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Control del dolor crónico en atención primaria

datos:

Para el análisis descriptivo y analítico de los datos utilizaremos el programa estadístico SPSS.

V-.RESULTADOS

Se recogieron datos de 206 pacientes inicialmente para la realización del estudio, 16 de ellos fueron excluidos por no presentar un tiempo de evolución de dolor superior a seis meses, quedando una muestra final de 190 pacientes. La prevalencia de pacientes con dolor crónico fue de 5.71%. Comprobamos un mayor porcentaje de pacientes del sexo femenino (67%), con una media de edad (57 años), lo que pone de manifiesto que el dolor crónico afecta a un amplio número de personas que todavía se encuentran dentro de la población activa.

El 25% de ellos no se consigue control del dolor y han sido derivados a las Unidades de Atención Especializada y Unidad del Dolor, siendo los principales tipos de dolor; el osteoarticular (72%) y el neuropático (31%). Las sintomatologías que con mayor frecuencia se han encontrado asociadas al dolor han sido; alteración del sueño (40% de los pacientes), presencia de un cuadro depresivo (32%), ansiedad (35%) e irritabilidad (23%).

El tiempo medio de evolución del dolor de estos pacientes ha sido de 67 meses con un rango de 59 a 71 meses. En cuanto a la valoración del dolor, su puntuación media según la Escala Visual Analógica (EVA) era de 5.82 (5.62-6.02). Se han detectado diferencias casi significativas en la valoración del dolor relacionado con el sexo de los pacientes; la valoración ha sido mayor en las mujeres (5.55 en varones y 5.93 en mujeres; p=0.08), por el contrario, no se han encontrado diferencias significativas relacionadas con el nivel de formación o con la situación laboral de los pacientes.

Al analizar el tratamiento de estos pacientes, nos encontramos que la mayoría de ellos (el 76%) el tratamiento recibido para el dolor corresponde a analgésico del primer escalón, siendo los más utilizados;

1) antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) en el 76% de los pacientes,

2) Paracetamol en el 63% y 3) Metamizol en el 29% de ellos.

Dentro del grupo de los opioides menores, el más utilizado ha sido el Tramadol (el 69% de los pacientes que utilizaban opioides débiles), mientras que el opioide potente más utilizado ha sido el Fentanilo transdérmico (el 43% de los pacientes que recibían opioides potentes), seguido de la Morfina oral de liberación retardada (en el 19% de los casos) y la Oxicodona (en el 3% de los casos).

Los fármacos coadyuvantes que más se han utilizado, han sido; los ansiolíticos en el 37% de los pacientes, los antidepresivos en el 31% de los pacientes, y los anticonvulsivantes en el 30% de los casos.

Se ha evaluado la Calidad de Vida que presentaban estos pacientes mediante la realización del cuestionario SF-12, obteniéndose una puntuación media de la salud global de 33,72 (con un intervalo de confianza al 95%, de 32,18 a 35,25), en una escala de puntuación de 0 a 100 (mínima a máxima calidad de vida). Las diferencias han sido estadísticamente significativas (p<0.05), siendo superior el valor hallado en hombres que en mujeres (37,82 vs. 32,27).

También se han encontrado diferencias significativas entre la intensidad del dolor (valorada según la Escala Analógica Visual) y la calidad de vida de los pacientes, comprobándose que existe una relación directa entre las intensidades altas del dolor y la presencia de una calidad de vida peor de los pacientes.

Se relacionan unos costes económicos y sociales altos con la presencia del dolor crónico. Al analizar los costes sociales del dolor en los pacientes incluidos en el presente estudio, hemos obtenido los siguientes datos: el 30% de los pacientes han estado en algún momento de su vida laboral de baja como consecuencia del dolor, necesitando ingreso hospitalario por este motivo en alguna ocasión una minoría. Igualmente, el 26% de los pacientes estudiados han tenido que recurrir a los Servicios de Urgencias como consecuencia del dolor, con un número medio de 3 visitas por paciente, siendo la media de consultas en Atención Primaria de 6, por este motivo.

VI-. DISCUSIÓN

A la vista de los resultados obtenidos, que las recomendaciones dadas por la O.M.S. para su aplicación en el tratamiento del dolor crónico, se han seguido en el 69% de los pacientes con dolor crónico, tratados en Atención Primaria, a los cuáles ha sido necesario llevar a cabo modificaciones en el tratamiento analgésico que estaban recibiendo debido, sobre todo, a que con el tratamiento anterior no se estaba obteniendo un adecuado control del dolor. La Organización Mundial de la Salud promovió la puesta en marcha de la Escalera Analgésica como una forma de racionalizar la utilización de los analgésicos en el tratamiento del dolor. Para ello dividió su administración en tres escalones relacionados de una forma directa con la intensidad del dolor que el paciente presentaba. Si bien, esta escalera se diseñó pensando sólo en su utilización para controlar el dolor de origen oncológico, más tarde se comenzó a utilizar en pacientes con dolor crónico cuyo origen no era oncológico, tanto de tipo nociceptivo como neuropático.

El concepto de escalera analgésica no se adapta a algunos tipos de dolor, esta afirmación creemos que es cierta sobre todo en lo referente al dolor neuropático. Sabemos que este tipo de dolor no responde de una forma eficaz a la utilización, en su tratamiento, de los fármaco-analgésicos que se recomiendan en la escalera analgésica de la O.M.S., sobre todo a los analgésicos correspondientes al primer escalón (tanto antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) como analgésicos no opioides). En cambio, la evidencia nos ha confirmado que el tratamiento eficaz en este tipo de dolor se basa, sobre todo, en la administración de los fármacos conocidos como coadyuvantes, sobre todo los antidepresivos y los anticonvulsivantes.

Casi en la mitad de los pacientes españoles que presentan dolor crónico no oncológico, nos vamos a encontrar con un componente neuropático en su etiología. También sabemos que es necesario enfocar el tratamiento de estos pacientes con unos criterios distintos a los que habitualmente se siguen; no existen evidencias científicas que avalen la utilización de los analgésicos