Trastornos Alimentarios y de la Ingesta de los Alimentos. Nuevas definiciones
Autora principal: Anda Voicu
Vol. XV; nº 10; 399
Eating Disorders and Food Intake. New definitions
Fecha de recepción: 17/03/2020
Fecha de aceptación: 20/05/2020
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XV. Número 10 – Segunda quincena de Mayo de 2020 – Página inicial: Vol. XV; nº 10; 399
AUTORES:
Anda Voicu (1)
Lorena Abellanas Jame (2)
Patricia Tosaus Catalán (3)
Verónica Ruiz Cuenca (1)
Paula Sacristán López (1)
CATEGORÍA PROFESIONAL Y LUGAR DE TRABAJO:
(1) Graduado Universitario en Enfermería. Hospital Universitario Miguel Servet. Zaragoza.
(2) Graduado Universitario en Enfermería. Centro de Salud de Berdún. Huesca.
(3) Graduado Universitario en Enfermería. Hospital San Juan de Dios. Zaragoza.
RESUMEN:
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) era el nombre que en España recibían las enfermedades psiquiátricas graves caracterizadas por una alteración en el comportamiento, la actitud y la ingesta de los alimentos, junto a una intensa preocupación sobre la imagen corporal. Con la publicación de la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, estas enfermedades pasaron a recibir el nombre de Trastornos Alimentarios y de la Ingestión de Alimentos. Entre estos trastornos, se encuentran no solo la Anorexia y la Bulimia Nerviosa, sino también otros como son los trastornos de Pica, de Rumiación, de Restricción o por Atracón. Su etiología es multifactorial, incluyendo factores biológicos, psicosociales y culturales, dependiendo de cada persona. Conocer los posibles factores de riesgo de estos trastornos, supone para los profesionales sanitarios, una mejor prestación de atención primaria. Con este trabajo se pretende no solo dar a conocer los tipos de Trastornos Alimentarios y de la Ingestión de Alimentos, sino también cuales son los factores de riesgo más comunes.
PALABRAS CLAVE:
Trastornos Alimentarios y de la Ingestión de los Alimentos, Trastornos de la Conducta Alimentaria, Anorexia Nerviosa, Bulimia Nerviosa, Enfermería.
ABSTRACT:
In Spain, Eating Disorders was the name that received psychiatric diseases characterized by an alteration in behavior, attitude or intake and food, along with an intense concern about their body image. With the publication of the fifth edition of the Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, these diseases became known as Eating Disorders and Food Ingestion. Among these disorders, there are not only Anorexia Nervosa and Bulimia Nervosa, but also others such as Pica disorder, Rumination disorder, Restriction disorder or Binge eating disorder. Its etiology is multifactorial, including biological, psychosocial and cultural factors, depending on each person. For health care professionals, to know the possible risk factors for these disorders is very important. This work aims not only to introduce the types of Eating Disorders and Food Ingestion, but also what are the most common risk factors.
KEYWORDS:
Eating Disorders and Food Ingestion, Eating Disorders, Anorexia Nervosa, Bulimia Nervosa, Nursing.
NUEVAS DEFINICIONES:
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), suponen un importante problema de salud pública; sobre todo en los países desarrollados. Esto se debe debido a su alta prevalencia, su tendencia a la cronificación, al tratamiento interdisciplinar necesario y a la frecuente necesidad de hospitalización (Muñoz Calvo, 2011).
Los TCA son enfermedades psiquiátricas severas, que se caracterizan por alteraciones en el comportamiento y las actitudes sobre la ingesta de diferentes alimentos. Junto a esto, también existe una intensa preocupación sobre el peso o la imagen corporal. También se asocian con una baja calidad de vida, altas tasas de comorbilidad psicosocial y mortalidad prematura (Portela de Santana, da Costa Ribeiro Junior, Mora Giral y Raich, 2012; Fuertes Ortiz, Pérez, y Hernández, 2010).
En 1874, la anorexia nerviosa fue el primer trastorno alimenticio mencionado en un comunicado de medicina de Oxford. Era definido como una enfermedad peculiar, característica en mujeres jóvenes y que presentaban “ausencia de apetito”. Fueron William Gull y Charles Lasègue, quienes comenzaron el estudio científico de esta enfermedad (Vázquez Arévalo, López Aguilar, Ocampo Téllez-Girón y Mancilla Díaz, 2015).
