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La violencia de género como un problema de salud

En la medida que los comportamientos violentos se van afianzando y ganando terreno, la fase de reconciliación tiende a desaparecer quedando sólo las fases de tensión y de agresión. Es entonces cuando las mujeres con mayor frecuencia suelen plantearse la separación y/o buscan ayuda y es también en ese momento, cuando los episodios violentos se agravan, son cada vez más frecuentes y el riesgo de muerte a manos de su agresor se incrementa.

Por otra parte, aunque el ciclo de la violencia es muy frecuente en las relaciones de pareja donde se da maltrato, no se observa en todos los casos. Actualmente se han descrito otras formas de relación violenta donde hay una situación continua de frustración y amenaza, o dinámicas bajo la estructura de dominación, donde sólo a veces aparece la agresión física, siendo éstas más difíciles de detectar que las formas más severas de abuso.

En el caso de tener hijas o hijos, es importante ser conscientes de que ellas o ellos también experimentan el proceso de la violencia en todas sus fases, tanto en las que la violencia está activa, como en la etapa de reconciliación o «luna de miel». Por tanto, al igual que las mujeres, sus hijas e hijos sienten una gran inseguridad e inestabilidad emocional, al no poder prever lo que va a ocurrir, destruyendo sus expectativas de lo que se puede esperar de una relación afectiva, lo cual repercute directamente en la salud mental de las niñas y niños.

Consecuencias (1, 5, 6).

Las consecuencias de la violencia de género se manifiestan en el ámbito psicológico, físico, social, laboral, educativo, económico y judicial. Estas consecuencias afectan tanto a las mujeres como a los hijos e hijas que ha sido testigos de los malos tratos.

1.- Consecuencias sobre la mujer:

  • Psicológicas y físicas:

– Lesiones: de todo tipo, traumatismos, heridas, quemaduras, relaciones sexuales forzadas, enfermedades de transmisión sexual, embarazos de riesgo, abortos y muerte.

– Ansiedad: violencia repetida intercalada con periodos de arrepentimiento hace que las mujeres se sientan inseguras, sobresaltadas y en una alerta constante. Esto les lleva a una pérdida del control de su vida dando lugar a irritabilidad, angustia e inquietud.

– Depresión: la mujer víctima de malos tratos acaba percibiendo la realidad  como un sistema de creencias desestabilizadoras provocándole indefensa y apatía que finalmente acaba en desesperanza.

– Pérdida de la autoestima: el maltratador acaba haciendo creer a la víctima que no sirve para nada (mala madre, mala esposa, ignorante…). La mujer acaba asumiendo y perdiendo el concepto que inicialmente tenía de sí misma.

– Sentimiento de culpa: en un medio de violencia, la victima acaba creyendo que la conducta de sus maltratos depende su comportamiento, se autopercibe como desencadenante de la situación.

– Trastornos del sueño y la alimentación: la ansiedad y la depresión provoca insomnio, dolores musculares, tensión crónica, periodos de bulimia y anorexia…

– Trastornos psicosomáticos: dolores. Molestias, fatiga, trastornos menstruales, caída del cabello…

– Ideas de suicidio: el agotamiento físico y psicológico se hace tan grande que la idea de la muerte supone un alivio.

  • Consecuencias sociales y laborales:

– Aislamiento social: la dependencia de la pareja, la vergüenza… acaba provocando que la víctima pierda el contacto con el exterior.

– Desconexión del mundo laboral: los agresores prohíben trabajar a sus víctimas para así crear dependencia económica y el contacto con la red social que el controla.

– Respuesta o síntoma de reexperimentación: las mujeres viven intensamente las agresiones en forma de imágenes y recuerdos. Estos llegan a convertirse en pensamientos obsesivos.

– Respuesta o síntoma de evitación: manifiestan desapego por las otras personas, no consiguen motivarse con nada, evitan hablar de lo sucedido y les cuesta reiniciar sus vidas.

2.- Consecuencias sobre los hijos como testigos:

– Riesgo de alteración de su desarrollo integral normal.

– Sentimientos de amenaza (su equilibrio emocional y su salud física están en peligro ante la vivencia de escenas de violencia y tensión).

– Dificultades en la socialización.

– Dificultades de aprendizaje.

– Adopción de comportamientos violentos con los compañeros.

– Mayor frecuencia de enfermedades psicosomáticas y trastornos psicopatológicos secundarios.

– Con frecuencia son víctimas de maltrato por el padre o la madre.

– Violencia transgeneracional, ya que se ha establecido relación entre los niños maltratados y la violencia familiar en el futuro.

