Inicio > Oftalmología > Desarrollo tecnológico, su impacto social en el diagnóstico y tratamiento de afecciones oftalmológicas > Página 3

Desarrollo tecnológico, su impacto social en el diagnóstico y tratamiento de afecciones oftalmológicas

universidades, administraciones públicas y centros educativos de numerosos países industrializados y también de algunos de América Latina.

En realidad el campo CTS es de una extraordinaria heterogeneidad teórica, metodológica e ideológica. Digamos que el elemento que los enlaza es la preocupación teórica por los nexos ciencia – tecnología – sociedad. Pero esas preocupaciones se asumen desde muy diferentes posiciones teórico – metodológicas y con muy variados propósitos (11).

CONTEXTO SOCIO – POLÍTICO – ECONÓMICO DE AMÉRICA LATINA EN LA ULTIMA DÉCADA.

El desarrollo de altas tecnologías en el mundo contemporáneo se combina con persistencia de pobreza y de todas las consecuencias derivadas de ella. Pretender hablar de problemas médicos, aislarnos del contexto socio – político y económico es algo irreal cuando lanzamos una mirada social a la ciencia y la tecnología actual, esto nos permite avizorar las abismales diferencias entre el desarrollo y el futuro posible de la ciencia y la tecnología en el primer mundo en contraposición al mundo subdesarrollado.

En un mundo que cambia rápidamente poco puede esperarse de ideas que se toman inalteradas de una sociedad que se ha desvanecido después de revocarlas. Pero esto no quiere decir que los problemas sean insolubles ni que, consiguientemente, haya que caer en la irracionalidad y el pesimismo impotente, tan característicos en la actualidad entre los intelectuales de los países capitalistas (12).

En los años recientes, la crisis económica junto a los procesos globales y neoliberales golpean seriamente el desenvolvimiento de la ciencia y la tecnología en todos los países. Como se ha dicho, la crisis ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de la capacidad científica y tecnológica latinoamericana, provocando un proceso de exclusión social en la mayoría de la población del continente, puesto que el desarrollo científico-tecnológico no se puede interpretar al margen

Vivimos la época donde domina el capitalismo global o transnacionalizado, llamados por otros “mercantilismo de las corporaciones”, o “neomercantilismo” que funda nuevas formas de imperialismo, vinculadas a la tecnología y que ha subordinado el conocimiento a la lógica de la reproducción del capital. Este dato es esencial para juzgar el sentido humano o antihumano de las tendencias en curso.

En el Informe de Desarrollo Humano de la ONU (1999) se concluye que las principales tendencias en el desarrollo tecnológico, medidas a través de los indicadores de calidad de vida, tienen una relación claramente desfavorable con el bienestar de buena parte de la población mundial; por ejemplo el capital de las tres personas más ricas, es mayor que el PIB de los 48 países menos desarrollados (13).

El riesgo de que la Ciencia y la Tecnología operen en el sentido de la ampliación de las desigualdades y las contradicciones de nuestra época y no en el sentido de su solución, es un riesgo real, y está basado en que la Revolución Científico-Técnica tiene un impacto contradictorio, por una parte eleva las facultades productivas y crea expectativas de mayor seguridad; por otra y en contraposición, genera mayor desigualdad y el peligro de autodestrucción.

La UNESCO ha presentado las “Diez tendencias a largo plazo que podrían esbozar los futuros posibles de la humanidad en el siglo XXI”. Entre ellas hay algunas que sirven para ilustrar nuestro planteamiento. Se espera que “el auge de la tercera revolución industrial continúe” y esta se considera la primera de las tendencias.

Pero se espera también la “agravación de la pobreza y la exclusión” (segunda tendencia), sobre todo en los países “con economías en desarrollo” que en el próximo cuarto de siglo reunirán el 85% de la población mundial pero que hoy tienen menos del 10% de la capacidad científica y tecnológica mundial. “El factor agravante de la concentración de los recursos en manos de unos pocos es muy probable que persista, o incluso, se agrave”, según UNESCO (14).

El panorama socio – político y económico de la América Latina en los últimos 20 años se ha caracterizado por desempleos, hambre, pobreza, analfabetismo, condiciones higiénico-sanitarias deplorables, diferencias significativas entre ricos y pobres, todo surgido como consecuencia de la política neoliberal.

Hay ante los pueblos un enorme desafío en la implementación práctica de una medicina con mayor participación comunitaria, y la implementación al mismo tiempo, de una medicina que maneje tecnologías muy complejas, unido a la integración y al intercambio racional acorde a sus necesidades particulares, lo que resulta un terreno fértil para lograr el impacto de la ciencia y la técnica.

En las estrategias sanitarias de otros países vemos ya las consecuencias de manejar mal este problema: medicina de élite altamente tecnológica y sin impacto social en unos casos, atención primaria submédica sin acceso a la tecnología moderna, en otros. El Doctor Agustín Lage eminente científico cubano, expresó sobre este tema: …“debe tenerse en cuenta que la salud es un derecho, no un lujo, que la salud de todos es responsabilidad de toda la sociedad, no sólo del individuo, y que la salud no puede verse como consecuencia sino como prerrequisito para el desarrollo económico (15).

Sólo un enfoque social que permita explicar las relaciones ciencia – tecnología – sociedad, y abandonar los rasgos de la visión tradicional en la que la ciencia es divorciada de la tecnología predominando el carácter artefactual e instrumental y aplicado de la última, que aún parecen predominar en el ámbito científico, parece ser el camino claro a la solución de un problema masivo como este.

La revolución social constituye un paradigma de nuestros días, que tiene como particularidad, ya evidenciada en la Revolución Cubana, como el hacer la revolución social, conduce o facilita desarrollar la revolución científico técnica.

Durante las últimas cuatro décadas Cuba ha realizado un esfuerzo significativo en educación, ciencia y tecnología. Sus indicadores en estos campos (Fernández y Núñez, 1998), de acuerdo con el volumen de su población y monto de recursos disponibles, son de los más altos en América Latina. Se puede decir que el país ha apostado fuerte por la educación, la ciencia y la tecnología. Incluso en medio de la crisis económica más reciente, este esfuerzo se ha mantenido en algunas áreas e incluso multiplicado en otras (Biociencias, Biotecnología, Industria Farmacéutica). Como todo país en vías de desarrollo, Cuba enfrenta un extraordinario desafío científico y tecnológico (16).

La comunidad científica cubana tiene expresiones de compromiso social poco frecuentes en