En los años 60, apareció la definición actual de los trastornos alimenticios; basándose en el modelo de la neurosis. En los años 80, gracias a los estudios de Russell (1979) y Brunch (1973), apareció por primera vez la anorexia nerviosa en la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-III), la cual ya contaba con la bulimia nerviosa (Vázquez Arévalo et al., 2015).
En 1994 apareció la cuarta edición del manual (DSM-IV), que añadió importantes cambios. Los TCA se vieron diferenciados en dos grandes grupos; aquellos que se iniciaban en la infancia y aquellos que empezaban en la adolescencia. Con respecto a este último grupo, a su vez, se podían clasificar en específicos, como la anorexia y la bulimia nerviosa; y en no específicos, que incluían cuadros subclínicos y el trastorno por atracón (Vázquez Arévalo et al., 2015). Ver Figura 1. Esquema sobre los Trastornos de la Conducta Alimentarios según DSM-IV (Al final del artículo).
Finalmente, en 2013 apareció la quinta edición (DSM-V), que ha redefinido los TCA en varios aspectos; empezando por su nombre: Trastornos Alimentarios y de la Ingestión de Alimentos. Se trata de “cualquier alteración persistente en la alimentación o en el comportamiento relacionado con la alimentación que lleva a una alteración en el consumo o en la absorción de los alimentos y que causa un deterioro significativo de la salud física o del funcionamiento psicosocial” (Vázquez Arévalo et al., 2015).
Otro cambio importante fue la eliminación de la clasificación de los trastornos según la edad. (Behar y Arancibia, 2014; Vázquez Arévalo et al., 2015). Ver Figura 2. Esquema de la Clasificación de los Trastornos Alimentarios y de la Ingestión de Alimentos según DSM-V (Al final del artículo).
A continuación, se describirán cada uno de estos trastornos según el DSM-5.
Trastorno de Pica
A partir del DSM-V, el trastorno de pica puede ser diagnosticado a partir de los 2 años. Aunque es más frecuente que los niños lleven a cabo una “ingesta persistente de sustancias no nutritivas durante un periodo mínimo de un mes”, como pueden ser pañuelos de papel o los cabellos; los jóvenes adultos también pueden experimentarlo. Esto último es probable que se deba a una discapacidad intelectual.
Sin embargo, este trastorno sigue sin conocerse lo suficientemente, pues, es el único trastorno que puede ser diagnosticado en conjunto con cualquier otro Trastorno Alimentario y de la Ingestión de Alimentos (Behar y Arancibia, 2014; Vázquez Arévalo et al., 2015).
Trastorno de Rumiación
Puede diagnosticarse a cualquier edad, pero es más frecuente en personas que presentan alguna discapacidad intelectual. Es definida por el DSM-V como “la regurgitación repetida de alimentos durante un periodo mínimo de un mes”. Los alimentos regurgitados pueden volver a ser masticados, escupidos o tragados. La principal diferencia entre el trastorno de rumiación y la anorexia o la bulimia nerviosa, es que estos últimos trastornos se caracterizan por su evolución clínica y el temor de engordar. Además, la prevalencia del trastorno de rumiación es desconocido, pues es difícil de identificar (Vázquez Arévalo et al., 2015).
Trastorno de Evitación/Restricción de la ingestión de Alimentos
Sustituye el diagnóstico del trastorno de la ingestión alimentaria de la infancia o la niñez que aparecía en la cuarta edición del DSM. Es definido como el trastorno que “se pone de manifiesto por el fracaso persistente para cumplir las adecuadas necesidades nutritivas y/o energéticas asociadas a uno o más hechos”. Entre estos hechos se encuentran principalmente la pérdida de peso, la dependencia a los suplementos nutritivos y la interferencia en el funcionamiento psicosocial.
Los principales motivos por los que se produce este trastorno son la falta de interés por la comida o la idea de que los alimentos están contaminados. Al igual que los anteriores trastornos, puede diagnosticarse a cualquier edad. También puede darse en presencia de otros trastornos alimenticios, pero debe diferenciarse de la anorexia nerviosa, en la que la restricción de los alimentos es por miedo a la obesidad (Vázquez Arévalo et al., 2015).
Anorexia Nerviosa
El DSM-V la define como la “restricción de la ingesta energética en relación con las necesidades, que conducen a un peso corporal significativamente bajo con relación a la edad, el sexo, el curso del desarrollo y la salud física”. El principal motivo para que se produzca es un intenso miedo a ganar peso. El DSM-V redefinió que el peso significativamente bajo sería aquel peso inferior al mínimo esperado en adolescentes y niños. El criterio de bajo peso ha ido cambiando desde la tercera edición, pasando de ser considerado un 25% por debajo del peso normal, a solo un 15% en la cuarta edición. La justificación que se ha dado es poder prevenir y atender a los pacientes cuya vida esté en actual riesgo (Vázquez Arévalo et al., 2015).
Recientes estudios señalan que la prevalencia de esta enfermedad aumentará en un 50% al aplicarse estos cambios (Hay, Girosi y Mond, 2015). Actualmente, según diferentes estudios epidemiológicos, la prevalencia de la anorexia nerviosa oscila entre el 0.5 y el 1%. Además, es más frecuente en mujeres, siendo la proporción mujer/hombre de 9 a 1. La edad media de comienzo es de 14 años, y máximo a los 18 años (Muñoz Calvo, 2011).
Otro cambio importante que ha establecido el DSM-V es la eliminación del criterio de presencia de amenorrea en mujeres pospuberales durante al menos tres ciclos. Este cambio se ha dado ya que se trataba de un criterio que dificultaba el diagnóstico, ya que no se podía aplicar a los varones, ni a las mujeres que empleaban un reemplazo hormonal (Behar y Arancibia, 2014).
Los únicos cambios que se ha producido con respecto a los subtipos de anorexia nerviosa son que el tipo compulsivo/purgativo cambió de nombre a tipo atracones/purgas y que se añadió un criterio de tiempo (3 meses) para que el individuo haya tenido alguna conducta no saludable (Behar y Arancibia, 2014; Vázquez Arévalo et al., 2015).
Es importante destacar que los episodios de atracones en el caso de la anorexia nerviosa no alcanzan la magnitud de los que se dan en la bulimia nerviosa, aunque son experimentados con la misma intensidad de descontrol (Gaete, López y Matamala, 2012).
Bulimia nerviosa
Se define como “aquellos episodios recurrentes de atracones”. Estos episodios se han de caracterizar por: 1) una ingesta cuya duración sea un tiempo determinado (aproximadamente dos horas), y cuya cantidad de alimentos ingeridos sea muy superior a lo que la media de personas ingeriría y; 2) se dé una sensación de total descontrol. Uno de los cambios establecidos por la nueva edición es la frecuencia con que deben ocurrir estos episodios. Deben darse por lo menos una vez a la semana. Este cambio se implementó debido a la escasa diferencia clínica que existe entre la bulimia y los TCANE con sintomatología bulímica (Behar y Arancibia, 2014; Vázquez Arévalo et al., 2015).
La prevalencia de este trastorno es de entre el 1% y 3%. El cambio introducido por la nueva edición podría suponer un aumento de la prevalencia de la bulimia nerviosa de un 30% a un 40% (Vázquez Arévalo et al., 2015). La edad media de comienzo suele encontrarse entre los 17 y 20 años (Muñoz Calvo, 2011).
En cuanto a los subtipos existentes (purgativo y no purgativo), en la V edición desaparecen, pues el tipo no purgativo es poco común. Además, la mayoría de las veces se enmascaraba con un trastorno de atracón (Behar y Arancibia, 2014).
Entre los comportamientos compensatorios más frecuentes para evitar el aumento de peso, se encuentran el vómito autoprovocado, el ayuno, el excesivo ejercicio físico y el uso de diuréticos/laxantes (Vázquez Arévalo et al., 2015).
Trastorno de Atracones
El trastorno de atracones se debe distinguir de otros Trastornos Alimentarios y de la Ingestión de Alimentos y de la obesidad. A diferencia de esta última, las personas que poseen un trastorno de atracón presentan una mayor preocupación por la figura corporal y el peso, además de más ansiedad. Se diferencia del resto de los trastornos alimenticios por darse una mejor respuesta al tratamiento y una mayor probabilidad de remisión (Gaete et al., 2012).
Un episodio de atracón posee las mismas características que un episodio de atracón en la bulimia nerviosa. Además, en español se ha modificado su nombre de trastorno por atracón a trastorno de atracones, poseyendo una entidad propia y equiparándose al mismo nivel que la anorexia y la bulimia nerviosa. Su prevalencia también es parecida a estos dos trastornos (Vázquez Arévalo et al., 2015).
