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Capítulo III. Presupuestos teóricos referenciales. Noema religioso del abusador sexual infantil en el contexto de la consejería cristiana

tipo.

Conductuales: problemas de sueño (pesadillas), cambio de hábitos de comida, pérdida de control de esfínteres, consumo de drogas o alcohol, huidas del hogar, autolisis o suicidios, hiperactividad y bajo rendimiento escolar.

Emocionales: miedo generalizado, hostilidad y agresividad, culpa y vergüenza, depresión, ansiedad, baja autoestima y sentimientos de estigmatización, rechazo del propio cuerpo, desconfianza y rencor hacia los adultos y trastorno de estrés postraumático.

Sexuales: conocimiento sexual precoz o inapropiado para su edad, masturbación compulsiva, excesiva curiosidad sexual, conductas exhibicionistas y problemas de identidad sexual.

Sociales: déficit de habilidades sociales, retraimiento social y conductas antisociales.

Los niños pequeños (etapa preescolar), al contar con un repertorio limitado de recursos psicológicos, pueden mostrar estrategias de negación y disociación. En los escolares son más frecuentes los sentimientos de culpa y de vergüenza ante el abuso. La ofensa sexual adquiere una especial gravedad en la adolescencia porque un padre, por ejemplo, puede intentar el coito, existiendo un riesgo real de embarazo y la adolescente toma conciencia del alcance de la relación incestuosa y de allí que no sean menos frecuentes conductas graves, como huidas de casa, consumo abusivo de alcohol, drogas e incluso intentos de suicidio. (2)

Consecuencias a largo plazo:

Los efectos a largo plazo, menos frecuentes, están más desdibujados que las secuelas iniciales. Sin embargo la victimización sexual infantil constituye un factor de riesgo importante de desarrollo psicopatológico en la edad adulta. Los problemas disociativos, y, en concreto, la amnesia psicógena, son relativamente frecuentes, tanto más, cuanto más pequeño es el niño en el inicio del abuso sexual.

Por lo tanto, en una gran parte de los casos de abuso sexual infantil, el mero paso del tiempo no implica la resolución del trauma, sino el tránsito de un tipo de sintomatología a otra, en función del momento evolutivo del niño en que se realice la evaluación.

Los principales efectos negativos en la vida adulta de las personas que padecieron abusos sexuales en la infancia o en la adolescencia, aunque no todos presentan todos los síntomas, según Echeburúa E y Guerricaechevarría C (2), son:

Físicas: dolores crónicos generales, hipocondría y trastornos de somatización, alteraciones del sueño (pesadillas), alteraciones gastrointestinales, desórdenes alimenticios, especialmente bulimia.

Conductuales: intentos de suicidio, consumo de drogas y/o alcohol, trastorno disociativo de identidad (personalidad múltiple).

Emocionales: depresión, ansiedad, baja autoestima, estrés postraumático, trastornos de personalidad, desconfianza y miedo de los hombres y dificultad para expresar o recibir sentimientos de ternura y de intimidad.

Sexuales: fobias o aversiones sexuales, falta de satisfacción sexual, alteraciones en la motivación sexual, trastorno de la activación sexual y del orgasmo, creencia de ser valorada por los demás únicamente por el sexo.

Sociales: problemas en las relaciones interpersonales, aislamiento y dificultad en la educación de los hijos.

ABUSADORES SEXUALES DE NIÑOS

En relación a quien comete un abuso sexual, no sólo puede ser tomado en cuenta una figura adulta, sino que pudiera ser un menor, un adolescente, por eso cuando concebimos al maltratador sexual infantil, debemos tomar en cuenta que el mismo se caracteriza, entre otras cosas, por estar en una situación de ventaja física o de desarrollo psicológico, lo que le permite manipular a su víctima para que de forma voluntaria o bajo amenaza realice cualquiera de las formas de abuso sexual, directa o indirecta.

A pesar de que se cita con mayor frecuencia que el victimario es del sexo masculino, también no es de sorprender que se encuentren del sexo femenino, aunque en poca proporción.

La mayoría de los abusadores pertenecen a grupos sociales con carencia en el ámbito familiar, no han tenido unos padres que le hayan apoyado, valorado o dado afecto; y éstos tampoco controlaban sus vidas, por lo que faltaban a la escuela, tenían amigos con conflictos, entre otras. Además, sus relaciones intrafamiliares han observado Violencia, falta de respeto, humillaciones y vejaciones –especialmente hacia la madre-, arbitrariedades y sobre todo ausencias. Es habitual la carencia de figura paterna y, cuando existe, suelen ser un modelo negativo para sus hijos. (22)

Cuando Echeburúa E y Guerricaechevarría C (2), se hacen la pregunta de si son Abusadores sexuales o Pedófilos, los agresores sexuales de niños o menores. Todo enfrentamos el mismo dilema. Para ellos, la Pedofilia es un tipo de parafilia que consiste en la excitación o el placer sexual derivados principalmente de actividades o fantasías sexuales repetidas o exclusivas con menores prepúberes. Si bien el pedófilo puede excitarse con ambos sexos, la atracción hacia las niñas se da con bastante más frecuencia que a los niños. No hay que confundir la pedofilia con el abuso sexual infantil, que representa un ámbito conceptual más amplio. Los pedófilos abusan sexualmente de los menores, pero algunos se limitan a actividades de fantasías masturbatorias con menores, para llevar a cabo sus impulsos sexuales, pero hay abusadores que no son propiamente pedófilos. Se trata, en este último caso, de personas que presentan una orientación sexual encaminada a las personas adultas, pero que en ciertas circunstancias de estrés, de ira, de aislamiento o desequilibrio, llevan a cabo conductas sexuales con menores.

Para Martínez C.(7), Sociópatas son aquellas personas en los cuales hay apoderamiento de espíritus inmundos que le toman sus mentes y emociones, que saben, conocen y sienten la maldad dentro de sus almas, pero sus acciones van dirigidas hacia el morbo de las desviaciones sexuales. Actúan haciendo mal sobre criaturas indefensas. El sociópata, siempre estará dispuesto para llevar a cabo sus orgías y hacer sus maldades.

El sociópata tiene invadida su mente de espíritus de lujuria, lascivia y concupiscencias de homosexualidad e insaciabilidad sexual. Busca placeres, sabe lo que quiere, lo que le gusta y pone la mirada sobre su presa, haciéndole daño a la dignidad e inocencia de otros seres menores infantes. Esto ocasiona heridas en las entrepieles del alma y que penetran la mente, las emociones y las acciones de la voluntad. Le quita pues, el derecho a ser felices, a tener una verdadera identidad dentro de su verdadera sexualidad.