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Tipos de fobias

La eyaculación precoz, la impotencia en el hombre y la frigidez en la mujer son las formas más habituales de fobia social-sexual. Este tipo de fobia presenta también la característica esencial de cualquier otra fobia, es decir, la evitación de la situación temida. El temor a la actividad sexual es probablemente una de las formas más eficaces existentes en el mundo para el control de la natalidad.

  • Miedo a las multitudes: hay que diferenciar la persona que sufre fobia social a las multitudes de la persona con agorafobia. La fobia social a las multitudes en el caso de la agorafobia implica el temor a sentirse acorralado o ahogado. Ésta última es mucha más grave que la fobia social en el caso de la persona que normalmente puede emprender cualquier actividad mientras no haya nadie que lo esté observando. Puede existir una incomodidad, sin embargo, la fobia social no suele ser paralizadora, suponiendo que sólo haya una fobia. Por ejemplo, una persona con fobia a las multitudes sólo irá de compras en horas que haya poca gente paseando o evitará los acontecimientos deportivos. En cambio, la agorafobia incluye múltiples fobias y ciertamente resulta paralizadora.
  • Miedo a ser tocado: de la misma manera que algunas personas evitan que las observen en determinadas situaciones, otras evitan el contacto.

El tratamiento es distinto según se trate de una fobia social puntual o de una de las formas generalizadas. Para la fobia social existen fármacos que pueden ser útiles en esta forma de trastorno. Los más utilizados son los beta-bloqueantes y las benzodiacepinas. Se emplean para facilitar el funcionamiento del paciente en un momento determinado, es decir, se administran unas horas antes de, por ejemplo, un examen, un discurso, una actuación… Cabe destacar que los beta-bloqueantes no tienen una acción tranquilizadora sobre el estado del paciente. Sus efectos parecen consistir en evitar el deterioro funcional que la ansiedad produce sobre el rendimiento del individuo, es decir, el paciente puede sentirse más nervioso y angustiado que nunca, pero en cambio, su rendimiento será óptimo. Este es un tratamiento exclusivamente puntual, asique el individuo deberá seguir exponiéndose a las situaciones temidas si se desea radicar definitivamente este comportamiento fóbico. Para ello, la psicoterapia cognitivo-conductual puede ser de gran ayuda.

En cuanto a la fobia social generalizada, hay que puntualizar que la gravedad de esta es muy superior a la del anterior. Normalmente para el tratamiento de este subtipo de fobia se utilizan antidepresivos y tranquilizantes.

El tratamiento se puede encontrar en hospitales universitarios y generales que dispongan de departamentos de psiquiatría, centros de salud mental y también centros privados.

Epidemiología

La realización de estudios epidemiológicos no es tarea fácil, pues implica la evaluación de muestras muy amplias, correctamente seleccionadas, que han de ser evaluadas necesariamente por muchos especialistas en psicodiagnóstico. Todo ello implica necesariamente un gran gasto de todo tipo de recursos (económicos, humanos, etc.).

Veamos un primer estudio llevado a cabo en Estados Unidos con 8.098 sujetos, en el que se encontró que el 17.2% de la población había padecido algún trastorno de ansiedad en el último año.

DATOS EPIDEMIOLÓGICOS DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD EN EEUU

FOBIA SIMPLE – 8.8%

FOBIA SOCIAL – 7.9%

ANSIEDAD GENERALIZADA – 3.1%

AGORAFOBIA SIN PÁNICO – 2.8%

ATAQUES DE PÁNICO – 2.3%

COMORBILIDAD – 56%

Como puede verse en la tabla, un 8-8% de la población ha tenido en el último año de su vida uno de los trastornos de ansiedad más frecuentes, generalmente no muy invasivo, la fobia simple. Otro 7.9% de la población ha tenido un trastorno de ansiedad mucho más discapacitante, la fobia social. El 2.3% de las personas ha tenido ataques de pánico. Un 2.8% ha desarrollado agorafobia sin pánico. Y se encuentra que el 56% presenta más de un trastorno de ansiedad.

Un tipo de estudio diferente fue coordinado por la OMS (Organización Mundial de la Salud). En esta ocasión se entrevistaron 25.916 sujetos, en Centros de Atención Primaria de 14 países.

DATOS EPIDEMIOLÓGICOS DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: OMS

Datos epidemiológicos proporcionados por la OMS (Goldberg y Lecrubier, 1995)

ANSIEDAD GENERALIZADA – 7.9%

ATAQUES DE PÁNICO – 1.1%

AGORAFOBIA CON PÁNICO – 1%

AGORAFOBIA SIN PÁNICO – 0.5%

En este estudio no se siguieron los criterios DSM, de la Asociación de Psiquiatras Americanos, sino los criterio CIE-10, de la OMS. No se tomaron muestras poblacionales, sino muestras de pacientes que acuden a su médico de Atención Primaria.