El único cambio que se da con respecto al DSM-IV es la frecuencia del atracón, que debe ocurrir al menos una vez a la semana durante tres meses. Esto también puede afectar a su prevalencia, pues se ha detectado que este trastorno es más frecuente entre las personas que tratan de perder peso (Behar y Arancibia, 2014).
Otro Trastorno de la Conducta Alimentaria o de la Ingesta de Alimentos Especificado
Con respecto a las anteriores ediciones, todos aquellos trastornos que no cumplían los criterios para ser diagnosticados como anorexia y bulimia nerviosa eran incluidos en la categoría de Trastorno de la Conducta Alimentaria No Especificado (TCANE). Con el DSM-V, la categoría pasa a denominarse especificado, ya que el facultativo deberá especificar cuáles son las razones por las que no se cumplen los criterios para ser diagnosticados en alguno de los anteriores trastornos (Vázquez Arévalo et al., 2015).
Trastorno de la Conducta Alimentaria o de la Ingesta de Alimentos No Especificado
Esta categoría pasa a ser complementaria a la anterior. Se utiliza cuando el facultativo no especifica la razón por la que no se cumplen los criterios de alguno de los trastornos anteriores. Principalmente, esto se debe a la falta de información (Vázquez Arévalo et al., 2015).
FACTORES DE RIESGO
La etiología de estos trastornos es multifactorial, e incluye factores tanto genéticos, como biológicos, psicosociales y culturales. La mayoría de las veces un solo factor no llega a desencadenar ningún trastorno, pero varios factores pueden llegar a facilitar la aparición y desarrollo de la enfermedad (Muñoz Calvo, 2011).
Que los profesionales sanitarios, y en concreto, las enfermeras, sean conscientes de los principales factores de riesgo, suponen una mejor prestación atención sanitaria.
En este trabajo, se concretarán los factores de riesgo de la anorexia y bulimia nerviosa en los adolescentes, debido a su elevada prevalencia (Portela de Santana et al., 2012).
Factores Genéticos
Con respecto a la anorexia nerviosa, los adolescentes con antecedentes, son 11 veces más propensos a desarrollar este trastorno. Las probabilidades de padecer anorexia nerviosa se encuentra ente un 28% y un 74%. Mientras que, con respecto a la bulimia nerviosa, las probabilidades se encuentran entrono a un 60% (Bulik, Blake y Austin, 2019).
La evidencia científica sugiere que el riesgo genético para los atracones se debe principalmente al género. La insatisfacción corporal, la pérdida de peso intencionado y el deseo de estar delgado suelen ser significativamente más bajo en los niños que en las niñas. Sin embargo, la heredabilidad del Índice de Masa Corporal (IMC) superior a lo normal, suele ser similar entre los sexos.
Otros estudios, sugieren que la activación de hormonas ováricas (como el estradiol) en el inicio de la pubertad, aumenta el riesgo de padecer anorexia y bulimia nerviosa. Según estos estudios, “el estradiol encargado de regular el estado de ánimo y el apetito, favorecería que la serotonina, pudiera influir en la predisposición genética de anorexia nerviosa durante la pubertad. No obstante, no se pudo establecer ninguna relación significativa entre la dieta, la impulsividad y la serotonina para los atracones” (Portela de Santana et al., 2012).
Sin embargo, hay que destacar que los factores genéticos por sí solos no pueden dar lugar a ningún trastorno alimenticio, si no que necesitan interactuar con otros factores ambientales (Bulik, Blake y Austin, 2019).
Factores Biológicos
La obesidad es otro importante problema crónico de salud para la población infanto-juvenil, sobre todo en los países desarrollados y en vías de desarrollo (Carretero García et al., 2010).
La mayoría de los alimentos consumidos por los adolescentes se caracterizan contener elevadas calorías y tener sabores agradables, sin contar un bajo precio. Todo ello favorece la obesidad. Mientras que la sociedad impone un ideal de belleza difícil de alcanzar por el adolescente, este se encuentra en una encrucijada de la que no sabe salir (Portela de Santana et al., 2012).
Hay que destacar que la obesidad durante la pre-pubertad puede producir a una maduración sexual temprana, además de un mayor riesgo de aparición de bulimia. Esto solo propicia en los niños y adolescentes a poner en peligro su salud, al usar estrategias extremas para favorecer la pérdida de peso (Carretero García et al., 2010).
