Esto supone que nos ayuda a comprender los fenómenos sociales sin tener que reducirlos a un encasillamiento casual, ya que podemos apreciar las razones o motivos que alguien tiene para actuar sin tener que mantener que las causas de su acción fueron tales. (p.57)
De allí la importancia de profundizar en las relaciones que tienen los fenómenos sociales para dilucidar una propuesta que active en cada persona la necesidad de apropiarse de su salud como valor de vida.
Visión de la salud en educación
Una definición más dinámica de salud se orientaría al logro del más alto nivel de bienestar físico, mental, social y al desarrollo de la capacidad de funcionamiento tanto del sistema, del colectivo, como de las personas, para que promuevan acciones y significados que impacten en los factores sociales, comunitarios y culturales que viven inmersos, para alcanzar su propia superación.
Ello, no excluye el hecho de que la salud y la enfermedad forman un proceso continuo, donde en un extremo se encuentra la muerte prematura, muchas veces prevenible, y en el otro extremo, se encuentra un elevado nivel de salud, al que con dificultad llegan otros seres humanos, en tal sentido, al hacer referencia a dicha continuidad que hay entre los extremos señalados, se debe hacer una reflexión obligatoria, en tanto que ese continuo supone, bajo la concepción de la teoría de sistemas, el alcance permanente del equilibrio homeostático en la población, donde la separación entre salud y enfermedad no es absoluta, dada la dificultad de distinción entre lo normal y lo patológico.
La salud, en términos físicos, forma parte de uno de los pilares de la calidad de vida, bienestar y en definitiva de la felicidad, por ello el objetivo de alcanzar la salud, no solamente corresponde a la medicina, sino también a los políticos, a la sociedad siendo la escuela el escenario donde se forma a la persona en todas sus dimensiones.
En los países en vías de desarrollo, la salud empezaría a alcanzarse cuando se satisfacen las necesidades de alimentación, vivienda, trabajo y, en definitiva, sus problemas económicos, mientras que, en los países desarrollados, la salud se consigue previniendo los efectos secundarios que la riqueza produce como la obesidad, la ausencia de ejercicio físico, los accidentes de tráfico, el tabaquismo, la depresión, la contaminación, entre otros.
Si nos detenemos a observar la evolución que ha seguido para promover la prevención tanto en instituciones de salud como educativas, desde poco más de mediados del siglo pasado hasta nuestros días el avance tanto en tratamiento como en investigación ha sido realmente considerable. Una de las mayores dificultades que se plantearon a la hora de abordar el tema fue encontrar una base conceptual específica y sólida que se sustentara, a su vez, en principios pedagógicos consistentes que comprendan y permitan la interpretación que aquí se quiere dar: que la prevención en salud es más que las simples medidas correctivas que conlleva la práctica de políticas públicas en esta importante área del desarrollo humano.
Por ello, encontrar una consistencia teórica no ha sido, y no porque aquí se trate de influir, tampoco será una tarea fácil. Sobre todo, porque el cambio en los hábitos de salud debiera ser una aplicación mediante programas sustentables, cuyo horizonte teórico epistemológico aún no está claro, prueba de ello, han sido la profusión de contextos teóricos que aún no alcanzan la transdisciplinariedad necesaria como para impactar la necesidad de trasformación humana en sus espacios de cultura para alcanzar una nueva orden planetaria desde lo humano y su ecología.
Los enfoques persuasivos que fundamentalmente pretendían la modificación de los comportamientos del individuo y el grupo, basados principalmente en las teorías psicológicas, “no se encontraba una relación directa en la modificación de conducta sin entrar a estudiar los orígenes o causas de ellas”. (Jiménez, 1998: 117)
Los enfoques informativos se centran en favorecer las condiciones de decisión del individuo, en ofrecer la información necesaria para facilitar una opción responsable y las condiciones de adopción de comportamientos, a través de la toma de conciencia de lo que es bueno o malo, es decir la formación de una condición ética para la salud individual y colectiva. Centradas en este modelo estarían, por ejemplo, las tendencias defendidas por Berthet (1983), Baric (1983) cuyas críticas a este enfoque versan en torno a dos planteamientos. Por un lado, a que el simple hecho de recibir conocimientos sobre la salud no implica, necesariamente, la modificación de los estilos de vida saludables, y por otro, aquel que quizás conceda excesivo protagonismo y dirección a las personas que conocen la salud como sanitarios, docentes, autoridades, relegando a un segundo plano a los sujetos receptores de los mensajes.
Los enfoques experienciales, ponen el acento en la necesidad que tiene el sujeto de experimentar por sí mismo para modificar sus concepciones y conductas acerca de la salud, cuyos inconvenientes expresan que las experiencias por sí solas, sin una adecuada base conceptual e interpretativa, son poco educativas, y por último,
El enfoque educativo o integral, basado en la motivación y participación para conseguir un cambio de comportamientos y actitudes que al ser un modelo sistémico, fundamentado en el enfoque ecológico de la salud. La educación para la salud debe ser esencialmente liberadora, debe contribuir a despertar en cada uno un sentimiento de responsabilidad sobre su propia salud y sobre la de los demás.
Si bien es cierto que, han existido diferentes enfoques y concepciones sobre la educación para la salud, en esta última década se ha consensuado un enfoque más integrador, orientado a la superación del papel que tradicionalmente se le ha atribuido,