Otro estudio fue realizado en España, en la población de Girona.

DATOS EPIDEMIOLÓGICOS DE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: ESPAÑA

Datos epidemiológicos en España según criterios DSM-III R (Chocrón, 1995)

PREVALENCIA – 13.8%

ANSIEDAD GENERALIZADA – 7.3%

ATAQUES DE PÁNICO – 1%

AGORAFOBIA CON PÁNICO – 2%

AGORAFOBIA SIN PÁNICO – 0.5%

FOBIAS – 1.1%

Como vemos en la última tabla, en el servicio de Atención Primaria en España, siguiendo los criterios del DSM-III-R, se han encontrado unos resultados de una prevalencia de 13.8% para trastornos de ansiedad. En cuanto a los síndromes más concretos arrojan cifras de ansiedad generalizada de 7.3% y un 3% de trastorno de pánico.

Cómo afecta la fobia a la vida cotidiana

Entre la población general son mucho más comunes las fobias específicas que la agorafobia, pero, sin embargo, muchos de los sujetos que las padecen se limitan a evitar las situaciones conflictivas y no consultan por ellas porque no son invalidantes para la rutina diaria. Desde este punto de vista, las fobias solo son significativas clínicamente cuando los sujetos consideran el miedo como excesivo e irracional y cuando se refieren a situaciones invalidantes para la vida cotidiana de la persona.

La persona se empobrece reduciendo a la mitad su vida social, sus posibilidades de ocio y progreso profesional. La frustración que todo ello implica puede reflejarse indirectamente en forma de desánimo general (a veces es causa de caer en un depresión tras un larga etapa vital de sufrimiento) e irritación descontrolada con el círculo familiar íntimo.

Las relaciones que exigen iniciativa, sostén y aportación por  parte del paciente se pueden llegar a ver gravemente resentidas y romperse. Elimina aquellas oportunidades que suelen provenir de la actividad social (hacer amigos en el colegio o en el trabajo, participar en los equipos, promocionarse en el trabajo, etc.). Puede ocurrirle a un fóbico social que rechace un buen trabajo solamente por el miedo que tiene a las nuevas responsabilidades, especialmente si tiene que tratar con muchas personas y hacer reuniones. Quienes padecen esta patología experimentan muchas dificultades en su vida cotidiana, ya que su miedo es a enfrentar cualquier situación donde deban interactuar con otras personas. Temen ser el centro de la atención, ser mirados y criticados, experimentan una terrible ansiedad cuando deben conocer personas nuevas y se sienten muy incómodos en lugares llenos de gente.

Esta fobia a menudo comienza en la adolescencia como un miedo de ser mirado y juzgado por otras personas, y lleva a evitar situaciones sociales.

 

A diferencia de lo que sucede en la mayoría de las fobias, la fobia social es igualmente común en hombres y mujeres. El desorden puede estar circunscrito (por ejemplo, restringido a las interacciones con el sexo opuesto, a comer en público, a hablar en público) o puede ser global, involucrando prácticamente toda situación social fuera del marco de la propia familia.

La fobia social a menudo está acompañada por baja autoestima y miedo a las críticas. El contacto visual directo puede ser particularmente estresante en algunas culturas. El desorden puede presentarse al principio como rubor, temblor de manos, náuseas o urgencia para orinar (la persona cree que una de estas manifestaciones de ansiedad es el problema principal). Los síntomas pueden progresar hasta llegar a ser ataques de ansiedad y pánico en la presencia de otros. Evitar a las otras personas puede ser una conducta extrema, y puede resultar en un completo aislamiento social.

En la fobia social el riesgo de padecer episodios depresivos es muy elevado, dado el alto grado de comorbilidad entre ambos trastornos. El episodio depresivo complica gravemente la evolución de la fobia y aumenta el riesgo de suicidio. También suele asociarse al trastorno de angustia.

El alcoholismo y el abuso de sustancias es otra de las consecuencias más frecuentes de la fobia social generalizada.

El aislamiento social da lugar a graves problemas familiares y la pérdida de trabajo puede llevar al paciente a la indigencia.

El paciente debe saber que existe tratamiento para su condición y buscar los centros adecuados. La familia debe apoyarle en todo momento, siendo consciente de que se trata de una enfermedad que puede tener un buen pronóstico. La familia puede ayudar en la búsqueda de tratamiento.

Los problemas legales a los que puede dar lugar en casos extremos se limitan a la posibilidad de solicitar la incapacidad laboral absoluta y adquirir el estatus de pensionista. Esta decisión debería limitarse a los casos más graves y resistentes, ya que el “pensionismo”  condena al paciente a quedarse sin ninguna posibilidad de mejorar sus capacidades de interacción social.

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