Factores Psicológicos
Las personas con anorexia o bulimia nerviosa se caracterizan por presentar trastornos de la personalidad, además de tener una baja autoestima y una gran ansiedad. Suelen ser introvertidos, perfeccionistas y obsesivos. Además, las personas con anorexia nerviosa de tipo purgativo, también suelen presentar problemas con el alcohol y las drogas (Muñoz Calvo, 2011).
Varios estudios han evidenciado que “si la maduración intelectual es temprana, habrá un mayor riesgo de desarrollar anorexia o bulimia nerviosa”. Asimismo, el ideal de delgadez y la constante comparación entre diferentes adolescentes, solo favorece más el que se desarrollen estos tipos de trastornos (Portela de Santana et al., 2012).
Con respecto a la baja autoestima, numerosos estudios afirman que la alta autoestima actuaría como un factor protector frente a estos dos trastornos (Carretero García et al., 2010)
En cuanto a la ansiedad, es el resultado de una preocupación excesiva por el cuerpo de uno mismo, lo que da lugar a una fobia al sobrepeso. Esto a su vez implica la adquisición de unas estrategias negativas por parte de la persona para lograr su objetivo. Varios estudios han encontrado una relación significativa entre la ansiedad y ambos trastornos; pues en el caso de la anorexia, “las personas con ansiedad intentan disminuirla a través de conductas alimentarias restrictivas”; y las personas con bulimia nerviosa “también puede darse como consecuencia de la ansiedad provocada por los estereotipos sociales que rodean a estas personas” (Pineda-García, Gómez-Peresmitré, Platas Acevedo y Velasco Ariza, 2017).
Factores Socioculturales
Como se ha dejado entrever a lo largo del trabajo, el adolescente posee una personalidad vulnerable, que en la mayoría de las veces recibe un información escasa e incorrecta. Los medios de comunicación son la principal fuente de esta información errónea. Muestran mensajes de que ser delgado es mejor y establece un nivel de belleza inalcanzable; mientras que, por otra parte, solo hacen propaganda sobre comida basura, llena de calorías y de diferentes sabores (Muñoz Calvo, 2011).
Schooler y Trinh (2011) llevaron a cabo un estudio con niñas, en el que la principal conclusión que sacaron fuer la de que el uso de la televisión (28 horas a la semana), fue el predictor más fuerte de insatisfacción con la imagen corporal. Otro estudio más reciente, identifico como factor de riesgo las redes sociales (Portela de Santana et al., 2012).
La familia debe considerarse como un espacio libre y seguro para el intercambio de pensamientos y emociones, sobre todo para los adolescentes. Su correcto funcionamiento influye significativamente en el desarrollo de los adolescentes. El estudio de Mellor et al. (2000), evidenció la influencia que los padres tienen sobre los hijos (Portela de Santana et al., 2012). Con respecto a los roles familiares, el rol de las madres y de cualquier cuidadora (como una abuela o tía) favorecen un correcto desarrollo en cuanto a los patrones de alimentación. Además, las mujeres son precisamente las que expresan con mayor frecuencia su preocupación por su imagen corporal (Moreno Ruge y Londoño-Pérez, 2017).
Por otra parte, los comentarios críticos de los padres sobre el aspecto de sus hijos se han podido relacionar con una mayor prevalencia de trastornos alimentarios (Fortesa y Ajete, 2014). Tanto las madres como los padres pueden ejercer un rol protector, si se trata de una familia unida, y los padres tienen la responsabilidad de representar un modelo a seguir con respecto a sus hábitos alimentarios, para evitar trastornos alimentarios (Moreno Ruge y Londoño-Pérez, 2017).
Los aspectos transculturales pueden o no influir en la anorexia o bulimia nerviosa, aunque existen pocos estudios que lo demuestren. Sin embargo, los inmigrantes que viven en países occidentales de primer mundo, parecen ser más vulnerables a padecer trastornos alimenticios (Portela de Santana et al., 2012).
La relación entre la anorexia y bulimia nerviosa con el consumo de sustancias (tabaco, alcohol y otras drogas) es elevada según la literatura. Con respecto al tabaco, parece que el número de cigarrillos no influye tanto. Por otra parte, los adolescentes consumen alcohol a una edad cada vez más temprana, lo que propicia la aparición de trastornos alimentarios. La relación con otras drogas como el cannabis, la heroína o la cocaína parece no ser clara aún (Cruz-Sáez, Pascual, Etxebarria y Echenurúa, 2013).
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