– Alta tolerancia a situaciones de violencia.

3.- Consecuencias para el agresor:

– Incapacidad para vivir una intimidad gratificante con su pareja.

– Riesgo de detención y condena.

– Riesgo de pérdida de esposa e hijos.

– Aislamiento y pérdida de reconocimiento social.

– Sentimientos de fracaso, frustración y resentimiento.

– Rechazo familiar y social.

– Dificultad para pedir ayuda psicológica y psiquiátrica.

Figura de la mujer maltratada (1, 8).

No existe un perfil concreto, cualquier mujer puede ser víctima de violencia de género, independientemente de su edad, clase social, nivel de estudios, situación familiar, nacionalidad, procedencia familiar, etc.

A pesar de todo, estudios sobre el perfil de las mujeres afectadas por violencia de género, dan como resultado que existe un mayor riesgo en colectivos en edades comprendidas entre 21 y 50 años, pertenecientes a un estrato socioeconómico bajo, en un contexto de desigualdad socioeconómica (en términos de educación y empleo), con menor nivel educativo, mayor número de hijos a su cargo, etc. También las mujeres extranjeras son un colectivo de especial vulnerabilidad.

En ellas se observa: actitud permanente de desconfianza y hostilidad hacia el mundo, aislamiento social, sentimiento de vacío o desesperanza, percepción de amenaza constante, sentimiento de extrañeza de sí misma, etc.

Figura del maltratador (1, 2, 9).

La conducta del maltratador es consecuencia de la percepción que tiene acerca de su posición social en la relación de pareja y suele deberse a un comportamiento aprendido (hijos de maltratadores) o modelado. Dicha conducta viene enmarcada por una serie de características: actitud de hostilidad, estado emocional de ira, factores precipitantes directos (como el consumo de alcohol o drogas), repertorio pobre de conductas y trastornos de personalidad (problema que se agrava si existen alteraciones de la personalidad, como celos, suspicacia, baja autoestima, falta de empatía afectiva, etc.), percepción de vulnerabilidad de la víctima (descargar su ira en aquella que percibe como más vulnerable) y reforzamiento de las conductas violentas previas (ya que a través de ellas ha conseguido los objetivos deseados).

Los rasgos psicológicos más frecuentes en este tipo de personas son: coléricos, histriónicos, depresivos, mentirosos, celópatas e inseguros. Actúan siempre con el objetivo de sumisión y el control, hacen demandas irreales a su mujer, esperan satisfacer todos sus deseos, tienden a culpar a los demás de sus propios fallos y son incapaces de establecer una relación íntima y real con otra persona.

Los estudios realizados sobre la violencia en general reflejan que la exposición a modelos violentos, especialmente durante la infancia y adolescencia, conduce a la justificación de la violencia y que ambas condiciones incrementan considerablemente el riesgo de ejercerla. Así, se ha observado que los adolescentes que reciben castigos físicos en su familia tienen más riesgo de agredir físicamente a su pareja que los que no sufren dichos castigos.

Los resultados obtenidos en las investigaciones sobre violencia doméstica, en los que se observa que muchos de los adultos que la ejercen o la sufren en su pareja proceden de familias que también fueron violentas. Es decir, que tiende a transmitirse de generación en generación.

Retraso en la denuncia (1).

Para la mayoría de mujeres pasan entre 5 y 10 años desde el inicio del maltrato hasta que se denuncia el hecho. Alguna de las causas por las que la mujer no denuncia la violencia sufrida podrían ser:

  • Esperanza de que la situación cambie.
  • Tolerancia a los comportamientos o situaciones violentas.
  • Miedo a represalias hacia ellas o hacia sus hijos.
  • Vergüenza ante la sensación que tienen de fracaso o culpa.
  • Dependencia de la mujer respecto a su pareja: psicológica y económica.
  • Situación psicológica de la mujer.
  • Sentimientos de ambivalencia o inseguridad.
  • Falta de apoyo familiar, social o económico.
  • No saber a quién dirigirse o a qué servicios acudir.
  • Miedo al aparato judicial.

El rol de Enfermería en la violencia de género (1, 4, 5, 6).

El servicio de Atención Primaria suele ser el ámbito donde se dan las condiciones más favorables para detectar a las mujeres víctimas de violencia de género. Por su accesibilidad, el contacto directo y continuado con la población, y por disponer de un equipo multidisciplinar.

La detección para la situación de violencia, es el primer paso para la identificación del problema. Hay una serie de factores que la dificultan: