental. Incluso cierto tipo de fobias forman parte del repertorio de conductas normales entre los seres humanos. Solamente aquellos casos en que el temor es muy exagerado cumplirán los criterios de fobia específica.

Las fobias deben diferenciarse de comportamientos aparentemente similares que pueden presentarse en el caso de trastornos psicóticos (esquizofrenia). Los pacientes con fobia son conscientes de que su miedo es irracional o en todo caso, exagerado, sin embargo, una persona con esquizofrenia podría temer a las serpientes, por ejemplo, por considerarlas una representación del demonio, es decir, todo lo contrario al caso de las fobias.

Es relativamente fácil efectuar el diagnóstico de la fobia específica. La persona se queja de un temor claro frente a determinadas situaciones u objetos. La exposición a estos estímulos desencadena una serie de síntomas que son los típicos de las crisis de ansiedad, estos síntomas son: taquicardia, palpitaciones, dolor torácico, aumento de la tensión arterial, dificultades para respirar, fatiga, temblor, sequedad de boca, sudoración, escalofríos, oleadas de calor, midriasis (dilatación pupilar), alteraciones gastrointestinales, polaquiuria (orinar con demasiada frecuencia), bulimia, entre otros. Estos síntomas son las consecuencias de lo que en medicina se denomina descarga simpática y que aparecen siempre en cualquier trastorno de ansiedad. Esta reacción del cuerpo podríamos decir que es adaptadora, pues prepara al organismo para luchar o huir del estímulo amenazante. Los síntomas de una crisis de ansiedad frente a un estímulo fóbico, son los síntomas normales que los humanos y los animales presentan cuando se enfrentan a un peligro amenazante. El problema es que en el caso de las fobias el peligro no existe. Además, cuando un paciente sabe que deberá enfrentarse a su fobia, aparece lo que se llama ansiedad anticipatoria, que da lugar a un estado de gran sufrimiento y malestar sin llegar a la intensidad de una crisis.

Caso aparte es el de la fobia a la sangre y a las heridas. Donde no hay descarga simpática, sino una reacción vasovagal, caracterizada por descenso de la tensión arterial, mareo, desmayo, y pérdida de conciencia (lipotimia). También podríamos decir que es una reacción adaptadora, ya que algunos animales reaccionan frente al peligro quedando inmóviles y paralizados (freezing). Aunque en el paciente fóbico esta respuesta resulta totalmente desadaptadora.

Aparte de los síntomas nombrados anteriormente, el diagnóstico viene reforzado por la presencia de conductas de evitación. Es decir, el paciente evita, huye de los estímulos fóbicos, y en muchos casos esta evitación es la que provoca mayor deterioro del funcionamiento individual.

En el momento del diagnóstico se debe descartar la presencia de un trastorno de pánico. El trastorno de angustia o de pánico suele cursar con muchas e invalidantes fobias. La diferencia reside en que, en el trastorno de pánico, los pacientes presentan crisis de angustia de forma espontánea sin necesidad de exponerse a ningún estímulo de tipo fóbico.

Finalmente, debemos distinguir entre diagnóstico y necesidad de tratamiento, ya que mucha gente presenta fobias en su conducta, pero el tratamiento sólo está indicado cuando la fobia suponga una interferencia importante en el funcionamiento individual.

Las fobias típicas de la infancia (personas, animales…) tienden a desaparecer en su mayoría. Sin embargo, el resto parece persistir a los largo de la vida del paciente. Sólo un tratamiento correcto es capaz de acabar con este trastorno.

Las complicaciones serán muy diferentes según sea el grado de interferencia con las actividades del individuo.

En general, se acepta que las fobias son hábitos o conductas aprendidas. Es decir, que el sujeto “aprende” o se “condiciona” a tener miedo a objetos o situaciones determinadas. Este aprendizaje o condicionamiento puede ser directo (el niño es mordido por el perro) o vicariante (social), que es una forma de miedo que se aprende por contagio social (mucha gente tiene fobia al avión sin haber volado jamás). Esta hipótesis no explica por qué no todos los estímulos existentes en el ambiente pueden llegar a ser objeto de fobia. Por ejemplo, no se conocen casos de fobias a las mesas o sillas o bolígrafos…Esta especificidad supone que el cerebro estaría filogenéticamente “preparado” para responder con más miedo frente a determinados estímulos que no frente a otros. Y que, además, algunos cerebros estarían mejor “preparados” que otros. Una hipótesis alternativa sería que las fobias podrían ser debidas a la persistencia inadecuada de miedos innatos propios del neuro-desarrollo (el sujeto no aprende a no tener miedo).

Por lo tanto, las fobias específicas pueden considerarse un ejemplo de trastorno “exógeno”, es decir, no debido a anomalías o enfermedades del funcionamiento del cerebro, aunque queda claro que las características de este órgano juegan un papel importante en el desarrollo del trastorno. Esta mayor vulnerabilidad para aprender reacciones de miedo inapropiadas explicaría en parte la aparición familiar de las fobias.

Agorafobia

En 1871, un neurólogo alemán llamado Westphal describió tres pacientes masculinos que tenían un síntoma común: los tres sentían extraordinaria ansiedad al atravesar una calle vacía o al cruzar un espacio abierto. La denominación Agorafobia proviene de “Agora” que  es la raíz griega para plaza de mercado, lugar de asamblea y del término «phobos» que significa miedo. Puede definirse, por lo tanto, como un miedo y evitación de lugares públicos y de estar fuera de casa, basados en la anticipación de experimentar niveles elevados de ansiedad o ataques de pánico.

La American Psychiatric Association (1994) define la agorafobia en el DSM-IV como el miedo a estar en lugares o situaciones de los cuales pueda ser difícil o embarazoso escapar, o en los cuales pueda no disponerse de ayuda en el caso de tener un ataque de pánico, o síntomas similares a los del pánico (mareo, caída, despersonalización,  pérdida del control de esfínteres, vómito, molestias cardíacas). Como consecuencia de este miedo, la persona evita las situaciones temidas, las soporta con gran ansiedad o necesita ser acompañada.

La agorafobia se considera la fobia más compleja, la que produce un mayor nivel de incapacidad, y la más difícil de abordar terapéuticamente. Esta incapacidad condiciona la vida de los afectados repercutiendo negativamente en su autonomía y calidad de vida. En comparación con las fobias simples que limitan parcialmente, este tipo de fobia puede afectar negativamente a la persona en diversos ámbitos vitales como el laboral, social, de pareja, familiar, académico, lúdico y personal. Además, tal y como señalan diversos autores, a diferencia de las fobias específicas y sociales, ésta en tendencia creciente (panfobia), y abarca cada vez más situaciones o estímulos que deben evitarse, por lo que el paciente si no recibe el tratamiento adecuado su capacidad de deterioro suele ser progresiva y tender a  la cronificación.

Pueden distinguirse varios componentes en la agorafobia:

  • Evitación de situaciones temidas (tanto las típicas agorafóbicas como las que producen sensaciones temidas).
  • Conductas defensivas durante las mismas, miedo a dichas situaciones (ansiedad fóbica).
  • Ansiedad anticipatoria (preocupación por tener un ataque de pánico o una fuerte ansiedad, expectativa o anticipación de que ocurrirá un ataque de pánico o una fuerte ansiedad).
  • Miedo al miedo (miedo a las reacciones somáticas asociadas con la ansiedad, cogniciones catastróficas).
  • Ataques de pánico o síntomas similares a los del pánico (mareo, vómito, molestias cardíacas, pérdida de control de esfínteres, despersonalización).
  • Interferencia o deterioro producido por el trastorno.

La gran mayoría de los agorafóbicos que buscan tratamiento (80-100%), informan tener o haber tenido ataques de pánico. Según el DSM-IV (American Psychiatric Association, 1994) un ataque de pánico consiste en un periodo discreto de intenso miedo, aprensión, terror o malestar que va acompañado frecuentemente de una sensación de peligro o catástrofe inminente y de un impulso a escapar y durante el cual cuatro o más de los siguientes trece síntomas aparecen de repente y alcanzan su máximo en 10 minutos o menos: